Las implicancias del acuerdo nuclear

Era una obviedad para la mayoría de los analistas y los comentaristas conocedores de Medio Oriente que lo que parecía una larga telenovela tenía solo dos actores estrellas: Irán y Estados Unidos. Los países europeos solo tuvieron un rol de extras, cuya participación no era más que secundaria y a los solos efectos de dar una fachada de legitimidad internacional a las negociaciones y al acuerdo.

A lo largo de todos estos años, el diálogo real tenía lugar entre Washington y Teherán. La comunidad internacional y el mundo árabe se dieron cuenta de esa realidad sin necesidad de que se los expliquen en profundidad.

Lo especialmente interesante, además de lo extenso de la telenovela, era que no había -ni hay- ninguna garantía de éxito, ello quedó claro en la insistencia de la administración Obama en que las negociaciones se limiten al programa nuclear de Irán, sin tocar otros problemas políticos regionales y repitiendo al más alto nivel que las cuestiones políticas de la región eran cuestiones separadas del acuerdo.

Esas cuestiones políticas regionales jamás fueron tenidas en cuenta ni objetadas por los extras europeos de la telenovela. Nunca se consideró el soporte de Teherán a grupos políticos terroristas como Hezbollah en Líbano, al régimen del dictador Bashar Al Assad en Siria o a la injerencia de Irán en Yemen y Gaza. Tampoco cuestionaron la peligrosidad regional del programa nuclear de Irán en lo referente a las repercusiones geológicas y sísmicas de tener instalaciones nucleares en un país propenso a terremotos devastadores como lo es Irán. Continuar leyendo

Erdogan frente al error más grave de su gestión

¿Cuál es el peor error que se puede cometer en política? Según el estadista francés del siglo XVIII, Charles Maurice Talleyrand, la respuesta es “hacer algo inoportuno en un momento innecesario”. Esto es lo que Recep Tayyip Erdogan ha decidido hacer en Turquía al anunciar que modificara la Constitución para asegurarse no solo una reelección sino el título de Presidente de la República.

Para todo análisis, Erdogan podría ser considerado como una figura destacada en la política turca moderna. Un outsider provincial que ha roto las barreras sociales para escalar a lo más alto de la cima de la política turca sin el apoyo de clanes poderosos o de un currículum militar personal. Erdogan se ha convertido en el Primer Ministro que más tiempo gobernó su país con 12 años de gestión en los 90 años de vida de la moderno Estado Turco.
También ha marcado otros hitos: es el primer político en ganar tres elecciones generales y el primero en hacerlo como líder de un partido conservador con acento islamista. La tasa de crecimiento económico anual de Turquía, históricamente con un promedio de seis por ciento, es otro récord para Erdogan. Bajo su gestión, la economía turca creció más del doble y logro en 10 años lo que no tuvo en ocho décadas.

Del mismo modo, Erdogan logró controlar y cortar las alas de los generales del Ejército quienes configuraban el núcleo militarizado fuerte del llamado “modelo turco”, mientras que avanzó sobre el Poder Judicial, otrora muy independiente en el país. También se las arregló para transformar los medios de comunicación turcos, que se autodenominaban “un tigre feroz” desde la década de 1980 y ahora pasaron a ser un gatito dócil.

El año pasado, sin embargo, Erdogan decidió arriesgar toda su reputación cuando lanzo un paquete de reformas diseñado para transformar Turquía de una democracia parlamentaria en una presidencialista. La idea era que él se convertiría en presidente y avanzaría en la nueva formación radical de una nueva Turquía, tal vez conforme a su sueño neo-otomano, y lo implemento sin temer a posibles trabas en el parlamento. Pero Erdogan hizo caso omiso al hecho de que no había ninguna demanda de los cambios que proponía y no midió que estaba promoviendo una solución a un problema inexistente. Así, fue redefiniendo su identidad política y después de haber tenido éxito como un conservador, ahora se está reinventando a sí mismo como un radical que cree poder cambiar las cosas con un golpe de timón y sin oposición política alguna.

Lo cierto es que un conservador reconoce el valor de las cosas como son y trata de mantener lo que vale la pena preservar. El cambio no es un valor, sino un método para ser utilizado con moderación y con la mayor precaución. Al contrario, un radical adora el cambio por sí mismo. Su lema es “destruir lo viejo para crear lo nuevo”. Y piensa que debe hacer frente a todo para rehacer la historia rápidamente. En otras palabras, actuando radicalmente y sin olfato político, Erdogan arrasó su propio paquete de reformas a través de decisiones que necesitaban meses o incluso años de reflexión y discusión con todas las partes interesadas. Aun así, el decidió hacerlo en una sola tarde de forma impropia y autoritaria.

