Los dobleces del modelo

Habrán sido realmente sabios los constituyentes de 1853 cuando establecieron el mandato presidencial en 6 años sin posibilidad de reelección inmediata. La historia nos ha enseñado que todos los intentos reeleccionistas obtenidos merced a sucesivas reformas constitucionales, no depararon nada bueno para la República. Solo por citar los más recientes; el otrora aclamado reformador estatal Carlos Menem, terminó repudiado por sus anteriores súbditos (Néstor incluido) y el actual segundo mandato de Cristina se encamina al desbarranque total e inevitable por donde quiera que se lo mire.

Asumiendo que al margen de ser un segundo ciclo de un mismo gobernante, el actual periodo se presenta como el tercero de una misma concepción de modo de gobernar, son muchos ex detractores o defensores de la gestión de Néstor Kirchner que coinciden en afirmar que a todas luces su gestión fue mucho mejor o mucho menos mala (según quien lo diga) que la de la actual mandatariaSubrayo mandataria y no mandante porque me parece que a veces la Presidente confunde los términos;  en especial cuando nos reta a todos y a todas desde el podio y por cadena nacional.

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Palabras cuidadas

El Vaticano verá muy simplificada su tarea a la hora de acopiar argumentos que avalen la elevación a los altares del actual Papa Francisco. El ya acaba de realizar el primer milagro: el que tuvo lugar nada menos que en la Catedral metropolitana el 25 de mayo de 2014. Luego de 8 años, ese sagrado recinto se vio colmado de viejos revolucionarios poco afectos a las cuestiones de la Fe -al menos de la Fe en cualquier otra cosa que no sea el éxito final de la revolución permanente.

Si el genial Discepolo escribiera hoy su “cambalache” a la biblia y el calefón, le podría agregar la presencia del “relato y el modelo” en su célebre e irrespetuosa vidriera. Con pocas excepcione, los soldados de Cristina dejaron por algunos minutos los símbolos de la rebeldía nacional y popular, se calzaron sus finísimos trajes y corbatas y, como obedientes monaguillos con mirada angelical, se paraban, se sentaban y asentían a los conceptos expresados por el Cardenal Primado, tal vez consternados por ver a la jefa privada del uso de la palabra (aunque sobre el final se dio un pequeño gusto, aunque con letra ajena y leyendo, cosa que mucho no le gusta , pero no hay remedio, la liturgia es así)

Para quien tuvo el enorme privilegio de poder seguir las alternativas del solemne Tedeum desde una perspectiva distinta a la que brindaron las cámaras oficiales -únicas permitidas-, cada segundo, cada gesto, cada cruce de miradas entre los participantes resultó una fuente inagotable de interpretaciones y conjeturas

La normalidad “recuperada” hizo que muchos niños pudieran ver por la pantalla que en nuestra Catedral se guardan los restos del Padre de la Patria, y que al menos una vez al año el primer mandatario se para frente a su tumba para rendirle honores. Habrán preguntado también a sus padres quienes eran esos señores vestidos “raro” que estaban detrás de la Jefe de Estado, ya que las imágenes de un comandante en jefe de las FFAA, acompañado por sus jefes militares subordinados para homenajear al máximo héroe militar de la Nación no ha sido muy frecuente en la década ganada (más bien todo lo contrario)

En honor al modelo, el Cardenal Primado Polí tuvo “Palabras Cuidadas”: la constante invocación a “Su Santidad” le permitió ser razonablemente duro y la vez orgánico; equilibrar la reflexión evangélica sobre la lectura del día con un adecuado baño de actualidad nacional; momentos en los gestos de los “devotos feligreses” se dividían entre ceños fruncidos y caras de… “a mí no me lo está diciendo”.

