Van menos de seis meses

Más allá del enfoque que cada uno tenga sobre las políticas que se están llevando a cabo, es indiscutible que el Gobierno de Cambiemos está enfrentando todos los problemas que componían la larga herencia kirchnerista y acaso otras más antiguas.

A diferencia de Cristina de Kirchner, que para mantener la iniciativa sobre la agenda inventaba conflictos, proponía y aprobaba raras leyes de igualdad, vacías de contenido, o iniciaba cruzadas contra los medios o contra el mundo externo como una suerte de Quijote desaforado, Mauricio Macri controla y dicta la agenda política atacando problemas concretos y de interés generalizado.

Los temas que proponía la ex Presidente solían ser épicos y burocráticos, con ataques permanentes a los derechos de los ciudadanos o por lo menos molestos y lesivos a esos derechos. Sobre todo, urticantes para la mitad del país, casi matemáticamente y, en general, inconducentes. Cambiemos está tacleando los temas importantes, a veces urgentes, a veces profundos, a veces de largo aliento, que dejó palpitando el Gobierno del Frente para la Victoria y sus socios. El cepo, las retenciones, los pagos de importaciones, el default eterno, la reinserción en el sistema mundial, fueron las urgencias que encaró, con bastante solvencia y acierto, con observaciones varias, por supuesto. La apertura de las discusiones sobre seguridad y reforma política, que ciertamente requerirán políticas de Estado para ser eficaces, y temas tan variados como la discusión no terminada de Fútbol para Todos o de los medios oficiales. Continuar leyendo

El costo del raro proteccionismo energético

Nadie informado puede cuestionar la recomposición tarifaria energética, ni en su oportunidad ni en su magnitud. Tanto la producción eléctrica como la de gas y petróleo habían llegado a una situación insostenible, que roza el desastre de suministro y el económico.

Esta nota es para recordarle al consumidor que parte importante de estas tarifas que ahora debe pagar tienen que ver con el proteccionismo que impera en la matriz energética en todos sus formatos, y con la connivencia entre esas diversas versiones y el Estado.

Tras la quiebra de 2001, el Gobierno decidió controlar las tarifas de todas las empresas privadas, decisión que luego continuó y profundizó Néstor Kirchner y que exageró luego hasta la caricatura trágica su esposa Cristina.

Con excepción de Shell, sin demasiado peso en la ecuación, el resto del sistema energético guardó silencio o emitió suaves quejidos ante la destrucción de la producción. Era lo que correspondía dentro de un sistema secreto y áulico, el del proteccionismo prebendario.

Las tarifas se congelaron y se subsidiaron, dos pasos ruinosos simultáneos. La exploración, la extracción y la distribución se tornaron económicamente imposibles, pero las empresas protegidas, controladas guardaron silencio. Lo mismo la población subsidiada, como corresponde al populismo, que siempre es bifronte. Continuar leyendo

Sabotaje a la gobernabilidad

Ante la sorpresa de toda la población, la doctora Cristina Fernández de Kirchner, presidenta de los 40 millones de argentinos, como se presenta en cada una de sus diatribas, ha dicho estentórea y claramente no permitirá que un Gobierno elegido democráticamente cambie lo que considere oportuno cambiar.

Ha convocado para ello a sus partidarios, a sus sembrados recientes y anteriores en el sistema de Justicia y otras áreas vitales del Gobierno, a sus gremios amigos, a los trabajadores, a los estudiantes, a La Cámpora y a todo el aparato de prepotencia y temor del que se ha rodeado siempre el peronismo, desde su mismísimo fundador.

Es decir, la Presidente de la nación ha llamado a la rebelión, si no a la sedición, y ha prometido una feroz resistencia activa a cualquier cambio que se intente hacer a lo que ella considera las conquistas logradas en su gestión.

No tiene sentido perder tiempo en analizar los déficits de personalidad y psicológicos de la mandataria, que la han llevado a tantas agresiones y a tantos dislates. Continuar leyendo

La maravillosa magia de la democracia

Cuando a las 10 de la noche apareció en el Luna Park la figura envarada y dura de Daniel Scioli, la entrenada percepción nacional advirtió que algo no andaba bien en el Frente para la Victoria.

