El ocaso derechista del kirchnerismo

La senectud, en los peores casos, tiende a transformar a quienes la ostentan en el triste recuerdo de quienes alguna vez fueron, o en el marasmo de lo que alguna vez quisieron ser. Esta última opción es la que corresponde al kirchnerismo que, en su ocaso, se ha lanzado a un vertiginoso avance hacia la derecha -tendencia política que, al menos en el discurso, alguna vez repudió-. El discurso de la presidenta Cristina Fernández en ocasión de la apertura de las sesiones legislativas lo demuestra. El oficialismo una vez – allá lejos, en sus orígenes, quizás- quiso ser, y así se mostró ante la sociedad, como “progresista”. Y desarrolló el discurso acerca de la no represión de los movimientos sociales -algo falso, ya que tal represión se efectivizó en muchísimas ocasiones y llegó a costar 18 vidas bajo los gobiernos kirchneristas, ya sea a través de la represión policial o de la paraestatal-. Sin embargo, dijeron ser “progres”. Ya no. La presidenta Fernández, este último sábado, lo desmintió. “Vamos a tener que sacar alguna normativa de respeto a la convivencia ciudadana, porque no puede ser -dijo-. No puede ser que diez personas te corten una calle, por más razones atendibles que tengan. No puede ser. Y que no pase nada”. La versión taquigráfica de la sesión indica “aplausos” luego de esta frase. No sólo aplaudía la claque habitual del Frente para la Victoria, sino que los diputados del derechista PRO hacían sonar sus palmas. El delirio llegó con la siguiente frase presidencial: “Creo que además todo el mundo tiene el derecho a protestar, pero no cortando las calles e impidiendo que la gente vaya a trabajar; y no complicándole la vida al otro. Creo que vamos a tener que legislar sobre una norma de respeto y convivencia urbana, donde todo el mundo proteste”. El éxtasis se había apoderado hasta de la derechista diputada Laura Alonso, del PRO, que se puso de pie y que, desde su curul, gritaba: “¡Bien, presidenta, así se habla!”. Repito: Laura Alonso, del derechista PRO aplaudía la postura represiva (“y no puede ser que no pase nada”) de la presidenta Fernández. El ocaso.

La alianza represiva del kirchnerismo y el PRO se dejó traslucir en un debate organizado en el programa Otro tema, conducido por Santo Biasati, que emite el canal TN. La mesa estaba integrada por los diputados Federico Sturzenegger (PRO), Victoria Donda (Libres del Sur), Miguel Bazze (UCR) y el dirigente Jorge Altamira (Partido Obrero-Frente de Izquierda). El principal defensor de la propuesta de limitar la protesta social presidencial fue Sturzenegger, que la apoyó con ahínco. El radical Bazze -que cada vez que fue gobierno reprimió, la última vez en 2001, cuando Fernando de la Rua se despidió dejando tras de sí un tendal de 35 muertos- dijo que había que permitir la protesta y ser razonable, pero la historia de su partido invalidaba cada uno de sus dichos. Victoria Donda se opuso al proyecto presidencial, pero Sturzenegger le recordó que UNEN, la alianza que ella integra, había presentado un proyecto en la legislatura porteña para limitar la protesta social. ¡Alcoyana, alcoyana! Altamira señaló que se revelaba el pacto K-PRO con estas ideas, defendió la posibilidad de la protesta como un derecho primigenio y llamó a movilizarse por las paritarias docentes. Hace poco más de una década, así había definido Altamira al piquete: “El piquete es una forma suprema de la solidaridad social, que va más allá de la camaradería y el apoyo recíproco entre los piqueteros, pues convoca a todos los explotados a tomar el destino en su propias manos”. 

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FIT: una política de futuro en las pantanosas aguas del atraso

En las agitadas aguas de la política nacional -atravesadas por la licencia presidencial y la asunción en su reemplazo del cuestionado Amado Boudou-, la noticia sobre la performance del Frente de Izquierda en Salta, representado por el Partido Obrero de esa provincia, confirma la existencia de una tendencia política profunda que anida en una parte importante de la población. Y es un dato que no debería pasar desapercibido en relación a las elecciones que se realizarán el 27 de marzo.

