Una necesaria reacción contra el extremismo

No es casualidad que en varios países occidentales, cuyas Constituciones estipulan claramente la protección de la libertad de expresión y de afiliación política, los grupos neo-nazis están prohibidos, sea en términos de adherencia como en la práctica, y que quienes violan esa ley son sancionados.

El nazismo está prohibido por ser una ideología nacionalista, extremista y fascista que representa una amenaza directa a la humanidad. Su historial sangriento es relativamente reciente y el odio de su fuego aun quema bajo las cenizas de la destrucción y los crímenes que género en el siglo pasado.

En Oriente Medio, la versión del fascismo nacionalista es el extremismo religioso, lo que es igual de peligroso y destructivo. Muchas personas que pertenecen a movimientos religiosos extremistas son engañadas o ignoran el daño causado por el nacionalsocialismo alemán, y creen verdaderamente que el extremismo eleva el estado de su propia religión por encima de todas las demás tanto igual como los nazis creían en la elevación de la raza aria por encima de todas las otras.

La locura del nazismo dio lugar a la destrucción de gran parte de Europa con 60 millones de personas muertas en ese proceso. Después de ese desastre, la mayoría de los países se encargó de que nunca más esa ideología extremista pueda dominar sus sociedades. Y ello es muy simple, una persona puede ser religiosa y/o nacionalista, sin embargo, ello no habilita el compromiso con la eliminación de los demás.

En este tiempo, en Oriente Medio, se percibe el comienzo de un camino hacia un tipo similar de destrucción porque la comunidad internacional y muchos gobiernos árabes han permitido que los extremistas impongan sus agendas en sus sociedades. Años atrás, éramos pocos los que alertábamos sobre este fenómeno. Hoy, el mundo es plenamente consciente de la gravedad de la situación a la que los extremistas islamistas nos están arrastrando.

Tomando las lecciones que aprendimos de Al-Qaeda no hace mucho tiempo. En la década del 90 y durante la primera década de este siglo, era muy claro que no se podía permitir que Al-Qaeda y sus grupos satelitales difundieran sus ideas, reclutaran jóvenes y dominaran los aspectos culturales y políticos de las sociedades árabes islámicas mediante su dogmatismo y el uso de consignas sectarias.

Lo que está ocurriendo en Siria e Irak representa grandes logros tanto para sunitas como chiitas extremistas. El asesinato colectivo, el saqueo, los desplazamientos que estamos presenciado es diferente y más extremo a todo lo visto en la historia del mundo árabe, y la destrucción masiva que se lleva a cabo está más allá de la imaginación de cualquiera.

También somos conscientes de los intentos de motivación política por parte de algunos gobiernos en aprovechar esta situación para lograr sus propios objetivos valiéndose de los grupos extremistas aliados que operan en la región. Luchar y rechazar estos grupos es una responsabilidad colectiva de los gobiernos y los individuos.

Los extremistas han tenido éxito en las percepciones de personas confundidas respecto a lo que es justo y lo que es injusto, sobre quién es amigo y quién enemigo. También están tratando de dividir a las gente de acuerdo a su secta, grupo étnico y pertenencia, así definen las cosas entre el bien y el mal en la medida en que las ideas de la identidad alternativa supera la lealtad a su país, algo que se supone que debe tener prioridad sobre la propia fidelidad incluso a la tribu o a la secta, y que debería asegurar que todo el mundo tenga los mismos derechos e iguales responsabilidades.

En medio de esta atmósfera ponzoñosa, el concepto del nacionalismo, el patriotismo y la religiosidad son las mayores amenazas, y no grupos individuales o minorías como algunos piensan. La destrucción de las estructuras civiles para dividir las sociedades quiebra la columna vertebral del Estado y su estructura general. Los Estados se han derrumbado, pero los grupos terroristas han perdurado a lo largo de los años en Oriente Medio.

La peligrosa expansión del radicalismo islamista requiere la toma de decisiones y medidas severas. No es posible para un profesor universitario o un predicador de la mezquita cambiar esto en soledad. Tanto como no es aceptable que un empleado de gobierno, un predicador o un profesor inciten contra ciertas categorías sociales y religiosas. Es la comunidad internacional la que tiene la responsabilidad de que esto no suceda

Mientras tanto, los gobiernos niegan y evitan cualquier medida para evitar que se violen las leyes locales, internacionales y, fundamentalmente, los Derechos Humanos de las víctimas de este desquicio.

