Macri y el social liberalismo

El liberalismo clásico como ideología política nunca fue, salvo para algunos teóricos, una idea llevada a la práctica en forma pura. Como toda teoría, tuvo sus variantes y sus matices. Cada uno por su lado y en su contexto, puede decirse que Thomas Jefferson (redactor de la constitución de los Estados Unidos), Voltaire y John Stuart Mill fueron los primeros que esbozaron lo que luego se llamó social liberalismo. ¿Qué implica esto? Sencillo, que las libertades individuales son perfectamente compatibles con la justicia social, y con la intervención estatal en la vida cotidiana y en la economía, de modo justo y equilibrado, evitando afectar dichas libertades. El social liberalismo es equilibrio.

En la política europea, el social liberalismo juega un rol protagónico, en el que puede establecerse como “punta de lanza” al primer Gobierno del premier británico Tony Blair, basado en la teoría de la tercera vía, ideada por el sociólogo Anthony Giddens. Veníamos escuchando a Mauricio Macri hace un tiempo hablar de tercera vía e intentábamos interpretaciones simples, casi lo veíamos como un eslogan.

El discurso de Macri del domingo 19 de julio, tras el triunfo de Horacio Rodríguez Larreta en la segunda vuelta porteña, nos mostró que la frase que repetía es mucho más que eso: es el reflejo de toda una filosofía política, económica y social que se reflejará si el líder del PRO es electo presidente. Se nutre de un contenido teórico-práctico imprescindible en su proyecto político. Continuar leyendo

Esquizofrenia perseverante

“Las producciones más recientes sobre la temática de un cuerpo sin órganos, son un modo de aclarar algo que se llama esquizofrenia. En ella, el lenguaje no logra hincarse en el cuerpo, es decir, que no es que el cuerpo esté sin órganos, hay al menos uno que es el lenguaje, porque si hay algo en lo que nada el esquizofrénico es en ese manejo enloquecido del lenguaje, pero simplemente no logra que se hinque sobre su cuerpo”. La definición pertenece a Jacques Lacan y no es caprichosa. Se eligió la de este fundador de la escuela moderna más importante del psicoanálisis, porque Ernesto Laclau, el recientemente fallecido sociólogo y “pensador” del kirchnerismo, desarrolló su trabajo sobre “Ideología y Análisis del Discurso” en base a la teoría psicoanalítica post-estructuralista. Es decir, siendo que Laclau se basó en Lacan, por propiedad transitiva, si el kirchnerismo tuviese ideología, esta tendría base lacaniana.

Dice entonces este psiquiatra francés, que la esquizofrenia es la disociación evidente entre lo que se dice y lo que se hace. El esquizofrénico hace un uso disparatado del lenguaje, pero su cuerpo realiza acciones incongruentes con tales dichos. El kirchnerismo es esquizofrénico hasta el paroxismo, y una vez más quedó demostrado en la gesta patriótica impulsada contra los llamados fondos buitre -que no son más que inversores particulares que compraron deuda argentina y ahora quieren que les paguen- y que finalizó con la decisión presidencial, anunciada entre banderas llamando a la resistencia, de pagar hasta el último peso. Una tendencia al ridículo inexplicable.

Vale aclarar lo siguiente: la especulación financiera es un hecho indeseable. La gente con dinero debería propender a generar más dinero con actividades productivas y no rapiñando a los más pobres o necesitados, sean estos países o personas. Eso como principio ético. Ahora bien, para tener deuda con especuladores o “fondos buitres” hay que haber recurrido a ellos y haber convenido legalmente que se le pagaría lo establecido, a la fecha programada. Para que haya buitres, debe haber carroña voluntaria. Los buitres no invierten en apuestas seguras, lo hacen en aquellas de alto riesgo, pierden mucho o ganan mucho, esa es su lógica. Es la diferencia entre que usted coloque sus ahorros a plazo fijo en un banco, para sacar el 22% en un año (tasa promedio actual), o que le apueste a “La Margarita”, la yegua que corre en la quinta del Hipódromo de Palermo y paga 10 pesos por cada uno invertido, en un ratito. En el primer caso, salvo corralito sorpresa, usted se lleva su porcentaje seguro al año. En el segundo pierde todo, o se lleva diez veces más en unos 15 minutos. Esto último hacen los buitres. Como van haciéndolo por todo el mundo, obviamente el balance les da muy por encima ganancias de pérdidas.