No todo denotó hermandad cristiana en el acto. Funcionarios nacionales y de la Ciudad no se mezclaron (tal vez para desvirtuar la versiones sobre acuerdos políticos) pero un saludito entre los máximos referentes políticos presentes hubiera sido de buen cristiano. Más cuando hoy mismo recibimos la noticia que nuestro Francisco obtuvo un guiño de los líderes de Palestina e Israel de sentarse bajo un mismo techo cristiano para dirimir sus diferencias

En síntesis, como el relato se desarrolla por capítulos, resulta evidente que estamos asistiendo a la lectura del que corresponde a la recuperada relación con nuestros pastores. Tal vez así como nos apuramos a subir al sitio web presidencial los protocolares saludos papales, se pueda colocar para deleite de todos y todas la homilía del cardenal Poli. Quizás de esta manera algún funcionario la relea para intentar aplicarla a su gestión, pero lo más probable es que, habiendo terminado el solmene acto religioso, pase lo que Serrat nos cantó alguna que otra vez: “Con la resaca a cuestas vuelve el pobre a su pobreza, vuelve el rico a su riqueza y el señor cura a sus misas”. Y por si alguien olvidó cómo sigue la canción: “se despertó el bien y el mal, la zorra rica al rosal, la zorra pobre al portal y el avaro a las divisas”.

Malvinas, de Galtieri a Cristina

Treinta y dos años no es poco. Ha pasado ya más tiempo desde el fin de la guerra de Malvinas que el que comprendía la edad del grueso de los combatientes cuando fueron enviados al lejano sur como parte de la gesta que pretendió recuperar nuestras islas, con una combinación muy vernácula de estrategia, táctica y logística, la que determinó la derrota militar de la operación a pesar de un grado de profesionalismo, valentía y sacrificio tan alto que hasta el presente es reconocido por el enemigo de entonces. Al punto de ser ya de estado público la opinión de varios expertos militares ingleses que concuerdan en sostener que si la guerra hubiera durado algunos días más, tal vez el resultado hubiera sido otro.

Ahora si usted piensa  -amigo lector- que voy a dedicar esta columna a hablar del heroísmo de nuestros soldados, de la fallas en el desarrollo de las operaciones militares, del olvido de la sociedad para con los veteranos y demás cosas que suelen salir a la luz una vez al año, definitivamente se equivocó de columnista. De todo eso seguramente habrá bastante gente que se ocupará como siempre y de manera mucho más idónea que el suscripto. Tampoco jugaré con mi particular condición de veterano nacido un 2 de abril, aunque debo reconocer que mis cumpleaños son definitivamente diferentes a los de antes de Malvinas.

Las guerras, desde las más remotas hasta las contemporáneas, dejan enseñanzas y experiencias que son estudiadas una y otra vez en academias militares, pero también en claustros diplomáticos, en foros políticos y hasta religiosos. Tienen la particular condición de brindar nuevos conocimientos sobre su génesis, desarrollo y fin en cada oportunidad de ser reestudiadas; incluso en muchas guerras el fin de las mismas tiene fecha incierta. ¿Cuándo terminó realmente la Segunda Guerra Mundial? ¿En junio del 45 cuando se rindió Alemania? ¿En agosto del mismo año cuando lo hizo Japón? ¿O con el fin de la guerra fría? ¿Habrán imaginado los líderes de las potencias beligerantes, que pocos años después de concluido el horror y la matanza, Alemania, Japón, Inglaterra y Estados Unidos serían prósperos socios comerciales y políticos? Nada es igual antes y después de una guerra eso está claro, lo malo de una guerra queda expresado en la destrucción, la muerte, la miseria, la peste y todo lo que una simple imagen puede mostrar. La pregunta final sería ¿puede rescatarse algo positivo de un enfrentamiento bélico?

Para el caso de la errática y siempre imprevisible marcha de nuestra querida patria, tal vez Malvinas sea desde hace muchísimos años el único factor indiscutido de unión nacional. Desde la absurda guerra de Galtieri, pasando por la política de seducción de Menem, hasta los por ahora poco efectivos intentos de bloqueo logístico de la gestión K, con sensibles matices claro está, todos han tenido un denominador común; la intención de recuperarlas.

