El que se enoja pierde. La Argentina frente al fenómeno Trump

Una de las principales banderas de la coalición electoral que ganó las pasadas elecciones presidenciales en la Argentina y en distritos claves, como la provincia de Buenos Aires y la capital federal, ha sido el regreso del país al sistema internacional. Buscando relaciones maduras, constructivas y no de sermoneo a las principales potencias, y en especial a las dotadas de sistemas políticos republicanos y democráticos.

En ese contexto, de más está decir que en esa hoja de ruta ocupan un rol central los Estados Unidos. Todavía la principal potencia económica del mundo y más aún en el campo militar. Como dato cabría recordar que la inversión de defensa de Washington casi triplica la del segundo, en este caso, China, y es ocho veces mayor a la de Rusia. Sin olvidarnos desde ya del peso central de la potencia norteamericana en nuestra vida cotidiana, ligada a la tercera revolución industrial o la era de internet y la redes sociales. El lector podría hacer una revisión rápida para comprobarlo con sólo mirar las aplicaciones en los teléfonos inteligentes, las tabletas y las computadoras. Por último, el aún inefable dólar como moneda de reserva internacional, incluyendo la del mismo Banco Central de China.

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Dos dinastías se asoman para disputar del poder post Obama

La política de los EEUU fue noticia en las últimas semanas por la postura del Partido Republicano de presionar en el Congreso para forzar cambios de la administración Obama en materia de seguro médico. El famoso “Obamacare” es considerado por la oposición como excesivamente intrusivo y costoso. Para lograrlo, recurrieron al mecanismo de cortar la aprobación de fondos básicos para el funcionamiento de parte del Estado. Desde ya, un titular impactante para cualquier país y más cuando se trata de la principal potencia planetaria.

Finalmente, se logró luego de varias semanas un principio de acuerdo. El sector más moderado de los republicanos ganó margen de maniobra frente a los halcones del Tea Party. Cabe recordar que ya Bill Clinton durante su gestión demócrata en la década del ’90 sufrió un “cierre parcial” del Estado. Poco tiempo después, lograría su reelección para un segundo mandato. Su clave: un delicado equilibrio entre contener a las bases demócratas y sus agendas más sociales y conquistar a un significativo segmento del voto centrista que pendula entre los dos partidos dependiendo de la elección y los temas de agenda de cada momento.

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