Hasta ese momento no había ningún dato oficial sobre el escrutinio provisional, y sólo el tono triunfal y la contundencia de algunas declaraciones Cambistas y el monocorde discurso sciolista hacían presumir que el ballotage era un hecho.

El tono y el contenido del discurso del gobernador no dejó lugar a dudas: no sólo habría ballotage, sino que el resultado era mucho peor que lo previsto por el FPV. Su entrega tuvo el contenido de una campaña electoral, pero ya sin emoción ni novedad.

Muchos creyeron que era su modo de aceptar que habría segunda vuelta y de comenzar su repechaje doblando la apuesta y haciendo más progresista, mas kirchnerista, y más camporista su propuesta.

Un análisis fino mostraba un cuadro grave: la derrota era más dura de lo que parecía. No era sólo que no se ganaba en primera vuelta.  La diferencia con Macri desaparecía. Se habían perdido impensadamente cargos clave en todo el país y Macri conseguía más votos que lo que él mismo pensaba. Vidal le ganaba a Aníbal Fernández la gobernación de Buenos Aires: cachetazos en las caras del sciolismo, del kirchnerismo y del peronismo.

Esas derrotas, dentro de un “movimiento” que se arrastra ante el líder exitoso y desprecia y traiciona al líder perdedor, tuvieron un efecto dramático.  Como si el Luna Park, elegido como búnker, fuera una trágica metáfora, Daniel Osvaldo Scioli parecía el clásico boxeador que ha recibido golpes demoledores y está nocaut de pie, esperando la campana salvadora o el tortazo final.

Su entrega fue un giro hacia lo mas criticado del cristinismo. Las menciones a las políticas presidenciales controladoras y totalitarias, a Zannini y la Cámpora, a la decisión de seguir dándole órdenes a los bancos y al sistema financiero para que pierdan plata, probablemente fueron para apaciguar las aguas internas, en especial la segura furia de Cristina Fernández.

Sin embargo, parecían estar destinadas a alejar al único posible aliado que le queda: Sergio Massa. Cegado por la confusión y el golpe electoral, Scioli, que ya venía mostrando una actitud de enojo e incomodidad, pareció un hombre sin convicción y sin confianza, cumpliendo un trámite y prometiendo volver en una hora, quién sabe para qué. (No volvió)

Los resultados oficiales no aparecieron a la hora señalada por el inefable Alejandro Tullio, retenidos por el gobierno pese a haber sido provistos por  INDRA, la cuestionada empresa española. Un papelón más, lleno de suspicacias. Pero ya no hacían falta. Había ganadores y perdedores clarísimos.

Así, Mauricio Macri se graduó de rival a la altura de Cristina. María Eugenia Vidal, se diplomó como importante protagonista de l  política nacional con una proyección que hoy no parece tener límites. Ernesto Sanz se ganó el respeto del PRO y de su partido por el armado y sustento de una alianza política que concibió y manejó con maestría. Lilita Carrió es simplemente Lilita. Su providencial testimonial de los últimos días a favor de Macri y de Cambiemos debe haber inclinado más de una voluntad.

Gerardo Morales arrasó en el feudo de la desagradable Milagro Sala, una tarea impecable. Otros candidatos de Cambiemos, muchos de ellos jóvenes o noveles, lograron triunfos importantes en gobernaciones e intendencias. También en la elección de legisladores, un aspecto no menor para la gobernabilidad futura. Una esperanza de renovación en los elencos partidarios, además.

Entre los perdedores están Daniel Scioli, Cristina Fernández y su absurdo capricho: el sospechado Aníbal Fernández, consumido por la estampilla narco que le ha adherido la opinión pública, y por una bendición negativa del Santo Padre, dicen.

Perdió también el aparato de punteros, intendentes, caudillejos y patoteros del peronismo del conurbano, que fue asolado.

Un triunfo muy claro fue la organización de fiscales que armó Cambiemos, un rotundo beneficio de la participación radical.  Y en paralelo, Ser Fiscal prestó un servicio invalorable.

