Al dólar futuro lo pagamos con inflación

La presencia de la ex presidente Cristina Kirchner en tribunales de Retiro la semana pasada tuvo su notoria impronta política, pero ésta no disimula que la causa por la que se la citó a declarar tiene un fundamento económico. Los negocios del dólar futuro promovidos por el Banco Central en los últimos meses de su gobierno causaron una pérdida de $77.000 millones para la entidad, una vez ejecutada la devaluación de diciembre.

Ese costo es el que se calculó al instruir la causa que se tramita en el juzgado de Claudio Bonadío, quien considera que esas operaciones se concretaron “en condiciones dañosas para el erario público”.

La inyección de pesos con la que el BCRA debió compensar a los inversores que apostaron a un dólar en 2016 más alto que los $10 a los que se acercó en el cierre de la gestión de Alejandro Vanoli contribuyó a expandir la masa de pesos en la economía e incentivar la inflación.

En marzo y la primera mitad de abril de 2016 la Base Monetaria (billetes y monedas en circulación, cheques cancelatorios y depósitos en cuenta corriente del BCRA) aumentó casi $30.000 millones (+4,8%). La devaluación y la suba de las tarifas de servicios públicos tuvieron un fuerte costo inflacionario, pero a éste se le añadió el de los pesos emitidos para compensar futuros. Los precios minoristas escalaron en promedio casi diez puntos, del 28% anual en diciembre al 38% anual estimado para abril.

Para cuantificar el impacto de los vencimientos de los contratos de dólar futuro transados en 2015 y que todavía se están terminando de pagar, esos $77.000 millones representan hoy unos USD 5.400 millones o 1% del PBI. También equivalen al 13% en la Base Monetaria.

La inflación es la principal preocupación económica de la sociedad, todavía por encima del estancamiento económico y la caída del empleo. Desde que Mauricio Macri asumió, hace poco más de cuatro meses, la inflación acumulada alcanza el 20 por ciento.

Por esa razón el Banco Central se enfrenta al difícil reto de absorber la liquidez excedente en el sistema financiero, a cambio de una tasa de interés del 38% anual, récord desde la crisis en 2002. Esta tasa es recesiva, porque quita pesos a la actividad económica y encarece el crédito frente a colocaciones a plazo más rentables. Pero, además, implica un fuerte desembolso de pesos más adelante y más presión inflacionaria cuando se deberán cancelar los títulos.

La deuda contraída por el Banco Central a través de LEBAC y NOBAC totaliza unos $550.000 millones, monto casi igual al de la Base Monetaria, en torno a 590.000 millones de pesos. Hace diez años le relación era de dos pesos en la economía por cada uno de deuda “cuasi fiscal”.

Algunos analistas financieros aseguran que esta “bomba monetaria” por la acumulación de pasivos será muy compleja de desactivar en los próximos meses si la entidad que preside Federico Sturzenegger necesita bajar las tasas para no deprimir la actividad, a riesgo de no poder renovar la montaña de vencimientos de Letras, que se concentran en el corto plazo.

Cesa la preocupación por el dólar

Es curioso que el problema del BCRA en el presente no es la escasez de dólares, después de años de acelerada caída de reservas, si no qué hacer con los pesos, que pierden valor por la inflación, pero que el Tesoro reclama con avidez creciente por un déficit fiscal en torno al 7% del PBI.

Hasta julio el Banco Central contará con dos potentes impulsos para reforzar su posición de divisas: la liquidación de exportaciones del agro en el período de cosecha gruesa y el crédito e inversiones externas que puedan ingresar tras el acuerdo con los holdouts.

La Cámara de la Industria Aceitera (CIARA) y el Centro de Exportadores de Cereales (CEC) informaron en el transcurso de 2016 ventas al exterior por unos USD 6.300 millones, un 60% más que en el mismo lapso de 2015. Si a estos dólares los absorbe el sector privado y quedan en el sistema aumentarán las reservas. Si los adquiere el BCRA también sumarán a reservas, aunque a cambio debe emitir pesos para comprarlos. Al ser ingresos genuinos y no emisión espuria, el efecto de estos pesos es neutro en cuanto a inflación.

En el caso de los títulos soberanos, se calcula una colocación de al menos USD 15.000 millones, de los que una porción menor quedará en el país, pues en su mayor parte les serán girados a acreedores externos. Las divisas financieras que queden en el país sumarán a las reservas, con un aumento de la deuda pública como contrapartida.

En medio de las noticias sombrías que llegan de Brasil -la crisis por el juicio político a Dilma Rousseff y una recesión económica estimada en 4%- llega otra alentadora: la revalorización del real. Desde que Argentina eliminó la restricción cambiaria el 16 de diciembre pasado el precio del dólar subió 44%, mientras que en Brasil cedió 10%, relación que mejora la competitividad de los productos argentinos para venderle a nuestro principal socio comercial.

