Costa Rica es un país y juega al fútbol, Mourinho

El estirado entrenador portugués José Mourinho, a veces cínico y casi siempre belicoso, pero gran conocedor de fútbol, declaraba recientemente a una cadena televisiva  que Costa Rica no tenía nada que buscar en el Mundial de Brasil.

Algunos europeos, que llaman incultos a quienes no hablan francés o inglés y desconocen los poemas de Rimbaud, entre chanzas se preguntaban en Río de Janeiro si Costa Rica era un club de fútbol o una nación.

Un comentarista británico, al hablar del grupo de la muerte, donde se ubicaba Costa Rica, aseguraba que la lucha era entre Uruguay, Italia e Inglaterra, porque ‘estos los ticos, vienen aquí de turismo’.

Nadie apostaba un centavo por Costa Rica. Los periodistas, más profesionales y respetuosos, a prisa leyeron en Wikipedia información sobre el país centroamericano, para matizar sus notas de color previas a los partidos con los colosos.

El desprecio y la chacota hiriente es algo que conocen bien los pueblos pequños. Fue el fútbol el que puso en la geografía universal a Uruguay. Los charrúas ganaron dos torneos de fútbol olímpico en la década del 20 del siglo pasado.

También dos Copas Mundiales. Y transformaron en un sepulcro al monumental estadio carioca de Maracaná en 1950, cuando todo Brasil se aprestaba a bailar samba.

A base de goles y buen juego se dieron a respetar. Pero la historia futbolística de Costa Rica les interesa poco a los hinchas del otro lado del charco, que solo les gusta verse su ombligo.

Costa Rica es una de las democracias más consolidadas del planeta. Y es la primera, y probablemente única nación del mundo, que desde diciembre de 1948 no tiene ejército.

Costa Rica fue catalogada en 2011 como el país con mayor libertad de prensa de América Latina y el número 19 a nivel mundial, según el ránking realizado por Reporteros sin Fronteras.

Pero los países pacíficos y armónicos no suelen ser noticia. Los cintillos de prensa se inclinan por la violencia o idealizar autócratas al estilo de Fidel Castro. Costa Rica tiene índices de salud pública y educación del Primer Mundo.

El país cuyo lema es Pura Vida, con solo 4 millones de almas, no tiene ningún enfrentamiento con los Estados Unidos. Por eso cronistas deportivos que desembarcaron en Brasil compararon al once tico con el de Andorra o Mónaco.

El colombiano José Luis Pinto, D.T. de Costa Rica, aguantó a pie firme los escarnios. Y respondió con fútbol. Uno a uno, los equipos grandes fueron cayendo ante los costarricenses.

Primero golearon a Uruguay 3 a 1. Luego barrieron  con Italia. Y empataron a cero con una Inglaterra ya eliminada. La población de esas dos naciones europeas es cuatro veces superior a la de Costa Rica.

Como botón de muestra, Brasil o Estados Unidos  tienen más futbolistas que habitantes Costa Rica. Demográficamente hablando, solo Uruguay está a su nivel. Dejó tirado en la zanja a dos campeones mundiales y a Grecia, cuna del olimpismo y campeón de fútbol de Europa en 2004.

Los grandes solo le anotaron dos goles, uno de penal. No es poca cosa. Ya en cuartos de finales enfrentó a Holanda.

Los tulipanes cayeron contra los ticos por todos lados. Fue un raid aéreo. Robben despegaba una y otra vez por las bandas, provocando faltas e intentando desconcertar a la defensa rival.

Lo intentó Sneijder y Van Persie. Todos se estrellaron frente el muro defensivo tico y su porterazo Keylor Navas. Ya en la tanda de penales, Van Gaal sacó del vestuario a un portero fuera de serie llamado Tim Krul. Solo así Holanda pudo derrotar a la pequeña gran Costa Rica.

Cuando lleguen a San José, las autoridades debieran erigir una efigie de mármol y cincelar en  letras doradas los nombres de sus 23 jugadores.

