Democracia en modo virtual

Cuando en 2011, ante el estallido de lo que mayoritariamente colegas y medios de comunicación denominaron desde el más brutal desconocimiento del Oriente Medio “primavera árabe”,  Barack Obama dijo en Washington: “No hay que temerle al Islam político, él traerá cambios democráticos”.

Cuando ordenó modificar el lenguaje con que debía describirse el terrorismo desde su administración y pidió a los yihadistas cambiar sus espadas por el arado, Obama creyó estar llevando la antorcha de la libertad al mundo árabe. Sin embargo, lo que el presidente no entendió, fue que estaba dejando “al gato al cuidado del canario”. Así, Obama continuó sumido en el desconcierto, ayudó a los salafistas en Libia y a la hermanad musulmana en Egipto. Hoy, el inquilino de la Casa Blanca continúa sin entender la respuesta de los fundamentalistas “que no tienen ningún interés en cambiar la espada por el arado, sino que su objetivo es establecer un califato global”. De ese modo, Obama  continúa equivocándose en el abordaje del grave problema que encarna el ISIS en Siria e Irak, y ahora, en algunas regiones del Líbano y a la puertas mismas de la frontera sirio-turca.

Es cierto que el presidente estadounidense se marchara pronto, en poco tiempo acabará su mandato. Pero como su antecesor, George W. Bush, ha causado daños que llevara años reparar en las sociedades árabes. Y ello es porque Obama ha estado imbuido de “una realidad virtual” que le lleva a comparar la violencia yihadista con el desafío de los patriotas de Boston, quienes en su tiempo se negaron a pagar impuestos a un rey. O tal vez cree que los salafistas siguen los pasos de Martin Luther King o Sir Winston Churchill, cuando lo concreto es que estos sujetos leen Mein Kampf”.

Del mismo modo, el presidente Obama no entendió o no ha querido entender, que en la interpretación doctrinaria de “la yihad permanente”, las sociedades influenciadas por el fundamentalismo no aprueban leyes de igualdad. La única ley aceptada y aceptable para los islamistas es la sha’aria. Por lo que en su lugar, los valores que defenderán serán leyes que perpetúen la desigualdad en nombre de una moral religiosa cada día más cuestionable a la luz de los hechos que de su dogma emerge.

En consecuencia, si hay una conclusión que puede extraerse del compromiso del presidente Barack Hussein Obama con el mundo árabe, es que su debilidad ante el radicalismo islamista, del mismo modo que las concesiones europeas con el nazismo llevaron a la peor guerra del Siglo XX, podría llevar a una confrontación global mucho más grave, cruenta y larga de lo que Obama y sus adherentes piensan.

ISIS es el resultado de la negligencia occidental

Al evaluar el Estado Islámico de Irak y Siria (ISIS) se pone de manifiesto que, de todos los grupos armados en la región, es por mucho el más importante, el mejor financiado, armado y organizado. Posee más miembros que cualquier otra. Ningún otro grupo lleva a cabo tantos actos de violencia y terror, no sólo contra el pueblo sirio e iraquí, sino también contra la región e incluso más allá. En resumen, el ISIS actualmente es el grupo terrorista más prominente y peligroso del mundo.

Esta evaluación no deja de resultar deprimente, pero plantea una realidad que es absoluta ante la amenaza que significa. Sin embargo, merece una atención especial, no sólo por su importancia, sino también porque el ISIS es increíblemente letal como grupo armado. A la luz de este hecho, es que pueden observarse los muchos errores cometidos en el tratamiento del problema del ISIS en la crisis de Siria e Irak, y también sobre su avance en el Líbano, sin descartar sus intentos de infiltrar Jordania y su presencia naciente en Gaza.