El resultado de la prisa de Erdogan ha sido ruinoso. Mientras se prepara para su primera elección presidencial directa en cinco semanas, Turquía se enfrenta a un horizonte turbio, por decir lo menos. Gracias a su potente máquina electoral, Erdogan probablemente gane la presidencia. Sin embargo, él haría bien en tener más cuidado. El sistema que ha inventado para consagrarse presidente irritara al poder militar histórico y ello traerá problemas a su futuro gobierno.

En cierto sentido, el nuevo sistema se parece mucho a lo que Francia ha tenido que cargar desde 1958, cuando Charles De Gaulle dio a conocer una Constitución hecha a su medida para satisfacer sus propias ambiciones. En ese sistema, el presidente, elegido por sufragio directo, podía ejercer un poder virtualmente ilimitado. Pero para hacer eso, el presidente tendría que tener mayoría en el parlamento y no está claro que eso pueda suceder en Turquía hoy.

Con esta movida, Erdogan podría haberse pegado un tiro en el pie. El ha soñado con un sistema en el que, como presidente, operaría como el Guía Supremo iraní, alegando la última palabra en todas las decisiones. Este tipo de pretensión no será fácilmente aplicable en una Turquía que aparece como una democracia islámica moderna con una clase media urbana en constante ascenso, movilidad y crecimiento.

En el futuro, Erdogan puede vivir para lamentar su error estratégico. Internamente, él cambió Turquía para mejor, pero terminó por cambiarse a sí mismo para peor.

El Acuerdo Kerry-Lavrov sobre Siria

Con su acuerdo sobre las armas químicas de Siria, el presidente Barack Obama ha provocado un estruendoso silencio en torno a su estilo de liderazgo. Sus amigos hablan de un golpe diplomático, sus adversarios afirman que ha cometido un error que ningún otro presidente de EEUU se habría permitido cometer.

Es innegable que ambos puntos de vista están abiertos a la discusión: el acuerdo Kerry- Lavrov puede ser un buen golpe diplomático para Moscú, pero no para Washington, y claramente ha sido una victoria demoledora de Putin, quien ha logrado encauzar la cuestión siria como planeaba. Recorriendo la crisis siria desde el principio, es claro que se trató de una revuelta de la ciudadanía contra un régimen que le niega sus derechos políticos y humanos, que aplastó las demandas populares con matanzas indiscriminadas en las que han muerto más de cien mil personas en los últimos treinta meses. Esto dio lugar a que la idea de una intervención fuera tomando cuerpo en la comunidad internacional, ello a fin de detener las matanzas y ayudar a los sirios a encontrar un camino hacia un nuevo sistema político que garantizara su seguridad. Pero esto no sucedió, todos y cada uno de los líderes de los países centrales esquivaron su responsabilidad en el caso sirio.

Ahora, centrando el problema en el arsenal de las armas químicas del régimen, Putin ha vuelto a incendiar Siria, tanto en el problema originario como en la solución. La salida que se busca es colocar ese arsenal bajo supervisión internacional a fin de ser desmantelado. Pero no se aborda el eje central del verdadero problema: se deja de lado las masacres ejecutadas por el Estado sirio con armas convencionales.

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El triángulo Hasaka: una opción viable a la crisis

En el noreste de Siria, un territorio de unos diez mil kilómetros cuadrados contiguo a Irak y Turquía conocido como el triangulo Hasaka es habitado por unos tres millones de kurdos, un millón de cristianos y medio millón de árabes. Las fuerzas de Assad han dejado prácticamente la zona. Las milicias kurdas controlan el territorio y combaten exitosamente -frenando inclusive por las últimas cinco semanas- a las milicias de Al-Nusra que intentaron entrar en ese distrito.

Esta región bien puede ser el punto de partida para una Siria libre sin necesidad de una intervención militar como la que aun evalúa Washington y Paris.

Si se aspira realmente a liberar Siria de Al-Assad como de las milicias islamistas, es allí donde se debe comenzar a gestionar y apoyar una zona libre dentro del país. Esto debería ser realizado con ayuda Occidental y de EEUU.

Los kurdos, los cristianos y los árabes que habitan esa región pueden establecer una zona liberada en sus ciudades y aeropuertos para funcionar como área de recepción de ayuda. Es allí donde el Ejercito Libre Sirio (ELS) y otros grupos de la oposición deben ser invitados a aliarse para convertirse en la base de la liberación del país y en el punto de partida para el establecimiento de una sociedad plural y pacífica para todos los sirios.

Aunque esta opción puede parecer irreal a muchos, a mi juicio ‘no es menos irreal que la esperanza de que Vladimir Putin y los rusos pavimenten un camino honesto a la paz y la convivencia en Siria’.

