La Argentina se aleja cada vez más del resto del mundo

Se sabe que el país ocupa los últimos puestos en los ránking de inflación, pobreza, libertad de los agentes económicos y, bien medido, también en los indicadores de empleo y desempleo, producto de la paupérrima participación de la población en el mercado de trabajo. El fenómeno no es nuevo, sino que acumula más de siete años, cuando se decidió abandonar el camino que conducía de la recuperación al del crecimiento y desarrollo, tras la severa crisis del cuatrienio 1999 a 2002, y elegir el de la mayor intervención de los mercados y la devaluación del Indec y del Banco Central, a partir de 2007, aunque en forma más contundente desde fines de 2011.

La consecuencia de esos puntos de giros fue un nuevo debilitamiento de la capacidad de la economía de generar riqueza, porque junto a los obstáculos comerciales se agregaron los fiscales que llevaron a una inédita presión tributaria que le quitó capacidad de consumo, pero también de ahorro y de inversión, a los trabajadores y también a las empresas.

Durante mucho tiempo, y ahora de modo más aislado, se intentó justificar la recesión en que ingresó la Argentina en un cambio en las tendencias de la economía mundial y regional, contra todos los pronósticos. Sin embargo, las nuevas estimaciones de crecimiento del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional con informes que aportan los países miembros, como la Argentina, dieron cuenta de que desde que se impuso el cepo cambiario, con restricciones a las ventas de divisas al público, pero también a los importadores y a las empresas, entre las que se incluyen las que abastecen al sistema de salud e higiene de la población, el país terminará el cuatrieno con un aumento de apenas 2%, frente a 8% que lo hará el conjunto de América Latina y 9% de la suma de los países.

Semejante brecha en las tasas de crecimiento, que echa por tierra la prédica de un escenario externo desfavorable para el país, puso de manifiesto que los desbarajustes que ofrece la economía, sea en los planos comercial, interno y más aún externo, como en el fiscal y monetario, tiene su origen en la acumulación de desaciertos de política, tanto para el mercado interno, como también para el externo.

Aún se está a tiempo para salir de un laberinto que lejos de achicarse, va camino a ampliarse. Sólo se requiere comenzar por adoptar políticas de disciplina fiscal, donde el énfasis del gasto se concentre e intensifique en el corto plazo en el aspecto social, hasta que pueda superarse la lamentable coyuntura y, por el contrario, se cierre el ciclo de subsidios económicos inadmisibles, como a los servicios públicos que consumen sectores de altos ingresos, como en algunas de las empresas que se han estatizado con fines de convertirse en bolsa de trabajo improductivos, más que en eficientes competidoras del sector privado, y más aún en las dependencias del Poder Ejecutivo.

El costo del desbarajuste
Mientras esa tarea se demore, el Banco Central seguirá devaluándose, como volvió a quedar en evidencia en los últimos 20 días, donde luego de emitir más de 29.000 millones de pesos a tasa cero para asistir al Gobierno nacional, tras haber gastado más de lo que le ingresa por impuestos, decidió absorberlos con colocaciones de Pases y Letras pagando a los bancos tasas de 27 a casi 30% anual.

No se trata de cifras menores, las estadísticas monetarias y financieras del Banco Central dan cuenta de un total de Letras emitidas entre 90 y 365 días de plazo de algo más de 272.000 millones de pesos, a los que se agregan otros 23.000 millones de operaciones de pases con el sistema financiero, que genera una remuneración equivalente mensual del orden de dos por ciento, unos 7.000 millones de pesos por mes, y casi 90.0000 millones de pesos al año, esto es aproximadamente dos puntos del PBI.

Sólo con la perspectiva de un rápido y audaz saneamiento de las cuentas públicas, a través del reempadronamiento y bancarización de todos los salarios y planes sociales que paga el Gobierno nacional, y el posterior comienzo de la elaboración de un Presupuesto Base Cero en base a las reales necesidades de la administración, siguiendo inicialmente parámetros internacionales, se podrá empezar a quitar los vicios acumulados en la larga historia de desequilibrios, se podrá pensar en simultáneo en una salida seria y ventajosa del último y largo tramo del default de fines de 2001.