Sergio Massa, como predijera en mi nota el día de las PASO, es ahora el kingmaker.  Sus votos definirán la segunda vuelta. Y ahora viene el verdadero análisis. Un auténtico dilema del prisionero digno del mismísimo John Nash.

Tanto Macri como Scioli pueden decidir que los votos de Massa se lograrán con una campaña electoral dirigida a esos votantes, con prescindencia del tigrense. Pueden hacerlo con los riesgos que ello implica, jugándose a suerte y verdad.

No pareciera que sus asesores le vayan a recomendar tal cosa. Seguramente entonces, los dos protagonistas de la segunda vuelta buscarán subyugar al jefe de UNA. Además de sus votos, el caudal de legisladores, intendentes y gobernadores que le responden serán un aporte interesante no sólo para la elección sino para la gobernabilidad futura.

Massa deberá elegir qué le conviene. Volver al kirchnerismo y aportarle patente de peronista le puede costar perder control sobre su masa de votantes, enojados con Cristina, sus insultos, Zannini, La Cámpora y el sistematico ninguneo al peronismo clásico.  A cambio, tiene la posibilidad de transformarse en el líder justicialista del futuro, tal vez el siguiente candidato a presidente por un partido unificado.

Le resultaría así más fácil justificar el apoyo al FPV, afín a sus orígenes y sus ideas, y las de sus seguidores.

Pero también puede ser tentado por una oferta de Cambiemos que constituya una alianza de gobierno con objetivos superadores, que incluya todo el aporte que UNA puede entregar, que no es menor frente a los cambios que se requieren para solucionar el desastre que deja de herencia el kirchnerismo.

También en esa alternativa el otrora jefe de Gabinete puede aspirar a destinos políticos rutilantes. Cambiemos puede ser más fácil para convivir que Cristina y su legado y sus futuros obstáculos.

Massa tendrá que meditar y analizar cuidadosamente con sus aliados, sus gobernadores, intendentes y legisladores. No es una decisión que pueda tomar solo. Todos se juegan su futuro en esta instancia.  El macrismo tiene un punto importante para exhibir: el impecable cumplimiento de sus pactos en Cambiemos. Algo difícil de reproducir del lado del justicialismo, cuyo tejido constitutivo mismo es la traición.

De la Sota y Felipe Solá tendrán un decir en estas deliberaciones. El cordobés puede ser un factor de cohesión, aunque ha dicho que Macri es su límite. El ex gobernador bonaerense puede ser un arisco, pero seguirá a Massa: le conviene. Las declaraciones previas no tienen demasiado valor.

Hay plumas chamuscadas tanto con el kirchnerismo, por razones obvias, como con Cambiemos, luego del ninguneo de Macri a Massa.

Macri está muy fuerte luego de ese triunfo y del triunfo de Vidal, a quien él impulsó contra todos. Scioli está muy debilitado luego de esta derrota, que se agrava por no haber estado prevista, fruto de manosear las encuestas hasta llegar a creerse las propias mediciones compradas.

Todavía falta ver la reacción de Cristina, que no es difícil de prever: será visceral. Es muy poco probable que eso ayude a Scioli.

Massa ha prometido que producirá un documento donde se establezcan cuáles son los lineamientos que lo moverían a apoyar a alguno de los candidatos. Parece una idea sólida.

Macri tendrá que vencer su soberbia a la que es proclive, para no caer en el facilismo de creer que puede convencer a los votantes de Massa de que es mejor opción que Scioli por las suyas, sin hacer un acuerdo.

Todos los votantes, por supuesto, son dueños de sus votos y harán con ellos lo que quieran. Pero una propuesta inteligente los puede hacer decidir en algún sentido.

Scioli tiene que recuperar su fortaleza y su optimismo, que pareció haber perdido ya hace varios días. También debe hacer olvidar su imagen de derrotado.  Y tiene la tarea no menor de tratar de que Cristina no reaccione como Cristina.

Ambos candidatos tienen que tratar de ganar los votos de Massa sin perder los propios.

También habrá que despejar otra incógnita: ahora que los gobernadores, intendentes  y punteros peronistas no defienden su tajada, ¿hacia dónde dirigirán la porción de votos que controlan?

