Perder la misma guerra dos veces

Es el momento de la venganza en Irak. Raouf Abdul Rahman, el juez que sentenció a la pena de muerte al exdictador Saddam Husssein en el 2006, fue detenido y ejecutado por rebeldes sunitas cuando huía de Bagdad disfrazado, supuestamente, de bailarín. Imposible confirmarlo, pero fue reportado por fuentes confiables.

Saddam, un sunita, es considerado un mártir por ISIS, el grupo del Estado Islámico de Irak y Siria, que intenta derrocar al gobierno del chiíta de Nouri Hasan al-Maliki. Este es el Irak que nos dejó el expresidente norteamericano George W. Bush.

La única manera de mantener unidos a sunitas, chiítas y kurdos en Irak ha sido por la fuerza. Así lo hizo el imperio otomano, luego los británicos a principios del siglo XX y posteriormente Saddam Hussein, como dictador, de 1979 hasta la invasión estadounidense en el 2003. Bush, literalmente, no sabía en qué se estaba metiendo.

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“No hagas cosas estúpidas”

La guerra, muchas veces, es una estupidez. Particularmente cuando ninguno de los dos lados puede ganar militarmente. Este es el caso de Colombia.

Ni el ejército ni las guerrillas terroristas de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) pueden derrotar al enemigo a balazos. Así ha sido durante medio siglo. Pero siguen peleando.

Es falso e ilusorio decir que la guerra se puede ganar en Colombia. La única manera de conseguir la paz es hablando. No hay más. Aunque duela, aunque haya que negociar con quien mató a tu hermano. El fin de la guerra siempre hay que negociarlo con el enemigo.

Las elecciones de este domingo 15 de junio son, en gran medida, un plebiscito sobre la guerra. Más de 220 mil colombianos han muerto en este conflicto bélico, en su mayoría civiles, según el Centro Nacional de Memoria Histórica. El Presidente, Juan Manuel Santos, busca la reelección apostando a que las pláticas de paz con los líderes de las FARC en Cuba pueden culminar exitosamente.

Oscar Ivan Zuluaga, el candidato uribista, dijo que ordenaría una “suspensión provisional de los diálogos de la Habana” y solo los reanudaría bajo estrictas condiciones.

Son, sin duda, dos visiones muy distintas de cómo enfrentar este conflicto. Solo les corresponde a los colombianos escoger su futuro pero, gane quien gane, ojalá escuche el reciente consejo del presidente estadounidense, Barack Obama, respecto a la guerra: “No hagas cosas estúpidas.”

Obama ha estado bajo enorme presión para enviar soldados norteamericanos al conflicto en Siria e, incluso, a Ucrania (tras la anexión rusa de Crimea). Pero se ha resistido. De acuerdo con el diario The New York Times, el presidente ha usado esta frase “no hagas cosas estúpidas” en sus reuniones privadas y con sus principales asesores al definir su filosofía sobre la guerra.

Obama cree – basado en su idea de diplomacia desmilitarizada – que enviar soldados de Estados Unidos no resolvería la guerra civil en Siria ni podría defender, tampoco, la soberanía de Ucrania. Está muy claro que Obama no quiere cometer los mismos errores del ex presidente George W. Bush, quien emprendió una guerra en Irak bajo la falsa impresión de que ahí había armas de destrucción masiva. Más de 188 mil civiles y combatientes han muerto en Irak, según el sitio IraqBodyCount.org. Muchas veces lo más inteligente es no hacer la guerra.

“Algunos de nuestros errores más costosos”, dijo recientemente Obama en un discurso en la escuela militar de West Point, “han ocurrido por nuestro deseo de apresurarnos en aventuras militares sin haber pensado totalmente las consecuencias.”

Esto se puede aplicar perfectamente a Colombia. La guerra es lo normal en Colombia y lo más fácil sería continuarla 10, 15, 50 años más. Todos los niños y la mayoría de los adultos colombianos no han tenido un solo día de paz desde que nacieron. Eso puede cambiar.

La paz requiere más valentía e inteligencia que la guerra. “Toda guerra termina con una negociación”, me dijo en una entrevista el corresponsal Sebastian Junger, quien se ha pasado la mitad de su vida en zonas de conflicto.

Tiene razón.

