El mundo según Bill Gates

Nueva York. Bill Gates, el fundador de Microsoft y uno de los hombres más ricos del mundo, no le hace caso a las malas noticias

De hecho, durante una entrevista en una friísima mañana neoyorquina, él tenía dos buenas noticias: una, el mundo está mucho mejor que antes y, dos, no, no está tirando su dinero. Empecé con lo más obvio. ¿Cuánto dinero tiene? le pregunté. Más de 70 mil millones de dólares, me dijo. Además, ya ha donado –a través de la Fundación de Bill y Melinda Gates- más de 28 mil millones. Su plan es donarlo casi todo antes de morir. “Mis hijos han tenido una gran educación y seremos generosos con ellos”, me dijo este padre de 58 años de edad, “pero el dinero le pertenece a la sociedad e invertiremos en descubrimientos y programas que realmente ayuden al mundo.”

Gates es un hombre de números. Hace décadas vio el futuro y diseñó los programas de computación que hoy dominan el planeta. Así hizo su dinero. Y aunque todavía es el chairman de Microsoft, hace años que dedica la mayor parte de sus días a ver como regala su fortuna. ¿Cuántas vidas ha salvado? “El trabajo que hemos hecho ha salvado 8 millones de vidas”, me cuenta sin subir el tono de la voz. “Y lo hacemos inventando nuevas vacunas…y ayudando a que esas vacunas lleguen a los niños más pobres.”

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El presidente más pobre y la marihuana

Es el experimento uruguayo: acaban de legalizar la marihuana, y en gran parte esto fue posible gracias a su presidente, José Mujica, todo un personaje y un filósofo.

Es la primera vez que me he tenido que quitar la corbata para entrevistar a un presidente. Lo que pasa es que José Mujica -a quien muchos llaman en Uruguay “el presidente Pepe” – es de una especie política distinta. La corbata, me dijo, “ya no cumple la función por la cual surgió” (y que era cerrar camisas sin botones). “Cuando supe la historia de la corbata,” añadió, “me pareció un rasgo de coquetería masculina.” Y la desechó.

Mujica es, sin duda, uno de los presidentes más pobres del mundo. Regala el 90 % de su salario a obras de caridad y se queda, nada más, con unos mil dólares por mes. No sé de ningún otro mandatario que se quede con tan poco. “Soy sobrio en la manera de vivir, aunque no lo pretendo imponer a nadie,” me dijo en una entrevista durante su reciente viaje a Nueva York. “La vida es para andar liviano de equipaje, poco comprometido con las cosas materiales y para asegurarse el mayor margen posible de libertad individual.” Como ven, es también un presidente filósofo.

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Si Bill Clinton fuera presidente

Bill Clinton tiene un problema: todo el mundo le quiere hablar de su esposa. Y la pregunta es la misma: ¿se va a lanzar Hillary a la presidencia de Estados Unidos en el 2016? Pero él tiene la misma respuesta para todos: “No lo sé”. Bill Clinton no es hombre de pocas palabras. Añadió: “Ella cree, al igual que yo, que hacer una campaña electoral durante cuatro años es un grave error. Hasta hay periódicos que tienen reporteros asignados a cubrir una campaña que no existe y, por lo tanto, inventan cosas”.

Sería fácil terminar con todos esos rumores. Bastaría que ella dijera que no quiere ser la primera presidenta de Estados Unidos. Pero la realidad es que no lo ha dicho. Es más, al igual que lo hicieron Barack Obama y John F. Kennedy durante sus candidaturas presidenciales, Hillary está terminando un libro que será publicado antes de las elecciones.

La realidad es que Hillary no está hablando, pero Bill sí. La mañana que lo entrevisté en su casa al norte de Nueva York, el ex presidente estaba de buenas y con ganas de conversar. Ya no tenía esas enormes ojeras que le vi una tarde en la Casa Blanca y ha corregido su vieja costumbre de llegar unos minutos tarde. Se hizo vegetariano desde el 2010 y se nota; ha perdido varias libras y ganado energía. Ve a los ojos, saluda con mano fuerte y casi siempre tiene algo inteligente o ingenioso que decirte.