Han sido la fábula del Mundial 2014. Una historia para contar. Costa Rica es un país y juega fútbol, Mourinho.

Robo, burocracia y evasión de impuestos: una sedición silenciosa en Cuba

Después de estrujarse la cabeza en busca de un procedimiento jurídico que permitiera enviar a la cárcel al gánster de Chicago Al Capone, Eliot Ness y sus legendarios Intocables utilizaron un arma clave para encarcelarlo: la evasión de impuestos.

El Tío Sam te da el derecho constitucional de expresarte libremente y asociarte, pero si dejas de pagar un centavo de los Taxes puedes ir a chirona. Claro, se pagan salarios justos, existen sindicatos y tribunales independientes del Estado, convenios salariales con las empresas y derecho a huelga. 

También el contribuyente puede requerir al fisco qué hace con su plata si observa hospitales, escuelas públicas y parques desguazados o autopistas repletas de baches, como en Cuba, donde las carreteras son auténticas minas terrestres.

No creo que los esfuerzos de la disidencia, acorralando a los Castro para que cumplan con procedimientos jurídicos plasmados en su propia Constitución, o crear un estado de opinión que los fuerce a ratificar los Pactos de la ONU firmados en 2008 culminen con éxito, pese a ser caminos legítimos que dejan al descubierto la esencia dictatorial del gobierno.

Ahora mismo, lo que está socavando las estructuras del añejo e inoperante sistema es el robo en la producción y servicios, la ineficacia laboral y el fraude generalizado del contribuyente al fisco. No hay Estado que pueda soportar esa elevada sangría financiera.

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Cuba: hablemos del embargo

El embargo económico y financiero de Estados Unidos a Cuba fue implementado parcialmente en el otoño de 1960 por la administración de Dwight D. Eisenhower. Fue una escalada progresiva y razonablemente lógica de la Casa Blanca, en respuesta a las expropiaciones sin la debida indemnización por parte del gobierno de Fidel Castro a propiedades y empresas estadounidenses. Para el 3 de febrero de 1962, el gobierno de Kennedy recrudeció las medidas y el embargo económico fue casi total. No solo fue un mecanismo de presión de carácter económico.

Tiene su componente político. Remontémonos al período de Guerra Fría. El barbudo Castro se alió al imperialismo soviético y llegó a emplazar 42 cohetes atómicos de alcance medio en la isla. En un rapto de delirio, en una carta a Kruschov, Castro le surigió que como táctica disuasoria, la URSS debía apretar primero el gatillo nuclear. El régimen verde olivo se enfrascó durante los años 60, 70 y 80 en una guerra subversiva y costosa en América Latina y África, financiada por el Kremlin. Cuba es una auténtica autocracia.

Un solo partido legal, el comunista. Ninguna libertad de expresión, prensa libre, derecho a huelga o poder afiliarse a sindicatos independientes. Solo si Cuba se abre en el terreno político y respeta los derechos humanos, Estados Unidos podría considerar el levantamiento del embargo.

También el gobierno de facto debe negociar los impagos a ciudadanos estadounidenses. El embargo está codificado y blindado por leyes estadounidenses. En diferentes períodos, Jimmy Carter en 1978, Bill Clinton en 1994 y con la actual administración de Barack Obama, se han aprobados medidas para su flexibilización.

En los años 70, a Castro no le importó la paloma blanca lanzada por Carter desde Washington. A cambio, debía apartarse de los peligrosos juegos de guerra en Angola y Etiopía. En un error estratégico, Fidel pensaba que la caída del “imperialismo yanqui” y la debacle del capitalismo moderno estaban al doblar de la esquina. Por tanto, no se dejó enamorar por las plegarias de Carter. Luego se sabe lo que pasó. Reagan jugó al duro en su política exterior y el mapa cambió de color. La URSS y el Muro de Berlín se convirtieron en historia antigua.

