Cuando se discute de educación, especialmente de educación pública, estamos acostumbrados a escuchar hablar de integración social, aprendizaje significativo, formación, multiculturalidad, igualdad, comunidad y otras tantas palabras que parecieran ser solo eso, palabras. Estamos acostumbrados porque eso es la escuela pública o quizás eso fue. De algo estamos seguros: definitivamente eso es lo que debería ser.
Educar a todos sin importar distinción social, dotar a todos sus niños de iguales herramientas, generando pisos mínimos de igualdad como es el aprendizaje, es la primera política de Estado de un país democrático. Somos muchos los que fuimos a la primaria, secundaria y universidad del Estado. Tantos que cada historia, aunque irrelevante en términos individuales, construye una tradición fundada en la vivencia colectiva.
La Argentina construyó una escuela en función de generar ciudadanía nacional, que era motivo de orgullo y de integración de un país que emergía de la mano del nexo entre los nacidos y los que bajaban de los barcos. Pero viendo la situación de la educación la pregunta es ¿qué tipo de ciudadanía estamos construyendo? o ¿qué institución mejor que la escuela puede construir la ciudadanía?