Los cambios reales en Oriente Medio

Confundir resultados aparentes con hechos reales produce mitos y confusión e inexorablemente lleva al error de comprensión. Esto ha sido especialmente evidente en lo que viene sucediendo con la mayor parte de las noticias que circulan últimamente sobre los cambios políticos en Oriente Medio.

En concordancia con los informes de la prensa, la situación en Siria está empezando a mejorar, Rusia finalmente ratificó su actitud de apoyo abierto hacia Irán y la administración de Bashar Al-Assad. También hemos oído que el retiro houthi en Yemen es el resultado de un acuerdo entre saudíes e iraníes.

Lo concreto es que Arabia Saudita abandonó a la oposición siria, pero también negó cualquier reconciliación con Assad. Y los libaneses ya pueden elegir a un presidente tras el acuerdo nuclear iraní. Algunos medios incluso afirmaron que las nuevas posturas tomadas por el primer ministro iraquí, Haider al-Abadi, son el resultado de un paquete de reconciliación entre Irán y los países del Golfo y que Arabia Saudita ha comenzado a favorecer a Hamas, dando la espalda a la autoridad palestina.

Hasta ahora no hay pruebas convincentes de que estos cambios han tenido lugar, de hecho, personalmente no creo que se produzca ningún cambio político o militar. Continuar leyendo

Los puntos frágiles del acuerdo con Irán

A medida que las disputas sobre el -llamado- acuerdo nuclear con Irán continúan tanto en Teherán como en Washington, cada vez es más claro que el día que el presidente Barack Obama no esté a cargo el acuerdo no sobrevivirá más allá de su presidencia.

Una situación similar está tomando forma del lado iraní. La facción de Akbar Hashemi Rafsanjani, de la cual el presidente Hassan Rouhani es miembro, espera utilizar el acuerdo como plataforma de lanzamiento para la conquista de los principales centros de poder. Sin embargo, el acuerdo puede llegar a ser la ruina política del clan Rafsanjani.

El “acuerdo” tiene demasiados defectos fundamentales y no goza del apoyo de las dos naciones involucradas, tanto Obama como Rouhani sabían que su acuerdo no ganaría el apoyo de sus respectivos poderes legislativos, de allí que por estas horas trazan un plan para sortear esos defectos y los problemas que representan.

Obama accedió a que el Congreso revise el “acuerdo”, pero no como un tratado y solo después de que recibió una “apariencia de dudosa legalidad” a través de una resolución aprobada contrarreloj por el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.

Ya sea que los votos del Congreso alcancen para ratificar o no el “acuerdo”, el compromiso de Estados Unidos con la resolución de la ONU se mantendrá. La votación del Congreso casi seguro irá en contra del acuerdo y sería una señal de que Estados Unidos como nación y país no lo quiere ni lo deseaba, menos aún en los términos que acordó su presidente. Continuar leyendo

Las implicancias del acuerdo nuclear

Era una obviedad para la mayoría de los analistas y los comentaristas conocedores de Medio Oriente que lo que parecía una larga telenovela tenía solo dos actores estrellas: Irán y Estados Unidos. Los países europeos solo tuvieron un rol de extras, cuya participación no era más que secundaria y a los solos efectos de dar una fachada de legitimidad internacional a las negociaciones y al acuerdo.

A lo largo de todos estos años, el diálogo real tenía lugar entre Washington y Teherán. La comunidad internacional y el mundo árabe se dieron cuenta de esa realidad sin necesidad de que se los expliquen en profundidad.

Lo especialmente interesante, además de lo extenso de la telenovela, era que no había -ni hay- ninguna garantía de éxito, ello quedó claro en la insistencia de la administración Obama en que las negociaciones se limiten al programa nuclear de Irán, sin tocar otros problemas políticos regionales y repitiendo al más alto nivel que las cuestiones políticas de la región eran cuestiones separadas del acuerdo.

Esas cuestiones políticas regionales jamás fueron tenidas en cuenta ni objetadas por los extras europeos de la telenovela. Nunca se consideró el soporte de Teherán a grupos políticos terroristas como Hezbollah en Líbano, al régimen del dictador Bashar Al Assad en Siria o a la injerencia de Irán en Yemen y Gaza. Tampoco cuestionaron la peligrosidad regional del programa nuclear de Irán en lo referente a las repercusiones geológicas y sísmicas de tener instalaciones nucleares en un país propenso a terremotos devastadores como lo es Irán. Continuar leyendo

¿Es Rohani quien la comunidad Internacional supone?