A partir de ahí se podrá volver más temprano que tarde a la senda del crecimiento, con incentivo al ahorro y la inversión por parte de los residentes y regreso a los mercados internacionales de deuda, necesario para reactivar los emprendimientos productivos y en infraestructura, y con ello posibilitar el crecimiento sostenido y sustentable.

Privados ajustan forzados por el exceso de gasto público

El consenso de los economistas de las consultoras privadas mantiene pronósticos de un leve receso de la actividad productiva y comercial para el corriente año, en un rango de 1,5 a 2%, aunque con una aceleración de la caída a más de 2,5% en mayo y junio en la variación del PBI.

Esa supuesta modesta baja de la generación de riqueza en un escenario de aceleración de la tasa de inflación a 40% al año, aunque en los últimos meses se atenuó a un ritmo equivalente anual de 30%, ha instalado la idea de que se transita por un escenario de estanflación. Esto es de estancamiento con inflación.

Sin embargo, ¿se puede definir como estancamiento cuando el PBI real por habitante está deteriorándose a una tasa superior a 3,5% real en pesos en mayo y junio, y más de 20% en dólares? Más aún, cuando se advierte claramente que a la hora de medir el aporte del sector público y privado a la variación del PBI, el primero, que en términos de gasto representa el 50% del total de la economía, contribuye con un aumento de poco más de cinco puntos porcentuales en términos reales, mientras que el segundo resta unos diez puntos porcentuales.

El ejercicio es simple. En abril el gasto total del sector público se elevó 47,6% mientras que la inflación ascendió a 40%, de ahí surge un crecimiento en términos reales de 5,4% en comparación con un año atrás, con un aporte al total general de 2,7 puntos porcentuales. Por tanto, para llegar al resultado neto final de 2,5 puntos porcentuales negativo el conjunto de la actividad privada debió contraerse un 10,4 por ciento.

El pobre desempeño de los ingresos fiscales originados en el IVA -cayó más fuerte en términos reales sobre los productos de fabricación nacional, que sobre los de origen importado-, como en Ganancias, luce consistente no sólo con una contracción marcada de la actividad en el sector productivo, sino también comercial. Las ventas en supermercados bajan más de 7% en cantidades, similar a la disminución promedio de empleados por establecimiento que midió el Indec.

La misma fuente oficial dio cuenta de que en el quinto mes del año el transporte de cargas disminuyó casi 11% y en los primeros cinco meses la baja superó 23 por ciento.

Entre los bienes durables, como automotores, motos y viviendas, la declinación de la producción y ventas se ubicó en mayo y junio entre 15 y 37 por ciento respecto de los niveles de un año antes. Mientras que el conjunto de la actividad industrial y la construcción acusaron caídas de 7,4 y 4,4%, respectivamente, y las previsiones para julio y agosto no lucen mejores, habida cuenta de los altos valores relativos que mantenían en similar tramo del año anterior.

Sólo escapan al escenario recesivo la producción agrícola, tras un mal año previo, la elaboración de alimentos, excluida bebidas que declinan casi 10%; los servicios esenciales de electricidad, gas y agua y la industria financiera, aunque en este caso también se advierte una apreciable desaceleración.

Desplazamiento del crédito privado
Para peor, el abultamiento del déficit fiscal y la consecuente necesidad de financiamiento a través del uso y abuso de la emisión del Banco Central para transferir al Tesoro ganancias meramente contables, previa al cálculo del rojo que genera la hipermillonaria colocación de Letras a los bancos, está alimentando el crowdingout, esto es el debilitamiento del financiamiento a la actividad privada, y también de su liquidez, para asistir a un desequilibrado sector público.

La consecuencia directa de ese escenario no sólo es el deterioro de la capacidad de compra de los ingresos de las familias por la alta inflación que ese cuadro provoca, sino también el derrumbe de la inversión, la extranjera directa declinó 50%, informó el Indec y la local más de dos puntos de PBI, y la destrucción de empleos privados.

