De manera impensada, el fin de ciclo K cobra realidad de un modo dramático. Pero no sólo por la llegada al ballotage entre Daniel Scioli y Mauricio Macri, que nadie previó. Aníbal Fernández, un compadrito orillero, construyó la derrota del oficialismo en el principal distrito de la nación, la provincia de Buenos Aires. Fernández —uno de los responsables políticos de los crímenes del Puente Pueyrredón y de la liberación de la zona que permitió el asesinato de Mariano Ferreyra— fue derrotado por María Eugenia Vidal, futura gobernadora, que integra una fracción que se presenta como pospolítica y alejada de cualquier vicisitud ideológica o política relevante, más allá de la necesidad postulada de darle fin a la década kirchnerista.
¿Hay un giro a la derecha por parte de la sociedad argentina al votar de ese modo a Cambiemos, el partido de Macri y Vidal? Cambiemos, la alianza que postula a Macri, hizo una campaña que la presentaba como alejada de los ideologismos y sustentada en la necesidad de una renovación del personal político del Estado, a la vez que planteaba mantener los supuestos logros del kirchnerismo. En definitiva, no se trató de una candidatura de derecha para acabar con un movimiento popular ascendente, sino de una construcción del marketing político para posicionar unos candidatos desideologizados contra un supuesto kirchnerismo hiperideologizador. Continuar leyendo