¿Ha escuchado usted alguna vez que un político donó $650 millones de su propio dinero, para financiar sus actividades durante los 12 años que permaneció en el cargo? Personalmente nunca había oído tal cosa, hasta que la primera plana del New York Times lo reveló, el pasado 30 de diciembre, un día antes del fin del tercer mandato del alcalde Michael Bloomberg. Lo fascinante de este hecho es que no era muy conocido fuera de los círculos internos.
Por ejemplo, el Queens Theater in the Park recibió una donación anónima anual de US$100.000, durante el mandato del alcalde Bloomberg. Su generosidad también financió actividades diarias, tales como el desayuno y el almuerzo de sus colaboradores, durante doce años, a un costo de US$890.000. Los viajes oficiales en aviones privados, por un monto de US$6 millones, también fueron pagados del propio bolsillo del alcalde. Además, apoyó campañas sobre asuntos específicos, tales como el control de armas (US$7,5 millones), reforma migratoria (US$5,7 millones), o US$30 millones para un programa de la ciudad de apoyo a hispanos y afroamericanos indigentes. En doce años, tampoco aceptó su salario por un monto de US$2,7 millones, porque devengaba US$1 al año. También rechazó vivir en la residencia oficial, pero pagó US$5 millones de su bolsa para renovarla.
Cierto, Bloomberg se gastó US$268 millones de su fortuna en tres campañas electorales, pero también donó US$263 millones para actividades caritativas.