Un dato a tener en cuenta en términos de gobernabilidad, es que las provincias más pobladas y de peso político importante, tienen gobernadores no kirchneristas, o directamente de Cambiemos o UNA.

Hasta las 18 de ayer, todos jurábamos que Massa se pasaría con sus fuerzas y pertrechos al kirchnerismo.  Tal vez ya no sea así.

Me queda la sensación de que es más fácil, más viable y más estable un acuerdo entre UNA y Cambiemos que entre UNA y Cristina, que de eso se trataría.

Más allá de lo que resulte, Argentina se despertó esta mañana con una esperanza.

Eso, exactamente eso es la democracia.

Orejeando las plataformas

Los candidatos presidenciales están empezando a mostrar de a poco sus cartas, como en una partida de truco, estilo al que somos tan afectos. Eso permite que, siguiendo con la metáfora,  se pueda a empezar a “orejear” algunas de las ideas centrales de los proyectos de cada uno. Vamos  a tratar de sacar conclusiones concentrándonos en algunos temas clave que configurarán el marco del futuro país.

Negociación con los holdouts. Los tres candidatos han dicho que negociarán para resolver el conflicto. Lo ideal sería negociar con todos quienes aún tienen bonos defaulteados, tanto con fallo en firme como los que no, de jurisdicción americana o de cualquier otra.  Sin embargo, es posible pensar en resolver el tema crucial, que es el pari passu decretado por Griesa,  recuperar la posibilidad de acceder a los mercados internacionales y mientras tanto comenzar a negociar con el resto de holdouts, que no tienen ni juicio ganado ni ingresan como me too. Pretender arreglar tantos intereses y situaciones diferentes al mismo tiempo suena a una excusa para demorar el partido.

Mauricio Macri parece el más decidido a una negociación rápida. Sergio Massa toma un camino intermedio seguramente inspirado por el mismo equipo que nos metió en este lío, y Daniel Scioli, como en otros temas, dice frases de compromiso. El odio residual de Cristina Kirchner será, en los primeros meses, un grillete en la pierna del Gobernador.  No hay que creer que una negociación veloz implica el otorgamiento de concesiones, aunque Lavagna y Nielsen puedan soñar con “muñequear” la discusión para ganarles por cansancio a los horrendos buitres.

Resulta sin embargo evidente que hay que salir del atolladero jurídico, financiero, económico y de confiabilidad que implican los defaults en los que ya se ha incurrido por este tema y los que se vendrán. Con cualquiera de las ideas expuestas por los presidenciables, el país no tiene margen para demorar la salida en este tema.

La propuesta más realista es la de Macri, de usar el sistema de facilitador instaurado por Griesa para dar un corte al canje de deuda que ya demoró 10 años. Aún cuando este camino, fuera – hipotéticamente -  menos conveniente que el muñequeo de Lavagna-Nielsen o que el histeriqueo Sciolista, una solución rápida parece ser lo mejor para el país. Ya se han visto los efectos de las canchereadas y pulseadas en las negociaciones con el sistema internacional, además.

Salida del cepo cambiario. Esta columna defiende desde hace varios meses (y este columnista desde hace años) la adopción de un mercado de cambios único,  libre y sin intervención del Banco Central. De modo que es obvio que estaremos de acuerdo con la única propuesta concreta sobre este punto, que es la macrista, ya con Carlos Melconián como claro vocero económico de Cambiemos.  Felizmente.

Pero más allá de esa preferencia técnica-teórica,  plasmada en esta nota en marzo pasado, no parece haber otra manera de salir del monumental intríngulis en que estamos metidos. Tanto Massa como Scioli proponen un gradualismo, concepto sumamente elástico y también impreciso. Ambos parecen creer que se puede seguir cierto tiempo en estas condiciones.

Scioli-Bein-Blejer & equipo confían en ajustes graduales del tipo de cambio, en conseguir crédito externo que permita ir aflojando el cepo de a poco y de ir bajando la inflación en varios años, en una suerte de convergencia de tipo de cambio y tasa de inflación que termine en un equilibrio.

