Por: Héctor Huici
“Y desde ese momento cesó la procesión de comparsa hecha a modo de los desfiles de teatro en que los que salen por una puerta entran enseguida por la otra, después de cambiar de sombrero o de quitarse la barba postiza. Los escrutadores pudieron entonces copiar descansadamente el padrón, y así lo hicieron hasta la hora de almorzar”.
Parece mentira, pero hace 107 años, con estas palabras el escritor argentino Roberto Payró contaba en Pago chico algunas irregularidades que se vivían a la hora de votar. El hartazgo popular, sumado a la voluntad política del partido gobernante, hizo que en 1912 se aprobara la Ley Sáenz Peña, que revolucionó lo que hasta entonces era la forma de votar.
Pasó mucho tiempo, pero no todo cambió. Como el ave fénix, el fraude resucita y adopta nuevas formas: compra de voto mediante prebendas ahora vociferadas impunemente por candidatos, robo de boletas, voto cadena, adulteración de actas y telegramas, entre otras prácticas aberrantes.
En 1950 el partido gobernante hacía campaña propiciando no volver al fraude. Sesenta y cinco años después tenemos que defender la transparencia de los comicios nuevamente.
En muchos aspectos este Gobierno regresó a un pasado superado en la región y en el mundo; en otros incluso fue más atrás en el tiempo y volvió a la década del treinta con sus prácticas electorales.
Una vez más la realidad desafía la letra de las leyes vigentes en materia electoral. Necesitamos garantizar la transparencia. Necesitamos evolucionar en el sistema de votación.
Tras el éxito de la boleta única electrónica en las últimas elecciones de la ciudad de Buenos Aires, este nuevo sistema de votación ha demostrado ser el indicado para dar por superada la etapa de elecciones con boleta tradicional de papel en nuestro país. No olvidemos que desde el 2009 diferentes partidos de la oposición bregan por el cambio de sistema. Cabe preguntarse entonces por qué el kirchnerismo se aferra a un sistema obsoleto, que posibilita el fraude y le quita trasparencia al principal acto de las democracias modernas: las elecciones. La respuesta queda por cuenta del lector.