De ese modo y partir de sus divisiones y disputas internas, los extremistas, quienes los apoyan y justifican, lo sepan o no, están destruyendo la estructura general de la milenaria cultura árabe desde su propia base. Así, esas personas son más peligrosas para las sociedades árabes que cualquiera a quienes denominan enemigos extranjeros.

A mi juicio, este escenario hace necesario una ley que tipifique como delito al racismo y al sectarismo de la postura colectiva de muchos clérigos, religiosos, intelectuales y líderes sociales que expresan su apoyo a grupos como ISIS, Al-Nusra, Hezbollah, Hamas y muchos otros grupos terroristas que ejecutan ataques suicidas y asesinatos colectivos y expresan su odio contra otras religiones. Y espero que decenas de colegas, escritores, pensadores y gente de conciencia se pronuncien en la misma dirección ante esta demencial situación.

No hay casualidades, todo se entrelaza

Para muchos es como si hubieran despertado de repente ante la brutalidad y la barbarie del terrorismo islamista. Como si antes de esto la violencia no hubiera existido en el mundo árabe islámico. Como si el asesinato -quemado vivo- del piloto jordano Muadh Al-Kasasbeh por parte del ISIS contradijera los postulados políticos religiosos del grupo terrorista.

En favor del Islam hay que decir que ninguna religión ha sido o es “religión de paz”; pocas han escapado a un historial de violencia. Sin embargo, el mundo ha evolucionado. Por ello, no es la barbarie del islamismo radical lo que debe sorprender, aunque ciertamente es asombrosa. Lo que debe llamar la atención, es el hecho de que alguna vez creímos que los terroristas y sus crímenes serían detenidos por los propios musulmanes desde su pregonada ética y la racionalidad que publicitan sus jerarquías religiosas. Y también por los gobiernos democráticos dentro del marco de la ley. Continuar leyendo

ISIS es el resultado de la negligencia occidental

Al evaluar el Estado Islámico de Irak y Siria (ISIS) se pone de manifiesto que, de todos los grupos armados en la región, es por mucho el más importante, el mejor financiado, armado y organizado. Posee más miembros que cualquier otra. Ningún otro grupo lleva a cabo tantos actos de violencia y terror, no sólo contra el pueblo sirio e iraquí, sino también contra la región e incluso más allá. En resumen, el ISIS actualmente es el grupo terrorista más prominente y peligroso del mundo.

Esta evaluación no deja de resultar deprimente, pero plantea una realidad que es absoluta ante la amenaza que significa. Sin embargo, merece una atención especial, no sólo por su importancia, sino también porque el ISIS es increíblemente letal como grupo armado. A la luz de este hecho, es que pueden observarse los muchos errores cometidos en el tratamiento del problema del ISIS en la crisis de Siria e Irak, y también sobre su avance en el Líbano, sin descartar sus intentos de infiltrar Jordania y su presencia naciente en Gaza.

La información más importante que la comunidad internacional dispone respecto del ISIS, es que este grupo creció y desarrolló su presencia en Irak y a través de la expansión de sus acciones militares y políticas en Siria. Estos datos son más que fundados: fue sólo hace dos años, después de la escalada violenta del conflicto sirio y luego del inicio de la campaña represiva y brutal del régimen de Bachar Al-Assad contra su propio pueblo, que el grupo entró en el país y comenzó sus actividades criminales a gran escala.

Otro punto de reflexión es el papel desempeñado por el saliente primer ministro iraquí, Nuri Al-Maliki, que ayudó al grupo a poner un pie en Irak cuando en 2013, el ISIS llevo a cabo más de dos docenas de operaciones para liberar a cientos de ex yihadistas de Al-Qaeda de las prisiones iraquíes. Luego de lo cual, se le facilitó masivamente su paso a Siria durante julio y agosto de ese año junto con fondos, armas y municiones. Esta ayuda fortaleció al grupo y su presencia en la región. Hubo también una intensa actividad de inteligencia realizada por la seguridad iraquí y también por jugadores internacionales como Irán, Rusia y el propio Al-Qaeda, todo ello ayudó a miles de extremistas a operar en Siria y, junto a sus hermanos de Irak, les resultó en gran soporte para formar el núcleo duro del ISIS y su liderazgo.

