De los generales del 55 a los 55 generales del 2013

2014: “año de homenaje al almirante Guillermo Brown”. Esta frase será leída por todo habitante de Argentina que reciba algún documento emanado del Estado Nacional, toda la papelería de cualquier dependencia oficial deberá obligatoriamente contener esta frase-homenaje durante todo el presente año.

El justo reconocimiento parece reafirmar, una vez más, la constante rendición de honores que la sociedad de nuestro país y sus sucesivos gobernantes en general tienen para con los máximos líderes militares criollos o europeos (tal el caso de Brown) que contribuyeron con su espada a consolidar la independencia de la patria, en los albores del siglo XIX. Es muy justo reconocer que aquellas fuerzas armadas resultaron ser una conjunción de oficiales formados en academias militares europeas y milicias criollas que suplieron la inexperiencia e improvisación con incontenibles ansias de libertad.

El siglo XX, por el contrario, estaría signado por un cada vez mayor distanciamiento entre civiles y uniformados; los ya conocidos períodos de alternancia entre gobiernos constitucionales y de facto, transformaron a las FFAA en la práctica en un partido político más, con la variante de no serle necesario el pasaje por las urnas para tomar el poder. Sin lugar a dudas la figura de Juan Domingo Perón vino a agregar un condimento especial a esta ensalada; él sí utilizó el grado y las botas pero también los votos y en tres oportunidades indiscutibles, el pueblo lo votó y lo aclamó con la castrense denominación de “mi general”.

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La resurrección del partido militar: Ella lo hizo

Voy a proponer a los estimados lectores un divertido juego para hacer con la familia en alguna sobremesa dominguera. Consiste reunir si fuera posible, a los abuelos, la tía Porota, los chicos y a sus novias/os, papá, mamá y si la vecina de al lado está con onda, ¿por qué no sumarla también? Repartir papel y lápiz y… en treinta segundos sin repetir y sin soplar escribir nombre y apellido de generales, brigadieres o almirantes de la Nación con actuación destacada (buena o mala) durante su infancia, adolescencia, juventud o adultez.

Recoja los papeles y comience a contar los nombres anotados. Le puedo asegurar que la nona de ochenta y pico “afana por lejos”, seguida de cerca por la tía sesentona, seguramente usted y su pareja que pisan el medio siglo obtendrán un decoroso “bronce” mientras que la nena, el nene y la novia del nene serán cola lejos, habiendo apenas garabateado el papel con el apellido del capitán de la fragata Libertad (¿se acordarán de Salonio, el que aguantó estoico allá en Ghana?)

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La inteligencia militar

En cualquier texto básico de cuestiones militares la “Inteligencia” se define como “El conjunto de tareas que llevan adelante las unidades específicas de las fuerza militares, para recoger información sobre el enemigo (actual o potencial) para posibilitar la adecuada planificación de las eventuales operaciones”.

Pero para decepción de los lectores, no me voy a referir a esa “Inteligencia” (al menos por ahora) sino a la otra, a la que tarde o temprano tendrán que apelar no sólo nuestros uniformados, sino por sobre todo la conducción civil de las fuerzas armadas de la Nación, para –más allá de los discursos– enmarcar y dotar a su accionar de manera tal que la profesión militar tenga sentido para que quien la elige y fundamentalmente para el país.

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