En la capital salteña, las elecciones PASO -que preparan los comicios que renovarán los parlamentos y concejos provinciales- mostraron que los candidatos del PO fueron los que más votos obtuvieron. Claudio del Pla, precandidato a diputado provincial -y que espera renovar su banca- obtuvo 52.085 votos y el 20,71% del favor del electorado. Solamente la conjunción de cinco lemas del Partido Justicialista le permitió superar al PO con el 28,82% de los votos, expresados en 72.466 sufragios, aunque ningún candidato obtuvo más votos que el histórico dirigente trotskista salteño. En la votación a concejales por la ciudad de Salta, la lista encabezada por Arturo Borelli del PO logró 56.627 votos ubicándose en primer puesto, ni siquiera superado por los cinco lemas del PJ. De este modo, si la votación se repitiera en noviembre, obtendría 7 escaños en el Concejo Deliberante local que le permitiría disputar la presidencia del organismo. La precandidata a senadora provincial obtuvo una votación que le permitiría ingresar a la cámara alta salteña. En términos generales, el PJ ganó la elección mediante la suma de todos sus lemas, el PO se ubicó en segundo lugar y el partido Salta Somos Todos, del derechista Alfredo Olmedo (que representa al PRO), fue relegado al tercer lugar. Las cifras consolidan la perspectiva de Pablo López, que se postula como diputado nacional al congreso en las elecciones del 27 de octubre. Tales resultados le otorgan al Frente de Izquierda -a través del PO- la mayor votación que obtenida históricamente por los trotskistas en una elección local.

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Triunfo de la izquierda en las facultades: perspectivas hacia octubre

La izquierda a veces tiene costumbres raras. Por ejemplo, este sábado por la mañana alrededor de las ocho -y mientras aún se desarrollaba la imparable lluvia de la tormenta de Santa Rosa-, centenares de jóvenes que se proclaman de la izquierda socialista y revolucionaria celebraban cantando, agitando banderas, mojando sus zapatillas en los charcos interminables, festejando que los resultados electorales en las distintas facultades indicaban que había regresado su predominio en las conducciones estudiantiles. La izquierda había ganado 7 elecciones sobre las 13 que se disputaban en distintas facultades; le había arrebatado 4 centros de estudiantes a una izquierda oscilante entre el binnerismo, la fraseología bolivariana y el kirchnerismo vergonzante; y su celebración parecía no querer terminarse.

(Una digresión personal. La noche del viernes había ido a una cena de Rosh Hashaná en la casa de un amigo. Mientras partía del convite, recibí la llamada de mi amigo Pablo Rabey, que sugería que fuera a ver cómo finalizaban las elecciones estudiantiles universitarias, un evento político que nunca había presenciado. No tenía mejor plan, así que me dirigí hacia la Facultad de Filosofía y Letras -donde había cursado hacía un tiempo largo- y donde Pablo era miembro de la lista de izquierda que representaba a los graduados. Lo acompañé un rato y a algunos de sus compañeros hasta que ingresaron alrededor de la una de la mañana al escrutinio. “Andá a Medicina, así ves cómo los estudiantes bancan el escrutinio”. No tenía plan alguno, así que hacia allí me dirigí. Era cierto. Un nutrido grupo de militantes no dejaba de cantar para hacer saber a sus delegados, que abrían las urnas y contaban los votos en aulas cerradas, que los apoyaban -finalmente en Medicina la izquierda perdió el centro de estudiantes frente a una alianza de radicales y peronistas que los aventajó por menos de dos centenares de votos solamente-. De allí me dirigí a la Facultad de Ciencias Sociales donde, ya cerca de las tres de la mañana, los cántitos no cesaban y se disputaba una reñida y tensa elección. El centro pertenecía a La Mella, una agrupación que se dice chavista y que es protokirchnerista y cuya expresión política es Marea Popular, que acompañó a Claudio Lozano, protobinnerista, en las últimas elecciones. Centenares de jóvenes de las distintas agrupaciones que habían formado La izquierda al Frente (cuyo núcleo central es el mismo que corporiza al Frente de Izquierda en el campo político) aguardaban expectantes los resultados de cada facultad. “Estamos ganando en Puán”, se paraba una estudiante en un banco y luego de dar la noticia recibía aplausos masivos. “Estamos adelante en Exactas”, informaba otro y otra vez festejos. Pero primaba la tensión. Cerca de las siete empezaron a pasarse informaciones por lo bajo. (Yo ya había decidido quedarme hasta el final para desentrañar el misterio de esas elecciones). “Parece que los triunfos son irreversibles y, salvo en Medicina, donde se pierde por poco, estamos ganando en todos lados”. Cuando ya había salido el sol, y en una pausa de la lluvia de Santa Rosa, anunciaron que habían ganado en Filosofía y Letras, en Sociales, que metían un consejero directivo en Económicas, el triunfo en Veterinaria, la victoria en Arquitectura, la retención del centro en Farmacia, la recuperación de Psicología. Mientras los festejos no cesaban, los dirigentes de la juventud del Partido Obrero -miembro del Frente de Izquierda y principal fuerza estudiantil en la FUBA luego de estos resultados- proponían ir a Exactas, que queda en la lejana Ciudad Universitaria, para “hacer el aguante” a sus compañeros. Luego de felicitarlos, yo decídí partir porque, pese a no haber dormido, tenía otros compromisos. Finalmente la izquierda también ganó en Exactas).