La información más importante que la comunidad internacional dispone respecto del ISIS, es que este grupo creció y desarrolló su presencia en Irak y a través de la expansión de sus acciones militares y políticas en Siria. Estos datos son más que fundados: fue sólo hace dos años, después de la escalada violenta del conflicto sirio y luego del inicio de la campaña represiva y brutal del régimen de Bachar Al-Assad contra su propio pueblo, que el grupo entró en el país y comenzó sus actividades criminales a gran escala.

Otro punto de reflexión es el papel desempeñado por el saliente primer ministro iraquí, Nuri Al-Maliki, que ayudó al grupo a poner un pie en Irak cuando en 2013, el ISIS llevo a cabo más de dos docenas de operaciones para liberar a cientos de ex yihadistas de Al-Qaeda de las prisiones iraquíes. Luego de lo cual, se le facilitó masivamente su paso a Siria durante julio y agosto de ese año junto con fondos, armas y municiones. Esta ayuda fortaleció al grupo y su presencia en la región. Hubo también una intensa actividad de inteligencia realizada por la seguridad iraquí y también por jugadores internacionales como Irán, Rusia y el propio Al-Qaeda, todo ello ayudó a miles de extremistas a operar en Siria y, junto a sus hermanos de Irak, les resultó en gran soporte para formar el núcleo duro del ISIS y su liderazgo.

Un informe dado a conocer en junio pasado por agencias de seguridad de países árabes sugiere que no menos de 12.000 combatientes extranjeros de 81 países llegaron a Siria e Irak para unirse al conflicto desde 2011. La mayoría de ellos se unió al ISIS. Un gran número de estos combatientes son de países árabes e islámicos. Sin embargo, se informó que unos 4.000 son ciudadanos europeos y 500 estadounidenses.

Esta evidencia contradice las afirmaciones brindadas el último año por la comunidad internacional, a la vez que fortalece la idea de que la violencia sobre el terreno claramente es responsabilidad de la presencia del ISIS en Siria e Irak, y de su satélite en Líbano, Al-Nusra.

En realidad, el factor principal de esta crisis es de naturaleza política, y se fundió con los objetivos erróneos de una comunidad internacional que también apoyó a ISIS en la caída de Khadaffi en Libia, desde donde intensificó su violencia luego de asesinar al Coronel con apoyo de las fuerzas aéreas estadounidense, francesa y británica. Esto explica la facilidad con la que el liderazgo del grupo y sus miembros se extendieron de país en país y su capacidad para configurar rápidamente una organización fuerte sin ser atacados por fuerzas occidentales durante su expansión.

La comunidad internacional fue negligente: no solo erró en su política de favorecer el derrocamiento de los dictadores laicos en el mundo árabe sino que fortaleció y armó al ISIS sin entender que estaba amamantando al bebe de Rosemary. Y así, lo convirtió en el monstruo que es hoy.

Esto explica el apuro actual del presidente Obama y de su colega Cameron por lanzar ataques aéreos sobre bases y combatientes del ISIS. Pero sería bueno que ellos sepan que las guerras no se ganan desde el aire en el mundo árabe, y que hay que poner pie en tierra para ello. Habrá que ver hasta dónde Obama y Cameron entiendan esto si quieren ir por el ISIS.

Un dato no menor es que el carácter extranjero del grupo no fue obstáculo en su ampliación territorial tanto en Siria como en Irak, infiltrándose en otros grupos islamistas armados como el Ahrar Al-Sham en zonas rurales pobres y descontentas entre Deir Ezzor, Alepo y hasta Raqqa, en Siria. El ISIS explotó la escasez de armamento y financiación que elementos del Ejército Libre de Siria estaban sufriendo y rompió estos grupos en una lucha de unos contra otros, al tiempo que creó una atmósfera de opresión y terror dondequiera que iba asesinando residentes y soldados con el fin de mantener todo bajo control. De esta manera, un nuevo y más sanguinario Al-Qaeda se creó en Siria e Irak.

