No hay casualidades, todo se entrelaza

George Chaya

Para muchos es como si hubieran despertado de repente ante la brutalidad y la barbarie del terrorismo islamista. Como si antes de esto la violencia no hubiera existido en el mundo árabe islámico. Como si el asesinato -quemado vivo- del piloto jordano Muadh Al-Kasasbeh por parte del ISIS contradijera los postulados políticos religiosos del grupo terrorista.

En favor del Islam hay que decir que ninguna religión ha sido o es “religión de paz”; pocas han escapado a un historial de violencia. Sin embargo, el mundo ha evolucionado. Por ello, no es la barbarie del islamismo radical lo que debe sorprender, aunque ciertamente es asombrosa. Lo que debe llamar la atención, es el hecho de que alguna vez creímos que los terroristas y sus crímenes serían detenidos por los propios musulmanes desde su pregonada ética y la racionalidad que publicitan sus jerarquías religiosas. Y también por los gobiernos democráticos dentro del marco de la ley.

La historia del ISIS, como la de los demás grupos radicales, en definitiva es la de un grupo que muestra ilimitada inmoralidad, sadismo y brutalidad en sus relaciones con todo el mundo, incluso con sus propios miembros que acaban sacrificados ante un mínimo signo de disidencia.

Al quemar vivo al piloto jordano, el ISIS mostró un eslabón más de una cadena de actos que contradicen la naturaleza humana. Sin embargo, en Oriente y Occidente algunos siguen mirando hacia otro sitio, bajo el pretexto de que el grupo lucha contra los kuffar (infieles) o los rafidaa (sus “enemigos” chiítas), o que está defendiendo a “los sunitas vulnerables”, para, luego, ir por su objetivo final: “el exterminio de los judíos y la destrucción del Estado de Israel”.

Mas allá de sus planes políticos, lo cierto es que los islamistas esclavizaron, violaron y apedrearon mujeres y niñas hasta la muerte. Decapitaron, crucificaron y sacrificaron personas de manera inhumana y ninguna religión puede aprobar esto.

Sin embargo, repudiar con discursos vacíos que claramente ya no satisfacen a la opinión publica y acaban siendo actos comunitarios defensivos de profunda pobreza intelectual o denuncias de islamofobia, victimización y persecución, cuando en realidad los hechos son irrefutables, no hace mas que convertir en cómplices -de los miles de crímenes contra los propios musulmanes que han sido victimas de los terroristas- a las autoridades religiosas o comunitarias que suelen verse en los medios de comunicación.

La claridad y firmeza del liderazgo político, religioso, social y comunitario islámico debe hacerse oír de forma inapelable en todo el mundo, y esto no esta sucediendo por alguna razón. Cientos de asesinatos filmados documentan los crímenes de los islamistas, ellos mismos difunden en las redes sociales sus barbaries contra la humanidad. La glorificación de sus crímenes es sólo un ejemplo de cómo los actos terroristas en nombre de la yihad no tienen límite.

Los que piensan que el silencio, la neutralidad o la simpatía implícita los protegerá del mal que encarna el islamismo en cualquiera de sus formas, ignoran que están destinados a ser quemados por el mismo fuego que asesinó al joven piloto jordano y que se convertirán en futuras víctimas del accionar terrorista.

En cuanto a las posturas regionales e internacionales hacia grupos como Al-Qaeda, Al-Nusra, ISIS, Hezbollah, Boko Haram y docenas de otros que comparten ideología aunque con diferentes matices, está claro que algunos gobiernos como Venezuela, Argentina, Cuba y Uruguay se adaptan a sus propias posiciones ideológicas y sus respuestas van en dirección de sus propios intereses.

Por caso, Uruguay recibió como refugiados a seis islamistas prisioneros del centro de detención de Guantánamo, en el sureste de Cuba. Increíblemente, el gobierno Uruguayo les brindo una acogida “de perseguidos de la humanidad” y por estas horas, el mismo gobierno uruguayo está ocultando la expulsión de un “diplomático” iraní acusado de actos de terrorismo y colocación de artefactos explosivos en cercanía de la embajada de Israel en Montevideo, esto sucedió la semana pasada. Todo ello configura un marco político peligrosísimo para Uruguay y la región, y un verdadero papelón internacional de su gobierno que expone a una sociedad civil como la uruguaya que se ha caracterizado por la convivencia cívica, social, pacifica y democrática a través de toda su historia.