Ahora bien, terminada la desmitificación de los fondos buitres, lo que nos ocupa es la esquizofrenia de este gobierno, esa disociación constante entre discurso y acción, que en tiempos de fin de ciclo, limita con el ridículo en el mejor de los casos, o se zambulle en él la mayor parte del tiempo. La última convocatoria a marchar contra los fondos buitre, algo que por cierto debe haber conmovido a dichos especuladores hasta sus cimientos, con frases épico-patrióticas del tipo “Patria o buitres”, se archivó el mismo día de la movilización, con el anunció de la presidente Cristina Fernández de Kirchner de que se les va a pagar conforme a derecho. “Somos personas capaces de sentarse a negociar y acordar”, dijo la presidente. “Estamos dispuestos a cumplir con nuestro deber”, espetó más adelante. ¿Y “Patria o buitres”? Bueno, todo indica que se si esa es la dicotomía, el gobierno nacional y popular eligió buitres.

Por cierto, no soy economista y menos especialista en finanzas internacionales. No sé si corresponde o no pagar, aunque si uno se inclina por lo dicho por todo el arco político, y por la propia formación jurídica, en general conviene cumplir con aquello a lo que uno se compromete. No se cuestiona la decisión, que parece la más lógica. Lo que se pone en tela de juicio es el disparate discursivo épico tan característico del kirchnerismo.

Este es solamente el último ejemplo. No estuve en el acto ni lo vi por televisión, apenas leí las crónicas. Uno sabe que los militantes K silbaron al gobernador de Santa Fe cuando dijo que había que cumplir los compromisos. Me los imagino después, enrollando sus banderitas y su cartelería con la que se imaginaban bajando de Sierra Maestra, y tratando de autoconvencerse que el hecho patriótico consiste en pagarle a los buitres. Debe ser bravo, porque ellos mismos y ningún otro salieron a generar esa épica.

Ya que está tan de moda manipular a Manuel Belgrano -que seguramente hubiese sido kirchnerista de acuerdo a lo dicho por la presidente y corroborado por un recontra tataranieto del prócer, que seguramente habrá conocido de algún modo misterioso el pensamiento político actual de su recontra tatarabuelo-, el disparate del viernes podría asimilarse a que el general abogado hubiese convocado a todas las fuerzas nacionales y revolucionarias para hacer frente a los realistas en Jujuy y una vez arribados todos ellos, hubiese quemado la ciudad la ciudad e iniciado el éxodo. Sin ninguna duda hubiese creado algún grado de confusión y puesto en tela de juicio su cordura.

Tal conducta esquizofrénica no es novedosa ni sorprendente. Estos últimos hechos son equivalentes a basar su impronta política en la protección de los Derechos Humanos, y a la vez, mandar a grupos de choque de La Cámpora a apalear a indígenas Qom en plena Avenida 9 de Julio, cuando reclamaban pacíficamente por sus tierras. La memoria es un aspecto trascendental de los Derechos Humanos. Pero es el más sencillo de ejecutar, especialmente cuando es memoria a 30 años vista y el enemigo está muerto. Pero si se tiene la convicción humanista no se puede tratar con Kadafi, ni con el angoleño Dos Santos, ni golpear aborígenes mal alimentados en las avenidas.

Otro ejemplo del comportamiento esquizoide descripto por Lacan en el primer párrafo es la descripción que los propios K hacen de su política económica. Hablan de “matriz productiva y redistributiva”, de hecho han utilizado durante sus 11 años en el poder el caballito de batalla de la redistribución. Y por cierto que la han efectuado, pero de un modo diferente al que enuncian. En los últimos tres años al menos, el sector de la economía que obtuvo mayores ganancias, no fue la producción generadora de empleo, sino el sector financiero, los bancos. En lo que va del año 2014, por ejemplo, la economía no mostró crecimiento alguno, pero los bancos incrementaron sus ingresos casi un 300%, lo que significa una verdadera redistribución: una gran masa de dinero del pueblo argentino a las arcas de los banqueros.