Para revertir ese cuadro que comienza a generar un círculo vicioso, porque torna insostenible una política fiscal expansiva con un sector privado que se estrangula con exceso de regulaciones y trabas inexplicables, como al ingreso de insumos y partes del resto del mundo necesarias para producir bienes finales no sólo para satisfacer el consumo interno, sino también la generación de divisas vía exportaciones de bienes terminados para pagar esas y otras importaciones, además de los servicios de la deuda pública y privada, más rentas de inversiones, será clave que el sector público acomode el ritmo de expansión del gasto a su capacidad de obtener recursos tributarios sin aumentar más la insoportable presión fiscal. Las áreas que requieren más atención son la política de subsidios y las pérdidas desmedidas de las empresas del Estado.

A partir de ahí, y en simultáneo, se torna imprescindible comenzar a generar un clima amigable para los negocios del conjunto del sector privado. Eso requiere empezar a desandar el camino iniciado a fines de 2011cuando con la imposición del cepo cambiario se agudizaron las trabas a las importaciones, se intensificaron los obstáculos a las exportaciones agropecuarias y se acentuaron los fracasados controles de precios y, más recientemente de las tasas de interés.

De lo contrario, los esperados progresos en la resolución de la saga de la deuda con los holdouts, que han hecho que el Índice de Riesgo País cayera ayer a 600 puntos básicos, volverá pronto a niveles elevados, porque los fundamentals no lucen consistentes con esa prima que impone el mercado financiero internacional.

La negativa del Gobierno a encuadrar las finanzas públicas, por considerar que eso sería provocar un cuadro recesivo, ha generado una severa contracción de la actividad en el ámbito privado que ya se manifiesta, naturalmente, en la pérdida de vitalidad de la recaudación y consecuente desborde del desequilibrio fiscal, pero principalmente en el creciente grado de angustia en las familias que ven perder el empleo de alguno de sus miembros, o recortada la jornada laboral y esfumarse las posibilidades de ocuparse a los jóvenes que buscan trabajo.

Más gasto público aleja la salida de la estanflación

Economistas del Gobierno y afines, junto a algunos dirigentes industriales, consideran aventurado hablar de un escenario de estancamiento con inflación y aumento del desempleo, pese a que esta semana diversas plantas automotrices anticiparon programas de suspensiones de personal y recorte de la jornada laboral, por falta de demanda. Incluso, el propio Indec recogió expectativas moderadamente contractivas para este segundo trimestre, y en el comercio crece notablemente la tasa de vacancia en las principales calles de los centros urbanos del país.

Está claro que no es lícito, y por tanto conveniente, hacer proyecciones de cualquier indicador, sea inflación, actividad, como de reservas del Banco Central o incluso de la producción de un bien en particular, o del dólar, en función de lo ocurrido en apenas dos o tres meses. Ningún economista y consultor profesional en la materia hace eso. Pero tampoco es sensato cuestionar alegremente a los profesionales que no sólo predicen, sino que, más aún, ya ven un escenario de estanflación en la Argentina, a partir del análisis de series de tiempo de un conjunto de variables del sector real, financiero, monetario, cambiario y fiscal, porque es subestimarlos en defensa de una ideología o retórica interesada, como diría el economista John Galbraith.

Punto de giro inicial sin cambio de tendencia
La razón fundamental por la que se cayó en un estado de estancamiento con aceleración de la inflación y aumento del desempleo, fue el giro de la política económica, a favor del aumento del gasto público y su financiamiento con emisión monetaria, porque se agotó la capacidad de ampliar la presión tributaria, y se decidió extremar las regulaciones y controles a las empresas destinadas a impedir más que a reordenar y facilitar la producción, la exportación y la inversión productiva hacia un modelo inclusivo, como se anuncia y proclama en forma reiterada.

Esos factores no sólo siguen presentes, sino que incluso se han ido potenciando esta semana, más allá de que transitoriamente el efecto de la astringencia monetaria y consecuente suba de las tasas de interés, junto a factores estacionales, posibilitaron desacelerar la tasa de inflación. Mayo comienza con aumentos de tarifas del servicio público de trenes y también de los combustibles, mientras crecen los costos en dólares porque a acuerdan ajustes de salarios, mientras el tipo de cambio oficial lleva tres meses de congelamiento en torno a 8 pesos, pese a que desde el 23 de enero se acumuló una tasa de inflación de más de 12 por ciento.

