Todos sabemos que la única manera de incomodar o disminuir al tráfico ilícito de sustancias es mediante una política de Estado real y concreta. Para ello, aunque destacarlo resulte una obviedad, es imprescindible que el Poder Ejecutivo defina su mirada y convoque a los demás poderes y sectores de la sociedad. Mal se puede hacer esto cuando en el propio Gobierno nacional y desde los primeros lugares de decisión hay constantes contradicciones.
El último caso de diferencias en el seno del kirchnerismo involucró al Secretario de la Se.Dro.Nar., el sacerdote Juan Carlos Molina y al Secretario de Seguridad, Sergio Berni. El primero pretende desfederalizar las causas por narcotráfico, de manera que las provincias tengan competencias en el narcomenudeo, tal cual lo posibilita la ley. El segundo no acuerda con esa posibilidad y se opone argumentando la necesidad de una mirada federal de la problemática, cuestión con la que estoy firmemente de acuerdo.
También había habido cruces entre, nada más ni nada menos, el Ministro de Defensa, Agustín Rossi, y el ya mencionado Secretario -Ministro en los hechos- de Seguridad. El tema que exponía sus diferencias: si Argentina era o no un país productor de drogas. Como cualquiera podría advertir, este no es un tema menor o semántico, sino de diagnóstico y por ende clave.
Anteriormente la discusión se centró en la utilización o no de las Fuerzas Armadas en el combate al narcotráfico (otro de los tema centrales en una política que enfrente a las organizaciones criminales). Los “contrincantes”: el Gobernador de la provincia de Buenos Aires y precandidato a la presidencia por el FPV, Daniel Scioli y, otra vez, el Ministro de Defensa, Rossi.
El año pasado el punto de disidencias fue la despenalización o no de la tenencia para consumo personal tema respecto al cual diferían varios legisladores y funcionarios. Por citar sólo algunos, el senador Fernández y el entonces diputado oficialista por Santa Fe (hoy “renovador”), Oscar “Cachi” Martínez, ubicados en veredas opuestas sobre el tema.
Sobre esa misma dicotomía se registró otro duelo discursivo más paradigmático. Los que se enfrentaban en este caso eran los doctores José Granero y Rafael Bielsa (el primero en contra y el otro a favor de la despenalización) con la gravedad de que fueron ellos los titulares de la Se.Dro.Nar. durante años y con miradas totalmente opuestas.
En otra oportunidad, más atrás en el tiempo y con menos difusión, se dieron discrepancias entre el Comité Científico Asesor del Ministerio de Seguridad y el entonces Secretario de la Se.Dro.Nar., Granero, respecto a la necesidad de actualizar o no la lista de precursores químicos que se deben fiscalizar. Para explicarlo mejor, el comité decía que el listado de las 60 sustancias que hoy se controlan está desactualizado y, por lo tanto, hay algunas que pueden estar siendo usadas sin ningún problema para la fabricación de estupefacientes. Ante esta advertencia, Granero decía que no era necesario tomar ninguna medida. Parecía que lo consideraba un “detalle menor”.
El último tramo se lo dedico a la gravísima interna que protagonizaron, una vez más, Granero y Aníbal Fernández cuando, uno desde la Se.Dro.Nar. y el otro desde el Ministerio de Seguridad, llegaron a sabotearse políticas y a descalificarse a través de los medios de comunicación. El colmo fue cuando ambos expusieron posturas diametralmente distintas en foros internacionales, eso sí, siempre en nombre de la República Argentina. Un verdadero papelón.
Este es un pequeño resumen de las contradicciones y enfrentamientos de los principales actores del kirchnerismo en la lucha contra el narcotráfico. Como ya dijimos, sin la participación de todos los poderes del Estado y la unificación de políticas públicas, estamos a la deriva. Estas idas y vueltas han sido funcionales al avance de las bandas criminales. Después de once años el Gobierno sigue discutiendo qué hacer. El resultado es claro; hoy tenemos más consumo, más tráfico y más producción. No hay más tiempo para discusiones sin contenido, espasmódicas, superficiales y, por lo tanto, ineficientes.
El año próximo elegiremos una nueva fórmula presidencial. Ojalá todos los candidatos asuman el desafío de debatir este tema, con propuestas, cerca de las ideas y lejos de los slogans. Hoy el crimen organizado constituye la principal amenaza de las democracias latinoamericanas. Ante esta situación alarmante tenemos que dar el debate y generar propuestas serias, sostenidas a mediano y largo plazo.