Un informe dado a conocer en junio pasado por agencias de seguridad de países árabes sugiere que no menos de 12.000 combatientes extranjeros de 81 países llegaron a Siria e Irak para unirse al conflicto desde 2011. La mayoría de ellos se unió al ISIS. Un gran número de estos combatientes son de países árabes e islámicos. Sin embargo, se informó que unos 4.000 son ciudadanos europeos y 500 estadounidenses.

Esta evidencia contradice las afirmaciones brindadas el último año por la comunidad internacional, a la vez que fortalece la idea de que la violencia sobre el terreno claramente es responsabilidad de la presencia del ISIS en Siria e Irak, y de su satélite en Líbano, Al-Nusra.

En realidad, el factor principal de esta crisis es de naturaleza política, y se fundió con los objetivos erróneos de una comunidad internacional que también apoyó a ISIS en la caída de Khadaffi en Libia, desde donde intensificó su violencia luego de asesinar al Coronel con apoyo de las fuerzas aéreas estadounidense, francesa y británica. Esto explica la facilidad con la que el liderazgo del grupo y sus miembros se extendieron de país en país y su capacidad para configurar rápidamente una organización fuerte sin ser atacados por fuerzas occidentales durante su expansión.

La comunidad internacional fue negligente: no solo erró en su política de favorecer el derrocamiento de los dictadores laicos en el mundo árabe sino que fortaleció y armó al ISIS sin entender que estaba amamantando al bebe de Rosemary. Y así, lo convirtió en el monstruo que es hoy.

Esto explica el apuro actual del presidente Obama y de su colega Cameron por lanzar ataques aéreos sobre bases y combatientes del ISIS. Pero sería bueno que ellos sepan que las guerras no se ganan desde el aire en el mundo árabe, y que hay que poner pie en tierra para ello. Habrá que ver hasta dónde Obama y Cameron entiendan esto si quieren ir por el ISIS.

Un dato no menor es que el carácter extranjero del grupo no fue obstáculo en su ampliación territorial tanto en Siria como en Irak, infiltrándose en otros grupos islamistas armados como el Ahrar Al-Sham en zonas rurales pobres y descontentas entre Deir Ezzor, Alepo y hasta Raqqa, en Siria. El ISIS explotó la escasez de armamento y financiación que elementos del Ejército Libre de Siria estaban sufriendo y rompió estos grupos en una lucha de unos contra otros, al tiempo que creó una atmósfera de opresión y terror dondequiera que iba asesinando residentes y soldados con el fin de mantener todo bajo control. De esta manera, un nuevo y más sanguinario Al-Qaeda se creó en Siria e Irak.

Para concluir, podemos decir que el ISIS es claramente una organización “funcional”, no para llevar a cabo una agenda exterior compatible con la democracia en Siria e Irak. El papel del grupo en Siria es similar a Hezbollah en el Líbano o a las milicias armadas en Irak y sólo difieren en la naturaleza de sus lealtades y consignas. Occidente deberá comprender que esto significa que la lucha contra el ISIS corre paralelamente con la guerra contra Assad, contra Hezbollah y también contra las milicias radicales iraquíes. Es una guerra, una confrontación que en modo alguno puede ser dividida ni tomada como aislada o diferente. Es una guerra contra el terrorismo y el extremismo radical.

Si las políticas que pretende aplicar la comunidad internacional, la ONU y la OTAN no lo interpretan de tal forma, habrá malas noticias para lo que -todavía- conocemos como “mundo libre”.

La disyuntiva al interior del Islam

Cuando el 11 de septiembre de 2001 la organización Al-Qaeda secuestró aviones con el fin de atacar los EE.UU, intentó secuestrar también el mensaje del Islam. Al hacerlo, los fundamentalistas encendieron la gran batalla del nuevo milenio. El asesinato de más de tres mil personas inocentes en nombre de la yihad no significó solo la antítesis de los valores del mundo civilizado, sino también de los preceptos del propio Islam.

Cuando los terroristas liberaron su brutalidad y salvajismo, mostraron sus fines políticos más bajos, exactamente igual que los demagogos habían manipulado todas las religiones antes que ellos.

Al adoptar una filosofía dialéctica -según la cual, para efectuar un cambio hay que destrozar primero el orden establecido- el yihadismo intenta provocar el famoso choque de civilizaciones del que se viene hablando hace años. Mientras lo intentan, los terroristas rompen valores de una religión noble. El daño que ocasionaron no se limitó a Nueva York, Washington y Pensilvania. Los propios musulmanes también se convirtieron en sus víctimas, tal y como lo vemos hoy en Siria e Irak.