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La ruta de la muerte

NOGALES, ARIZONA - Hoy, en esta frontera, va a morir un inmigrante. O quizás dos. Mañana se repetirá la historia. Y pasado mañana también. Son muertes terribles e innecesarias. Los inmigrantes se pierden en el desierto, sin agua y usualmente mueren de insolación en dos o tres días a sólo unas millas de la ciudad más cercana.

En los últimos años se han construido unas 350 millas de muros entre México y Estados Unidos. Es increíble que en 2013 sigamos hablando de muros. El Muro de Berlín, que sólo tenía 87 millas, empezó a demolerse en 1989. Me tocó verlo. Fue emocionante presenciar cómo los jóvenes alemanes de ambos lados destruían con cincel y martillo lo que los separaba. Por eso es tan aberrante ver cómo ahora quieren construir 350 millas más de muro en la frontera entre México y Estados Unidos.

La verdad, sin embargo, es que los muros no sirven para nada. A sólo 15 minutos en auto de Nogales, Arizona, se acaba el muro grande, el que tiene unos 15 pies de altura. Se nota claramente dónde el gobierno se quedó sin dinero. Y es ahí precisamente a donde se van los inmigrantes para cruzar ilegalmente a Estados Unidos, sin ningún problema.

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“Méxodo”: no es sólo por los empleos

El estadio de Columbus, Ohio, estaba vestido de rojo y blanco, los mismos colores de las siete barras rojas y seis blancas de la bandera de Estados Unidos. Busqué en el monitor de la televisión algunas camisetas verdes que indicaran la presencia de algunos fanáticos del equipo mexicano, pero no la encontré. Estaban ahí, pero no se veían.

Por eso escogieron ese estadio -no es un secreto que cada vez que Estados Unidos y México juegan un partido de fútbol en territorio norteamericano buscan un estadio donde haya más seguidores del equipo de las barras y las estrellas. Pero no es cosa fácil. El fútbol (“soccer”, como le dicen aquí) no es tan popular como el fútbol americano, el básquetbol o el béisbol. Y cuando se trata de un partido para clasificar al Mundial de Brasil 2014, los mexicanos siguen a su selección a donde sea. Incluso a Ohio. No importa cuántos años estén en Estados Unidos, siguen apoyando al equipo mexicano.

Lástima que están siguiendo a una selección perdedora. México perdió ese partido 2 a 0 frente a Estados Unidos y está a punto de ser eliminado del campeonato mundial. Esto me recuerda la época en que algunos en la prensa escrita llamaban “ratoncitos verdes” a los jugadores de equipo mexicano; por malos, por su actitud derrotista y, sobre todo, por no echarle ganas. Y desde luego, el equipo mexicano no sintió el amor de las tribunas en Ohio.

La población hispana de Columbus no llega ni al 6%, según datos del ultimo censo, a pesar de que el nombre de la ciudad lleva el apellido del descubridor de América. En comparación, los latinos somos el 17% de la población de Estados Unidos. Si el partido de fútbol hubiera sido en Los Ángeles, Chicago, San Antonio, Miami o Nueva York, el estadio habría estado pintado de verde, no de rojo y blanco. En Columbus, simplemente, no hay tantos mexicanos.

Lo ocurrido en ese estadio es la excepción. Los mexicanos nacidos en México han pasado de menos de un millón en 1970 a 11,4 millones el año pasado, según datos del Pew Hispanic Center. Es decir, estamos por todos lados.

Este “Méxodo” surgió, como todo fenómeno migratorio, por algo que los expulsaba de México y algo que los atraía de Estados Unidos. El primer impulso del Méxodo fue por la búsqueda de trabajos. Uno de cada 10 mexicanos se ha ido.