Si todo continúa según lo previsto, en las próximas semanas, la República Islámica de Irán deberá anunciar otro “acuerdo provisional” respecto de su programa nuclear. Aunque publicitado con mucho ruido, el pacto que se dio a conocer en Ginebra meses atrás no se firmó, configurando un fiasco de magnitud para la comunidad internacional. Por tanto, aquel documento no puede ser considerado como vinculante. Contrario a ello, fue degradado a la categoría de un “plan de acción conjunto” y no un tratado internacional. En otras palabras, no era más que una lista de promesas y una declaración de voluntades incumplidas. Exactamente como lo adelante en mi columna en Infobae de diciembre del año pasado.

Lo concreto es que el presidente Hassan Rohani puso en juego su mandato apostando al éxito de las negociaciones con el llamado grupo 5+1 liderado por los EE.UU. El presidente iraní cree que un acuerdo sobre la cuestión nuclear sería cortar el nudo gordiano de las sanciones que pesan sobre Irán y una nueva era de las relaciones de la República Islámica con el mundo exterior. Y eso, en cierto sentido, es el primer error en su estrategia. Las agrias relaciones de Irán con grandes potencias como Rusia, que ha actuado recientemente como un aliado táctico del régimen, no se debieron a la preocupación sobre la intención real o imaginaria de Irán por construir una bomba.

Las grandes potencias consideran con recelo y desconfianza al régimen khomeinista desde el principio mismo de constitución. Antes de que los mulláh tomaran el poder, los líderes de las grandes potencias ya evitaban visitar Irán. En todo el decenio de 1970 dos presidentes de EE.UU, dos de la ex Unión Soviética, tres cancilleres alemanes, un presidente francés, dos primeros ministros británicos y un presidente chino estuvieron en Teherán. Sin embargo, con los mullah en el poder, esas visitas se esfumaron mucho antes que la Agencia Internacional de Energía Atómica (OIEA) revelara que Teherán tenía un programa nuclear clandestino con posibles dimensiones militares.

Por lo tanto, incluso si la cuestión nuclear no fuera el motivo, no hay ninguna garantía de que las grandes potencias alterarían su postura adversa. De hecho, hay varias otras conductas -violaciones a los derechos humanos, violencia contra la mujer y los homosexuales, por nombras algunas- con la que Irán genera la preocupación de las grandes potencias antes de poner el asunto nuclear sobre la mesa. Si esos poderes consideran a Irán poco digno de confianza en muchas cuestiones, no hay ninguna razón para no sospechar de sus intenciones con respecto a la cuestión nuclear. Después de todo, Irán tenía un programa nuclear ambicioso antes de los mullah, y nadie protestó. De hecho, los países del grupo 5+1 compitieron en el pasado para proveer tecnología a las ambiciones nucleares de Irán.

El segundo error de Rohani es considerar las negociaciones nucleares como medio de silenciar a la oposición. “Consideramos que estas conversaciones son un paso hacia el desarme y la desarticulación de nuestros rivales”, dijo días pasados. Cualquier colega estudioso de la política regional e incluso un estudiante de ciencias políticas sabe que sencillamente es un error de amateur hacer algo con la esperanza de servir a un propósito no relacionado.

El tercer error en la estrategia de Rohani es que se lo ve apurado para conseguir algo y se lo nota enredado y complicado en su propia estrategia. No deja de repetir que Irán “no va a retroceder un paso en su proyecto de investigación nuclear”. Sin embargo, el problema no refiere a la investigación. Cualquiera podría hacer una investigación, incluso en Internet. Lo que importa es lo que uno hace con la investigación. Es decir, “con el desarrollo de la misma”. Irán tendrá que probar y demostrar las hipótesis a las que llegue en la investigación que su presidente sugiere. Y eso significa hacer las cosas diferentes de lo que ha estado haciendo antes. En otras palabras, no se necesita una industria nuclear de amplia base para hacer una investigación significativa si ella es de naturaleza médica, científica y no militar.

