La disputa entre la generala y el almirante

Hace pocos días, el 12 de julio, Juana Azurduy tuvo el aniversario de su onomástico y este 15 de julio se le concedió el altísimo honor de tener un imponente monumento en cercanías a nuestra casa de gobierno, que fue inaugurado por nuestra presidente y por Evo Morales, el presidente del Estado Plurinacional de Bolivia, país que donó la obra y donde la generala argentina ostenta el grado de mariscala desde agosto del 2011.

Es bien sabido y fue muy comentado el hecho de que dicho monumento fue emplazado allí donde se encontraba el de Cristóbal Colón, obsequio de la comunidad italiana en el centenario de la Revolución de Mayo e inaugurado allá por 1921. La obra del navegante genovés, de 623 toneladas y una altura de 26 metros, fue esculpida en mármol de Carrara por el reconocido artista Arnaldo Zocchi.

Podemos imaginar que Juana Azurduy se anotició sobre la existencia de Colón en los pocos años de estudio que cursó en el convento de Santa Teresa de Chuquisaca, tiempo antes de emprender su valerosa gesta patriótica. Lo que sí es mucho más seguro es que jamás imaginó que confrontaría siglos después con la figura que descubrió América por un lugar privilegiado detrás de la emblemática Casa Rosada. Seguramente tampoco vislumbró en vida las merecidas palmas y honores que le depararía el destino. Juana Azurduy murió en medio del abandono y la indigencia un 25 de mayo de 1862. Esa fecha, insigne para los argentinos, aquel lejano 25 de mayo, fue enterrada en una fosa común, de donde sería rescatada un siglo después para ser depositada en un mausoleo levantado en su honor en la ciudad de Sucre, en Bolivia. Continuar leyendo

Narcotráfico y el “poder del mal”

Donde Popeye no come espinaca

Si visitas Medellín y preguntas por Popeye, casi con seguridad creo que nadie se remitirá al mítico marinero, ese personaje creado por Elzie Crisler Segar en 1929 y que hizo historia durante generaciones. Él, junto a su novia Olivia, enfrentaba míticos enemigos mientras recuperaba fuerzas con sus enlatados de espinaca. En el pueblo “paisa”, como gustan llamarse en esa región colombiana, Popeye es la suma del sicariato más la muerte, fue la mano ejecutora de Pablo Escobar Gaviria durante años, esos años dramáticos en el que el narcotráfico hizo y deshizo en esa bellísima ciudad.

Hoy que la telenovela El patrón del mal triunfa en muchísimos lugares del mundo, incluso en el prime time de la televisión argentina, es preciso recordar el feroz daño que Pablo, así a secas, le hizo a toda Colombia durante años. Su historia es muy conocida, pero no está de más recordar que construyó a través del cartel de Medellín una de las más cuantiosas fortunas del planeta, que hizo de la droga un negocio internacional, que mató a mansalva e incluso incursionó en la política. Además, para muchos desamparados se transformó casi en un santo, usando millones de ese dinero mal habido en un apoyo solidario allí donde el Estado jamás había llegado. Detrás de ese personaje central, estaba la mano derecha feroz del líder del cartel, Popeye, hoy noticia en su país, porque habiendo sobrevivido y tras muchos años de cárcel, propone cooperar con su experiencia en la solución de los problemas de Colombia, en un intento de “reinsertarse socialmente”, próximo a salir tras décadas de encierro. Puede parecer realmente insólito, pero en septiembre del año pasado, le brindó una extensa entrevista a la popular revista Semana en la cual no ahorró detalles de su macabra obra: unas trescientas ejecuciones directas y la participación en cerca de tres mil asesinatos. Incluso no considera un asesino a su difunto jefe, ya que “no mató en forma directa, a más de veinte personas en su vida”.

Continuar leyendo