La suerte de Colombia en manos de la Corte Constitucional

La Corte Constitucional tiene en sus manos decisiones trascendentales para el presente y el futuro del país. El plebiscito, la conformación de una comisión legislativa o “congresito” y los poderes especiales para el presidente de la república, todos ellos en función de legitimar y desarrollar los consensos fruto de los acuerdos entre el Gobierno nacional y las Fuerzas Armadas Revolucionaras de Colombia (FARC).

La sociedad colombiana estará pendiente y en ascuas durante los meses venideros, a la espera del pronunciamiento inobjetable y definitivo de dicha corporación, que los puede considerar exequibles o inexequibles, parcial o totalmente y hasta podría intervenir modulando sus contenidos.

Después de la Guerra de los Mil Días, Colombia, no obstante su historia llena de vicisitudes y violencia política, pocas veces se ha visto encarada, como ahora, ante definiciones que pueden alterar en grado superlativo su rumbo. Sabemos que es difícil comparar coyunturas de alta tensión, puesto que cada momento está rodeado de circunstancias irrepetibles y únicas. Sin embargo, es válido reflexionar, ya que aún no se ha consumado nada, si se justifica apostar la suerte del país para atraer a una agrupación guerrillera y terrorista al campo de la institucionalidad.

Los defensores de los términos de esas conversaciones sostienen que la paz es un bien supremo en cuyo nombre se debe hacer todo tipo de sacrificios y concesiones. Traen a cuento que la Constitución política consagra la búsqueda de la paz como deber de los gobernantes, como si ese mandato dijera que tal propósito tiene que hacerse a cualquier costo, incluso violando la Constitución. Continuar leyendo

La paz que queremos

Se equivocan de buena o mala fe los que tildan de guerreristas a quienes planteamos discrepancias y críticas sobre la manera como discurren las conversaciones de paz en La Habana.

De Perogrullo es aceptar que la inmensa mayoría de colombianos respondería positivamente la pregunta de si queremos o no la paz. Por tanto, debemos entender que el problema no está en el deseo, sino en los procedimientos, la metodología y los términos que se han empleado para alcanzar el objetivo, los cuales arrojan un amplio margen de descontento y desconfianza.

La opinión pública letrada y no letrada tiene, a estas alturas, suficientes elementos de juicio para procesar mental y políticamente todo lo que ha salido a flote en estos ya casi tres años de conversaciones.

Intentaré plasmar en una breve síntesis el punto de vista de quienes criticamos el proceso de La Habana, pero asumo yo mismo la responsabilidad por cualquier olvido, error o incongruencia y en el entendido de que no escribo en nombre de nadie ni en representación de alguien. Continuar leyendo

Las FARC, jugadas por la reelección de Santos

Por todos los antecedentes que había en juego, el Acuerdo sobre Participación Política firmado en La Habana significa, en primera instancia, el lanzamiento de la candidatura de Juan Manuel Santos a la reelección presidencial. Como lo hemos sostenido algunos columnistas, desde hace rato la manija de los diálogos está en manos de las FARC y Santos, para reelegirse con algún margen de éxito, dependía de que le firmaran algún documento.

El texto adornado en una retórica grandilocuente reafirma, en buena medida, lo que ya figura en la constitución política de 1991. Pero, a los ojos de observadores extranjeros transmite una idea bastante equivocada sobre Colombia. En efecto, cualquier francés o norteamericano o japonés, medianamente informado, pensará con toda razón que en nuestro país no hay democracia ni libertades ni garantías para la oposición. Que las FARC son una guerrilla que lucha por esos ideales, que no nació como producto de un proyecto comunista, que no es terrorista, que representa los anhelos de justicia social y que no ha tenido espacios ni facilidades para hacer actividad política en la legalidad.

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