El científico Albert Einstein se preguntaba en una carta en 1932 lo siguiente: “¿Hay una manera de liberar a los seres humanos de la fatalidad de la guerra?” Apliquemos hoy la misma pregunta a Colombia: ¿Hay una manera de liberar a los colombianos de la fatalidad de la guerra?

La respuesta es sí. Desde luego. Pero la primera condición es “no hacer cosas estúpidas”, como sugiere Obama. Y lo estúpido sería creer que la paz se consigue con más guerra.

La ruta de la muerte

NOGALES, ARIZONA - Hoy, en esta frontera, va a morir un inmigrante. O quizás dos. Mañana se repetirá la historia. Y pasado mañana también. Son muertes terribles e innecesarias. Los inmigrantes se pierden en el desierto, sin agua y usualmente mueren de insolación en dos o tres días a sólo unas millas de la ciudad más cercana.

En los últimos años se han construido unas 350 millas de muros entre México y Estados Unidos. Es increíble que en 2013 sigamos hablando de muros. El Muro de Berlín, que sólo tenía 87 millas, empezó a demolerse en 1989. Me tocó verlo. Fue emocionante presenciar cómo los jóvenes alemanes de ambos lados destruían con cincel y martillo lo que los separaba. Por eso es tan aberrante ver cómo ahora quieren construir 350 millas más de muro en la frontera entre México y Estados Unidos.

La verdad, sin embargo, es que los muros no sirven para nada. A sólo 15 minutos en auto de Nogales, Arizona, se acaba el muro grande, el que tiene unos 15 pies de altura. Se nota claramente dónde el gobierno se quedó sin dinero. Y es ahí precisamente a donde se van los inmigrantes para cruzar ilegalmente a Estados Unidos, sin ningún problema.

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Snowden: ¿traidor o no?

Claro, nadie quiere otro atentado como el del 11 de septiembre de 2001. Nadie. Salvo al-Qaeda y otros grupos terroristas. Las encuestas son inequívocas; los estadounidenses quieren que su gobierno haga todo lo que sea necesario para evitar otro ataque terrorista como el que costó la vida a casi 3 mil personas en 2001. Pero una cosa es esperar que tu gobierno te proteja de ataques del exterior y otra, muy distinta, es que se utilice esto como excusa para espiar tus correos electrónicos y tus llamadas telefónicas.

El programa de espionaje del gobierno de Estados Unidos -que reveló Edward Snowden, el ex contratista de la Agencia de Seguridad Nacional de Estados Unidos (NSA, en sus siglas en inglés), al diario británico The Guardian- es mucho más extenso de lo que se pensó originalmente.

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Cómo perder la Casa Blanca en el 2016

Es facilísimo. No hay que romperse la cabeza. Lo único que tienen que hacer los republicanos en la Cámara de Diputados es votar en contra de la reforma migratoria o boicotear el proceso. Es todo. Con eso basta para que su candidato –el que sea– pierda las elecciones presidenciales en Estados Unidos en 2016.

A veces parecería que los congresistas republicanos están siguiendo al pie de la letra un plan ideado por su peor enemigo y que consiste en atacar e insultar al grupo político de más rápido crecimiento en el país: los hispanos.

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Lo que me gusta (y no tanto) de Estados Unidos

A pesar de que llevo 30 años viviendo en Estados Unidos, no deja de sorprenderme cuando este país hace algo atrevido, promoviendo la igualdad, rompiendo prejuicios de décadas y sale a defender lo moralmente correcto. Cuando esto ocurre, el mundo (a pesar de su sano escepticismo, larga memoria y malos recuerdos) no tiene más remedio que tomar nota y seguir el ejemplo.

Dos de estos momentos históricos acaban de ocurrir: la Corte Suprema de Justicia prohibió la discriminación en contra de parejas gay y el Senado aprobó el proyecto de reforma migratoria para legalizar a millones de indocumentados. Son dos decisiones como para quitarse el sombrero. Jueces y senadores están diciendo que aquí nadie puede estar por encima de los otros. Ser muchos no les da el derecho de imponerse sobre los que son menos. Esto es lo que más me gusta de Estados Unidos; esa idea -expresada maravillosamente en su acta de independencia- de que todos somos iguales. Todos.

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