La celebración de los militantes de la izquierda estaba bien fundada. Ahora, ¿es posible que estos resultados marquen algún tipo de tendencia que pueda ser significativa para las elecciones de octubre? Quizás sí. La izquierda que se presentó en las elecciones forma parte del Frente de Izquierda y los Trabajadores (FIT), ya sea como una alianza estudiantil de las fuerzas que lo componen o como expresión estudiantil del Partido Obrero. “Durante las elecciones de agosto no pudimos militar la campaña en las facultades porque justo estaba el periodo de vacaciones -señala Julián Asiner, presidente de la FUBA y militante del Partido Obrero-. Ahora y hasta octubre podremos plantear que los votos vertidos a la izquierda en las universidades deben unificarse para repetir resultados y meter diputados en el Parlamento”.

Es posible que el impulso del triunfo en las agrupaciones estudiantiles que integran el FIT aporte votos de extracción estudiantil a una elección que, si bien cuenta con menor fragmentación de la izquierda, se disputará entre el FIT, la agrupación de Luis Zamora y Camino Popular, que es en realidad un híbrido de carácter izquierdizante. Marea Popular, que integra al frente Camino Popular que dirige Claudio Lozano y cuyo lema es “caminá distinto”, perdió los cuatro centros de estudiantes que dirigía y que constituían los únicos baluartes que podían exhibir. Quizás por eso su dirigente Martín Ogando haya señalado en su muro de Facebook que la derrota en las facultades constituía “el momento más difícil de nuestra organización”. Itaí Hagman, candidato a diputado del frente de Lozano, deberá enfrentar una campaña luego de un duro golpe a su militancia.

El grupo de Zamora no interviene en las facultades -ni en casi ningún ámbito de masas-. La única fracción que podría intentar aprovechar un eco de sus triunfos es el FIT, que postula a Jorge Altamira en la ciudad de Buenos Aires. Pero no se trata solamente de interesantes resultados en facultades hiperpolitizadas como Sociales o Filosofía y Letras. En Derecho, una facultad compuesta por un estudiantado masivo y que está exenta de la discusión política cotidiana como en esos otros centros estudiantiles, la izquierda sacó un ocho por ciento de los votos. Podría sonar un guarismo disminuido en relación a los otros triunfos estudiantiles, pero sin embargo esa cifra marca un dato de la realidad social: desde hace varios años, los porcentajes que la izquierda obtiene en la Facultad de Derecho se repiten con leves variantes en las elecciones políticas generales. Si este comportamiento social se repitiera nuevamente, Jorge Altamira se convertiría en uno de los diputados nacionales que obtendrá el Frente de Izquierda en octubre. Una elección que los militantes del Frente de Izquieda -que este sábado por la mañana se mojaban las zapatillas sin dejar de cantar para expresar su celebración por los resultados en las facultades- aguardan con ansias y cautela, pero también con optimismo.