Los autores de estos crímenes contra la humanidad son aquellos a quienes el Corán describe como “extraviados del camino verdadero”, son aquellos que denigran los derechos humanos no solo de los que conceptualizan como sus enemigos, sino de los musulmanes en general y por tanto no son compatibles con el Islam. Estas personas son las que niegan la educación básica a las niñas, discriminan a la mujer y ridiculizan otras culturas y religiones desde la ignorancia con la que también niegan la tecnología y la ciencia en la brutalidad totalitaria con la que refuerzan sus opiniones del Medioevo.

Durante toda la historia, los muchos crímenes contra la humanidad han sido perpetrados en nombre de Dios, con base a la interpretación fanática de valores religiosos para justificar actos atroces contra la civilización. Esto es lo que está sucediendo claramente con el accionar del fundamentalismo del ISIS en su recientemente creado Califato de Al-Shams (Siria e Irak)

Por ello, usted lector, debe saber que “la lucha por los corazones y el espíritu” de los musulmanes tiene lugar hoy en día entre los moderados y los fanáticos dentro del Islam, entre musulmanes laicos y dictadores religiosos, entre quienes viven en el pasado y quienes desean avanzar y proyectar un futuro mejor. Del desenlace de este conflicto depende la dirección que tomen las relaciones internacionales en el siglo XXI. Ni dude el lector que la tercera Guerra Mundial está en marcha. A pesar de que Occidente ni siquiera ha comenzado a librarla. Si vencen los fanáticos y extremistas, entonces una gran fitna -desorden a través de un cisma- se apoderara del mundo musulmán y de gran parte de Occidente.

El principal objetivo de los fundamentalistas es el caos para instaurar sus fines. Usted tómelo o déjelo, pero lo cierto es que lo estamos viendo claramente en la guerra civil siria, en la crisis de Irak, en los crímenes y la persecución de los cristianos y yazidis y, por supuesto, también en los dacapitadores del ISIS.

La importancia de la yihad tiene sus raíces en la orden del Corán de luchar (según el significado literal de la palabra yihad) en el camino de Dios según el ejemplo del profeta Mahoma. Definitivamente “no” tiene el significado que los radicales le asignan.
Claramente, hoy en día existen musulmanes que creen que las condiciones de su mundo requieren de una yihad. Ellos miran a su alrededor y ven un mundo dominado por gobiernos autoritarios, corruptos y por una elite acaudalada sin ninguna preocupación por la prosperidad de sus pueblos. Estas personas también consideran que el mundo árabe islámico está dominado por la influencia de la cultura occidental cuyos gobiernos apoyan y sostienen gobernantes árabes corruptos, al tiempo que explotan recursos humanos y naturales del mundo islámico.

Así, son influenciables por una minoría violenta y ruidosa que planea una ofensiva militar contra Occidente. Pero claramente esa minoría ruidosa no representa a la mayoría silenciosa de musulmanes que trabaja, envía a sus hijos a educarse y creen en lo que denominamos movilidad social por un futuro mejor.

La guerra, como en tantas tradiciones religiosas, puede ser justificada en el Islam cuando es necesariamente defensiva, pero no es vista como un deber religioso continuo como los islamistas vociferan. En consecuencia, según el Corán, preservar la vida es un valor primordial. El Corán da relevancia al valor moral de preservar la vida. De hecho no acepta el suicidio, por el contrario, ordena la preservación de la vida propia y ajena.

Los juristas musulmanes desarrollaron hace años un corpus específico de leyes llamado siyyar. De allí, se infiere una clara interpretación y análisis de las causas justas para la guerra. Ese corpus legal indica que “aquellos que declaran la guerra ilegalmente, atacan a civiles desarmados y destruyen propiedades irresponsablemente, entran en violación flagrante a la concepción jurídica islámica y son denominados muharibun (malvados).

Algunos se preguntarán si los musulmanes pueden emplear textos antiguos para servir de explicación y guía en el mundo moderno. Sin duda que sí, los seguidores de cualquier religión aceptan la universalidad de su doctrina respectiva. El Antiguo Testamento o el Nuevo Testamento no son textos destinados a servir únicamente en los tiempos en que fueron revelados, sino en cualquier tiempo. Son y serán textos destinados a guiarnos a través de los siglos.