Entonces Castro replanteó sus políticas. Dijo adiós a las armas y comenzó un lobby agresivo con la izquierda -incluso la derecha- latinoamericana y le abrió las puertas a diversas tendencias dentro de Estados Unidos que le han servido como agente de influencia. 

En 1996 pudo solucionar el entuerto para derogar el embargo e iniciar los primero pasos en la democratización de Cuba. Tenía abierto un canal de comunicación con Clinton mediante el escritor colombiano Gabriel García Márquez. Pero pudo más la soberbia. Derribó dos avionetas desarmadas de grupos anticastristas afincados en la Florida que tiraban octavillas en La Habana y, a distancia, desenfundó el bolígrafo para que Clinton diera una nueva vuelta de tuerca al embargo, aprobando la Ley Helms-Burton.

El embargo es un negocio publicitario rentable para los Castro. Ellos con las víctimas. El mundo, excepto Israel, Estados Unidos e Islas Marshall, está en contra de sancionar a Cuba. Dentro de la disidencia cubana es mayoría los que se oponen al embargo. Según muchos opositores, solo sirve de pretexto al gobierno para no democratizar el país y reprimir a los disidentes.

Los opositores que apuestan porque se mantenga alegan que no hay señales de democracia dentro de las tibias reformas económicas implantadas por Raúl Castro para levantar el embargo. Consideran que si se le abre las puertas al capital gringo, se reforzaría el régimen y las libertades esenciales seguirían cautivas. Unos y otros tienen razones sólidas.

Pero los hermanos de Birán siguen empecinados en desconocer a la oposición. Quieren negociar con la Casa Blanca ignorando a los cientos de activistas y disidentes que les piden sentarse en la mesa a pactar un nuevo trato, que permita enrumbar a la nación por el camino democrático.

Habría que preguntarse cuán severo es el embargo. Si usted visita el hospital pediátrico William Soler, al sur de La Habana, y charla con especialistas, argumentarán que debido al embargo, el gobierno no puede comprar medicamentos de última generación patentados por Estados Unidos. Eso es cierto. Claro, si Fidel Castro en vez de enfrascarse en las guerras civiles africanas o introducir armas clandestinas a Chile, hubiese diseñado estructuras económicas eficientes, hoy la autocracia podría adquirir medicinas, ómnibus, herrajes y comida en cualquier otro lugar del planeta, aunque fuese más costoso.

Sucede que las finanzas del país están en números rojos. Al contrario de otras dictaduras, como la de Pinochet o el régimen segregacionista de Sudáfrica, donde los problemas no eran económicos, si no de represión y falta de libertades, en Cuba la complicación es mayor. Estamos a la deriva, en lo financiero y en materia de derechos humanos. Es evidente que el poderoso y aceitado lobby anti embargo, financiado por el régimen de La Habana y por los bolsillos amplios de cubanoamericanos, quiere desconocer un lado del asunto.

Alfonso Fanjul sufrió en carne propia las arbitrariedades de la revolución. Perdió todas sus propiedades en Cuba y tuvo que marcharse a comenzar de nuevo, 90 millas al norte. Siendo apenas un adolescente, Carlos Saladrigas debió abordar un avión hacia Estados Unidos sin sus padres durante la Operación Peter Pan. Cuentan que los dos se sentaban en el último banco de madera de una pequeña iglesia en la Florida a rezar y a llorar por todo lo que habían perdido. Han triunfado en una nación exitosa.

Podemos creer en su buena voluntad. Pero pecan de ingenuos. O juegan con cartas marcadas. ¿Personeros del régimen se han comprometido en secreto con Fanjul o Saladrigas a cambiar el estado de cosas si se levantara el embargo? Algo debe cocinarse en las alcantarillas del poder para que ese lobby trabaje a destajo. Públicamente nada se sabe. Lo cierto es que el régimen guarda silencio y ni siquiera difunde en Cuba las iniciativas de grupos anti-embargos de Estados Unidos.