Neuquén: la debacle moral de los progres K

La jornada del miércoles 28 de agosto de 2013 será recordada como aquella en la que la progresía local bajó un escalón más en su imparable descenso moral hacia los subsuelos. En la ciudad de Neuquén la Legislatura debía votar la aprobación o no del decreto del gobernador Jorge Sapag que habilitaba el acuerdo entre YPF y la empresa estadounidense Chevron, anunciado e impulsado por la presidenta Cristina Fernández y su gobierno. Para resguardar la sesión parlamentaria de la movilización popular -planteada por la realización de un paro activo en la región-, el día anterior la ciudad amaneció vallada y dos barrios circundantes a la Legislatura fueron militarizados. El miércoles, día de la sesión, se realizó la movilización, que fue reprimida constantemente durante más de cinco horas. Hubo detenidos y contusos y hasta un manifestante herido por una bala disparada por un arma de fuego policial. Dentro del parlamento, kirchneristas y miembros del Movimiento Popular Neuquino (oficialista) aprobaron el acuerdo. En las tribunas parlamentarias se habían instalado unas barras favorables al acuerdo que llegaron a cantar: “¡Viva Chevon!” -textualmente-. Los diputados neuquinos no se pronunciaron sobre la represión. En el ámbito nacional, el kirchnerismo guardó silencio -y festejó en sus búnkeres de Puerto Madero-. La progresía, otra vez, calló.

El acuerdo allanado implica la asociación de la parcialmente nacionalizada YPF con la empresa estadounidense Chevron -hecho que implica una reprivatización de la compañía petrolera-. Chevron ha sido demandada por el gobierno ecuatoriano por el desastre ecológico que sus prácticas produjeron en la Amazonia, donde 500 mil hectáreas verdes fueron contaminadas. ”El desastre natural es cinco o seis veces superior al derrame del petróleo de British Petroleum en el Golfo de México, y 30 veces superior al derrame de Exxon Valdez en Alaska”, describió hace pocos días el presidente ecuatoriano Rafael Correa. La justicia ecuatoriana condenó a Chevron a pagar 19 mil millones de dólares como indemnización por sus crímenes ecológicos. La empresa se fugó y no se sometió a la justicia. Encontró refugio en la Argentina, donde su Corte Suprema no hizo lugar a un embargo sobre sus bienes como paso previo al acuerdo YPF-Chevron. Un dato notable para aquellos kirchneristas que se llenan la boca hablando de la “Patria Grande” y de la “unidad latinoamericana”.

La petrolera estadounidense llevará adelante la extracción no convencional de hidrocarburos en la zona conocida como Vaca Muerta. Éste es el nombre amable que tiene el método del fracking, prohibido en Francia, Bulgaria y varios estados de los Estados Unidos. La semana pasada se realizaron movilizaciones en Washington y Londres contra el fracking, una práctica altamente contaminante y destructiva. “El fracking es la búsqueda de hidrocarburos mediante la fractura de la roca madre, que se encuentra muy por debajo de la tierra, mediante la presión de agua y químicos. Este método permitiría encontrar los restos de hidrocarburos en la vieja roca que antes los proveía. Es como sacarle los últimos jugos a la tierra”. Así describe el método el abogado ambientalista Enrique Viale. La violencia de la presión del agua quebraría las resistencias de la roca subterránea, usando grandes cantidades de ese líquido vital. La destrucción ecológica es doble, ya que la actividad no sería contaminante del subsuelo neuquino, sino que agotaría los recursos acuíferos de la cuenca del río Limay.

No sólo eso.

El acuerdo entre YPF y Chevron contiene cláusulas secretas. La justicia ordenó a YPF que diera a conocer los términos del acuerdo, pero la empresa se negó a hacerlo aduciendo el carácter de “acuerdo entre privados” -negando la cualidad “estatal” de la compañía, tan cacareada por el gobierno- y que podría ocasionar perjuicios en su cotización en bolsa. Jorge Altamira, dirigente del Partido Obrero y candidato del Frente de Izquierda, aseguró que el secretismo se debía a la existencia de una cláusula según la cual YPF absorbería el pasivo ambiental de la asociación, es decir que, en caso de desastre ecológico, la parte argentina se haría cargo de las costas de una posible demanda. Los términos coloniales del acuerdo con la empresa estadounidense desmienten cualquier viso nacional del gobierno de la presidenta Cristina Fernández.

