Cuando el influyente clérigo Yusuf Al-Qaradawi llamó en su sermón del pasado viernes a los musulmanes suníes a unirse masivamente a los rebeldes que luchan contra el régimen del presidente sirio, Bashar al-Assad, lo que hizo efectivamente fue quitar el manto de hipocresía reinante en el mundo árabe islámico en torno del desenfrenado enfrentamiento histórico entre sunitas y chiítas en el Oriente Medio.
Qaradawi dijo que no era su intención demonizar a todos los musulmanes chiítas -lo cual es difícil de creer conociendo sus posiciones- pero ese ha sido precisamente el efecto de sus palabras que inflamaron más aún la confrontación en curso. El clérigo suní denunció a la secta alawita (rama del islam chiita) a la que pertenece Bachar Al- Assad, como “más infiel que los cristianos y los judíos“. Extendiendo, precisamente, a todos los chiítas la demonización que indicó no iba a hacer. También sostuvo que la organización chiíta Hezbollah (cuyo nombre se traduce como “partido de Dios”) es realmente “el partido del diablo.”