Torta galesa y conmemoración facciosa

Confiese algo, querido amigo lector: si lo toman desprevenido, ¿no se hace un poco de lío con la interpretación exacta de esa porción de la tierra a la que medio a lo bruto denominamos indistintamente como Reino Unido o Inglaterra?

Para ponernos en fase con la terminología, recordemos que por Reino Unido se entiende a la unión de Inglaterra, Gales, Escocia e Irlanda del Norte. Todos son británicos, pero no todos son ingleses. A todo esto, cuando incluimos a Irlanda en el Reino Unido, nos referimos a Irlanda del Norte y no a la otra porción de la isla, a la que se conoce como República de Irlanda. Convengamos, entonces, que más allá estar casi todos unidos en un reino, cada país tiene un Gobierno autónomo y que incluso les podríamos decir británicos a todos, pero de ninguna manera ingleses por igual. Hacerlo sería una burrada tan grande como decir que Artigas era argentino.

La cuestión de las identidades comunitarias es en Europa mucho más importante que lo que suelen ser para nosotros las diferencias entre nacionales de distintas provincias. Un gallego, un vasco y un catalán son antes que nada eso y luego españoles. Nuestro máximo héroe naval Guillermo Brown fue un orgulloso marino mercante irlandés no inglés. Continuar leyendo

El legado de Brown

En noviembre de 1999 fue el momento de la Marina Mercante. En junio de 2010 le correspondió a la Prefectura Naval Argentina. Mañana, 17 de mayo, será el turno de la Armada Argentina para “soplar” sus 200 velitas al alcanzar el segundo centenario de vida institucional. No voy a abrumarlo, amigo lector, con un compendio de historia naval. Basta con recordar que la fecha corresponde al triunfo de la incipiente escuadra de Guillermo Brown sobre la flota realista en el combate naval conocido como “Batalla de Montevideo” acaecido el 17 de mayo de 1814

Personaje curioso de la historia resultó ser este irlandés con espíritu aventurero, emigrado muy joven a los Estados Unidos. Se formó navegando varios años como marino mercante , prisionero luego de la flota inglesa y convertido en forzado tripulante bajo su pabellón. Arribado posteriormente al Rio de la Plata, pretendió seguir con su profesión de marino y comerciante, aunque los avatares de la independencia local lo llevarían a convertirse nada menos que en el padre de lo que hoy conocemos como Armada Argentina y en su primer almirante.

Algo mágico deben tener estas tierras para que muchos extranjeros hubieran arriesgado sus vidas para defenderlas. Si bien fue Brown el más destacado, muchos años después decenas de marinos mercantes italianos y españoles participaron de la gesta de Malvinas a bordo de los buques comerciales que apoyaron las operaciones navales. Muy justamente la propia armada cada año recuerda este hecho que ocasionó la muerte de 16 marinos civiles en mayo de 1982.

Intentar rendir homenaje a una institución de la patria puede resultar para el caso de una fuerza armada un tanto complejo, particularmente para nuestra marina militar. Podría ser muy controvertido si no se lo hace considerando que sus 200 años de historia no pueden estudiarse en forma aislada del resto de la evolución nacional. De la misma forma que otras instituciones o grupos sociales, la fuerza muchas veces fue protagonista de páginas negras de la historia, pero también -y desde su nacimiento- ha encabezado o participado en acontecimientos de importancia superlativa para el conjunto de los habitantes de la patria

Y así como el cine se ocupó de hacer famosa la poco feliz actuación de la oficialidad de “La Rosales” durante su naufragio, poco se sabe sobre el heroico rescate antártico protagonizado en 1903 por la corbeta Uruguay al mando de quien luego fuera el Almirante Irizar, hecho en el que se salva en su totalidad a la tripulación de un buque expedicionario sueco varado en las heladas aguas polares. Una y otra vez recordamos los tristes sucesos ocurridos en la ESMA en los 70 , pero casi nada conocemos sobre los marinos que la idearon como centro de formación de miles y miles de jóvenes que egresaron de sus aulas durante más de 60 años. La locura de la guerra de Malvinas y la condena a los jerarcas militares que la llevaron adelante poco tiene que ver con el valor puesto de manifiesto por oficiales, suboficiales y soldados en las jornadas del conflicto. Sin lugar a dudas el máximo ejemplo de entrega en el cumplimiento del deber lo constituye el Capitán de Fragata Post Mortem, Pedro Giachino, quien cumplió su misión preservando la vida de sus hombres y la del enemigo, tal como se le había ordenado.

En cada acto, de cada día, de cada destino o de cada buque, se han de haber sucedido, sin solución de continuidad en estos dos siglos, los más maravillosos actos de entrega y grandeza, y seguramente también algunos que habrán puesto de manifiesto lo peor de la condición humana. El mar es muy proclive a sacar a relucir, a tan solo un par de días de alejarnos de la costa, lo mejor y lo peor de cada uno de nosotros.

