Por: Daniel Sticco
El consenso de los economistas de las consultoras privadas mantiene pronósticos de un leve receso de la actividad productiva y comercial para el corriente año, en un rango de 1,5 a 2%, aunque con una aceleración de la caída a más de 2,5% en mayo y junio en la variación del PBI.
Esa supuesta modesta baja de la generación de riqueza en un escenario de aceleración de la tasa de inflación a 40% al año, aunque en los últimos meses se atenuó a un ritmo equivalente anual de 30%, ha instalado la idea de que se transita por un escenario de estanflación. Esto es de estancamiento con inflación.
Sin embargo, ¿se puede definir como estancamiento cuando el PBI real por habitante está deteriorándose a una tasa superior a 3,5% real en pesos en mayo y junio, y más de 20% en dólares? Más aún, cuando se advierte claramente que a la hora de medir el aporte del sector público y privado a la variación del PBI, el primero, que en términos de gasto representa el 50% del total de la economía, contribuye con un aumento de poco más de cinco puntos porcentuales en términos reales, mientras que el segundo resta unos diez puntos porcentuales.
El ejercicio es simple. En abril el gasto total del sector público se elevó 47,6% mientras que la inflación ascendió a 40%, de ahí surge un crecimiento en términos reales de 5,4% en comparación con un año atrás, con un aporte al total general de 2,7 puntos porcentuales. Por tanto, para llegar al resultado neto final de 2,5 puntos porcentuales negativo el conjunto de la actividad privada debió contraerse un 10,4 por ciento.
El pobre desempeño de los ingresos fiscales originados en el IVA -cayó más fuerte en términos reales sobre los productos de fabricación nacional, que sobre los de origen importado-, como en Ganancias, luce consistente no sólo con una contracción marcada de la actividad en el sector productivo, sino también comercial. Las ventas en supermercados bajan más de 7% en cantidades, similar a la disminución promedio de empleados por establecimiento que midió el Indec.
La misma fuente oficial dio cuenta de que en el quinto mes del año el transporte de cargas disminuyó casi 11% y en los primeros cinco meses la baja superó 23 por ciento.
Entre los bienes durables, como automotores, motos y viviendas, la declinación de la producción y ventas se ubicó en mayo y junio entre 15 y 37 por ciento respecto de los niveles de un año antes. Mientras que el conjunto de la actividad industrial y la construcción acusaron caídas de 7,4 y 4,4%, respectivamente, y las previsiones para julio y agosto no lucen mejores, habida cuenta de los altos valores relativos que mantenían en similar tramo del año anterior.
Sólo escapan al escenario recesivo la producción agrícola, tras un mal año previo, la elaboración de alimentos, excluida bebidas que declinan casi 10%; los servicios esenciales de electricidad, gas y agua y la industria financiera, aunque en este caso también se advierte una apreciable desaceleración.
Desplazamiento del crédito privado
Para peor, el abultamiento del déficit fiscal y la consecuente necesidad de financiamiento a través del uso y abuso de la emisión del Banco Central para transferir al Tesoro ganancias meramente contables, previa al cálculo del rojo que genera la hipermillonaria colocación de Letras a los bancos, está alimentando el crowdingout, esto es el debilitamiento del financiamiento a la actividad privada, y también de su liquidez, para asistir a un desequilibrado sector público.
La consecuencia directa de ese escenario no sólo es el deterioro de la capacidad de compra de los ingresos de las familias por la alta inflación que ese cuadro provoca, sino también el derrumbe de la inversión, la extranjera directa declinó 50%, informó el Indec y la local más de dos puntos de PBI, y la destrucción de empleos privados.
Para revertir ese cuadro que comienza a generar un círculo vicioso, porque torna insostenible una política fiscal expansiva con un sector privado que se estrangula con exceso de regulaciones y trabas inexplicables, como al ingreso de insumos y partes del resto del mundo necesarias para producir bienes finales no sólo para satisfacer el consumo interno, sino también la generación de divisas vía exportaciones de bienes terminados para pagar esas y otras importaciones, además de los servicios de la deuda pública y privada, más rentas de inversiones, será clave que el sector público acomode el ritmo de expansión del gasto a su capacidad de obtener recursos tributarios sin aumentar más la insoportable presión fiscal. Las áreas que requieren más atención son la política de subsidios y las pérdidas desmedidas de las empresas del Estado.
A partir de ahí, y en simultáneo, se torna imprescindible comenzar a generar un clima amigable para los negocios del conjunto del sector privado. Eso requiere empezar a desandar el camino iniciado a fines de 2011cuando con la imposición del cepo cambiario se agudizaron las trabas a las importaciones, se intensificaron los obstáculos a las exportaciones agropecuarias y se acentuaron los fracasados controles de precios y, más recientemente de las tasas de interés.
De lo contrario, los esperados progresos en la resolución de la saga de la deuda con los holdouts, que han hecho que el Índice de Riesgo País cayera ayer a 600 puntos básicos, volverá pronto a niveles elevados, porque los fundamentals no lucen consistentes con esa prima que impone el mercado financiero internacional.
La negativa del Gobierno a encuadrar las finanzas públicas, por considerar que eso sería provocar un cuadro recesivo, ha generado una severa contracción de la actividad en el ámbito privado que ya se manifiesta, naturalmente, en la pérdida de vitalidad de la recaudación y consecuente desborde del desequilibrio fiscal, pero principalmente en el creciente grado de angustia en las familias que ven perder el empleo de alguno de sus miembros, o recortada la jornada laboral y esfumarse las posibilidades de ocuparse a los jóvenes que buscan trabajo.