¿Qué hacer con un “socio” que nos roba en nuestras narices?

La ciudadanía argentina ha sido informada en forma oficial por las propias autoridades de la Prefectura Naval Argentina (PNA) del hundimiento del buque pesquero de bandera china Yuan Yu 010, dentro de la porción de mar que se conoce como zona económica exclusiva (ZEE). En esta amplia franja marina de 200 millas contadas desde la costa, nuestro país no puede impedir el tránsito de buques mercantes, militares o pesqueros de otras banderas, pero sí ejercer el derecho pleno sobre la explotación de los recursos pesqueros y minerales que se encuentren en su superficie, su lecho o su subsuelo.

Esto no es caprichoso, la normativa internacional en la materia así lo establece e incluso ahora varios países, incluido el nuestro, han presentado ante la Comisión de Límites de la ONU propuestas para ampliar esa zona a 350 millas (aunque este adicional no comprende exclusividad en el aprovechamiento de los recursos). Continuar leyendo

Millones de dólares arrojados al mar

La reciente persecución del buque pesquero de bandera china Hua Li 8 por parte del guardacostas Prefecto García durante cuatro días, si bien terminó con la huida de la nave pirata, a partir de la espectacularidad de las imágenes concitó la atención de los medios de comunicación nacionales y, por ende, de la opinión pública en general. La ocasión resulta propicia para alertar a usted, amigo lector, y a la población en general, sobre la importancia que para la economía nacional tiene nuestro vasto litoral marítimo y fluvial y sus actividades conexas.

Con reconocimiento internacional, la superficie acuática, que llega hasta las 12 millas marinas (22,2 km) contadas a partir de la línea costera de más bajas mareas, se considera mar territorial. En esa porción de océano nuestro país ejerce soberanía plena, como en cualquier calle, ruta o montaña del territorio terrestre. Las 12 millas siguientes se denominan zona contigua, y si bien la soberanía ya no es total, todas las facultades de registro, control policial y judicial siguen en jurisdicción nacional. Finalmente, la zona económica exclusiva (ZEE) se prolonga hasta 200 millas mar adentro; en esa zona la navegación es totalmente libre para el tráfico marítimo mundial, pero el país se reserva en forma exclusiva la explotación de los recursos animales y minerales existentes en su superficie, el lecho y el subsuelo marino. Continuar leyendo

El legado de Brown

En noviembre de 1999 fue el momento de la Marina Mercante. En junio de 2010 le correspondió a la Prefectura Naval Argentina. Mañana, 17 de mayo, será el turno de la Armada Argentina para “soplar” sus 200 velitas al alcanzar el segundo centenario de vida institucional. No voy a abrumarlo, amigo lector, con un compendio de historia naval. Basta con recordar que la fecha corresponde al triunfo de la incipiente escuadra de Guillermo Brown sobre la flota realista en el combate naval conocido como “Batalla de Montevideo” acaecido el 17 de mayo de 1814

Personaje curioso de la historia resultó ser este irlandés con espíritu aventurero, emigrado muy joven a los Estados Unidos. Se formó navegando varios años como marino mercante , prisionero luego de la flota inglesa y convertido en forzado tripulante bajo su pabellón. Arribado posteriormente al Rio de la Plata, pretendió seguir con su profesión de marino y comerciante, aunque los avatares de la independencia local lo llevarían a convertirse nada menos que en el padre de lo que hoy conocemos como Armada Argentina y en su primer almirante.

Algo mágico deben tener estas tierras para que muchos extranjeros hubieran arriesgado sus vidas para defenderlas. Si bien fue Brown el más destacado, muchos años después decenas de marinos mercantes italianos y españoles participaron de la gesta de Malvinas a bordo de los buques comerciales que apoyaron las operaciones navales. Muy justamente la propia armada cada año recuerda este hecho que ocasionó la muerte de 16 marinos civiles en mayo de 1982.

Intentar rendir homenaje a una institución de la patria puede resultar para el caso de una fuerza armada un tanto complejo, particularmente para nuestra marina militar. Podría ser muy controvertido si no se lo hace considerando que sus 200 años de historia no pueden estudiarse en forma aislada del resto de la evolución nacional. De la misma forma que otras instituciones o grupos sociales, la fuerza muchas veces fue protagonista de páginas negras de la historia, pero también -y desde su nacimiento- ha encabezado o participado en acontecimientos de importancia superlativa para el conjunto de los habitantes de la patria

Y así como el cine se ocupó de hacer famosa la poco feliz actuación de la oficialidad de “La Rosales” durante su naufragio, poco se sabe sobre el heroico rescate antártico protagonizado en 1903 por la corbeta Uruguay al mando de quien luego fuera el Almirante Irizar, hecho en el que se salva en su totalidad a la tripulación de un buque expedicionario sueco varado en las heladas aguas polares. Una y otra vez recordamos los tristes sucesos ocurridos en la ESMA en los 70 , pero casi nada conocemos sobre los marinos que la idearon como centro de formación de miles y miles de jóvenes que egresaron de sus aulas durante más de 60 años. La locura de la guerra de Malvinas y la condena a los jerarcas militares que la llevaron adelante poco tiene que ver con el valor puesto de manifiesto por oficiales, suboficiales y soldados en las jornadas del conflicto. Sin lugar a dudas el máximo ejemplo de entrega en el cumplimiento del deber lo constituye el Capitán de Fragata Post Mortem, Pedro Giachino, quien cumplió su misión preservando la vida de sus hombres y la del enemigo, tal como se le había ordenado.

