Defender la transparencia electoral

“Y desde ese momento cesó la procesión de comparsa hecha a modo de los desfiles de teatro en que los que salen por una puerta entran enseguida por la otra, después de cambiar de sombrero o de quitarse la barba postiza. Los escrutadores pudieron entonces copiar descansadamente el padrón, y así lo hicieron hasta la hora de almorzar”.

Parece mentira, pero hace 107 años, con estas palabras el escritor argentino Roberto Payró contaba en Pago chico algunas irregularidades que se vivían a la hora de votar. El hartazgo popular, sumado a la voluntad política del partido gobernante, hizo que en 1912 se aprobara la Ley Sáenz Peña, que revolucionó lo que hasta entonces era la forma de votar.

Pasó mucho tiempo, pero no todo cambió. Como el ave fénix, el fraude resucita y adopta nuevas formas: compra de voto mediante prebendas ahora vociferadas impunemente por candidatos, robo de boletas, voto cadena, adulteración de actas y telegramas, entre otras prácticas aberrantes.

En 1950 el partido gobernante hacía campaña propiciando no volver al fraude. Sesenta y cinco años después tenemos que defender la transparencia de los comicios nuevamente. Continuar leyendo

La boleta única electrónica: un paso hacia la modernidad

El 5 de julio pasado los porteños estrenamos el mal llamado voto electrónico. En efecto, a pesar de ser popularmente conocido como tal, desde el punto de vista técnico lo correcto es decir que se trata de una boleta única electrónica. La diferencia radica en que el voto no se almacena electrónicamente, sino que se imprime en un soporte físico de papel, con la particularidad de que esta boleta contiene un chip que graba el voto elegido por el ciudadano y facilita de este modo el conteo. Ante cualquier falla se puede cotejar el voto contabilizado con el efectivamente emitido simplemente leyendo lo que figura impreso en el papel.

Todos los temores y las críticas previas quedaron refutados por lo que ahora se reconoce como un rotundo éxito del procedimiento. Solo en el 8 % de los casos se registró algún tipo de inconveniente al momento de la votación, que en todos los casos fue rápidamente solucionado.

No hubo ni confusión, ni demora, ni fraude. El sistema acaba definitivamente con algunas de las prácticas más criticadas en nuestro sistema tradicional de voto: el robo de boletas y el voto cadena. Además, facilita la fiscalización, en particular a los partidos más chicos, que tienen dificultad en cubrir territorialmente un distrito determinado con miles de fiscales que cuidan sus votos. Continuar leyendo