Esperando por un diálogo entre cubanos

El daño que la autocracia verde olivo ha hecho a los cubanos es antropológico. La economía hace agua, tenemos una infraestructura del cuarto mundo y el salario es una broma de mal gusto.

Recuperarnos del desastre económico es probable. Lo que va a costar dos generaciones o más es superar los daños a la ética y valores ciudadanos. El manicomio ideológico instaurado en enero de 1959 por Fidel Castro polarizó la sociedad.

El régimen ha dividido familias y exacerbados las diferencias. Criminalizó las discrepancias políticas. Y los servicios especiales y la propaganda del partido comunista han convertido la represión en un arte.

Entre sus estrategias están los mítines de repudio. Auténticos linchamientos verbales para reprimir a la oposición, utilizando a ciudadanos y paramilitares camuflados de estudiantes y trabajadores.

En Cuba se gobierna de arriba hacia abajo. Las personas no tienen mecanismos que les permita cambiar el estado de cosas. El carnet rojo del partido y la lealtad absoluta se han convertido en una especie de pasaporte que te permite escalar en las estructuras del Estado.

Hace 25 años, el compromiso hacia la revolución se premiaba con un televisor, un apartamento o una semana de vacaciones en la playa. La crisis económica estacionaria que asola la Isla desde 1990 ha menguado las arcas estatales y eliminado los estímulos materiales a los obreros y empleados más fieles.

Los Castro ya no gobiernan tan fácil. Su narrativa no convence a segmentos importantes de la población. El desgaste de 56 años de poder y los desastres económicos han abierto un boquete en la sociedad.

Ahora la gente opina sin miedo en las calles. Aunque la estrategia oficial implementada es denigrar a la disidencia y amedrentar a los cubanos de café sin leche.

El castrismo ha tenido éxito en mantener aislada a la disidencia, a pesar que su discurso está en sintonía con los ciudadanos de a pie. Lamentablemente, la oposición no ha sabido capitalizar el enfado de la población.

A raíz de la caída del muro de Berlín, en noviembre de 1989, la solución más razonable hubiera sido que Fidel Castro se hubiese sentado con los opositores y pactado un compromiso conjunto.

Pero en sus genes no está tolerar discrepancias. Optó por la posición numantina. Lo execrable no es que haya hipotecado el futuro de Cuba. Lo infame es que viene utilizando a intelectuales y sectores afines en su enfrentamiento con la disidencia.

La cosecha de papas no crecerá ni la producción lechera aumentará insultando a compatriotas que tienen una visión política diferente. La burocracia y los carteles mafiosos incrustados en las instituciones estatales no van a desaparecer entonando estrofas genocidas al estilo de “al machete que son pocos”.

En la tranquilidad de sus casas, estos personajes, reconvertidos en armas de destrucción moral, comprobarán que la nevera sigue vacía y el futuro entre signos de interrogación.

Comportarse como pandilleros no va a enmendar el errático desempeño económico de un sistema fallido ni acabar con las carencias materiales. La solución a los problemas estructurales y políticos en la Isla solo se resuelven mediante el diálogo.

Lo que dijo Luis Morlote, representante de los artistas y escritores nacionales, de que “nosotros como sociedad civil estamos defendiendo lo nuestro, no podemos estar en el mismo espacio que los disidentes”, es cuando menos lamentable.

¿Qué van a hacer con los opositores? ¿Enviarlos a un asentamiento en el Pico Turquino? ¿Y cuando los que apoyan a los Castro coincidan con disidentes y periodistas independientes, qué van a hacer? ¿Huir? ¿Pedirnos permiso para sentarse a nuestro lado en un ómnibus o un taxi?

¿Cómo el régimen va a solucionar las discrepancias? ¿Con cárcel, destierro, golpizas y asesinatos extrajudiciales? Todavía se está a tiempo de revertir el actual diseño represor y sustituir las ofensas por un apretón de manos y el intercambio de criterios.

Para activistas iracundos como los que gobierno cubano envió a Panamá, puede resultar repugnante dialogar con ‘mercenarios’ que se hacen fotos con el ‘asesino’ del Che. En la acera de enfrente, un sector de la disidencia prefiere comer con los Borgia antes que platicar con representantes de la dictadura.

Cada cual en su trinchera. Pero la realidad es que los problemas que afectan a todos los cubanos siguen sin resolverse.

Los cubanos, lejos de la Cumbre de las Américas

Pasada la resaca de un domingo bebiendo cerveza con varios amigos, José Pablo arma con desgano su tenderete donde vende CD piratas con filmes de Hollywood y narconovelas mexicanas o colombianas.