En cada acto, de cada día, de cada destino o de cada buque, se han de haber sucedido, sin solución de continuidad en estos dos siglos, los más maravillosos actos de entrega y grandeza, y seguramente también algunos que habrán puesto de manifiesto lo peor de la condición humana. El mar es muy proclive a sacar a relucir, a tan solo un par de días de alejarnos de la costa, lo mejor y lo peor de cada uno de nosotros.

Seguramente mañana, frente a la tropa formada y las naves especialmente traídas al puerto de Buenos Aires para la ocasión, el ministro de Defensa mechará en algún punto el ya tradicional reproche a los militares de hoy por lo que hicieron sus camaradas de ayer y realizará las acostumbradas promesas relativas a mejoras presupuestarias y de equipamiento, al tiempo que exhortará a los hombres y mujeres de la fuerza a la tantas veces declamada e intangible integración cívico-militar. Será una vez más una simplificación conceptual que dejará de lado a buena parte de la historia naval del país. Y aunque sería maravilloso que mi pronóstico falle, ocurre que la democracia argentina (incluyendo a todos los gobiernos desde 1983 a la fecha) aún no ha sabido exactamente como separar el rol de las Fuerzas Armadas dentro del proyecto nacional respecto del accionar de los hombres que las condujeron en algunos momentos de la historia argentina.

Ahora mismo, el poder político se ufana de estar trabajando para unir a la sociedad civil con la militar. Craso error de concepto: no hay dos sociedades en la patria, hay una sola que incluye a médicos, obreros, maestros, ingenieros, bomberos, militares y a todos los hombres que quieran habitar el suelo argentino. Tal como reza el preámbulo de nuestra Constitución. Todo conflicto o enfrentamiento pasado o presente por el que hubiéramos transitado, jamás nos ha de servir como un multiplicador social. No se han de nacer nuevas sociedades a partir de una crisis; por el contrario siempre será la crisis un divisor de la única sociedad que tenemos, este concepto es algo que nuestra actual conducción política inexplicablemente no ha llegado a comprender empeñándose cada día en dividirnos más y más

Días pasados , recibí un casi “paternal” regaño por haber expresado en alguna columna anterior (palabras más palabras menos) que los buques de la armada no están en condiciones de operar. Es muy lógico inferir que escribir una columna de opinión resulte infinitamente más fácil que manejar una institución con miles de hombres y mujeres, y decenas de bienes materiales terrestres, aéreos y navales, pero no es menos lógico intentar desde un lugar como este, estimular -aunque sea a través del enojo- a nuestros funcionarios políticos para que presten la debida atención a una cuestión tan delicada como lo es la defensa nacional.

Todos anhelamos no ver más en nuestros ríos a buques militares con más de 70 años de servicio ni tampoco a destructores transformados en buques secundarios de apoyo logístico, por falta de repuestos para mantenerlos como navíos de combate. Al mismo tiempo no se puede menos que rendir homenaje a quienes día tras día hacen mucho con casi nada y tratan de mantener operativa a la mayor cantidad de unidades posible. Pero debe el país necesariamente plantearse de manera urgente, seria y profesional, el futuro mediato de sus instalaciones y medios militares operacionales para que temerarios atrevimientos editoriales como el mío de hace pocos días atrás no se transformen en verdades absolutas e irrefutables en un futuro cercano

Como siempre, muchos lectores fijarán posición en torno a esta columna y, como suele ocurrir, saldrán a la luz las más variadas posiciones. Todas las opiniones son respetables y dignas de atención, pero sería bueno que al reflexionar sobre este tema, tengamos en cuenta que la Armada no es propiedad de los almirantes que circunstancialmente la conducen, de la misma manera que el Congreso no se les entregó con beneficio de inventario a nuestros representantes legislativos y mucho menos -Dios quiera que lo entiendan- la Nación no ha sido escriturada a nombre del gobierno de turno y muchísimo menos aún a la familia presidencial y su séquito de empresarios aliados. Tenemos el derecho y la obligación de sentirnos dueños de todo aquello que es patrimonio nacional y que en su conjunto reafirma ese concepto que algún que otro perverso quiere que no tengamos en cuenta. Somos una única sociedad aunque se esmeren en querernos dividir para poder doblegarnos mejor.

A todos los colegas de la Armada Argentina, feliz cumpleaños y un muy muy especial “ Bravo Zulú”.

El 9 de Julio para pocos y para “todos”

Quienes hayan tenido la suficiente paciencia de haber hecho un buen zapping durante el mediodía del 9 de Julio, seguramente habrán tenido la oportunidad de ver los actos centrales por un nuevo aniversario del único “día de la patria” que reconoce la República Argentina. Es decir, precisamente del día del nacimiento de la República.

Y si vieron lo que vi, habrán notado que mucho antes de irrumpir masivamente en nuestros hogares y automóviles la cadena nacional, la ceremonia oficial ya había iniciado de una manera a la que gustosamente voy a denominar como “casi normal”. La presidente (con “e”) de nuestro país y los máximos responsables de la conducción civil, militar, policial y eclesiástica nacional, más los representantes de distintas etnias autóctonas, entonando nuestro Himno Nacional, ejecutado magistralmente por nuestra fanfarria “Alto Perú” (integrante de ese regimiento histórico que no recuerda otra cosa que la lucha por nuestra emancipación) con absoluta circunspección, sin bailarlo, sin darle un toque tanguero, melódico, cuartetero o ninguna otra cosa que lo aparte de lo que compusieron sus autores.

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