Si a cambio de levantar el embargo el General Raúl Castro legalizara la oposición y la prensa independiente, estoy seguro que una parte del exilio y la disidencia local aprobaría el proceso para flexibilizarlo.

No creo que sea el embargo el causante de nuestras precariedades económicas. La falta de leche, queso, mantequilla y carne de res no podemos achacárselos al “bloqueo”. Es el sistema absurdo instaurado por Fidel Castro, vertical, dogmático y personalista, el gran culpable que la mayoría de la gente en Cuba lleve más de cincuenta años pasándolo mal.

Un 70% de la población puede comprar productos estadounidense si tienen suficientes pesos convertibles. Si se recorren los mercados por divisas, descubrirá desde la famosa Coca-Cola, televisores RCA, ordenadores Dell, hasta una línea de electrodomésticos Black & Decker. El embargo tiene tantos agujeros, que le permite al gobierno comprar ómnibus chinos con componentes estadounidenses o un lote de jeeps Hummer para cazar en un coto exclusivo de altos militares.

Puede catalogarse de ilegal, absurdo o extraterritorial. Pero sobre todo ha sido ineficaz. Entiendo que el embargo no se debe abolir sin concesiones por parte del régimen.

Libertad económica y créditos para los pequeños negocios suena demasiado bonito en el oído de los atribulados trabajadores privados que se ganan un puñado de pesos al margen del Estado. ¿Cómo hacer efectiva esa libertad económica? Es la pregunta que muchos se hacen en Cuba. Se me antoja que sin libertad política, plena, es imposible.

Si lo dudan, pregúntenle a Carlos Saladrigas o Alfonso Fanjul. Ellos mejor que nadie pueden argumentar porque un día se vieron precisados a tomar un avión rumbo a los Estados Unidos.

Fundar un periódico desde La Habana

Ya está en la red el diario independiente 14ymedio, creado por la bloguera Yoani Sánchez y su esposo Reinaldo Escobar.

14ymedio no es una novedad. Antes, hubo varias publicaciones no controladas por el Estado, tanto en la esfera intelectual como disidente.

Algunas tuvieron pocas horas de vuelo, por problemas técnicos o financieros. Otras, como la revista D’Cuba, ideada por el poeta y periodista Raúl Rivero, solo pudo imprimir dos números.

En la primavera de 2003, una razia montada por los servicios especiales desactivó la iniciativa y después de acusarlos de ‘mercenarios’, envió a la cárcel a los dos principales realizadores de la revista, Rivero y el periodista independiente Ricardo González Alfonso.

La iglesia católica nacional también tiene sus publicaciones independientes, consentidas por el gobierno, como Espacio LaicalPalabra Nueva y Vitral. Para el otoño de 2007, dos reporteros libres, Juan González Febles y Luis Cino Álvarez, fundaron Primavera Digital.

Era un semanario y tenía la novedad que se imprimía en papel con fotos a color. A partir del 14 de junio de 2012, Primavera comenzó a salir en la web con frecuencia semanal.

Ya van por el número 324. Cuentan con la ayuda de instituciones no gubernamentales suecas que le han ofrecido la gran oportunidad de editar desde La Habana su propio periódico.

La única pauta que rige a los más de 50 reporteros que colaboran en Primavera Digital lo impone la cordura. Empezaron de cero, sin alharacas publicitarias. Han ido aprendiendo en el camino.

Lo hacen con escasos recursos. Dos ordenadores antiguos armados a pedazos y una HP de cuarta generación. La sede está situada en el minúsculo apartamento de Febles, en la barriada de Lawton.

Los sábados, día de entrega de artículos, aquello es un infierno. El humo de cigarrillos, termos de café, polémicas en voz tan alta que parece una riña y varios reporteros que, a falta de muebles, usan la cama matrimonial de Febles como sofá.

Cuando usted llama para solicitar una aclaración o un comentario periodístico, el saludo de bienvenida te lo ofrece la contestadora de un fax prehistórico.

