Pasadas las doce de la noche, cuando los gerifaltes verde olivo escucharon a la presidente del colegio electoral venezolano Tibisay Lucena certificar el fracaso del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) de Nicolás Maduro en el plebiscito parlamentario del 6 de diciembre, se prendieron las alarmas en las oficinas del Palacio de la Revolución en La Habana.
El epicentro del sismo político venezolano estremeció a la Cuba oficial. La de los estadistas timoratos, funcionarios irresponsables e ideólogos radicales que pretenden gobernar una nación sumando sólo uno y cero.
El país virtual que diseñan los asesores de Raúl Castro, ocupados en esconder la crisis estructural política, económica y social de Cuba, es un arma de doble filo.
El férreo control de los medios en la isla les permite presentar al mundo una sociedad de personas amables y comprometidas con ese truco publicitario llamado Revolución Cubana. Que existió, pero desde 1976 se institucionalizó como una nación de corte soviético sustentando el marxismo como guía política. Continuar leyendo