Al mismo tiempo, pareciera que a nivel internacional ya han sido olvidados los recientes eventos de París, donde periodistas y clientes judíos del supermercado kosher fueron brutalmente asesinados en operaciones terroristas planificadas y ejecutadas fríamente. Como respuesta a ello, el presidente François Hollande dijo en su discurso al mundo que estos crímenes no tenían que ver con el Islam. Claro que no, personalmente dudo que todos los musulmanes hayan estado de acuerdo con esa barbarie. Sin embargo ¿quién es Hollande para decidir quién es musulmán y quién no lo es? A mi juicio, es absurdo negar que “los árboles que crecen en el bosque no guardan relación con él”. Aunque Hollande admitió que los asesinos eran musulmanes de religión esto es irrelevante, tanto igual como que ellos son franceses por nacionalidad. Lo que importa no es lo que diga Hollande, es lo que esos sujetos han hecho, y eso se llama de una sola manera: Terrorismo. 

Pareciera que en la cultura occidental estamos olvidando lo que nos legó Aristóteles en su tiempo, cuando nos dijo que “el carácter de la acción es lo que define al hombre”. Entonces ¿de qué ha estado hablando Hollande? Claramente el presidente no entiende como tratar con el terror e infortunadamente, Francia continuará expuesta a repetir historia en su suelo de cara al futuro.

Por el lado de Latinoamérica, muchos gobiernos en la región se muestran reticentes a involucrarse en la lucha contra el terror desde el ejercicio del pragmatismo político y del populismo anti-imperialista del pasado. De hecho, algunos han abierto canales de comunicación con grupos terroristas para-estatales y Estados acusados de patrocinar el terror utilizando “operadores sin cargo ni cartera política”. Así, ignoran hechos gravísimos exponiendo a sus sociedades a ser quemados por “el fuego del juego incendiario que están jugando”.

Aunque la Presidenta argentina diga en cadena nacional que: “si algo le sucede, no hay que mirar al Oriente Medio, sino que hay que hacerlo en dirección al Norte (como ha dicho).” Estos discursos ya los oímos por años de parte de Fidel Castro y más recientemente del desaparecido presidente Chávez en Venezuela. Todos estas diatribas populistas y conspirativas solo son efectivas para movilizar la masa que depende para su vida y sustento diario de las dadivas de sus gobiernos a cambio de sus votos.

Sin embargo, el caso de la muerte del Fiscal Federal Alberto Nisman, es el ejemplo palmario de una administración populista como la de Cristina Fernández de Kirchner que genera una abrumadora sensación de corrupción, impunidad, zozobra social, y un discurso negador de la realidad política.

El caso argentino es el más peculiar. Por acción u omisión se ha favorecido la proliferación de grupos violentos y neo-judeofobos cercanos a grupos terroristas del Oriente Medio e identificados claramente en la investigación del propio Fiscal muerto. En muchos casos los dirigentes de esas organizaciones locales tienen estrechas relaciones con altas esferas gubernamentales como ha salido a la luz en fragmentos de escuchas telefónicas de la voluminosa denuncia que el Fiscal Nisman presentaría ante la Comisión de Legislación Penal del Congreso de Diputados Argentino. Sin embargo, Nisman fue hallado muerto en su vivienda 24 horas antes de su presentación ante el Congreso.

Al tiempo, el enfoque y comportamiento del gobierno sobre la muerte del Fiscal que llevaba la investigación de la causa AMIA, donde la propia justicia argentina sindico a Irán y a Hezbollah como ideólogos y ejecutores del peor ataque terrorista que padeció el país en toda su historia, elimina cualquier duda respecto de una pregunta básica: ¿Cómo es que a casi un mes de la muerte del Fiscal en circunstancias más que dudosas y con el 85% de la ciudadanía inclinándose por la opción de que Alberto Nisman fue asesinado aun se mantienen relaciones diplomáticas con Irán?

Y no es la única pregunta. Hay demasiadas manifestaciones públicas de funcionarios gubernamentales, diputados y periodistas oficialistas que desde la muerte de Nisman deambulan por canales de televisión y medios de prensa adictos no solo para entorpecer la investigación de este luctuoso hecho que salpica con la sangre del honorable Fiscal a las instituciones democráticas argentinas y al propio gobierno.

Es esperable, que en algún momento muchas preguntas en torno a esto sean respondidas por la Justicia argentina, no solo para salvaguarda y honra en lo referente a la familia y la memoria de un hombre valiente que investigo hasta las últimas consecuencias al punto de perder la vida. También para que la Republica retome la salud de sus instituciones democráticas y para que los argentinos comprendamos finalmente que debemos ser “más ciudadanos y menos habitantes”.