Para concluir, podemos decir que el ISIS es claramente una organización “funcional”, no para llevar a cabo una agenda exterior compatible con la democracia en Siria e Irak. El papel del grupo en Siria es similar a Hezbollah en el Líbano o a las milicias armadas en Irak y sólo difieren en la naturaleza de sus lealtades y consignas. Occidente deberá comprender que esto significa que la lucha contra el ISIS corre paralelamente con la guerra contra Assad, contra Hezbollah y también contra las milicias radicales iraquíes. Es una guerra, una confrontación que en modo alguno puede ser dividida ni tomada como aislada o diferente. Es una guerra contra el terrorismo y el extremismo radical.

Si las políticas que pretende aplicar la comunidad internacional, la ONU y la OTAN no lo interpretan de tal forma, habrá malas noticias para lo que -todavía- conocemos como “mundo libre”.

Integrismo: “Es la ideología, no el comportamiento”

El problema con el terrorismo de índole religiosa es que se basa, fundamentalmente, en un dogma estrecho y fuera de cualquier posibilidad de ser contrastado. Su discurso es un diálogo ‘de suma cero, violento, represivo y maximalista’. Sus defensores y adherentes jamás reflexionan y sólo estarán satisfechos cuando los que consideran sus enemigos se conviertan a su creencia o sean vencidos. Sus seguidores creen que todo lo que los demás deben hacer es reconocer la legitimidad de la espalda con la que amenazan al diferente. Los discursos que se oyen por parte de los líderes de Al-Nusra (brazo de Al-Qaeda) en la Siria actual muestran claramente la inexistencia de la racionalidad y la ausencia de su legitimidad. El silencio que esgrimen aquellos que apoyan a los radicales en la guerra civil siria hace que la inmoralidad que los islamistas encarnan se permita y se siga oyendo. Esta gente no está allí para liberar a los ciudadanos sirios de Assad ni de nadie. Ellos están tratando de destrozar lo que queda en pie del Estado y las instituciones sirias para instaurar su proyecto de califato islamista, al tiempo que asesinan sin miramiento a civiles inocentes de todas las edades.

Durante décadas, incluso antes del 9-11, cuando el terror fundamentalista mostró lo que estaba dispuesto a hacer, una corriente perversa de análisis sobre el fenómeno del terror fundamentalista fue tomando cuerpo en la voz de intelectuales y académicos occidentales, y de ellos se valió la prensa para confundir a la opinión pública sobre el significado real de lo que encarna este tipo de terror. Estos intelectuales y analistas esgrimen una débil y absurda explicación sobre el llamado terrorismo religioso, al que sindican como el resultado de la pérdida de libertades políticas, la hegemonía occidental y la ocupación israelí de Palestina. Tal explicación configura una vulgaridad disociada de la realidad que no resiste análisis alguno.

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Lecciones de la historia

A menudo, la dirección política y sus militancias siempre dispuestas a expresar su repudio a Occidente, nos dicen que la gran mayoría de las personas que profesa la fe islámica es pacífica, que no piensa ni desea destruir a Occidente. En las cadenas de noticias y agencias lubricadas financieramente a base de petrodólares del Golfo se sostiene que apenas el 1% de los 1.800 millones de musulmanes suscribe a la doctrina yihadista que califica a Estados Unidos de Gran Satán y causa de todos los males del mundo.

Aquellos que aún dudan del poder de internet se veían sacudidos recientemente por un simple post en un blog que acabó en despacho de la agencia de noticias AP y fue difundido por doquier. Titulado “Por qué la mayoría silenciosa es irrelevante” y firmado por “E. Marek“, el sencillo texto señala que para el Islam, “el hecho de que la mayoría de los musulmanes sean pacíficos o no, es igual de relevante como lo fue para el nacional-socialismo el pacifismo de la mayoría de los alemanes”. En esos mismos años, los japoneses asesinaron a alrededor de 4,5 millones de chinos y mataron a más de 2.600 estadounidenses cuando atacaron Pearl Harbor, el 7 de diciembre de 1941. Aunque la mayoría de los japoneses era pacífica.

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