Esta gente nunca ha sido premiada internacionalmente ni reconocida por Reporteros sin Fronteras, la Sociedad Interamericana de Prensa o potentados cubanoamericanos que eligen a dedo a su disidente o bloguero favorito.

Son periodistas incómodos. Tanto para el régimen como para ciertos sectores del exilio. Su espacio de comentarios no es sitio de paso de exaltados internautas residentes en el exterior.

Es una pena. En Primavera Digital usted puede seguir el acontecer de las rudas prisiones, editoriales sin afeites, crónicas sobre la otra Cuba que el régimen pretende ocultar y análisis sobrios del panorama nacional e internacional.

Abogados independientes escriben de temas jurídicos y Luis Cino tiene un espacio de música para chuparse los dedos. Víctor Manuel, periodista y escritor que desde hace 15 años, casi en el ostracismo, dirige un club de escritores, redacta una columna donde combina el humor y nuestra patética realidad. Se titula Nefasto.

Cuando he escrito notas para Diario de Cuba, El Mundo, Diario de las Américas, Martí Noticias, Infobae o blogs como el de la escritora Zoé Valdés, siempre he tenido sus puertas abiertas. Con 14ymedio me ha sucedido todo lo contrario.

No tengo objeciones sobre la calidad del primer número. Regina Coyula es una pluma de calibre. Miriam Celaya tiene rigor y dispara a matar. Y Víctor Ariel González publicó un magnifico reportaje sobre el cuerpo de guardia del hospital Calixto García.

Es de esperar que el resto de la plantilla y de los colaboradores mantengan el buen tono periodístico. No es mala idea publicar el precio de la carne de cerdo y otros productos del agro o dar consejos para el cuidado del cabello, pese a la simplicidad de las notas.

El problema de 14ymedio es la sobredimensión. Por contar con bolsillos generosos, tiene un marketing que no posee ninguna otra publicación opositora. Ni dentro ni fuera de la isla. La competencia es sana, pero cuando todos cuentan con las mismas posibilidades.

El ego exagerado de Yoani, que incomoda a tantos en Cuba y en el exilio, suele infundir falsas expectativas. Según Yoani, su meta no es hacer otro periódico, sino el mejor periódico.

Sus deslices y amnesia a la hora del recuento sobre el periodismo independiente, soslayando a reporteros que llevan más de 20 años en el oficio, le ha granjeado antipatías y enemigos, que se pudieron evitar con humildad y diplomacia.

Yoani es una competidora feroz. Eso es positivo. Pero también es muy ingenua. Debo recordarle que ella vive en Cuba. Y es imposible editar desde La Habana un periódico comercial mientras exista un régimen como el actual.

¿Cómo generará ganancias? Gústenos o no, cualquier publicación disidente que se hace en Cuba está subvencionada por instituciones foráneas, no gubernamentales o particulares.

No queda otra. Hasta que la autocracia verde olivo sea historia antigua y en el país se instaure una democracia, no existirá una prensa privada que pueda utilizar las reglas del juego del negocio informativo en el mundo moderno.

Intentar vender el nuevo medio como anticastrista es un argumento que raya con la tontería. Se debe tener los pies en la tierra. Cuando un puñado de mujeres y hombres, a riesgo de ser encarcelados, desafían la censura informativa diseñada por dos autócratas que llevan 55 años en el poder, es porque apuestan por una narrativa diferente, amena y libre. Sin censuras ni autocensuras.

El enemigo son los Castro. Y Yoani Sánchez debe asumirlo periodísticamente. Hay momentos en la vida que las personas deben definirse. La ambigüedad alimenta la desconfianza.

También ignorar y menospreciar a los otros. Hace un mes llamé a Reinaldo Escobar, su esposo y editor de 14ymedio, para que me comentara y ofreciera detalles del nuevo diario.
Solo recibí argumentos evasivos y la promesa de que me llamaría antes que saliera el primer número. No cumplió su palabra. Muchas preguntas quedaron sin respuestas.

