Mota y cabañuelas

Han sido buenas cabañuelas para la legalización de la marihuana en el mundo. Como se sabe, entraron en vigor las leyes ya aprobadas en los estados norteamericanos de Washington y Colorado, con todo tipo de sorpresas, desorden, efectos deseados y perversos, y una fuerte repercusión noticiosa internacional. También arrancó la legalización en Uruguay, justo a tiempo para que los argentinos, que suelen veranear desde hace décadas en Punta del Este, puedan alegrar sus días festivos sin temor alguno. Por su parte el gobernador del estado de Nueva York, Andrew Cuomo, posible candidato demócrata a la presidencia en 2016 si Hillary Clinton decide no presentarse, firmó un decreto legalizando el acceso a la marihuana para fines terapéuticos sólo para ciertas enfermedades, y en una veintena de hospitales. Tratándose del segundo estado más poblado de la Unión Americana, y que a pesar de la tolerancia de la ciudad de Nueva York, alberga actitudes conservadoras al respecto, es un paso adelante de suma importancia.

Asimismo, los organizadores de la nueva iniciativa de legalización del uso recreativo de la marihuana en California dieron el primer paso en el largo proceso que deberán recorrer para que este noviembre, en su caso, se gane lo que se perdió por una nariz hace tres años. Registraron ya su iniciativa de legalización; se darán un mes y medio para reunir los fondos necesarios para lograr las 700 u 800 mil firmas pertinentes; y decidirán en ese momento si pueden conseguir entre los 15 mil millones de dólares que costaría una campaña exitosa del Sí. No es seguro que todo este proceso sea este año, pero ya se echó a andar.

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A 20 años del Tratado de Libre Comercio de América del Norte

Pronto conmemoraremos el 20 aniversario de la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN). El 1º de enero del 1994 comenzó una nueva etapa de nuestra relación con Estados Unidos (y en menor medida con Canadá), que transformó al país. Será un magnífica ocasión para sacar un balance de estos dos decenios en México y reflexionar sobre lo que viene.

En Estados Unidos ya empiezan los esfuerzos de prospección y de revisión histórica. El Council of Foreign Relations de Nueva York ya formó una comisión sobre la integración de América del Norte, presidida por Robert Zoellick, ex presidente del Banco Mundial, ex subsecretario de Estado y ex representante especial de Comercio, y David Petraeus, militar retirado, ex director de la CIA y ex jefe de las tropas norteamericanas en Afganistán. Durante un año buscarán una “gran idea” para el futuro de la región, inspirada en parte por el libro de Robert Pastor (miembro de la comisión) The North American Idea. En México no hay posibilidad de que suceda algo por el estilo, pero por lo menos podemos esperar una buena discusión sobre los saldos del TLCAN.

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El ranking de México en la IED

Conforme se acerca el 20 aniversario de la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), será necesario revisar sus resultados ante las expectativas reales o irrealistas que generó hace dos décadas. Para quienes siempre pensamos que se trataba mucho más que un mecanismo para “blindar” la política macroeconómica mexicana que de un convenio propiamente comercial, uno de los principales objetivos consistía en incrementar, a través de ese blindaje, la Inversión Extranjera Directa (IED) en México. Ésta, como se sabe, fue acotada durante varios decenios a través de múltiples instrumentos, pero durante la década de los setenta y en principios de los ochenta su exiguo monto fue suplido por el crédito externo. A través de 1982 eso resultó difícil, y a partir de 1989 prácticamente imposible.

La ecuación es muy sencilla. Para que México crezca al 5% por año, es indispensable, aunque quizás no suficiente, que invierta alrededor de la cuarta parte de su producto anual. Andamos, con ciertas variaciones anuales, en alrededor de 20 o 21 %; nos faltan por lo menos 5 puntos porcentuales adicionales de inversión. Como el sector público difícilmente lo puede hacer, debido a la restricción fiscal, y como el sector privado mexicano ha ido invirtiendo cada año más en el extranjero y menos proporcionalmente en México, todo sugiere que buena parte de estos 5 puntos adicionales tendrá que provenir de la IED. Ya hemos comentado en estas páginas cómo el porcentaje de IED sobre PIB en México ha disminuido en los últimos lustros. Su año pico fue en 1995 cuando alcanzó poco más del 3% (aunque en parte se debió a la contracción draconiana de la economía). Se mantuvo en esos niveles o ligeramente por debajo hasta el año 2001 (2.8%) y a partir de entonces ha seguido descendiendo al grado que el año pasado se hundió a 1.1%, la cifra más baja desde 1981 (ligeramente distorsionada por la desinversión de Grupo Santander México a través de una salida en bolsa de Nueva York). Pero resulta más interesante  comparar esta evolución e insuficiencias mexicanas con las cifras de otros países latinoamericanos para estos mismos años.

