Justo ahora que el Estado colombiano, según avistamos, va a sufrir la peor humillación desde la dolorosa separación de Panamá. Cuando se prepara, con total cinismo un golpe de Estado por medio del establecimiento de un poder paralelo, o dual, como diría Gramsci o Lenin.
Porque, ¿de qué otra forma llamar a este esperpento, el presidente Juan Manuel Santos, que, en desafortunada declaración, confirmó estar negociando para avalar los “acuerdos de La Habana”? El tal “congresito”, al que le cambian el nombre por “Comisión Legislativa”, el mismo perro con distinta guasca, no es otra cosa que un golpe a nuestra democracia y a la constitución que la sustenta.
En su composición: al incorporar a individuos sub judice y condenados por delitos atroces y a personas no elegidas por el constituyente primario. En sus funciones: porque queda habilitada para renunciar a los tratados internacionales que en materia de justicia ha firmado Colombia y que según la retórica de “expertos” nacionales y extranjeros, como el delegado de la ONU, el exfiscal de la CPI y el presidente de la Corte Suprema, no pueden ser un obstáculo a la paz, para que las guerrillas se autoexculpen. Para inventar cárceles sin barrotes, penas sin cárcel, resarcimiento de víctimas sin reparación material, zonas vedadas a la Fuerza Pública, violar la Constitución Nacional…
El presidente Santos ofende la inteligencia de la mayoría de colombianos creyendo que cambiándole de nombre a sus regalos pasarán inadvertidos. Por más que diga y repita que no habrá paz sin impunidad, sí la habrá, pues, penas sin prisión no dejan de ser una burla al sentido común. Continuar leyendo