Al interior del Islam se ha dado un enconado debate respecto de cómo el Islam se relaciona con otras culturas y religiones. Aunque el accionar del fundamentalismo islamista actual pueda presentarlo hoy día como cerrado e intolerante, esto no es así, a pesar que los islamistas quieren que el mundo piense de otro modo. El genuino Islam acepta como principio fundamental el hecho de que los humanos hayan sido creados al interior de religiones distintas y, por supuesto, que sean distintos entre sí.

Esto queda claro en la Sura coránica que sindica que “Dios no quiso que todos sobre la tierra fueran seguidores de una misma religión y miembros de una misma cultura”. Si hubiera querido eso, lo habría dispuesto de ese modo. Esto significa que Dios creó la diversidad y ordeno a los creyentes que fueran justos, que busquen y deseen la justicia en el mundo. De aquí se sigue que, Dios quiere que se respeten otras culturas y religiones; las cuales también fueron creadas por Él.

La libertad de elección, especialmente en cuestiones de fe, es la piedra angular de los verdaderos valores coránicos. Esta libertad debe guiar hacia el pluralismo en la religión, tanto dentro del Islam como fuera de él. El Corán afirma sin ambigüedad la libertad de elección en cuestiones religiosas.

A mi juicio, leyendo el Corán, quienes seguimos el cristianismo, al igual que nuestros hermanos mayores en la fe que profesan el judaísmo, podemos encontrar pasajes que hacen eco para ambos de enseñanzas religiosas propias.

Y estos extraordinarios puntos en común deberían ser los que debemos explorar entre las tres grandes religiones monoteístas para promover la mutua tolerancia a partir de la cual trazar cursos de trabajo en conjunto para que un futuro fraterno y de paz pueda ser construido. Seguramente a partir de esto y no de estériles batallas militares sin final a la vista será que se pueda aislar el radicalismo que generar fracturas dentro y fuera de cada religión.

Israel no es el problema

En esta columna de hoy, bien podría compartir con ustedes algunos hechos históricos fascinantes de la milenaria cultura árabe. También pensamientos y magníficas experiencias acerca de esa antigua cultura. Pero claro, en estos días, todas las personas parecieran estar en carne viva, hablan, entienden y hasta pareciera que tienen la solución a lo que está sucediendo en Gaza, con el conflicto Palestino-Israelí. Me referiré a ello solamente de paso y, en todo caso, será tema de un próximo análisis.

Hoy prefiero dedicar la mayor parte de mi artículo a pensar con ustedes sobre la amplitud del escenario geográfico de aquella región que conocemos como “mundo árabe” y al impacto de los hechos que allí se producen, algo que abordé en varios de mis artículos y análisis por los últimos años. Para ello, le solicito como lector localizarse específicamente en la zona que va de Marruecos a Pakistán, un área predominantemente árabe y musulmana, pero que también incluye significativas minorías de otras creencias.

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La agonía de Irak

Aunque las elecciones en Irak han terminado, la situación se ha deteriorado profundamente. En la provincia de Anbar -la más grande del país- es cada vez peor. Los combates se han intensificado en la ciudad de Faluyah y a las puertas de Bagdad, así como en otros lugares que se mantenían en paz desde la intervención estadounidense de 2003. Lo concreto es que Irak sólo experimentó un breve período de calma después que Al-Qaeda fue expulsada de la zona por los norteamericanos. Sin embargo, no pasó mucho tiempo del retiro ordenado por el presidente Obama para que el grupo regrese.

Según informes de agencias turcas y árabes, los combates en Anbar ha detenido las exportaciones de petróleo de Irak a Turquía. Estos envíos ascendían a 400 mil barriles al día. Lo mismo ocurrió con los 30.000 barriles diarios que el gobierno del PM Nuri Al-Maliki exportaba a Jordania. Ya nada de eso es posible con el consecuente impacto en la economía y en la población iraquí. Lo mismo sucede con las importaciones de alimentos, cemento, yeso y medicinas procedentes de Jordania y Europa hacia Bagdad. Las mafias tribales y bandas terroristas han vuelto a controlar las carreteras en el norte y el oeste del país.