Si se examinan responsablemente las posibilidades actuales para solucionar la crisis, debemos reconocer que recurrir a este plan ofrecería una esperanza real de salida plural y pacífica para Siria a mediano plazo.

El plan del presidente Obama no fue más allá de declaraciones y discursos televisivos contra Assad, a quien presume responsable de utilizar armamento químico sobre civiles. Ello después que más de cien mil ciudadanos sirios han sido brutalmente asesinados en dos años de guerra civil por armamento convencional. Obama quería un ataque limitado para forzar a negociar a un Assad debilitado. Pero fracasó rotundamente. Cualquier observador del caso sirio sabe que no habrá solución política del conflicto en este marco. Todo se disparó al peor escenario y se ha ido muy lejos, las divisiones sectarias son demasiado profundas y la anarquía avanza en casi todo el territorio del país. Pero la solución contemplada por el presidente Obama por medio de un ataque como el que planifico, a mi juicio no tiene la menor posibilidad de éxito ni esperanza.

Por otra parte, el argumento aislacionista del parlamento británico y de aquellos que no participaron en el plan de EEUU y Francia es simplemente permitir que ambas energías en pugna continúen combatiendo entre sí porque no tienen ‘su propio caballo en esta carrera’. En consecuencia la idea que manejan es ‘que Dios y los sirios lo resuelvan’. Sin embargo, esta opción de resolución divina o de no involucrarse es completamente peligrosa.

Según lo ve la comunidad internacional, hay dos energías sobre el terreno; las fuerzas armadas de Assad y los radicales de Al-Qaeda, y cada uno recibirá más refuerzos. Así, finalmente, resolverán su batalla a través del triunfo militar del gobierno o de los islamistas, nadie ignora que en el transcurso de ello habrá miles de muertos inocentes a los ya contabilizados. Pero nadie ve una salida política en las condiciones actuales. Todos saben que es una guerra inter-árabe, por tanto, un enfrentamiento a muerte; aunque la gravedad de su profundización puede dar lugar a una nueva guerra fabricada contra Israel. Pero incluso si se evitara esa guerra, lo que tendremos será dos grupos extremista y terroristas fuertemente armados dentro de Siria con el peligro regional que conlleva.

La otra opción, la planteada por el senador Mc Cain es igual de peligrosa. El senador quiere armar completamente a los rebeldes en un intento por derrocar a Assad. La ingenuidad de esta alternativa es absoluta, pues será manipulada por grupos islamistas que aplastarán a las fuerzas seculares y liberales dentro de la oposición. Esto podría determinar el empoderamiento de Al-Qaeda para producir futuros ataques contra intereses estadounidenses en Siria, lo cual ya sucedió en Libia. En ese escenario no se debería descartar una guerra con Hezbollah en vista de la tendencia natural de esta administración hacia el retiro que podría culminar en una nueva victoria para los radicales.

Por eso sugiero y sostengo que el plan del Triángulo Hasaka es una opción acertada para la creación de una Siria libre. En esta región, claramente hay un grupo de aliados naturales donde Al-Qaeda y Al-Nusra han sido contenidos y expulsados, igual que las tropas de Assad. Si Occidente está realmente preocupado por resolver el conflicto sirio, inexorablemente allí tiene la única opción válida a mediano plazo. Cooperar con la conexión independiente de kurdos, cristianos y árabes, es una opción que debería ser explorada en la región de Hasaka.

El desarrollo de una Siria libre es la opción más viable para Estados Unidos, Europa y el resto de la comunidad internacional. Aquí es donde las minorías en peligro pueden ser protegidas y es el único territorio en la Siria actual donde están unidos los liberales y seculares con la mayoría sunita.

Los sirios anhelan seguridad y libertad. Si Occidente anhela una política exterior eficaz. Es hora de comenzar a construir hacia ese fin.

Comunidad internacional y crisis Siria: “opciones estratégicas”

Dos años y cinco meses después del comienzo de la revolución siria y su posterior transformación en abierta guerra civil, la comunidad internacional se encuentra en una encrucijada histórica: intervenir directamente con el objetivo de destituir el régimen del presidente Bashar Al Assad para ayudar a construir un poder alternativo en Damasco o respaldar con poder suave a la oposición al punto de empujar al régimen a negociar su salida sin más opciones.

La administración estadounidense declaró el pasado 10 de junio que comenzaría el proceso de armar a la oposición. El Pentágono indicó que considera también otras medidas, incluyendo, muy posiblemente, una zona limitada de exclusión aérea sobre el asediado país. Pero incluso en este punto, el juego final de EEUU en Siria es incierto. Washington aún debe explicar sus planes estratégicos regionales con respecto de Irán y Hezbollah por un lado y a las milicias salafistas y yihadistas por el otro.

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