Massa- Lavagna-Nielsen creen que no es necesario devaluar, que se puede generar un fuerte ingreso de divisas vía el aumento de la exportación, que prometen fomentar, y proponen una drástica mejora de la infraestructura a esos efectos. Se confía en la licuación del problema vía crecimiento, pero no está tan claro cómo financiarán los instrumentos para ese crecimiento. Subsidios y créditos al productor no es el camino adecuado.

En todo caso, las ideas en ese punto de Massa y Scioli, parecen contraponerse con sus planes sobre los Holdouts, que ambos pretenden llevar a la larga. Con tantos profesionales de experiencia, sorprende que exista semejante contrasentido en sus proyectos. Sin confianza no hay salida. Y no hay entrada (de capitales).

En una siguiente nota avanzaremos en el resto de las ideas que requieren mayor desarrollo del posible en una sola nota. El proyecto más concreto y abarcativo, por lo menos de lo comunicado hasta ahora, es el del massismo. Sin embargo, tiene mucho de voluntarismo y mucho de peronismo-desarrollismo de los años 60. Y plantea nuevamente un plan de subsidios-incentivos que preocupan.

Massa propone un gigantesco plan de obras de infraestructura costeado por el estado, un viejo sueño de los contratistas argentinos, entre ellos Franco Macri, paradojalmente, que requerirá, junto con otras ideas, un masivo endeudamiento que no está claro cómo será manejado y monitoreado. Ni cómo se obtendrá y a qué tasas.

Tanto Massa como Scioli parecen despreciar, minimizar o descartar la inversión extranjera, lo que hace más difícil cualquier proyecto de largo plazo.

Macri tampoco ha hablado mucho de la inversión externa, quién sabe si por temor a ser incorrecto o porque no piensa usarla. Sería una pena.

Ninguno de los tres ha aportado ideas contundentes sobre la inflación. Todos dicen que es mala, pero ninguno habla de bajar gastos, ni siquiera los rubros más alevosos. Aquí parecen los tres abonados a la teoría de promover crecimiento para licuar el efecto del gasto gigantesco que se sigue aumentando a cada minuto. A menos que guarden in péctore una guadaña.

Los  tres quieren crecer, exportar más, bajar retenciones o eliminarlas y aumentar el empleo. Eso es fácil de suponer  y de decir. Sobre todo con un peso sobrevaluado por un rato, como propone el peronismo en sus dos versiones. Advierto más contrasentidos en Massa-Scioli que en Macri, que me ofrece dudas en sus ideas sobre las empresas del estado, y que espero que tenga ocultas algunas ideas superadoras sobre la baja del gasto, para que su proyecto sea viable.

El que más libremente deje actuar al mercado más probabilidades de éxito tendrá y más confianza generará.

Se que este análisis no le alcanza a usted, lector. A mí tampoco. Volveremos.

El servicio de Tucumán a la república

El terrible escupitajo a la peor cara del kirchnerismo fue un servicio de Tucumán a la república.

No se trata solamente de un desafío ni de un acto de valentía o rebelión frente a un Gobierno con los peores métodos de sometimiento desde los abusos de los ingenios azucareros de principios del siglo XX, que fueron desde la esclavitud económica hasta la servidumbre sexual.

Se trata de indicar el camino que seguramente deberemos recorrer desde aquí a octubre, desde octubre al 10 de diciembre y luego a lo largo de los próximos cuatro años, quienquiera fuese el candidato ganador en las elecciones generales.

Tuve la suerte, o la desgracia, de anticipar este mecanismo que comenzó el lunes 24 en la nota que publicara en Infobae hace 3 semanas.

Allí hablaba de la necesidad de tomar la calle, no ya como un mecanismo de catarsis, sino como un resorte de poder, o para influir permanentemente en el poder.

Independientemente de que no es esperable que ni José Alperovich, ni Juan Luis Manzur, ni Daniel Scioli (ni Cristina, obviamente) hagan absolutamente nada para corregir el resultado de la elección tucumana, ni tampoco para mejorar el sistema de aquí a octubre, la instantánea reacción de la gente se va a entronizar como un sistema de plebiscito permanente que deberemos usar sin asco ni miedo. Continuar leyendo

Por qué el gradualismo no sirve

Imaginemos -Dios no lo permita- que le diagnostican que tiene que hacerse un cuádruple bypass de corazón. El bobo ya no da más, para ponerlo en criollo. Consulta con dos cirujanos altamente especializados.