El siguiente error de Rohani es que rechaza la posición de “la contraparte”. Acusa al grupo 5+1 de “falsedad” al afirmar que Irán está llevando a cabo un proyecto militar. Y entonces él debe mentir afirmando -sin demostrarlo- que su objetivo es un plan nuclear no militar. Pero ¿cómo se puede probar tal cosa? Aquí es donde Rouhani ha caído en su propia trampa. En lugar de preguntar “a la otra parte” para responder a sus preocupaciones con evidencia que quite esas preocupaciones, Rohani elimina y descarta esas preocupaciones llamándolas “injustificadas”. Sin embargo, no hay ninguna evidencia que indique que Irán no esté avanzando hacia el umbral cada vez más cercano de obtener una ojiva nuclear.

Inicialmente, Irán tuvo una disputa técnico-legal con la OIEA. La ineptitud de los dirigentes de Teherán transformó aquella diferencia en una crisis diplomática en la que se implico la ONU. El Consejo de Seguridad ha aprobado seis resoluciones exigiendo que Irán tome una serie de acciones precisas. Hubiera sido más fácil para Irán satisfacer la demanda de la OIEA, al no hacerlo, quedo expuesto al cumplimiento de las resoluciones. En su lugar, Irán está ahora atrapado en un procedimiento sin precedentes en la diplomacia internacional y a negociar el cumplimiento de las resoluciones del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas o asumir los costos y su responsabilidad ante la comunidad internacional.

Irak: reaparece el fantasma de Saddam

 

Cualquier persona que por estos días escuche noticias sobre Irak escuchara el batir de tambores de guerra. El primer ministro Nuri Al-Maliki parece estar preparándose para un asalto militar contra los grupos opositores en la provincia de Anbar, específicamente con la ciudad de Falluyah como blanco principal de su ofensiva para acabar con la sedición sunita que alberga los residuales leales a Saddam Hussein, hoy asociados con elementos de Al-Qaeda. Aunque puede ser demasiado tarde para debatir la conveniencia de tal medida o para ofrecer consejos sobre la solución de la crisis. Sin embargo, el mejor consejo que Maliki podría tomar es el de reconsiderar su estrategia militar.

Puede parecer que el primer ministro tenga la situación a su favor pues el nuevo ejército iraquí con casi un millón de hombres, incluidas las fuerzas armadas regulares y los equipos de seguridad y policiales es controlado absolutamente por él. También tiene algunos aliados entre las tribus árabes sunitas en Anbar, incluyendo parte de la As-Sahwah (una coalición que ayudó a derrotar la resistencia favorable a Saddam hace casi una década). Su estrategia patriotera también goza de apoyo entre varios grupos chiítas dentro del país. El referente de la política iraquí chiíta, Sheikh Mokhtada Al-Sadr, ha suavizado su tono beligerante de otros tiempos contra Maliki en nombre de la solidaridad chiíta, lo cual fortalece al primer ministro en sus planes militares y lejos de buscar un consenso político, cada vez lo empuja más hacia la salida armada.

Es claro que el primer ministro está dispuesto a buscar un tercer mandato en las próximas elecciones generales, el ha conseguido un impresionante nivel de apoyo extranjero. Los mulás iraníes, a quienes nunca les simpatizo porque pensaban que era el hombre de Washington en Irak, ahora lo apoyan y sostienen que es la única figura chiíta iraquí capaz de mantener unida a la comunidad ante los próximos desafíos políticos locales y regionales. También la administración Obama está jugando ficha a favor de Maliki proporcionándole sofisticados aviones no tripulados y misiles. Algunos círculos en Washington y Teherán están propagando la idea que EEUU y la República Islámica tienen un interés compartido en el aplastamiento de los grupos de la resistencia sunita iraquí, tanto igual que en el mantenimiento de un debilitado presidente Bashar Al-Assad en Siria para mantenerlo como marioneta a manipular de forma conjunta.

