Por: George Chaya
En mi artículo anterior desarrollé un análisis sobre la denominación, la identidad idiomática y las características jurídicas del documento que el presidente iraní, Hassan Rouhani, firmará con el Grupo 5+1 en Ginebra. Transcurrido pocos semanas desde esa reunión, y más allá de la reivindicación que el presidente de la República Islámica hace del acuerdo al sostener que ha conseguido la mayor victoria diplomática en la historia de la revolución iraní, los hechos indican lo contrario de lo que sostiene Rouhani.
Aunque muchos analistas de capitales occidentales se hicieron eco de las afirmaciones del presidente iraní y presentaron al mundo como exitoso el discurso con el que Rouhani presume haber cerrado una etapa controversial abriendo una nueva era en la que Irán se convertirá en aliado de Occidente, deberíamos ser cautos en el corto y mediano plazo pues según las cosas en la arena política interna iraní, habrá dificultades concretas para que esto suceda. Lo cierto es que a pesar de la publicitada ‘victoria histórica de la diplomacia persa’, esto ha tenido una tibia -por no decir hostil- recepción dentro de Irán.
El sector del ‘moderado’ Rafsanyani, del que Rouhani es miembro y que inicialmente se mostró como el más entusiasta, ahora está bajando el tono de sus comentarios victoriosos. El ejemplo más claro de tal situación han sido las declaraciones del viceministro de Relaciones Exteriores, Abbas Araqchi, hombre clave en las conversaciones llevadas adelante en Ginebra, quien ahora ha expresado ‘que el documento no es un Tratado y por tanto no es jurídicamente vinculante’ (exactamente como lo hemos explicado desde Infobae en el anterior análisis publicado).
El viceministro Araqchi ha dicho a la prensa, en el último mes, que el documento es ‘una declaración política’, indicando ‘que en Ginebra no se ha firmado nada que comprometa al cumplimiento de la República Islámica si Occidente no deja sin efecto las sanciones sobre Irán’. En la misma línea, la señora Marzieh Afkham, portavoz de la cancillería, fue más allá al señalar que Ginebra no ha sido más que ‘una declaración de intenciones’. En consecuencia, lo que ahora tenemos es que ‘oficialmente no hay ningún acuerdo y, ciertamente, ningún Tratado’. Todo lo que tenemos es una lista de versiones contradictorias.
Peor aún, no existen todavía los mecanismos para lograr los objetivos planteados. El señor Yukio Amano, director de la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA), ha declarado que ‘le falta el personal y los fondos necesarios para cerciorarse si Irán cumple con sus compromisos, y que esto difícilmente pueda resolverse hasta finales de febrero’. Así, el director de la AIEA abre un interrogante sumamente importante en lo temporal pues el documento estipula una línea de tiempo de seis meses de duración, por lo que se estarán perdiendo más de dos valiosos meses en su instrumentación, puesta en práctica y fiscalización exitosa. Esto es evidente si seguimos las declaraciones de Amano.
La jefa de política exterior de la UE, Catherine Ashton, ha dicho que el Grupo 5+1 no hará nada para aliviar las sanciones contra Irán a menos que la República Islámica cumpla primero con sus compromisos. En este contexto lo más grave ha sido que el pasado sábado el Líder Supremo, Ali Khamenei, ha dicho que no descarta negarse a aprobar el ‘documento’. Aunque reconoció la victoria diplomática de Rouhani, enumeró una serie de puntos que Irán debe resistir y continuar con las conversaciones diplomáticas ante las excesivas exigencias del 5+1. El ayatollah Khamenei fue muy duro con Rouhani en una carta publicada en lengua árabe en el portal web del Consejo Revolucionario, donde indica: ‘esperaba que uno de mis hijos realizara bien su trabajo para beneficio de la revolución y de la República Islámica, pero esto no ha sucedido en su totalidad’.
Los comandantes militares del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica (CGRI) también han negado su apoyo a Rouhani. Entre las figuras militares que efectuaron declaraciones, el general Naqdi, uno de los más importantes oficiales del régimen y comandante de las unidades paramilitares Basij, dijo que ‘esas conversaciones no son más que una estrategia de distracción necesaria para la República Islámica de Irán’.
La única voz de los cuadros religiosos intermedios que mostró públicamente su apoyo a Rouhani fue el mullah Ali Akbar Nategh Nuri -ex presidente del Majlis-, quien declaró: ‘No teníamos otra opción que aceptar y realizar concesiones para que la calma regrese al país, aunque de todos modos, se deben preservar las estructuras básicas del proyecto nuclear pues ‘el documento’ de Ginebra es una amenaza para la República Islámica. Por tanto no debemos sacrificar nuestros proyectos por unas promesas poco claras del levantamiento de las sanciones’.
En tanto el teórico geopolítico más importante del régimen, Hassan Abbasi, conocido como el ‘Kissinger del Islam’, describió al ‘documento’ nada más que como ‘una retirada táctica durante seis meses’, indicando que está muy lejos de ser una victoria histórica como sostiene la pretensión del presidente Rouhani. También los principales candidatos en las elecciones presidenciales del pasado mes de junio se han mantenido en silencio, entre ellos Saeed Jalili, ex negociador nuclear, y Muhammad-Baqer Qalibaf, alcalde de Teherán. Al tiempo que la mayoría de los miembros del Majlis Islámico desafiaron a Rouhani a que explique claramente lo que ha ofrecido en concesión y lo que realmente la República Islámica de Irán recibirá a cambio.
El Consejo de Mullahs ha publicado un comunicado en el diario Mashreq exigiendo a Rouhani publicar el texto original y completo del documento y que diga a los iraníes qué versión es la autentica. ‘Estamos preocupados por las consecuencias de su gestión’, ha sostenido el Consejo, ‘se ha concesionado mucho en relación a lo que se nos promete recibir y ello parece ser una retirada y el fin de la resistencia, lo cual constituirá tirar por la borda todos los logros de la revolución’. El Consejo va mas allá e indica que ‘se han colocado nuestros alimentos y suministros médicos bajo el control de nuestros enemigos europeos y la Casa Blanca, lo cual es inaceptable pues no confía en los líderes de los Estados Unidos al entender que han utilizaron Ginebra para profundizar la conspiración que desde muchos años busca el cambio de régimen en Irán. En la misma dirección de rechazo absoluto al documento, el ex-presidente Ahmadinejad desafió a Rouhani a un debate en televisión para evaluar su gestión en Ginebra y ‘los primeros 100 días del presidente en el cargo’.
Como se aprecia, cualquiera sea el curso de los eventos en el corto plazo, hay una posibilidad muy alta de un ‘punto muerto’ en las negociaciones. En este marco político-diplomático de ambigüedades que maneja Teherán, y considerando su fragilidad histórica en honrar sus compromisos, la República Argentina debería ser cautelosa y no albergar expectativas desmedidas en lo relativo al acuerdo firmado a principios de 2013 con el régimen iraní en dirección a la investigación del luctuoso atentado terrorista a la sede de la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA). La cancillería y el Poder Ejecutivo deberían rever en profundidad sus políticas bilaterales en la materia y permitir que sea la Justicia de la República Argentina la que siga adelante con la investigación para evitar la impunidad que puede perpetuarse a través de ese acuerdo, que no es más que una ecuación de suma cero.