Seguramente mañana, frente a la tropa formada y las naves especialmente traídas al puerto de Buenos Aires para la ocasión, el ministro de Defensa mechará en algún punto el ya tradicional reproche a los militares de hoy por lo que hicieron sus camaradas de ayer y realizará las acostumbradas promesas relativas a mejoras presupuestarias y de equipamiento, al tiempo que exhortará a los hombres y mujeres de la fuerza a la tantas veces declamada e intangible integración cívico-militar. Será una vez más una simplificación conceptual que dejará de lado a buena parte de la historia naval del país. Y aunque sería maravilloso que mi pronóstico falle, ocurre que la democracia argentina (incluyendo a todos los gobiernos desde 1983 a la fecha) aún no ha sabido exactamente como separar el rol de las Fuerzas Armadas dentro del proyecto nacional respecto del accionar de los hombres que las condujeron en algunos momentos de la historia argentina.

Ahora mismo, el poder político se ufana de estar trabajando para unir a la sociedad civil con la militar. Craso error de concepto: no hay dos sociedades en la patria, hay una sola que incluye a médicos, obreros, maestros, ingenieros, bomberos, militares y a todos los hombres que quieran habitar el suelo argentino. Tal como reza el preámbulo de nuestra Constitución. Todo conflicto o enfrentamiento pasado o presente por el que hubiéramos transitado, jamás nos ha de servir como un multiplicador social. No se han de nacer nuevas sociedades a partir de una crisis; por el contrario siempre será la crisis un divisor de la única sociedad que tenemos, este concepto es algo que nuestra actual conducción política inexplicablemente no ha llegado a comprender empeñándose cada día en dividirnos más y más

Días pasados , recibí un casi “paternal” regaño por haber expresado en alguna columna anterior (palabras más palabras menos) que los buques de la armada no están en condiciones de operar. Es muy lógico inferir que escribir una columna de opinión resulte infinitamente más fácil que manejar una institución con miles de hombres y mujeres, y decenas de bienes materiales terrestres, aéreos y navales, pero no es menos lógico intentar desde un lugar como este, estimular -aunque sea a través del enojo- a nuestros funcionarios políticos para que presten la debida atención a una cuestión tan delicada como lo es la defensa nacional.

Todos anhelamos no ver más en nuestros ríos a buques militares con más de 70 años de servicio ni tampoco a destructores transformados en buques secundarios de apoyo logístico, por falta de repuestos para mantenerlos como navíos de combate. Al mismo tiempo no se puede menos que rendir homenaje a quienes día tras día hacen mucho con casi nada y tratan de mantener operativa a la mayor cantidad de unidades posible. Pero debe el país necesariamente plantearse de manera urgente, seria y profesional, el futuro mediato de sus instalaciones y medios militares operacionales para que temerarios atrevimientos editoriales como el mío de hace pocos días atrás no se transformen en verdades absolutas e irrefutables en un futuro cercano

Como siempre, muchos lectores fijarán posición en torno a esta columna y, como suele ocurrir, saldrán a la luz las más variadas posiciones. Todas las opiniones son respetables y dignas de atención, pero sería bueno que al reflexionar sobre este tema, tengamos en cuenta que la Armada no es propiedad de los almirantes que circunstancialmente la conducen, de la misma manera que el Congreso no se les entregó con beneficio de inventario a nuestros representantes legislativos y mucho menos -Dios quiera que lo entiendan- la Nación no ha sido escriturada a nombre del gobierno de turno y muchísimo menos aún a la familia presidencial y su séquito de empresarios aliados. Tenemos el derecho y la obligación de sentirnos dueños de todo aquello que es patrimonio nacional y que en su conjunto reafirma ese concepto que algún que otro perverso quiere que no tengamos en cuenta. Somos una única sociedad aunque se esmeren en querernos dividir para poder doblegarnos mejor.

A todos los colegas de la Armada Argentina, feliz cumpleaños y un muy muy especial “ Bravo Zulú”.

De los generales del 55 a los 55 generales del 2013

2014: “año de homenaje al almirante Guillermo Brown”. Esta frase será leída por todo habitante de Argentina que reciba algún documento emanado del Estado Nacional, toda la papelería de cualquier dependencia oficial deberá obligatoriamente contener esta frase-homenaje durante todo el presente año.

El justo reconocimiento parece reafirmar, una vez más, la constante rendición de honores que la sociedad de nuestro país y sus sucesivos gobernantes en general tienen para con los máximos líderes militares criollos o europeos (tal el caso de Brown) que contribuyeron con su espada a consolidar la independencia de la patria, en los albores del siglo XIX. Es muy justo reconocer que aquellas fuerzas armadas resultaron ser una conjunción de oficiales formados en academias militares europeas y milicias criollas que suplieron la inexperiencia e improvisación con incontenibles ansias de libertad.

El siglo XX, por el contrario, estaría signado por un cada vez mayor distanciamiento entre civiles y uniformados; los ya conocidos períodos de alternancia entre gobiernos constitucionales y de facto, transformaron a las FFAA en la práctica en un partido político más, con la variante de no serle necesario el pasaje por las urnas para tomar el poder. Sin lugar a dudas la figura de Juan Domingo Perón vino a agregar un condimento especial a esta ensalada; él sí utilizó el grado y las botas pero también los votos y en tres oportunidades indiscutibles, el pueblo lo votó y lo aclamó con la castrense denominación de “mi general”.

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