Por un lado, en un mega encuentro de toda la cúpula industrial con todo el equipo económico, los empresarios se encontraron que fueron invitados para que brinden su “apoyo a la continuidad de un modelo, para no perder todo lo hecho”, les habría dicho Axel Kicillof en una exposición de más de una hora, más que para exponer sus preocupaciones y buscar puntos de coincidencia para reactivar la producción, elevar la competitividad, sin agregar costos a la sociedad, a través de la inflación, y la suba de tarifas, cómo se está haciendo.

Luego fue la propia Presidente de la Nación, cuando a través del uso de la cadena nacional, desestimó hacer cambios impositivos que alivien las cargas para el sector privado, al justificar la permanencia de las retenciones a las exportaciones agropecuarias con un análisis forzado de la experiencia del trigo entre el tiempo de siembra, cambio de las alícuotas y cosecha en los últimos 40 años, pese a que la producción se redujo a valores que apenas garantizan el consumo interno, y amplió el crédito productivo con la creación por decreto del Fondear por $10.000 millones, menos de medio punto del PBI: “Yo escucho a menudo a mucha gente prometiendo que van a bajar las retenciones, que van a eliminar todas las retenciones, que al mismo tiempo van a subir el 82 por ciento móvil, que le dicen a los empresarios que les van a dar el ajuste por inflación y amortización anticipada, que al mismo tiempo van…Bueno, miren, yo le estoy haciendo hacer a Axel, el ministro de Economía, que me haga un calculito para ver cómo dan los números porque todas esas cosas juntas, así a vuelo de pájaro, sin ponerme muy detallista no me dan para nada. Me dan a cosa, realmente, bueno, de cosa rara”, dijo Cristina Kirchner, en lugar de dar instrucciones para analizar el impacto y posibilidades de esas medidas.

Claramente, en el entorno al Gobierno nacional no se acepta que el gasto público ofrece varios frentes donde se puede reducir sin afectar al empleo de la planta histórica de la administración, y menos aún reducir los salarios y jubilaciones, más allá del que se provoca con el desfase entre los ajustes salariales de forma puntual y la inflación contínua.

Pero no sólo eso, por el contrario, al día siguiente, el martes de esta semana, la Presidente firmó el decreto 601 que dispuso aumento del 50% respecto de diciembre de 2011 en los viáticos de los funcionarios dependientes del Poder Ejecutivo Nacional, el cual reconoce una inflación promedio mensual acumulativo de 1,46% en los pasados 28 meses. El ajuste supera en 13 puntos la inflación del Indec en ese período, aunque mantiene un rezago de 35 puntos porcentuales respecto de la Inflación Congreso. Y ayer, a través del decreto 614 aprobó incrementos en los haberes de las fuerzas militares entre 30 y 45 por ciento.

Más rojo fiscal sin contabilidad creativa
Los datos de la Administración Central mostraron al cierre de abril que los recursos fiscales globales atenuaron el ritmo de aumento de 40% en los primeros meses del año a 34% en el promedio del cuatrimestre, pese a que las transferencias de rentas del Banco Central y de la Anses se elevaron en más de 70%, en comparación con similar período de 2013, mientras que el gasto total apenas desaceleró de una tasa de 45 a 42 por ciento.

Sólo cuando se repare en la necesidad de reordenar las finanzas públicas, como parcialmente se hizo en el frente monetario, y se avance en dirección a desatar los nudos que se le fueron agregando a la actividad productiva y comercial y consecuente a la inversión, podrá pensarse en que se transita hacia un nuevo punto de giro del ciclo económico que posibilite volver a crecer y bajar la inflación de modo sustentable y por tanto sostenido.

Si te fue bien, me ocuparé de que te vaya mal

Esa parece ser la consigna del Plan Económico día por día que el trio Capitanich, Kicillof, Fábrega levantó como bandera desde que asumieron el 20 de noviembre de 2013 al frente de la Jefatura de Gabinete de Ministros, el Ministerio de Economía y el Banco Central.

A esa altura nadie dudaba, ni propios, ni mucho menos extraños, de que a la economía le estaba haciendo falta un “service” (la palabra ajuste no aparece en el diccionario del Gobierno) para no caer en un escenario de mayor desequilibrio de precios y aceleración del derrumbe de la actividad productiva y comercial.