En un estante usted puede encontrar las películas ganadoras del Oscar 2015 y escondidos en una desgastada mochila negra, una colección de videos pornográficos de producción nacional y foránea.

José Pablo es un tipo locuaz. Pero cuando usted le pregunta qué beneficios le puede reportar a los cubanos la próxima Cumbre de las Américas, a efectuarse el 10 y 11 de abril en Panamá, hace una mueca con sus labios y responde: “Nada. Todas esas cumbres, sean iberoamericanas, de la CELAC o ésta, son más de lo mismo. Discursos cargados de promesas que al final no resuelven nada. Todo se queda en retórica. Es un gasto de dinero innecesario”. Continuar leyendo

Con las reformas de Raúl Castro, los cubanos pobres viven peor

Junto a su esposa y cinco hijos, José vive hacinado en una habitación de tres metros por cuatro con una barbacoa de madera, en una cuartería de Santos Suárez, barriada del sur de La Habana. El solar es un sitio precario donde los cables de electricidad cuelgan del techo, el agua corre por el angosto pasillo central debido a las filtraciones en las cañerías y un olor nauseabundo de los albañales se impregna en la nariz durante horas.

Esa cuartería forma parte de la colección de asentamientos desvencijados donde residen más de 90 mil habaneros, según cuenta Joel, funcionario de vivienda en el municipio 10 de Octubre.

Hay sitios peores. En los alrededores de la capital, como el marabú, crecen las villas miserias. Suman más de 50. Casas de chapas de aluminio, tejas y cartón tabla sin servicios sanitarios donde sus moradores obtienen la electricidad de manera clandestina. Continuar leyendo

La disidencia cubana en tierra de nadie

Probablemente el panorama político en el sinuoso Medio Oriente sea más complejo. Desde luego. Después del 17 de diciembre, tras el espectacular giro diplomático entre Cuba y Estados Unidos, dos naciones agazapada en sus respetivas trincheras y enemigos de la Guerra Fría, la Casa Blanca no esperaba que un segmento significativo de la disidencia pacífica en la isla enfilara sus cañones a la alfombra roja tendida por el presidente Obama a la autocracia verde olivo.

Las diferencias son sanas. No hay nada más dañino que la falsa unanimidad. Pero cuando usted lee la hoja de ruta del Foro por los Derechos y Libertades, difundida por un ala de la oposición liderada por Antonio Rodiles, Berta Soler, Ángel Moya, Guillermo Fariñas y Félix Navarro, y los cuatros puntos de consenso promulgados el pasado 22 de diciembre por otro grupo disidente, las diferencias son mínimas.

El periodista independiente Juan González Febles, director del diario Primavera de Cuba, cree que las divergencias no son de carácter ideológico, si no programático. “El personalismo y la ausencia de memoria histórica es una de las claves de ciertos disidentes para ningunear a otros opositores”.

El viernes 23 de enero esas incongruencias de la oposición cubana salieron a la palestra. Tras el desayuno de una docena de disidentes con Roberta Jacobson, funcionaria estadounidense al frente del equipo que negocia con el régimen la implementación de una futura embajada, las divisiones entre la oposición han provocado un sismo de mediana intensidad.

Ya el adversario no solo es el Gobierno de los hermanos Castro. Ahora Obama también está en la diana. El segmento que descalifica los pasos dados por Washington son disidentes por partida doble.

El cisma es evidente. El viernes, la facción liderada por el veterano opositor Elizardo Sánchez, Héctor Maseda y José Daniel Ferrer, a última hora convocó a una conferencia de prensa a la una de la tarde.

Con anterioridad, Antonio Rodiles había anunciado un intercambio con la prensa independiente y extranjera a las 2 de la tarde. José Daniel considera que las divergencias son de matices. “Cuando tu lees el documento emitido por ellos, hay puntos de coincidencias con nuestro documento. Todos queremos democracia, libertades políticas y amnistía para los presos políticos”.

Elizardo Sánchez opina que en un 90% la oposición local está de acuerdo en no menos de cuatros puntos básicos. “Es una exageración que esas diferencias provoquen otro tipo de confrontaciones”. Pero cuando usted le pregunta por qué entonces no se ofreció una única conferencia de prensa, evade la respuesta.

Cada parte asegura que cuenta con la mayoría. “Los que estamos de acuerdo con los cambios promulgados por Obama somos el 70% de la disidencia”, dice Ferrer.

Desde la otra acera, Antonio Rodiles señala lo contrario. “Casi un 80% de la oposición tiene dudas considerables y no apoya el nuevo proceso. Estados Unidos ha apostado por el neo castrismo. Es una estrategia fatal soslayar el apartado de derechos humanos y ningunear a la disidencia en el proceso negociador”.