La sesión parlamentaria neuquina fue escandalosa. En las tribunas barras cantando “¡Viva Chevron”, en los curules el impedimento de debate ya que sólo se podría votar por sí o por no. Esto no impidió que un grupo de ocho legisladores se retiraran de la sesión, sobre un total de 35 entre los que se cuentan los del Frente para la Victoria, el MPN, el Frente Grande y Nuevo Encuentro, que dieron rienda libre al acuerdo colonialista. Antes de retirarse, el diputado Raúl Godoy, del Frente de Izquierda, y la diputada Beatriz Kreitman, de la Coalición Cívica, desplegaron una bandera estadounidense que dejaron expuesta a los demás legisladores para recordarles en nombre de los intereses de qué país estarían trabajando.

Antes, toda la jornada había sido marcada por la represión a la movilización enmarcada en el paro activo decretado por la CTA regional y que contó con el acatamiento de trabajadores estatales, docentes, ceramistas, de la Federación Universitaria del Comahue y de numerosos estudiantes secundarios, además de las comunidades mapuche que exigen que no se implemente el fracking en sus tierras ancestrales. Había más de cuatro mil manifestantes, que equivalen a una manifestación de 60 mil personas en la Capital Federal. La represión fue constante. Las comunicaciones telefónicas que este cronista pudo establecer con manifestantes tenían como fondo el ruido de las balas policiales. Hubo numerosos detenidos y heridos por balas de goma y por las consecuencias de los gases lacrimógenos que acosaron a la manifestación sin descanso. Testigos señalaron que en cierto momento los policías empezaron a disparar con sus pistolas 9 milímetros. Rodrigo Barreiro, de oficio docente, fue internado en un hospital de la capital neuquina por una herida de bala de plomo. A ese punto llegó la represión para lograr la aprobación de un acuerdo infame.

Hubo silencio. Silencio en las guaridas de Hugo Yasky, secretario general de CTERA -gremio que agrupa a los docentes de todo el país-, frente a la represión que sufrieron sus compañeros en la Patagonia. Silencio en los organismos de derechos humanos que adhieren al kirchnerismo, transformados en meros cotos de celebración en actos oficiales de las medidas gubernamentales -triste destino que la coptación gubernamental logró en personas, por ejemplo, como Estela de Carloto-. Silencio en los “pibes por la liberación”, que se movilizaron a favor de la ley de medios pero que no emitieron ni un solo comunicado repudiando las balas policiales. Silencio entre los progres. Silencio.

Trataba de entender el fenómeno del derrumbe de la progresía local conversando con mi amigo Martín Quintana. “Están aprisionados por la potencia redentora del ‘pero’”, me decía Martín, que vive en Corrientes, escribe, es docente y tuitea bajo el nick @fragmentario. “Esa partícula les permite olvidar lo que viene detrás de ella: ‘Reprimen en Neuquén por un acuerdo colonialista pero impulsaron el matrimonio igualitario’. O: ‘Se asocian con el fascista Gildo Insfrán en Formosa pero están en contra de la corporación Clarín’. El ‘pero’ es muy potente. Produce que la parte anterior a la partícula confrontativa sea olvidada y se sientan bien entonces con sus conciencias”. Quintana tiene razón. Sin embargo, no es sólo un asunto lingüístico. Es peor. El sino de los progres es su adhesión a un pragmatismo vergonzante en nombre de un proyecto “nacional y popular” ficticio, que no ha realizado transformaciones estructurales y que mantiene los privilegios de los que nunca los perdieron a los que suma a una nueva burguesía emergente que obtiene nuevos beneficios de la mano del poder gubernamental. Es su enlodamiento en una política que se postula como popular, pero que cuenta con muertos por balas policiales de gobiernos kirchneristas en esta década ganada para imponer sus planes. Es la transformación de los biempensantes en aplaudidores sin escrúpulos de la entrega incesante de estos años. Es el derrumbe moral sin escalas hacia el fondo de los fondos.

El acuerdo con Chevron -descripto por el viceministro de Economía Axel Kicillof como “un carnaval”- ha sido aprobado a través de la represión policial y de las balas de plomo. Los progres que lo festejaban están a un paso del desbarranco total y definitivo. Sin embargo, tienen una última oportunidad. La de abandonar la farsa del relato kirchnerista en función de los principios que alguna vez sostuvieron. Si no es así, serán condenados -bajo admonición de ser sometidos al peso implacable de la verguenza ajena- a no hablar de política frente a sus hijos ni frente a los hijos de sus hijos durante las próximas décadas, cuando el relato kirchnerista sea caracterizado como lo que es: una farsa que engañó a la progresía y le hizo aplaudir la entrega.