Más allá de cualquier debate ideológico, es un hecho concreto que la influencia del grupo político-terrorista Hezbollah ha favorecido la ingobernabilidad en varios de los conflictos armados en los países de Oriente Medio. Líbano, Siria y Yemen son los ejemplos palmarios donde el accionar y la presencia del grupo han sido factores desencadenantes de ingobernabilidad.
En el caso libanés, para ser un Estado moderno y librarse de Hezbollah, Líbano debe dejar de ser un Estado confesional. Un país cuyo presidente debe ser siempre cristiano maronita, su primer ministro, sunita y el presidente del Parlamento, chiíta, difícilmente pueda funcionar cuando dentro de sus instituciones se ha creado un Estado paralelo e ilegal. Ello es lo que ha hecho Hezbollah en el país de los cedros, donde no sólo secuestró la voluntad y las decisiones del Estado sino que es más fuerte que el propio ejército libanés, por la conocida ayuda material y logística, además del armamento que le proporciona la República Islámica de Irán, a quien Hezbollah responde como virtual ejército de ocupación en Líbano.
Líbano ha sido bendecido por la naturaleza, dispone de hermosas montañas, pistas de esquí superiores a muchas en el mundo. Sus playas del Mediterráneo nada tienen que envidiar a la Costa del Sol. Cuenta con excelentes universidades, una gastronomía formidable y una población extremadamente bien educada para la región. Sin embargo, es sectario en su sistema de gobierno. Y ello es como disponer de un avión privado con toda la tecnología y el confort, que pueda unir grandes distancias sin reabastecerse, en el cual se pueda volar conectado en todo momento a internet y descansar en confortables asientos-cama. Pero si ese lujoso y moderno jet no dispone de tren de aterrizaje, ¡no funcionará! Nunca despegará. Continuar leyendo