Vender el alma al diablo

Estábamos a punto de grabar un programa especial de televisión sobre la reforma migratoria y no podíamos empezar porque el senador Chuck Schumer de Nueva York no apagaba el celular. Pero ninguno de los otros tres senadores que lo acompañaban –Bob Menendez de Nueva Jersey, Dick Durbin de Illinois y Michael Bennet de Colorado– se atrevían a interrumpirlo.

Yo tampoco. Schumer estaba contando por teléfono el número de senadores que apoyarían una nueva enmienda para militarizar la frontera de Estados Unidos con México y el asunto era demasiado importante como para pedirle que terminara. Cuando por fin lo hizo, nos enteramos de la negociación que había ocurrido a puertas cerradas.

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