Al evaluar las múltiples crisis que enfrenta la Argentina, se observa que el régimen de la presidente Cristina Fernández se jacta a diario en sus innumerables cadenas televisivas sobre sus “políticas de inclusión social y lucha contra la pobreza”.
Todo ello, presumiblemente, en contraste con la vieja modalidad que, según el kirchnerismo, hizo necesario reescribir un discurso para relegar todo lo anterior al basurero de la historia.
En cierto sentido, la Presidente ha tenido éxito en la comercialización de esa nueva modalidad de hacer política basada en la creencia de que la percepción es más importante que la realidad. En otras palabras, lo que importa es cómo se ven las cosas en este momento, y particularmente antes de octubre, y no lo que las cosas son realmente o pudieran ser en el largo plazo.
Como concepto, esa visión de la política del kirchnerismo no es nueva, fue descrita claramente por el escritor marxista francés Guy Debord en un muy buen libro del año 1967 titulado La sociedad del espectáculo. En una sociedad como la que describe Debord, nada es bueno ni malo. Las cosas no se ven bien ni mal. Lo que importa es la superficie, la fachada y la decoración.
Un supuesto clave del que parte Debord es que el espectador, es decir, la sociedad civil, tiene una capacidad de atención limitada y es incapaz de retener demasiadas imágenes durante mucho tiempo, por tanto hay que hacerla feliz en el momento y mañana: ¡que la suerte los ayude! Continuar leyendo