El martes a las 7 de la mañana me confirmaban que había posibilidad de ir a la Audiencia Papal y estar en el saludo final (el llamado besamanos). Llegamos temprano y vimos cómo la plaza se llenaba. La gente dándole la bienvenida en la recorrida que hace por San Pedro, pasando por todos y cada uno de los sectores saludando a los peregrinos en el Papamóvil casi por 30 minutos.
Luego de la catequesis, los saludos y la bendición sobre todos y los objetos que llevábamos, empezó el saludo personal. En primer lugar a los enfermos. En sillas de ruedas, en comunidades de centros de atención, uno por uno. Luego a los niños que se acercaron. Los saludos siguieron con un grupo de peregrinos de diferentes países y muchas parejas de novios (con traje de novia y todo). Por último, los argentinos.
Era un grupo grande. Por ser de los de última hora nos había tocado con mamá casi en el último lugar. Durante los saludos y la bendición había comenzado a lloviznar. En el momento de nuestro saludo se largó con todo. Preparamos el mate. Ya habían pasado más de una hora y el Papa seguía saludando. Éramos los últimos y quedamos solos con él. Cara a cara con un mate en la mano.