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O momento brasileiro

Fue predecible la derrota de la Selección mexicana contra la brasileña en el partido de ayer; es comprensible que el año entrante en el Mundial con sede en Brasil nos vaya igual que siempre: octavos de final y ya. También es perfectamente lógico que ahora resulte que la supuesta edad de oro del gigante sudamericano no sólo fue efímera y superficial, sino que desembocó en protestas sociales, sobre todo de jóvenes, como nunca se habían visto en las ciudades San Pablo, Río de Janeiro, Belo Horizonte y otras, desde mediados de los años ochenta.

Lo incomprensible estriba en el error que cometieron muchos brasileños al creerle más a los medios internacionales, a las casas de bolsa, a las corredurías y a los supuestos analistas financieros y económicos de los grandes bancos de Wall Street y de la City en lugar de confiar en sus instintos y sus propios conocimientos. Cuando todas estas fuentes de sabiduría y de presunta recopilación de informes y datos cantaban extraordinarias loas al desempeño de la economía brasileña, del Banco Central, del gobierno de Lula, del programa Bolsa Familia, del surgimiento del gigante verde amarelo, los magníficos estudiosos y comentaristas brasileños de las grandes universidades, medios de comunicación y think tanks, como la Fundación Getulio Vargas, debieron haber detonado señales de alarma explicando que no era así de sencillo: que tal o cual banca de inversión en Nueva York o en Londres, o empresa, o hedge fund y private equity fund, tuviera razones de interés directas.

También debieron haber escuchado a aquellos que les dijeron que realizar a dos años de distancia los eventos de la Copa Mundial y los Juegos Olímpicos no es nada del otro mundo; más aún, el último país latinoamericano que lo hizo, a saber, México 1968 y 1970, lo único que conserva en su memoria colectiva al respecto es la matanza de Tlatelolco. Pudieron haberle preguntado a los sudafricanos, a los ingleses y a muchos más, quienes les habrían confesado con cinismos y resignación que esos acontecimientos no traen inversión extranjera más allá de la que había de todas maneras; no atraen un mayor número de turistas de modo duradero, y que sobre todo la infraestructura en la que se invierten enormes cantidades de recursos no suele servir de nada más tarde. Sólo puede sacarle verdadero provecho a un evento de este tipo un país como China, que puede canalizar enormes esfuerzos y recursos a un evento de Estado, y reprimir si es necesario a quien se oponga a él. Eso no lo puede hacer el gobierno de Dilma Rousseff afortunadamente, pero sin eso, este tipo de eventos no suele prosperar.

Las protestas en Brasil contra el aumento en transporte público, la mala calidad de la educación pública, las deficiencias del sector salud y las inmensas inversiones en los nuevos estadios, caminos, aeropuertos, etcétera, necesarios para el Mundial y los Juegos Olímpicos, seguramente llegarán a su término pronto. Brasil es una auténtica democracia, y existen muchas maneras de canalizar ese descontento por vías institucionales. Además, en vista de que el gobierno de Rousseff es un gobierno a la vez eficaz y sensible, seguramente tomará medidas para atender las demandas y las quejas de los manifestantes. Lo que se habrá roto, quizás sea justamente la burbuja brasileña o el espejismo brasileño que nunca debió haber adquirido las dimensiones que tuvo.

Todo esto debiera servirnos también en México. Decía hace unas semanas en una cena Luis Rubio, con la perspicacia que lo caracteriza, que cuando todo era fantástico en Brasil y todo en México era un desastre, aquí seguíamos creciendo al 3%. Aguas con los medios internacionales, aguas con el optimismo beato de los analistas internacionales increíblemente superficiales, aguas con el momento de México. Hay mucha gente que sabe manipular a los medios internacionales, a las casas de bolsa, a los fondos y a las corredurías. Habría que preguntarles a ellos para no creernos cuentos sobre el destino nacional.