Podemos coincidir o discrepar con los métodos, pero nos encontramos unidos en el fondo del asunto. Y si hubiéramos ganado la guerra, si las gestiones de Guido Di Tella hubieran provocado una onda de “amor y paz” que hubiera hecho que los Kelpers nos amaran y pidieran a gritos ser una provincia más de la nación o si las bravuconadas de nuestro actual canciller hicieran que muertos de miedo los isleños levanten la bandera blanca de rendición, habría seguramente un clamor popular por trocar el nombre de la Avenida Rivadavia por el de quien hubiera sido el providencial redentor de nuestra soberanía usurpada (y yo estaría en la lista de peticionantes)

En nuestra particular idiosincrasia, salvando obviamente las distancias y dicho lo siguiente con el máximo respeto y al solo efecto de ser gráfico, Malvinas consigue el mismo efecto social que el que solo logra el seleccionado nacional de futbol cuando sale a la cancha. Provoca la unidad nacional, caen las ideologías, los credos, las diferencias sociales , de edad , de color y de sexo. “Ni de aquellos horizontes nuestra enseña han de arrancar; pues su blanco está en los montes y en su azul se tiñe el mar”. ¿Qué argentino no siente que se le anuda la garganta al entonar esta frase de la marcha militar que las recuerda?

Entonces querido amigo lector, tal vez la bendición que nos dejó Malvinas, es al mismo tiempo una lección que al parecer no queremos aprender. La lejana usurpación colonial y la más cercana muerte de 649 compatriotas nos hermanan aún más que las penurias y alegrías comunes que nos depara cada día este suelo que habitamos. Malvinas nos debería servir de probeta de ensayo para comprender que cuando queremos, podemos encontrar caminos comunes. Imaginemos por un instante que fuéramos capaces de encontrar más “Malvinas”, que tuviéramos proyectos comunes como sociedad que no puedan ser cambiados o alterados ni por Cristina ni por Mauricio ni por Sergio , Daniel, Lilita, Milton, Raúl o quien Dios quiera que conduzca los destinos del país.

En Malvinas no había militares, tampoco había civiles, no había oficiales ni suboficiales ni soldados. No había médicos, enfermeros ni tan solo camilleros. No había prefectura naval ni gendarmería ni policía federal. No había gobernantes ni gobernados. ¿Sabe querido amigo lo que si había? Miles de Argentinos trabajando codo a codo unidos por una causa común. Tal vez victimas de algo mal planeado desde su origen, pero envueltos durante algo más de dos meses en la maravillosa experiencia de ser una sociedad homogénea.

Sigue soplando el viento en las islas, sigue ondeando el pabellón foráneo; el rojo de su paño parece recordar la sangre derramada; siguen nuestros muertos confiando en que un día descansarán bajo un celeste y blanco adicional al que naturalmente les brindan el mar y los montes malvineses; y sigue la patria esperando que los argentinos y argentinas –dirigidos y dirigentes- aprendamos la elección y comencemos a darnos cuenta que tenemos algo más que nuestras irredentas islas por lo que pelear todos juntos.

A los 649 caídos ¡salud!

Palabras cuidadas

En las últimas horas, el relato oficial ha resurgido despertando al mismo tiempo que el espasmódico letargo presidencial. La cadena oficial una vez más se puso en marcha para comunicar las buenas nuevas a los cuarenta millones de argentinos y argentinas. Ya que la Presidente es de todos ellos; si bien puede resultar llamativo ver por qué se pretende que las imágenes sean seguidas incluso por los veintinueve millones que no han votado a la actual mandataria, las emisiones de anuncios presidenciales en lugar de ser neutras y oficiales, son tenidas invariablemente de los colores, la mística y la impronta partidaria de la primera minoría que se encuentra transitoriamente en ejercicio del poder.

No es común en el resto del mundo ver actos oficiales de presidentes serios revestidos con la parafernalia partidaria totalmente válida para eventos realizados puertas adentro de la entidad partidaria que poseen los políticos devenidos en funcionarios públicos. De Obama a Piñera pasando por Dilma y con la excepción del inefable Maduro. Una cosa es el anuncio oficial y otra muy distinta es la arenga al militante. Ergo, la Casa de gobierno debería ser precisamente un lugar de comunión de la totalidad de los gobernados. Eso, si mal no recuerdo, se llamaba democracia…

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