Guillermo Fariñas considera que Estados Unidos está ignorando a líderes históricos de la disidencia como Oscar Elías Biscet, Antúnez, Vladimiro Roca o activistas recientes como Sonia Garro y a un sector importante del exilio.

El nuevo panorama le otorga una indiscutible independencia al grupo que cuestiona las negociaciones Obama-Castro. El régimen cubano siempre ha acusado a los opositores de “mercenarios al servicio de Washington”.

Leña al fuego añadió Josefina Vidal, probable embajadora de la Isla en Estados Unidos, al declarar que la disidencia no representa al pueblo. “En Cuba hay diversas asociaciones de masas que son los auténticos representantes de los cubanos”, subrayó.

Es evidente que el nuevo escenario ha descolocado a la disidencia, a la que está a favor y a la que está en contra. Se impone un giro de 180 grados para llegar a la gente y transformarse en un actor importante. Cada grupo lo argumenta a su manera y así lo contempla en sus respectivas hojas de ruta. El desafío se antoja formidable.

Entre tanto, el régimen militar sigue controlando con mano de hierro a los medios, y mediante el miedo, ha logrado que un alto porcentaje de la población, disgustada por el desastre económico, se mantenga ajena, viendo pasivamente el juego sentada en las gradas.

Como muestra de protesta a la política de Obama, Berta Soler y una decena de opositores no acudieron a un cóctel de despedida ofrecido a Roberta Jacobson por la Sección de Intereses de Estados Unidos en La Habana.

Pero a pesar de que disidentes como Elizardo Sánchez y José Daniel Ferrer apoyan las nuevas medidas de la Casa Blanca, el General Raúl Castro tampoco cuenta con ellos. Están en tierra de nadie.

Los cubanos esperan un 2015 diferente

Aunque Yaumara, psicóloga, lleva tres noches haciendo cola en una feria del municipio 10 de Octubre, a ver si logra comprar un pavo pequeño por 170 pesos (8 dólares), para la cena de fin de año, ella espera grandes cosas de 2015.

En medio del bullicio de vendedores ambulantes, tenderetes portátiles de lona ofertando pan con lechón, papel sanitario o pintura, rodeada de estantes de hierro oxidados con boniatos, yucas y otras viandas y el suelo lleno de tierra rojiza, Yaumara no pierde la fe de poder comprar un pavo y festejar el nuevo año con su familia.

“Si no es así, no puedo comprar pavo. En las tiendas por divisas un pavo congelado cuesta entre 42 y 55 cuc (44 y 60 dólares), que representa dos meses y medio de mi salario. Soy optimista, pienso que en 2015 las cosas van a cambiar para bien. Peor no podemos estar”.

Entre varios cubanos de a pie consultados, nadie supo argumentar con una narrativa coherente por qué los próximos doce meses serán diferentes. Tal vez un reflejo condicionado. Una corazonada. Continuar leyendo

La censura al periodismo incómodo

La democracia como narrativa suena agradable. En cualquier sitio del planeta tiene partidarios dispuestos a desafiar gobiernos autocráticos arriesgando incluso sus vidas.

En Cuba los demócratas también corren riesgos. Pregúntenle a cualquier Dama de Blanco o activistas de la UNPACU. Palizas, detenciones breves, y pende como una espada de Damocles una Ley Mordaza que sanciona a 20 años de cárcel a todos aquellos que se oponen a  los Castro.

Ahora, algunos disidentes cubanos pueden viajar al extranjero y denunciar los atropellos de su gobierno. Diez años atrás no era así.

En la primavera de 2003, 75 opositores pacíficos fueron sancionados a penas de cárcel entre 18 y 27 años solo por pensar diferente. Como arma solo tenían la palabra.

Entre los reos había 27 periodistas libres. Gracias a la presión internacional fueron excarcelados en 2010. La mayoría debió marchar al destierro. Los 12 que quedan en Cuba, técnicamente, están en libertad condicional. Si el régimen verde olivo así lo desea, pueden volver tras las rejas.

A pesar de que Martha Beatriz Roque, Jorge Olivera, Arnaldo Ramos o Ángel Moya son rehenes políticos de los hermanos Castro, ellos, con entereza, continúan denunciando los abusos del Estado y apostando por la democracia.

Para todos. No para unos cuantos. Pero cuatro décadas antes de las redadas a los disidentes pacíficos de 2003, en una fosa de la Fortaleza Militar de la Cabaña, al este de La Habana, el gobierno de Fidel Castro fusiló y encarceló a miles de demócratas, cristianos o liberales que luchaban por libertades políticas y económicas y una verdadera democracia.

