Y finalmente llegó el día; los marinos y todos aquellos relacionados con la actividad marítima, tuvimos nuestro minuto de gloria; sin cadena nacional pero con la adecuada difusión por medio de la cadena “oficiosa”, la Presidente nos ilustró sobre los últimos descubrimientos que el modelo acaba de producir en materia naval.
Millones de argentinos por fin se enteraron que tenemos 2.800.000 kmts2 de mar continental, que tenemos enormes riquezas pesqueras que son salvajemente depredadas por pesqueros ilegales que transitan por el límite de la milla 200 de nuestra zona económica exclusiva y que por falta de un adecuado control arrasan con nuestros recursos ictícolas. También descubrimos ayer que la pesca no solo es una actividad económica importante; es también generadora de puestos de trabajo calificados, tanto a bordo de los buques factoría como en tierra firme, y una fabulosa herramienta para nutrir a un mundo demandante de alimentos.
En el particular lenguaje presidencial, se nos explicó que el mar está lleno de “pescados”, cuando en realidad los que deambulan libres por nuestras aguas son peces. Pero tampoco es cuestión de quedarse en los detalles menores, ahora que por fin gozaremos de los beneficios de la década ganada también en alta mar.
El anuncio del proyecto “Pampa Azul” pareció cuando menos ambicioso. Vaya uno a saber por qué lo llamaron “Pampa” teniendo tantas referencias marinas para denominarlo, pero bueno, estamos en pleno descubrimiento.
La presidente anunció, entre otras cosas, que la Armada Argentina y la Prefectura Naval desarrollarán tareas de investigación ictícola; algo así como lo que viene haciendo desde hace años el INIDEP (Instituto Nacional de Investigación y Desarrollo Pesquero), organismo que, por si nadie se enteró en la calle Balcarce, depende del PEN. Asimismo la Prefectura Naval ya viene realizando investigaciones científicas tanto en la Antártida, como en nuestro mar continental y en nuestros ríos. La Armada, por su parte, ha tenido un papel protagónico en el relevamiento de nuestra plataforma continental a la luz de los requerimientos establecidos por la ONU para dar sustento a nuestro reclamo de extender nuestra plataforma hasta las 350 millas marinas contadas a partir de la línea de más bajas mareas.
Oportuno es acotar que el INIDEP estudia el comportamiento de las distintas especies, las migraciones de los cardúmenes, las variaciones de stock disponible para cada una de ellas y todos los aspectos a tener en cuenta para que luego las autoridades de la Subsecretaría de Pesca y el Consejo Federal Pesquero establezcan los cupos de pesca que se otorgan a las distintas empresas del rubro; intentando de esta manera que la actividad pesquera sea sustentable.
Al menos en teoría, la cuestión pesquera nacional está más o menos organizada. Todas las provincias con litoral marítimo tienen un asiento en el ya nombrado consejo federal , tenemos buena mano de obra y férreos controles sobre las empresas armadoras que pescan legalmente. Venimos un poco (bastante) flojos no obstante en materia de herramientas de control y vigilancia sobre todo ese enorme mar argentino al que se refirió la jefa de Estado y, obviamente, todo el andamiaje legal existente se vuelve nulo frente a la ambición pesquera de quienes no están dispuestos a someterse a nuestras reglas de juego.
Es por ello que, al margen de los siempre coloridos y multifacéticos anuncios presidenciales, en los que se llega a mezclar la pesca de la merluza con lo mal que estábamos hace diez años y la edad de los analistas políticos televisivos no alineados, sería bueno recordar que, si hemos decidido prestar atención a nuestro mar y sus riquezas, más que inventar planes, hace falta comprar barcos; la soberanía en alta mar no se consolida con los “pibes para la liberación”; no se le puede hacer un piquete a un pesquero ilegal y menos que menos culpar por su actividad a la corpo. Sería más fácil claro; pero….. en este tema y mal que les pese a los redactores del modelo hace falta echar mano a las famosas “efectividades conducentes”.
Una Armada con barcos viejos, mal equipados y que, lanzados a una campaña de verdad en alta mar, muy probablemente deban ser remolcados de regreso a puerto por los propios barcos a los que fueron a controlar, no puede garantizar por ahora un control efectivo de nuestro mar y sus recursos. Una fuerza de seguridad especializada como la Prefectura Naval Argentina no puede seguir siendo desperdiciada en controles vehiculares en la General Paz o en el gran Buenos Aires. La formación de nuestros marinos mercantes (algunos de ellos futuros pescadores) no puede seguir siendo ignorada en los presupuestos nacionales y llevada al estado de abandono en el que actualmente se encuentra, librada totalmente a la buena voluntad de empresas y gremios marítimos que intentan hacer lo que el Estado Nacional no hace.
Por estos días, un subsecretario de Estado con algún escaso apoyo parlamentario ha lanzado a rodar un proyecto de ley de fomento de la Marina Mercante y la Industria Naval. Mientras sus propios superiores jerárquicos del Ministerio del Interior y Transportes lo miran con recelo, el grueso de los destinatarios de la norma legal descreen de que en algún momento llegue a convertirse en ley. En épocas de vacas flacas, el problema para los dirigentes no son los peces, ni los barcos, ni los astilleros. Para fomentar cualquier aspecto de la actividad naval hacen falta cientos de millones de ausentes dólares; los que -de existir- podrían transformarse en generosos subsidios terrestres con el consecuente acopio de votos para el angustiante 2015.
“Pampa Azul”, lindo nombre para un tango; desafortunada combinación de palabras para referir a una iniciativa marítima. Una vez más vuelven a mis oídos lo que un actual ministro me dijo hace mucho tiempo: “Pibe… los peces no votan”. Tal vez el reciente anuncio apunte a los “pescados”, que sí lo hacen.