Resulta curioso cómo un mismo espectáculo puede ser apreciado de manera tan diferente según el ángulo desde el que se lo mire. Unas diez o quince mil personas, prolijamente arriadas en micros, como ganado, como mercadería, como bienes de uso más que como seres pensantes, fueron conducidas hacia las puertas de los tribunales federales más emblemáticos del país para ser parte de un ariete de presión hacia un Poder Judicial que intenta simplemente sacudirse un letargo de más de una década y desentrañar tan sólo una parte del período más corrupto de la Argentina contemporánea.
Lo que debió ser simplemente la declaración indagatoria de una imputada, sospechada de cometer un delito contra el Estado nacional, mutó en un acto político de la más baja estofa; plagado de golpes burdos, chicanas trilladas y una efímera intención de demostrar un poder que ya es parte de la historia más que del futuro.
Es cierto que las imágenes pudieron generar cierta desazón en quienes anhelan una Argentina mejor, pero no lo es menos el considerar que sin el apoyo del Partido Justicialista estas manifestaciones no pasan de ser ruidosos actos testimoniales.
La vereda de enfrente. Es la que corresponde a la numeración impar de la avenida Comodoro Py y la que alberga a unos cuantos miles de hombres y mujeres, civiles y militares que trabajan en el edificio central de la Armada Argentina. Continuar leyendo