Pero pasadas las primeras semanas de “luna de miel”, que casi como un rito sagrado le concede el mercado a los nuevos funcionarios, para que puedan ver desde las más altas esferas de sus carteras el paño que deben reordenar, se advierte que lejos de haber encontrado el rumbo para apuntalar lo que marchaba bien y enderezar aquello que se encaminaba mal, se tomó un sendero por el cual se han ido consolidando los desajustes, pero con el agregado de nuevos actores.

Pareciera que la nueva lógica es “ley pareja, ley rigurosa”: ¿si a la mayoría le estaba yendo mal, por qué algunos privilegiados como la construcción, las terminales automotrices y concesionarias y el sector financiero, tenían que seguir sosteniendo un creciente nivel de actividad?

Bajo esa visión se inscribirían las últimas inicitaivas, porque no sólo terminaron poniéndole freno, sino también le hicieron sentir el rigor de la angustia que venían sintiendo otros sectores por no poder alcanzar los objetivos y que palpen lo que significa caer en rojo respecto de lo presupuestado.

El sector público nacional fue pionero en mostrar ese camino, aunque -claro está- lo pudo disimular en este tiempo de carnaval con el ropaje que le brindaron las asistencias ilimitadas de pesos fabricados por el Banco Central y el remate de parte de la cartera de títulos públicos en poder de la Anses, aunque pertenezcan a más de 6 millones de jubilados y poco más de 10 millones de trabajadores registrados, y también algún con algún aporte forzoso del PAMI.

La consigna: ampliar la manta que tapa la realidad
Los indicadores oficiales de actividad productiva y comercial dieron cuenta de un acelerado desgaste de la capacidad de la economía para seguir generando más riqueza en forma generalizada, luego de que superada la depresión de 2002 se llegara a la etapa esperada del crecimiento sostenido y sustentable, tentativamente a partir de 2007.

Pero justo en ese momento se decide la intervención del Indec para deformar la real señal que emitían los precios de la economía y poder seguir con altas tasas de crecimiento y baja inflación, aunque los indicadores reales comenzaban a dar cuentas de grietas en las primeras y aceleración perturbadora en la segunda.

La historia de los últimos seis años es bien conocida, hasta que se llegó al 20 de noviembre de 2013 en el que el primer balance de situación por parte del flamante trío conductor de la economía advirtió que prevalecían algunos actores viviendo de fiesta: el sector turismo hacia el exterior, la rama terminal automotriz, el sector financiero, y otros, pese a todo, seguían con ímpetu: el consumo y la construcción.

Al primero se lo atacó con una brusca devaluación, aumento del pago a cuenta de impuestos de 20 a 35%, y la extensión del cargo financiero al componente de la demanda de billetes; al segundo con el impuestazo de Internos a la franja de alta gama, incluidas las motos, y las restricción de importaciones de productos terminados y también de partes; al tercero con el ataque a la composición patrimonial de activos externos y al resto con la estampida de las tasas de interés y la convalidación de alzas de precios para los “descuidados” y parciales de 6 a 8% en los “cuidados”, junto con el encarecimiento del transporte y de los pasos por puestos de peaje.

Todas esas acciones se hicieron en forma gradual a lo largo de los casi 90 días de conducción, y pareciera que aún no se han completado: resta la revisión de la política de subsidios a los servicios públicos que consumen los sectores de altos ingresos, una regla fiscal que ponga límite al aumento del gasto público y otra que reduzca la capacidad de asistencia del Banco Central, así cómo presentar un nuevo Presupuesto y Plan Monetario, para que los agentes económicos tengan claras señales hacia dónde se va.

El aparente sinceramiento de la inflación de enero es un progreso y es de esperar que se mantenga. Pero no fueron buenas señales que no se empalmara la serie con la anterior metodología de cálculo de la inflación y mucho menos que el Jefe de Gabinete dijera que “no hay motivos para modificar las pautas del Presupuesto 2014″.

Mientras nada de esto último ocurra, y se crea que un plan económico se puede armar día a día, la incertidumbre e inestabilidad de los mercados de bienes, trabajo, divisas y financieros, seguirán presentes y los desequilibrios macroeconómicos se extenderán a la micro, esto es a las empresas y a las finanzas de las familias, con lo que se achicará la brecha entre los pocos que estaban bien y los muchos que hace tiempo debieron ajustar sus cinturones.