Las decisiones de consumo, ahorro e inversión están en el núcleo de las determinaciones que deben tomar los individuos a lo largo de su vida. Y en la vida hay momentos para vivir de prestado, en relación de dependencia, para endeudarse, para repagar la deuda, comenzar a generar riqueza en forma genuina y, por último, disfrutarla (gastar los ahorros). Lo que no se llega a disfrutar o que se preserva para consumo futuro y se resigna del consumo presente será un legado para nuestros hijos, una herencia que les dejaremos a futuro para que el mencionado ciclo sea más corto en sus primeras fases y para que comience ya con una base monetaria.
Partiendo de la base de que las cifras oficiales son fiables y transparentes, muchos países tienen deudas privadas impagables. Cuando se habla de deudas privadas tenemos que hablar de deuda de los hogares, de las empresas y de los bancos (que generalmente se toman por separado). Además hay que sumarle la deuda pública, privada y extranjera.
Numerosos hogares en países desarrollados compran a crédito y deben la casa donde viven, los productos que contiene la casa (televisión, celular, microondas, heladera, etcétera) y deben, además, el auto, las vacaciones pasadas y hasta la educación privada de sus hijos, todo ello gracias a los diferentes créditos tomados, incluidos los obtenidos con la tarjeta de crédito. Entre los hogares, la tarjeta de crédito es un método rápido y efectivo de endeudamiento, sin tener que ir al banco a pedirlo y se ha convertido en un medio de pago en la vida cotidiana. Pero una economía endeudada también consiste en sumar todos aquellos préstamos hipotecarios a hogares sin recursos: las llamadas hipotecas subprime o de alto riesgo.