Uno de ellos le dice que debe internarse de inmediato y que en 24 horas hará la intervención, que tomará unas 7 horas, y lo deriva a su equipo para que empiece a prepararlo.

El otro, con iguales pergaminos, le dice que para minimizar riesgos, va a hacer los bypass gradualmente, uno dentro de un mes, otro más adelante y así, en un plazo que se irá viendo según la reacción del organismo.

¿Con cuál cirujano se operaría?

Como supongo que ha elegido bien y que felizmente ha sobrevivido, prosigo con mi nota.

El país está ante un diagnóstico similar. Debe someterse a una intervención de fondo para sobrevivir. Ha perdido toda irrigación y su sistema de bombear riqueza está taponado, con un cepo que lo lleva a la muerte. Continuar leyendo

CABA: Una victoria cabal, pero sin un ganador definitivo

Como era de esperar, los tres principales postulantes en las elecciones de CABA se consideran vencedores en cierto aspecto, aunque algunos hayan debido hacer prodigios de dialéctica para poder justificar ese supuesto logro.

Uno de los periodistas más entregado (comercializado) al kirchnerismo decía en su cuenta de Twitter que la elecciones que importaban ayer eran las de Grecia. Algo difícil de explicar al ciudadano preocupado por el transporte, la limpieza, la seguridad y conexas, pero un argumento al fin.

Dejando la barricada y lo anecdótico, esta elección con resultado previsto giraba sobre tres candidatos. Horacio Rodriguez Larreta y Mariano Recalde dependieron fuertemente de la tracción de sus respectivos jefes partidarios, Mauricio Macri y Cristina Kirchner. En cambio Martín Lousteau, un particular candidato mediático-estético, dependía de su mítico y probado carisma (con una ayuda cariñosa e importante de Elisa Carrió) y tenía el contrapeso de la resolución 125.

El 45% obtenido por Rodríguez Larreta parece pertenecer al partido, que ya lo había obtenido con Macri en 2011, en primera vuelta. Esto es coherente con la imagen desangelada del candidato a jefe de Gobierno. La pérdida de 2 puntos contra las PASO confirma además la creencia de que no todos los votos de Gabriela Michetti en las primarias eran del PRO, sino que algunos peronistas la habían votado por razones especulativas.

El 25% de Lousteau es un relevante logro político, cualquiera fuesen las razones inescrutables de ese voto. Si bien su publicidad rebasó lejos los límites de los fondos atribuídos, (la de los otros dos candidatos tampoco fueron un ejemplo) es indisputable su logro. Mejoró su cifra de las PASO y arrastra a su coalición a papeles importantes en la Ciudad, en especial en la Legislatura, por ahora. Su soporte y consejero en las sombras, un proverbial monje negro radical, fue un aporte sumamente valioso en todo sentido. En todo.

A su vez, Recalde puede exhibir, y lo hizo, una mejora de 3 puntos sobre las PASO, que agita como única bandera junto a la excusa estudiantil de la falta de tiempo.

Con toda lógica, ECO aventó muy pronto la aventurada idea que había circulado originalmente de que se retiraría del ballotagge si la diferencia de votos era mayor de 20 puntos. Correcta decisión.

Si bien el PRO necesita solamente 5 escasos puntos para ganar en segunda vuelta, no se conseguirán automáticamente. Los otros 30 puntos de votos que se quedaron sin candidato seguramente se inclinarán más por Lousteau que por Rodríguez Larreta, si bien no es sensato pensar que el 100% pasará al autor frustrado de la 125.

También importará mucho el número de votantes que concurra a la segunda vuelta, por una cuestión matemática (el denominador) y política, ya que no necesariamente el incremento o decremento guardará igual proporción partidaria. Los votos en blanco jugarán igual papel. Y no será menor la nacionalización de la discusión a la que apelará el PRO para sacarle algunos votantes a ECO en aras de fortalecer a Macri en la lucha contra Scioli.