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Elecciones en Afganistán: la expansión persa y el retorno del fundamentalismo

Con la publicación de la lista oficial de candidatos a la presidencia afgana, se ha completado un aspecto clave y fundamental de la estrategia del presidente Barack Obama para que la retirada estadounidense de Afganistán se efectúe según la agenda de Washington. El plan de la administración Obama es poner fin a los 13 años de presencia de Estados Unidos en el país a finales de este año. Las elecciones presidenciales en Afganistán están previstas para abril de 2014 y se supone que ellas deben proporcionar el marco político que permita y dé lugar al retiro de los EEUU.

Lo cierto es que hay tres problemas con esa estrategia de Washington. A saber:

a) El primero es que el anuncio de la retirada ha animado a los opositores del actual status quo, especialmente a los talibanes, a reorganizarse y prepararse para un nuevo intento para la toma del poder una vez que los norteamericanos se hayan marchado.

b) El segundo problema es que con EEUU fuera del marco de la seguridad militar necesaria para la estabilidad del país, sea quien fuera elegido presidente de Afganistán, le resultará muy difícil “ejercer y mantener el poder real“, y como máximo, se convertiría en otro líder de facción respaldado por su tribu y/o comunidad étnica. Continuar leyendo

Grupo 5+1 y Teherán: optimismo con reservas

En mi artículo anterior desarrollé un análisis sobre la denominación, la identidad idiomática y las características jurídicas del documento que el presidente iraní, Hassan Rouhani, firmará con el Grupo 5+1 en Ginebra. Transcurrido pocos semanas desde esa reunión, y más allá de la reivindicación que el presidente de la República Islámica hace del acuerdo al sostener que ha conseguido la mayor victoria diplomática en la historia de la revolución iraní, los hechos indican lo contrario de lo que sostiene Rouhani.

Aunque muchos analistas de capitales occidentales se hicieron eco de las afirmaciones del presidente iraní y presentaron al mundo como exitoso el discurso con el que Rouhani presume haber cerrado una etapa controversial abriendo una nueva era en la que Irán se convertirá en aliado de Occidente, deberíamos ser cautos en el corto y mediano plazo pues según las cosas en la arena política interna iraní, habrá dificultades concretas para que esto suceda. Lo cierto es que a pesar de la publicitada ‘victoria histórica de la diplomacia persa’, esto ​​ha tenido una tibia -por no decir hostil- recepción dentro de Irán.

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El regreso de Rusia

Usted puede llamarlo como desee: ‘iniciativa rusa o repliegue estadounidense’. Como quiera que la llame, esta realidad llevó a Bashar Al-Assad a encontrar sobre la hora un milagroso acuerdo diplomático en el que prometió renunciar a sus armas químicas, evitando así un ataque militar que hubiera significado la caída de su régimen. Lo mismo para el caso de la República Islámica de Irán, que ha demostrado, en la profesionalidad de sus diplomáticos, estar muy por encima del actual ‘amateurismo diplomático norteamericano y europeo’.

Sin embargo, la realidad a la que nos enfrentamos no es más que a una debilidad Occidental nunca vista en materia de Oriente Medio. Tanto es así, que Moscú ha propinado a Washington y Bruselas, pero en particular el presidente Obama, una paliza diplomática inolvidable no sólo en lo referente a la crisis siria, también está ocurriendo lo propio en las posiciones que Irán está recuperando con apoyo diplomático ruso en materia del levantamiento de sus sanciones económicas, de la continuidad de su programa nuclear y del afianzamiento político regional.

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Comunidad internacional y crisis Siria: “opciones estratégicas”

Dos años y cinco meses después del comienzo de la revolución siria y su posterior transformación en abierta guerra civil, la comunidad internacional se encuentra en una encrucijada histórica: intervenir directamente con el objetivo de destituir el régimen del presidente Bashar Al Assad para ayudar a construir un poder alternativo en Damasco o respaldar con poder suave a la oposición al punto de empujar al régimen a negociar su salida sin más opciones.

La administración estadounidense declaró el pasado 10 de junio que comenzaría el proceso de armar a la oposición. El Pentágono indicó que considera también otras medidas, incluyendo, muy posiblemente, una zona limitada de exclusión aérea sobre el asediado país. Pero incluso en este punto, el juego final de EEUU en Siria es incierto. Washington aún debe explicar sus planes estratégicos regionales con respecto de Irán y Hezbollah por un lado y a las milicias salafistas y yihadistas por el otro.

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