14ymedio tiene dos opciones: flotar en su órbita particular, desconociendo a otros, o sumando.

Si logran apartar el ego e imponer la profesionalidad, tolerancia, creatividad y pluralismo, podrían pensar en cimentar un futuro diario democrático, como fue Cambio 16 en España. De lo contrario, ese autoritarismo generado en un sector de la disidencia, los conducirá al fracaso.

Personalmente deseo que triunfen. Pero me temo que van a tener que dar un vuelco de 180 grados en sus métodos. El rencor, la poca transparencia y las intrigas personales deben dejarlas de lado.

Los negros que no quieren ser negros

Yanaida, 28 años, aún recuerda algunas de las cosas que le dijo de su abuela, hace tiempo fallecida. “Cuando era niña, me repetía que no me casara con un negro, que adelantara la raza, si no iba a tener que peinar pasa. Mi madre es blanca, pero mi padre es un negro retinto ”, comenta tres días antes de su boda.

Yanaida siguió al pie de la letra el consejo de su abuela. Su futuro esposo es alto, blanco, bien parecido y de buena familia. Como en los absurdos culebrones brasileños que tanto gustan en la isla.

En Cuba los prejuicios raciales se han atrincherado en la mente de un segmento amplio de la población. También en ciertas instituciones del Estado. Aunque no existe ninguna letra jurídica que pueda despertar suspicacia racial.

Aparentemente, todos tenemos los mismos derechos. Pero más fuerte que las obsesiones por el color de la piel, es la segregación estatal que juzga a los cubanos de acuerdo a su lealtad con el régimen.

Carlos, sociólogo, considera que en la esfera oficial y en la vida cotidiana, como la mala yerba, proliferan diversas variantes de racismo. Y afirma que la peor de esas variantes, es la de los negros que odian ser negros.

“Si ya es un problema el racismo sutil y no tan sutil en el empresas con capital foráneo, turismo y élites intelectuales, igualmente lo es el sentimiento de inferioridad que ha ido creciendo entre los negros y que los medios de prensa no tienen el valor de abordar. Entonces observamos a mujeres y hombres negros que gastan elevadas sumas de dinero para alisarse el pelo y parecer mulatos. Y llegan a usar apodos y hacer comentarios denigrantes hacia los de su propia raza”, señala el sociólogo.

Habituales se han vuelto motes racistas como “negritillo” y “cara de mono”. O referencias cargadas de racismo como “es un negro con alma blanca”.

El racismo no lo trajo Fidel Castro en su mochila guerrillera. Cuando en enero de 1959 llegó al poder a punta de carabina, implantó un sistema que no ha funcionado, una economía que hace agua, partido único y caudillismo vertical. Pero no el racismo.

Los prejuicios raciales en Cuba vienen desde mucho más atrás. Cuando en 1886 se abolió la esclavitud, se pretendió solucionar el problema. La mayoría de los negros esclavos pasaron a ser jornaleros y obreros de bajos salarios.

En su inserción social partían en desventaja. No poseían bienes y su instrucción era escasa. Durante la Guerra de Independencia tuvieron un loable desempeño. Machete en mano y desarrapados, aportaron innumerables hazañas. Las diferencias se acrecentaron con el surgimiento de la República, el 20 de mayo de 1902.

En 1912, tras una sublevación comandada por el albañil Evaristo Estenoz y el Coronel Pedro Ivonet, el gobierno de José Miguel Gómez desató una carnicería que según cálculos conservadores costó la vida a 3 mil negros.

Hubo sectores intelectuales y políticos dentro de la República que trabajaron por abolir las diferencias raciales. Se fraguó una correcta y progresista Constitución en 1940 donde todos los cubanos tenían iguales derechos.

Pero en ciertos sectores católicos, empresariales, intelectuales e institucionales, prevalecían los prejuicios por el color de la piel. Existían clubes solo para blancos o solo para negros.