Con el ballottage ganamos todos. El slogan implantado ayer por Lousteau es su nuevo grito de lucha, que como mínimo le va a proveer de un respaldo de 40% de votos, un fuerte capital político. Los votos del peronismo y de la izquierda, por más que se reivindique el concepto ofensivo de manada, son de los votantes. Ceteris paribus, como dicen los economistas, el 18% de esos votos deben ir al PRO si quiere ganar. Todo indica que el PRO continuará en la Jefatura de Gobierno, pero es procedente sopesar estas consideraciones.

Al cierre del recuento, con los datos provisorios disponibles de la elección de legisladores, el PRO, como estaba previsto por una cuestión matemática pierde dos bancas (baja de 30 a 27 ó 28) con lo que continuará el mecanismo de consenso basado en usar el Presupuesto como prenda de negociación. El gasto seguirá firme.

En términos nacionales, el 45% de votos del PRO muestra que ese porcentaje es el techo del macrismo puro de CABA. Pero si a esa cifra se le suma el porciento obtenido por Lousteau, el 70% resultante parece indicar cual es el tope superior antikirchnerista de CABA, que contrasta mucho con las elecciones presidenciales de 2011, donde la cifra estimada de votos opositores al FPV era con mucho el 35%. La polarización juega aquí contra Cristina.

Si bien parece forzado, luce claro que la socia mayoritaria en la pérdida de los votos fue la jefa del partido. La baja de Recalde contra las elecciones presidenciales de 2011, de 7 puntos, no es culpa exclusiva del improvisado presidente de Aerolíneas Argentinas.

No es prudente colegir que esa sea una tendencia nacional, como decía anoche Macri, analizando lo resultados de varias provincias, pero es un dato importante a tener en cuenta.

El sistema de voto digital, o de impresión de voto digital, funcionó aparentemente bien, por lo menos por lo que hasta ahora se conoce. Hay otras objeciones a la adquisición directa y los proveedores del BUE, pero esa es otra historia.

Es de esperar que en la medida que el voto electrónico se afiance, se puedan obtener mejores datos más rápidamente. El número total de votantes era un dato clave, sobre todo frente a la alternativa del ballottage.

Si se sorprendió por el título de la nota, observe que titular de otra manera habría sido influir sobre la voluntad del lector en el ballotaje.

La moneda de CABA todavía no cayó.

Zannini, ¿un cátodo o un ánodo?

Es lugar común decir que la designación del candidato a vicepresidente del Frente para la Victoria (FPV) ha profundizado la polarización del electorado. Se recordará, o se googleará en este momento, que el término es una metáfora del proceso de la electrólisis, en el cual los iones negativos son atraídos por uno de los electrodos, el ánodo, y los positivos, por el cátodo.

No querría comprarme ese concepto de la profundización en términos del electorado en general. Para un no peronista el efecto electoral es neutro. No iba a votar por el justicialismo en ninguna de sus pieles, y esta designación solo aumenta su odio o su indignación. De modo que este dedazo únicamente refuerza la convicción, pero no cambia el peso del voto, ya que no se escruta la intensidad. Continuar leyendo

La República, trampa de Cristina para Macri

Tal como prometí en mi última nota en que me ocupé del optimismo mágico, querría que analizáramos la situación en que se encontraría el otro candidato, Mauricio Macri, si fuera electo presidente. (Suponiendo que pudiera superar la maniobra de pinzas múltiples que le está haciendo el kirchnerismo).

El obstáculo más evidente es que tendría ambas cámaras legislativas en contra. El Senado por una cuestión matemática y Diputados porque con cualquier resultado esperable se compondría más de un tercio de kirchneristas y afines y luego el otro peronismo, el radicalismo en todos sus formatos, el PRO, los socialismos y demás deudos.

Como ya hemos dicho, el arreglo de la deuda y toma de deuda nueva, el presupuesto, los impuestos, los tratados, la designación de jueces, los juicios políticos y muchas cuestiones que tienen que ver con la reducción del gasto pasan por el Congreso. Continuar leyendo