La historia del presidio político después de 1959 debiera ser un cuaderno de cabecera para cualquier disidente cubano. Los modos de operar y las estrategias son diferentes. Pero el fin es el mismo: un país que respete los estatutos democráticos.

Se sabe dónde está y cómo actúa el adversario. Pero de un tiempo acá han surgido nuevos actores. Trabajan en la sombra. Viven al otro lado del charco y son empresarios de bolsillo amplio que patrocinan proyectos disidentes a cambio de sumisión y acomodar el perfil según sus intereses.

Mientras critiques al gobierno de Raúl Castro y el estado de cosas, aplausos. Cuando tus notas reprochan el comportamiento y tímido desempeño de un sector de la disidencia, amenazas. O ninguneo.

Yo lo he vivido. Las tácticas son conocidas. Desde llamadas telefónicas sibilinas para que cambies de actitud hasta la guerra sucia. Igual te pueden acusar de agente de los servicios especiales en la Isla que llamarte envidioso, colaboracionista o mediocre.

En nombre de una supuesta y falsa unidad, piden silencio y no sacar a la luz los trapos sucios. No pertenezco a ningún proyecto disidente y mis relaciones de trabajo con los medios para los cuales escribo se basa en el respeto mutuo y la plena libertad de expresión.

Desde luego, algunos textos pueden no interesar a los editores. Están en todo su derecho. Pero jamás he recibido presión de medios como DIARIO DE CUBA, El MundoInfobaeDiario las Américas o Martí Noticias.

Ni las aceptaría. Lamentablemente no todos tienen esa independencia. Hace unos días, los patrocinadores suecos que financian el semanario Primavera Digital, fundado el 22 de noviembre de 2007, decidieron cortarle la ayuda utilizando como pretexto argucias demasiado tontas para ser creídas 

Fue un vulgar chantaje. Si quieren plata, deben hacer lo que pedimos. Por supuesto, Juan González Febles y su equipo de cerca de 40 colaboradores no aceptaron. El asunto es simple: escribir sin mandato.

Son periodistas incómodos. En sus notas describen y analizan la otra Cuba que el Gobierno pretende ocultar. También con mirada crítica juzgan a ciertos sectores disidentes y el clan de millonarios cubanoamericanos de La Florida que sueñan con un nuevo trato con los hermanos Castro.

Uno puede estar de acuerdo o no con las apreciaciones periodísticas de los redactores y colaboradores de Primavera Digital. O con su diseño o formato. Pero nadie puede negarles el derecho a existir y tener su propia línea editorial. La cacareada libertad de prensa queda en dudas.

Esto se veía venir. Desde 2009, al menos que yo conozca, hay una puja por ocupar espacios y desplazar a un grupo de periodistas independientes que la llamada “nueva disidencia” considera ineptos y políticamente incorrectos.

Es una estrategia. Rehacer la historia ninguneando el pasado. Y, con el pretexto de que los decanos del periodismo independiente no dominan las nuevas tecnologías, marginarlos. No conozco la mano negra que está detrás. Pero si algunos ejecutores en La Habana.

Durante seis años tuve magníficas relaciones personales con Yoani Sánchez. Me consta de su labor de zapa. Mientras algunos optaban por dialogar, para salvar las lógicas diferencias que pueden existir en cualquier grupo, la bloguera prefería conquistar a periodistas independientes que trabajaban en Primavera Digital con promesas materiales o profesionales.

Esa noción de “competencia y democracia” de Yoani Sánchez no puede ser aceptada. Pero ocurre que muy pocos en Cuba se atreven a criticar abiertamente sus métodos.

Si usted hace un sondeo entre los opositores y periodistas libres, percibirá una amplia antipatía hacia la bloguera. No es por un asunto personal o de bajas pasiones humanas. Es por su forma de proceder, de no respetar al prójimo y por su inveterada costumbre de hablar en nombre de los demás.

Muy pocos periodistas independientes se sienten representados por Yoani, en 2013 nombrada por la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) como integrante de la Comisión de Libertad de Prensa, un cargo que se supone debe velar por los intereses de todos los periodistas cubanos.

Ahora mismo, tras el grosero chantaje financiero que reciben los colegas de Primavera Digital, ni la SIP, Reporteros sin Frontera ni 14ymedio, web de la Sánchez, se han solidarizado con ellos.

La solidaridad ha llegado de la disidencia interna, de las Damas de Blanco y del exilio. Para los patrocinadores suecos de Primavera Digital, ya resultaban aburridos los reportes semanales de las marchas, palizas y represiones a la oposición cubana.

Quieren gente joven. Comedida. Obediente. Y que la publicación no sea descaradamente anticastrista. Los de Primavera… lo están pagando.