Y barrios exclusivos donde los negros trabajaban de criados o caddies de golf. La revolución intentó solucionar las diferencias, vistiendo a los negros de milicianos y refrendando normas que terminaron convirtiéndose en letra muerta.

Las estructuras del Estado y los mejores puestos laborales siguieron en manos de blancos. A pesar de ser una isla mestiza, la televisión promocionaba patrones de moda y belleza caucásicas.

Todavía hoy, la Iglesia Católica sigue mirando con cierto desdén la proliferación de sincretismos religiosos como la santería, el palo o los abakuá, donde predominan negros y mestizos.

Ninguno de los dos Papas que han visitado la isla -Juan Pablo II en 1998 y Benedicto XVI en 2012- se reunieron con líderes de esas creencias, pese a que por la cantidad de sus seguidores, la religión yoruba es el culto número uno de Cuba.

Los negros siguen viviendo en las peores casas y devengando los salarios más bajos. Su as de triunfo es el deporte, la música y los bailes africanos. O prostituirse con extranjeros. En las cárceles de la Cuba profunda, el 80% de los reos son negros o mestizos.

Cualquier etnólogo o sociólogo que realice una encuesta, notará que muchos negros cubanos aspiran a escalar posiciones sociales blanqueando su ascendencia.

“Mi meta es casarme con una blanca o una mulata blanconaza, para que mis hijos sean menos oscuros y tengan el pelo mejor. Espero que ellos harán lo mismo. Es la única forma de escapar a esa desgracia que hace siglos nos acompaña, la de ser negros, pobres y olvidados”, señala Yasnier, estudiante de bachillerato.

En la disidencia también existen prejuicios raciales. En tono despectivo, algunos opositores blancos llaman “los tiznados” a sus homólogos negros. Y la policía política los trata con mayor brutalidad.

Ahora mismo, duermen en precarias celdas el matrimonio disidente negro de Sonia Garro y Ramón Alejandro Muñoz. Llevan dos años en prisión sin saber cuándo los enjuiciarán.

Juliet Michelena, joven de la raza negra perteneciente a la Red Cubana de Comunicadores Comunitarios, fue encarcelada por tirar fotos durante una actuación policial en la calle.

De una forma u otra, a los negros en Cuba siempre les ha tocado ocupar el escalón más bajo de la sociedad. Los prejuicios les llegan desde todas partes. Incluso de los propios negros.

 

Ruleta rusa en el Estrecho de la Florida

Probablemente sea el cementerio marino más grande del mundo. No hay cifras concretas de los niños, jóvenes, adultos y ancianos que yacen bajo sus turbulentas aguas. Es como jugar a una ruleta rusa. Aunque los números aterran -uno de cada tres balseros es merienda de tiburones- mucha gente en Cuba se toma el asunto con una ligereza que provoca escalofrío.

Es un drama humano con evidentes tintes políticos. El régimen quiere contar la historia a su manera. La gente se va de la isla, dicen, alentada por la Ley de Ajuste que otorga residencia automática a los cubanos que pisen suelo estadounidense. Es cierto. La frivolidad de la política estadounidense de pies secos, pies mojados, parece un juego macabro. Si un guardacostas gringo te atrapa en altamar, te devuelven a Cuba. Si logras tocar tierra, te ganas la lotería.

Aunque absurda, la cuota de responsabilidad moral sigue recayendo en la autocracia verde olivo. Solo el desespero, falta de futuro y agobio económico puede impulsar a una persona a planificar esa peligrosa travesía marina. La gente se marcha porque en Cuba las cosas andan mal. Aquéllos que no tienen parientes en Estados Unidos o se dilatan sus trámites de reunificación familiar, se juegan su futuro en una balsa.

Les cuento una historia de balseros que ha acontecido en mi barrio.

Desde las Navidades de 2013, Gregorio (nombre cambiado) estaba persuadiendo a parientes y amigos dispuestos a cambiar su destino en una aventura marina.

Después que en 1994 el régimen de Fidel Castro despenalizara las salidas ilegales hacia el Norte, los futuros balseros traman sus proyectos sin demasiada discreción.