El kirchnerismo será un fenómeno histórico a analizar desde muchísimos aspectos. No puede no serlo un sector político que gobierna un país como el nuestro doce años. Pero este cariz esquizofrénico no puede ser dejado de lado, porque puede estar relacionados con nosotros mismos como pueblo. ¿Preferimos oír a ver? ¿Nos gusta que nos mientan? ¿No nos damos cuenta o preferimos “comprar” relatos épicos aunque sean ostensiblemente falsos? Desentrañarlo y enfrentarnos a la verdad seguramente defina nuestro futuro como país.

Fundar la Tercera República

Puede considerarse que la Primera República en la Argentina, nació el 15 de enero de 1863 cuando se estableció la composición inicial y se puso en funcionamiento la Corte Suprema de Justicia de la Nación. Pese a que la misma fue creada por la Constitución Nacional de 1853, no se consiguió hacerla operativa sino 10 años después. Allí la realidad fáctica nos entregó la plena articulación entre los tres poderes del Estado, independientes, pero basados en un esquema de controles el uno al otro, la Primera República.

Sin embargo esa República fracasó. Desde 1880 se sucedieron una serie de gobiernos basados en el fraude electoral, la supresión del peso de las mayorías en las decisiones que afectaban a todos, y el sistema de gobierno fue republicano por enunciación y oligárquico en los hechos. Pudo haberse considerado la ley Sanz Peña de 1912 y su primera aplicación en 1916, como el inicio de una segunda república, pero lo cierto es que el período de vigencia real fue demasiado breve: ya en 1930, comenzó una sucesión de gobiernos de facto a cargo de fuerzas militares que hicieron trizas el republicanismo. La interrupción más larga de dicho proceso fue el gobierno del General Perón entre 1946 y 1955, en la cual además, se introdujeron cambios constitucionales profundos, pero nuevamente se trató de una fase muy breve y casi todos los cambios mencionados fueron derogados por el gobierno de hecho que lo desplazó del poder.

Por ende, podemos establecer que la Segunda República nació el 10 de diciembre de 1983, con la asunción del presidente Raúl Alfonsín. Como primera medida porque el sistema republicano que restituye ya lleva más de 30 años de vigencia. Desde entonces la división de poderes funciona, con tropiezos pero lo hace; el soberano pueblo impone su voluntad sin mayores inconvenientes, no ha habido elecciones presidenciales formalmente fraudulentas; y la libertad de expresión, los derechos civiles, sociales y políticos están presentes en la cotidianeidad argentina. Se puede decir que la Segunda República inaugurada por Alfonsín, generó la certeza y conciencia social de la necesidad impostergable de que el sistema se mantenga vigente y pleno.

Ahora bien, desde el fin del gobierno del líder radical a nuestros días, esta Segunda República se ha ido deteriorando sustancialmente. A diferencia de lo que era previsible, el sistema republicano y democrático ha perdido intensidad y plenitud a medida que pasaron los gobiernos. Un ejemplo claro son los decretos de necesidad y urgencia. En 5 años y medio de mandato, Alfonsín firmó 10 de ellos; pero en un decenio de ejercicio, su sucesor Carlos Menem impuso su voluntad por decreto en 545 ocasiones; Fernando de la Rúa los utilizó 73 veces; pero quien completó su mandato, Eduardo Duhalde, rubricó 158 en un año y medio; y su sucesor Néstor Kirchner, 270 en solamente cuatro años. Esto es ni más ni menos que el uso de violencia jurídica sobre la división de poderes y la voluntad popular de modo masivo, un comportamiento autocrático. Que si bien es cierto, mermó con el gobierno de Cristina Fernández, bien puede creerse que esto ocurre por el control que la misma ha tenido del Congreso Nacional, dado que su marido y antecesor, también disminutó la cantidad de decretos firmados a partir de 2006, cuando se hizo se control casi absoluto de ambas Cámaras parlamentarias.