¿Qué dirán de esto aquellos militantes y académicos occidentales enfermos de anti-americanismo que por los últimos 11 años exudan su auto-odio a Occidente y los EE.UU. hablando de invasión y el crimen de robar el petróleo iraquí de parte de Washington? Seguramente no dirán nada Usted no debería esperar que levanten la voz en defensa del pueblo iraquí. Los muertos y el desastre actual es prolijamente ejecutado por los mismos que ellos han apoyado y defendido desde sus plumas y zapatos arrojados a quien sea que opinara lo contrario a sus posiciones. Y como el lector inteligente sabe, las noticias pierden ímpetu en la prensa como ya lo ha perdido la carnicería siria y como seguramente se desinstalara en unos días la campaña en favor de la libertad las niñas nigerianas secuestradas por los terroristas islamistas de Boko Haram, a pesar de los hashtag y el Twitter de la primera dama estadounidense.

Las ciudades de Irak, específicamente en la zona de Anbar, están sufriendo igual que Bagdad ya que las carreteras han sido bloqueadas para todos, excepto para las tropas del ejército o los grupos criminales como Al-Qaeda y las milicias terroristas que responden a Teherán. Así, la maquinaria del crimen y la muerte entre suníes y chiíes está funcionando a la perfección sumiendo a los ciudadanos iraquíes a un cruel asedio que no padecían con la presencia estadounidense 14 meses atrás.

Pero ¿por qué todo esto está sucediendo? Lo explicaré simple y claramente: porque los combates en Anbar se complicaron y extendieron luego del retiro estadounidense debido a que las muchas partes que intervienen en él están fuera del control gubernamental. Aunque algunos afirman motivos patrióticos, lo que está sucediendo es sencillamente una guerra más sucia que cualquier guerra’ y en ella no hay: ni patriotismo ni patriotas. Lo que está presente es la actividad delincuencial de grupos como Al-Qaeda y su filial local, ‘el Estado Islámico de Irak y Siria (ISIS)’ que ha tenido éxito en dominar amplísimas zonas geográficas y están combatiendo entre tribus y contra las tropas del gobierno que, a su vez, están luchando contra otras tribus aliadas con Al-Qaeda. Todos ellos han tenido éxito en el logro de un solo resultado: la destrucción de la seguridad y la economía del país, y son responsables por el desplazamiento de decenas de miles de personas que continúan convirtiéndose en refugiados.

Los habitantes de Anbar y la zona son claramente víctimas de las actividades de Al-Qaeda y el ISIS por ordenes directas de su líder, Ayman Al-Zawahiri, el médico sucesor de Bin Laden que continúa los postulados de la organización terrorista y con su accionar es funcional a la agenda iraní tanto en Irak como en Siria.

Irak está sufriendo debido a los delincuentes de Al-Qaeda y las tribus aliadas a ellos. A esto se añade el hecho que la provincia también se enfrenta a las tropas iraquíes y otras organizaciones kurdas que escogieron la lucha armada luego del retiro de Obama. Sin embargo, nadie va a ganar en esta guerra, aunque el propio gobierno iraquí piense que resolverá la crisis mediante la fuerza de las armas. Y es interesante que no se escuche ni se lea a los colegas del progresismo hueco occidental aportar soluciones. Es posible que estos hombres de papel hayan consumido todas sus energías y neuronas en fogonear la crisis cuando estaban los norteamericanos allí. Pero ¡claro! ya no está George Bush en el Salón Oval y sin la presencia del “Cowboy malo” uno bien podría entenderlos pues ahora no parece haber nadie allí y el salón pareciera estar vacío desde los últimos 6 años con el “Cowboy bueno” de Obama.

En materia de soluciones, no es imposible derrotar al ISIS y al resto de las filiales de Al-Qaeda ya que ha sucedido en el pasado. Para ello se necesita de acciones coordinadas de las autoridades iraquíes en materia política y militar. Esto requerirá la cooperación del Ejército y de los señores de la guerra que dirigen las tribus. Solo de allí emergerá una solución política que pueda poner fin a la ruptura en curso. Una solución política y militar que permita reabrir las carreteras, la actividad productiva y el estímulo en las fábricas, junto al retorno a la exportación de petróleo a Turquía y Jordania como la reapertura y distribución en todo el territorio del país de insumos, alimentos y medicinas importados para aliviar el sufrimiento del pueblo iraquí se hace imperiosa y necesaria.

Para cambiar el escenario se requiere -en mucho- de la voluntad política de las autoridades locales y la comunidad internacional. Solo así se podrá restablecer la economía y la seguridad en Irak y no se necesita -en nada- de falsas campañas favorables al terror y la muerte bajo el falso lema de la autodeterminación de los pueblos a la que se dieron organizaciones militantes, periodistas y académicos ganados por su resentimiento hacia el modernismo y el verdadero progreso.