Gregorio andaba obsesionado con la idea de marcharse del país. Parte de su familia reside en Miami. Lleva años haciendo trámites legales y sacando cuentas: no quiere llegar a la Florida cuando tenga 60 años. Buscar aliados para semejante empresa no es difícil en Cuba. Jóvenes sin futuro sobran en cualquier rincón de la isla. Una prioridad: fichar a personas con conocimientos náuticos.

Tipos con experiencia fallida en otros intentos. Gente con plata para construir una embarcación lo más segura posible. El tráfico humano desde Cuba hacia Estados Unidos es un negocio boyante. Pero todos no pueden pagar los 10 mil dólares que vale un boleto. Hay varios tipos de inmigrantes. Están los que apuestan por cruzar fronteras terrestres, saltando de una nación a otra en largas y peligrosas marchas desde Ecuador, o pagarle al contado a un coyote mexicano para que te ponga al otro lado de la frontera.

Luego están los balseros. Según José, “somos los que andamos más desesperados. Tengo  socios que lo han intentado media docena de veces. Si son atrapados por los guardafronteras cubanos o estadounidenses, siempre lo vuelven a intentar. Muchos se han convertidos en viejos lobos de mar”.

Gregorio nunca se había tirado. Luego de reclutar doce socios (cada cual aportó algo, uno vendió un auto Moskovich, otro, dos ordenadores HP), contactaron a un hombre experto en diseñar embarcaciones marinas. La faena no es barata. Un motor potente y confiable no baja de 4 mil o 5 mil dólares en el mercado negro. Adquirieron tres GPS para una posible localización, además de otros enseres.

Se fueron sumando amigos a la aventura. En abril de 2014 eran 22 personas. Gregorio puso sobre aviso a familiares y amigos que tienen yates en Miami, para que en un momento dado, si recalaban en un cayo, los  remolcaran hasta la costa.

El GPS es fundamental. El patrón de la embarcación artesanal debía ser cinco estrellas. Optaron por un ex mecánico de un buque mercante que fanfarroneaba con conocer pasadizos fluviales recónditos de los cayeríos floridanos.

Antes de la partida, a las 2 y 30 de la madrugada del miércoles 23 de abril, se despidieron de allegados con un par de litros de whisky barato. Llevaban comida y agua suficiente para dos semanas en caso de naufragio. Un tablero de ajedrez, barajas españolas y un juego de dominó. Como si en vez de una arriesgada travesía marina fueran a un sosegado safari.

La familia en La Habana rastreaba por la ilegal antena de cable noticias frescas en los canales televisivos miamenses. Al parecer, el mediodía del viernes llegaban buenas nuevas.

La madre de uno de los balseros llamó a sus parientes para contarle que en el Canal 23 había visto una noticia sobre la supuesta embarcación donde viajaba su hijo. El rumor se expandió como fuego en el bosque. La familia de Miami de los balseros llamó a Krome y otros centros de detención de inmigrantes en la Florida.

No se pudo confirmar el suceso. Recorrieron hospitales y oficinas de guardacostas. Nadie sabía nada de los balseros. Comenzó a cundir el pánico.

Sus familiares en Cuba llaman insistentemente a los móviles de los balseros. De momento, la única señal es una lacónica respuesta de una voz grabada que dice: “El número que usted llama está apagado o fuera del área de cobertura”.

Vecinos y amigos tratan de insuflarles aliento a los parientes de los balseros. “Un tío mío estuvo doce días en altamar hasta que recaló en Cayo Hueso”. O, “hay que esperar, solo llevan 6 días en el mar”. Familiares a un lado y otro del Estrecho duermen mal, comen poco y tienen los nervios de punta. Rezan a sus santos y suplican por la vida de los suyos. Cada día que pasa sin noticias es sinónimo de malos augurios. Y es que la muerte de un balsero, por lo general, nadie puede confirmarla.