No es el único dato que prueba la descomposición republicana. Los organismos de control, como la Fiscalía Nacional de Investigaciones Administrativas que ocupaba el centro de la escena en 1983 (los memoriosos recordarán al fiscal Ricardo Molinas en acción) ya casi no existen. Se ha cambiado el número de miembros y la composición de la Corte Suprema de Justicia reiteradamente de acuerdo a las necesidades del gobierno de turno. Desde la creación del Consejo de la Magistratura, el mismo también ha sufrido variaciones con idénticos fines e intentos gravísimos de cambiar el régimen a una elección directa de sus componentes jueces, que no han prosperado, pero el mero intento implica una muestra de “desentendimiento” republicano.

A todo ello puede sumársele la supresión de fiscales “molestos” que han pretendido controlar al poder, la manipulación de la pauta publicitaria del Estado a los medios como un modo sofisticado de censura, la aprobación de concursos irregulares de origen en la designación de magistrados, y los más variados etcéteras. Por eso es que la Segunda República ya ha transitado la decadencia y se encuentra en estado terminal.

La sociedad buscará, en las elecciones del año próximo, al grupo político que sea capaz de fundar la Tercera República. Algo que no implica mucho más que demostrar que se puede gobernar eficientemente y a la vez cumplir la ley y respetar las instituciones. Que acepte que “democratizar” en muchos casos implica intensificar los controles sobre los organismos y agentes públicos, y que aún controlado, pueda gobernar. La Tercera República deberá demostrar que se puede combatir el delito y respetar los derechos humanos de todos, al mismo tiempo; y también que los intentos de eternización en el poder son nocivos para la sociedad. En síntesis, deberá mantener la esencia de la Segunda República pero en la práctica y prolongándola en el tiempo. Con instituciones sólidas y controles férreos, la corrupción se diluye, la educación, la salud y el trabajo cobran la dimensión que deberían tener, me veo tentado a decir que “se come, se cura y se educa”, porque es cierto. Los franceses van por su quinta república, nosotros podemos concretar nuestros sueños fundando la Tercera.

El líder rabioso

Es cierto que las comparaciones son odiosas. Y que el ejercicio de ningún cargo es idéntico a otro. Pero el modo en que el Papa Francisco ejerce su pontificado muestra un estilo de liderazgo inclusivo, abierto, participativo y hasta alegre, que los argentinos hemos olvidado hace años. Para liderar, para conducir un proceso político, no es necesario enfrentarse violentamente, ni obcecarse, ni tampoco agraviar.

Más allá de la cuestión religiosa, el Papa es un líder político, un jefe de Estado. Y fue puesto allí por un grupo importante de los referentes más encumbrados de la Iglesia, con el fin de promover una profunda reforma. Por ende Francisco no la tiene fácil. Debe cambiar la vieja y ya insostenible costumbre de los sectores que hasta su advenimiento controlaron la Iglesia, de ocultar sus propias miserias y apañar a los sacerdotes que no hacen honor a su investidura. Debe cambiar la imagen de una Iglesia cerrada y oscurantista y debe ordenar los números del Banco Vaticano, lo que le granjea poderosos y numerosos enemigos.

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¿Se agotó el peronismo?

La década kirchnerista y el reacomodamiento de los actores políticos en este proceso electoral, marcan una ausencia interesante en la simbología política que traducen aquellas escenografías desde las que los candidatos tratan de captar el voto. No es un secreto que el kirchnerismo no se muestra “peronista de Perón”.

Especialmente desde el advenimiento de Cristina Fernández de Kirchner, la figura del General Perón no ha jugado un papel relevante, ni es mencionada como antecedente en “el relato”. Sí, es cierto, se rescata con cierta asiduidad la figura de Eva Perón, y algunos iconos setentistas, pero no la del propio Perón. La presidente, de hecho, casi no lo ha mencionado públicamente.

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