Después de estrujarse la cabeza en busca de un procedimiento jurídico que permitiera enviar a la cárcel al gánster de Chicago Al Capone, Eliot Ness y sus legendarios Intocables utilizaron un arma clave para encarcelarlo: la evasión de impuestos.
El Tío Sam te da el derecho constitucional de expresarte libremente y asociarte, pero si dejas de pagar un centavo de los Taxes puedes ir a chirona. Claro, se pagan salarios justos, existen sindicatos y tribunales independientes del Estado, convenios salariales con las empresas y derecho a huelga.
También el contribuyente puede requerir al fisco qué hace con su plata si observa hospitales, escuelas públicas y parques desguazados o autopistas repletas de baches, como en Cuba, donde las carreteras son auténticas minas terrestres.
No creo que los esfuerzos de la disidencia, acorralando a los Castro para que cumplan con procedimientos jurídicos plasmados en su propia Constitución, o crear un estado de opinión que los fuerce a ratificar los Pactos de la ONU firmados en 2008 culminen con éxito, pese a ser caminos legítimos que dejan al descubierto la esencia dictatorial del gobierno.
Ahora mismo, lo que está socavando las estructuras del añejo e inoperante sistema es el robo en la producción y servicios, la ineficacia laboral y el fraude generalizado del contribuyente al fisco. No hay Estado que pueda soportar esa elevada sangría financiera.
El resultado es palpable. Edificaciones que han costado cuatro veces su precio por el robo descarado de materiales de construcción y que debido a su pésima calidad arquitectónica, al poco tiempo necesitan una reparación capital. Calles y avenidas mal reparadas que a la vuelta de un par de años necesitan un nuevo arreglo.
El robo y el fraude se suceden en todo el quehacer nacional. Es una cadena extendida que ha atrofiado el rendimiento, eficacia y calidad en los servicios. Y ha terminado por secar las cuentas del Estado.
Si el régimen de Raúl Castro se ha visto obligado a instaurar unas tímidas reformas económicas, es porque las arcas están vacías y la productividad por el suelo.
Podrá venir una legión de inversores extranjeros y empresarios cubanoamericanos como Fanjul, Saladrigas o Bacardí a inyectar cientos de millones de dólares a las desinfladas finanzas locales. Mientras que cada obrero se lleve a casa un tornillo, un cocinero elabore una hamburguesa con menos carne y un usuario pague ‘por la izquierda’ dinero al cobrador de la luz para que adultere la factura, Cuba nunca despegará en el terreno económico. Es como tirar dinero en un saco sin fondo.
Esa ‘contrarrevolución’ silenciosa es un formidable freno. Mientras exista la burocracia letal, el robo y las declaraciones de impuestos fraudulentas, la economía consumirá tres veces más petróleo, se recaudará menos dinero y cualquier trámite empresarial o personal acarreará largas colas y tiempo perdido.
Miles de familias que en 2005 recibieron electrodomésticos, a raíz de la ‘revolución energética’ de Fidel Castro, todavía deben dinero al fisco. Y el Estado sabe que la decisión de muchos es no pagar.
Cada fin de año, al exponer la renta jurada, el 75% de los trabajadores privados evaden los impuestos al declarar gravámenes muy por debajo de sus ganancias. La gente se siente estafada por el sistema. Y devuelve la pelota robando.
El chofer de un taxi particular que defrauda las arcas estatales o los que sustraen queso en una pizzería, están lejos de ser disidentes políticos. Incluso, en ese pacto macabro de complicidad que se ha establecido con el régimen, simulan lealtad, participan en marchas, reuniones del sindicato y hasta son militantes del Partido Comunista.
De regreso al tajo vuelve el robo. De cualquier cosa. Pintura, aceite o un cartón de huevos. 55 años de saqueo ininterrumpido, por ese bloque monolítico de burócratas y corruptos que se ha transformado en auténticos carteles mafiosos, un obrero o un pequeño empresario, han pulverizado las reglas de juego dentro de la sociedad.
A Fidel Castro no lo pudieron tumbar las guerrillas en las montañas cubanas en los años 60. Los actuales proyectos opositores muestran al desnudo la vena autocrática de gobernantes que se venden como ‘revolucionarios y de izquierdas’, pero para sobrevivir apuestan por el peor capitalismo de Estado.
Tengo mis dudas si la disidencia puede abrir un boquete en su línea de flotación. Tampoco artículos críticos o cartas de condena harán mella en el poder casi absoluto del régimen. Una combinación de huelga de brazos caídos, carteles mafiosos conformados por burócratas, saqueo sistemático del fondo productivo y evasión fiscal, es la que que pondrá de rodillas y obligará a capitular a los octogenarios hermanos.
Al igual que Eliot Ness pudo llevar a la prisión de Alcatraz al sanguinario Al Capone con artimañas impositivas, el sepulturero de la revolución de Fidel Castro será esa masa en apariencia obediente y silenciosa conformada por cubanos de a pie.