Los priístas nunca crearon suficientes empleos para evitar esta migración. La llegada de la democracia a México en el 2000 no fue una varita mágica. Sacó a la dictadura del PRI después de 71 años, pero no creo los empleos que México necesitaba. Los panistas tampoco.

Tanto el presidente Vicente Fox, del PRI, como Felipe Calderón, del PAN, me dijeron en entrevistas que podrían crear más de un millón de empleos al año. Pues habrá sido en sus sueños porque ninguno de los dos siquiera se acercó a esa cifra. Ahora, el reto para Enrique Peña Nieto es el mismo: crear las condiciones para que más mexicanos decidan quedarse en México.

Esos jóvenes mexicanos que no encontraron empleo en México los hallaron en Estados Unidos y con salarios mucho mayores. Es muy tentador para un mexicano, que gana 5 dólares al día en México, venir a Estados Unidos donde puede ganar lo mismo en media hora. Más de la mitad de todos esos mexicanos están trabajando ilegalmente en Estados Unidos. Ese es el primer Méxodo.

El segundo Méxodo es mucho más reciente. Debido a la narcoviolencia que cobró al menos 60 mil muertos en el sexenio de Calderón (2006-2012) – y que el gobierno de Peña Nieto tampoco ha podido detener -vemos algunos cambios en el tipo de mexicano que viene. La crisis económica que entró en el 2008 se ha hecho sentir y, por lo tanto, los mexicanos ya no vienen a Estados Unidos sólo a buscar trabajo.

Datos demográficos de Pew apoyan esta afirmación: en 2011, más mujeres emigraron de México a Estados Unidos que antes (47% contra 25% en 1990); la edad promedio de los inmigrantes mexicanos fue de 38 años, contra 29 años en 1990; más inmigrantes con diplomas de preparatoria llegaron a Estados Unidos (24% contra 12% en 1990), y otro tanto ocurrió con quienes tenían educación universitaria (17% contra 13%). De hecho, en el pasado los inmigrantes mexicanos quizá provinieran de áreas rurales, pero muchos de los nuevos inmigrantes son familias urbanas de clase media.

El Méxodo es un fenómeno vivo y, por ahora, no se va a detener. Setecientas millas de muro y 40 mil agentes en la frontera no podrán detener a miles de mexicanos que tiene hambre, miedo a los narcos y la esperanza de una vida mejor en el norte. Y tarde o temprano, pintarán de verde una parte del estadio de Columbus, Ohio. O en Dakota del Norte. O en Alaska. O a dondequiera que lleven al equipo mexicano de fútbol para que no se sienta solito y vuelva a perder.

 

¿Tiene algun comentario o pregunta para Jorge Ramos? Envie un correo electrónico a Jorge.Ramos@nytimes.com. Por favor incluya su nombre, ciudad y país.

Héroes de papel

Alex Rodríguez es un misterio. No entiendo por que A-Roduno de los mejores y más ricos beisbolistas del mundopuso en riesgo su carrera, su fama, su dinero, su reputación, su legado y su historia personal por, supuestamente, inyectarse sustancias prohibidas. ¿De verdad lo necesitaba para ser un mejor jugador? ¿Por qué alguien tan poderoso puede hacer algo tan insensato?

Las Ligas Mayores de Béisbol de Estados Unidos suspendieron a A-Rod por 211 juegos luego de acusarlo de inyectarse esteroides en la clínica Biogenesis de Coral Gables, Florida. La clínica ya cerró y Rodríguez apeló la suspensión. Ha admitido que usó sustancias prohibidas para mejorar su desempeño cuando jugaba para los Texas Rangers de 2001 a 2003, pero asegura que se ha abstenido de ellas desde entonces. Las Ligas Mayores declararon que Biogenesis proporcionó sustancias prohibidas a Rodríguez y otros jugadores desde 2009 hasta 2012. Pero la duda persiste.

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