Irak: reaparece el fantasma de Saddam

 

Cualquier persona que por estos días escuche noticias sobre Irak escuchara el batir de tambores de guerra. El primer ministro Nuri Al-Maliki parece estar preparándose para un asalto militar contra los grupos opositores en la provincia de Anbar, específicamente con la ciudad de Falluyah como blanco principal de su ofensiva para acabar con la sedición sunita que alberga los residuales leales a Saddam Hussein, hoy asociados con elementos de Al-Qaeda. Aunque puede ser demasiado tarde para debatir la conveniencia de tal medida o para ofrecer consejos sobre la solución de la crisis. Sin embargo, el mejor consejo que Maliki podría tomar es el de reconsiderar su estrategia militar.

Puede parecer que el primer ministro tenga la situación a su favor pues el nuevo ejército iraquí con casi un millón de hombres, incluidas las fuerzas armadas regulares y los equipos de seguridad y policiales es controlado absolutamente por él. También tiene algunos aliados entre las tribus árabes sunitas en Anbar, incluyendo parte de la As-Sahwah (una coalición que ayudó a derrotar la resistencia favorable a Saddam hace casi una década). Su estrategia patriotera también goza de apoyo entre varios grupos chiítas dentro del país. El referente de la política iraquí chiíta, Sheikh Mokhtada Al-Sadr, ha suavizado su tono beligerante de otros tiempos contra Maliki en nombre de la solidaridad chiíta, lo cual fortalece al primer ministro en sus planes militares y lejos de buscar un consenso político, cada vez lo empuja más hacia la salida armada.

Es claro que el primer ministro está dispuesto a buscar un tercer mandato en las próximas elecciones generales, el ha conseguido un impresionante nivel de apoyo extranjero. Los mulás iraníes, a quienes nunca les simpatizo porque pensaban que era el hombre de Washington en Irak, ahora lo apoyan y sostienen que es la única figura chiíta iraquí capaz de mantener unida a la comunidad ante los próximos desafíos políticos locales y regionales. También la administración Obama está jugando ficha a favor de Maliki proporcionándole sofisticados aviones no tripulados y misiles. Algunos círculos en Washington y Teherán están propagando la idea que EEUU y la República Islámica tienen un interés compartido en el aplastamiento de los grupos de la resistencia sunita iraquí, tanto igual que en el mantenimiento de un debilitado presidente Bashar Al-Assad en Siria para mantenerlo como marioneta a manipular de forma conjunta.

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El triángulo Hasaka: una opción viable a la crisis

En el noreste de Siria, un territorio de unos diez mil kilómetros cuadrados contiguo a Irak y Turquía conocido como el triangulo Hasaka es habitado por unos tres millones de kurdos, un millón de cristianos y medio millón de árabes. Las fuerzas de Assad han dejado prácticamente la zona. Las milicias kurdas controlan el territorio y combaten exitosamente -frenando inclusive por las últimas cinco semanas- a las milicias de Al-Nusra que intentaron entrar en ese distrito.

Esta región bien puede ser el punto de partida para una Siria libre sin necesidad de una intervención militar como la que aun evalúa Washington y Paris.

Si se aspira realmente a liberar Siria de Al-Assad como de las milicias islamistas, es allí donde se debe comenzar a gestionar y apoyar una zona libre dentro del país. Esto debería ser realizado con ayuda Occidental y de EEUU.

Los kurdos, los cristianos y los árabes que habitan esa región pueden establecer una zona liberada en sus ciudades y aeropuertos para funcionar como área de recepción de ayuda. Es allí donde el Ejercito Libre Sirio (ELS) y otros grupos de la oposición deben ser invitados a aliarse para convertirse en la base de la liberación del país y en el punto de partida para el establecimiento de una sociedad plural y pacífica para todos los sirios.

Aunque esta opción puede parecer irreal a muchos, a mi juicio ‘no es menos irreal que la esperanza de que Vladimir Putin y los rusos pavimenten un camino honesto a la paz y la convivencia en Siria’.

Si se examinan responsablemente las posibilidades actuales para solucionar la crisis, debemos reconocer que recurrir a este plan ofrecería una esperanza real de salida plural y pacífica para Siria a mediano plazo.

El plan del presidente Obama no fue más allá de declaraciones y discursos televisivos contra Assad, a quien presume responsable de utilizar armamento químico sobre civiles. Ello después que más de cien mil ciudadanos sirios han sido brutalmente asesinados en dos años de guerra civil por armamento convencional. Obama quería un ataque limitado para forzar a negociar a un Assad debilitado. Pero fracasó rotundamente. Cualquier observador del caso sirio sabe que no habrá solución política del conflicto en este marco. Todo se disparó al peor escenario y se ha ido muy lejos, las divisiones sectarias son demasiado profundas y la anarquía avanza en casi todo el territorio del país. Pero la solución contemplada por el presidente Obama por medio de un ataque como el que planifico, a mi juicio no tiene la menor posibilidad de éxito ni esperanza.

Por otra parte, el argumento aislacionista del parlamento británico y de aquellos que no participaron en el plan de EEUU y Francia es simplemente permitir que ambas energías en pugna continúen combatiendo entre sí porque no tienen ‘su propio caballo en esta carrera’. En consecuencia la idea que manejan es ‘que Dios y los sirios lo resuelvan’. Sin embargo, esta opción de resolución divina o de no involucrarse es completamente peligrosa.

Según lo ve la comunidad internacional, hay dos energías sobre el terreno; las fuerzas armadas de Assad y los radicales de Al-Qaeda, y cada uno recibirá más refuerzos. Así, finalmente, resolverán su batalla a través del triunfo militar del gobierno o de los islamistas, nadie ignora que en el transcurso de ello habrá miles de muertos inocentes a los ya contabilizados. Pero nadie ve una salida política en las condiciones actuales. Todos saben que es una guerra inter-árabe, por tanto, un enfrentamiento a muerte; aunque la gravedad de su profundización puede dar lugar a una nueva guerra fabricada contra Israel. Pero incluso si se evitara esa guerra, lo que tendremos será dos grupos extremista y terroristas fuertemente armados dentro de Siria con el peligro regional que conlleva.

La otra opción, la planteada por el senador Mc Cain es igual de peligrosa. El senador quiere armar completamente a los rebeldes en un intento por derrocar a Assad. La ingenuidad de esta alternativa es absoluta, pues será manipulada por grupos islamistas que aplastarán a las fuerzas seculares y liberales dentro de la oposición. Esto podría determinar el empoderamiento de Al-Qaeda para producir futuros ataques contra intereses estadounidenses en Siria, lo cual ya sucedió en Libia. En ese escenario no se debería descartar una guerra con Hezbollah en vista de la tendencia natural de esta administración hacia el retiro que podría culminar en una nueva victoria para los radicales.

Por eso sugiero y sostengo que el plan del Triángulo Hasaka es una opción acertada para la creación de una Siria libre. En esta región, claramente hay un grupo de aliados naturales donde Al-Qaeda y Al-Nusra han sido contenidos y expulsados, igual que las tropas de Assad. Si Occidente está realmente preocupado por resolver el conflicto sirio, inexorablemente allí tiene la única opción válida a mediano plazo. Cooperar con la conexión independiente de kurdos, cristianos y árabes, es una opción que debería ser explorada en la región de Hasaka.

El desarrollo de una Siria libre es la opción más viable para Estados Unidos, Europa y el resto de la comunidad internacional. Aquí es donde las minorías en peligro pueden ser protegidas y es el único territorio en la Siria actual donde están unidos los liberales y seculares con la mayoría sunita.

Los sirios anhelan seguridad y libertad. Si Occidente anhela una política exterior eficaz. Es hora de comenzar a construir hacia ese fin.

Comunidad internacional y crisis Siria: “opciones estratégicas”

Dos años y cinco meses después del comienzo de la revolución siria y su posterior transformación en abierta guerra civil, la comunidad internacional se encuentra en una encrucijada histórica: intervenir directamente con el objetivo de destituir el régimen del presidente Bashar Al Assad para ayudar a construir un poder alternativo en Damasco o respaldar con poder suave a la oposición al punto de empujar al régimen a negociar su salida sin más opciones.

La administración estadounidense declaró el pasado 10 de junio que comenzaría el proceso de armar a la oposición. El Pentágono indicó que considera también otras medidas, incluyendo, muy posiblemente, una zona limitada de exclusión aérea sobre el asediado país. Pero incluso en este punto, el juego final de EEUU en Siria es incierto. Washington aún debe explicar sus planes estratégicos regionales con respecto de Irán y Hezbollah por un lado y a las milicias salafistas y yihadistas por el otro.

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