El PBI per cápita es inferior al de 2011

En 2014 el entonces ministro de Economía Áxel Kicillof anunció un cambio metodológico para las Cuentas Nacionales, que empezaron a tomar como base el año 2004 en lugar de la referencia anterior, de 1993. La cartera económica informó en sus planillas que el PBI per cápita en dólares con la nueva metodología promedió en 2011 unos USD 13.567, siendo este año el último de fuerte crecimiento (+8,4%), antes de implementarse el fatídico “cepo” cambiario.

Siempre según datos del Ministerio de Economía provistos durante la gestión de Kicillof, en 2012 el PBI per cápita promedió USD 14.560; en 2013 fue de USD 14.747, y en 2014 retrocedió a USD 12.750, año en el que el gobierno impulsó una fuerte devaluación del peso. Con cifras de los dos primeros trimestres de 2015 (antes de la devaluación de diciembre pasado) el PBI per cápita promedió USD 13.414, por debajo de los USD 13.567 de 2011, lo que confirma que no hubo crecimiento real en la segunda presidencia de Cristina Kirchner.

En una línea similar, el Banco Mundial coincidió en señalar dicho retroceso en la generación de riqueza. El PBI per cápita de Argentina fue según esta fuente de USD 13.392,9 en 2011 y luego de crecer a USD 14.357,4 en 2012 y USD 14.443,1 en 2013, cayó a USD 12.509,5 en 2014.

Los cambios metodológicos publicados por el Ministerio de Economía desde 2014, con base en 2004, mantuvieron las inconsistencias sectoriales, con una sobrestimación del crecimiento del sector financiero y el comercio, en buena medida por los datos de inflación del intervenido INDEC K, por debajo de las tasas reales. Esta adulteración estadística a través de los precios también reflejó un crecimiento de la actividad industrial por encima del real, al dejar de lado la metodología tradicional en la que predominaban los volúmenes físicos.

Argentina tiene un nuevo gobierno, pero la inversión deficiente, el déficit fiscal y la inflación heredados, entre otros desequilibrios, son demasiado grandes para revertirse en lo inmediato: la economía nacional se encamina en 2016 a completar un lustro de estancamiento.

En otro aspecto también queda desdibujado el eslogan político de la “década ganada” en materia económica. Pues es cierto que la actividad registró una importante expansión a partir de 2002, pero no fue un fenómeno local, producto de la virtud de los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner, sino una tendencia regional, apuntalada por altos precios internacionales de las materias primas, grandes flujos de dólares gracias a las tasas internacionales en pisos históricos, y al motor de crecimiento global que representaron países como China e India, con ascendente protagonismo en este siglo.

Terceros en la región

Al examinar el PBI per cápita de los países de la región, Argentina ocupa un discreto tercer puesto detrás de Uruguay y Chile. Nuestro país perdió el liderazgo regional con el colapso de 2001-2002, cuando fue superado por Chile, y luego, después de la breve recesión de 2009, quedó detrás de Uruguay.

Con datos del Banco Mundial, actualizados a 2014, Uruguay (USD 16.806,8), Chile (USD 14.528,3), Argentina (USD 12.509,5) y Brasil (USD 11.384,4) son las naciones sudamericanas cuyo PBI per cápita supera los 10 mil dólares. Venezuela, sin datos desde 2012, podría integrar también este cuadro. Detrás quedan Colombia (USD 7.903,9), Perú (USD 6.541), Ecuador (USD 6.345,8), Paraguay (USD 4.712,8) y Bolivia (USD 3.124,1).

Si se toma como año base el 2002, cuando Argentina tocó fondo en su última crisis, resulta que nuestro país fue el que registró el crecimiento más alto de su PBI per cápita (+385%), según los datos del Banco Mundial (a 2014), pero no fue el único que triplicó su productividad: también Uruguay (+311%), Paraguay (+310,5%) y Brasil (+301,5%) lucieron avances comparables. Más atrás quedaron Venezuela (+249,2% entre 2002 y 2012, sin contar la depresión de los últimos años), Bolivia (+242%), Colombia (+235,5%), Perú (+219,6%), Chile (+218,1%) y Ecuador (+190,6%).

El 2002 fue un mal año para la expansión de América Latina en general, y más para la Argentina, que atravesó entonces su recesión más profunda. Si se toma como base el 2001, último de la convertibilidad, cuando el PBI per cápita de la Argentina promedió un elevado USD 7.170,7 (seguramente exagerado por el fuerte atraso cambiario de entonces), el incremento de este indicador hasta 2014 fue de apenas +74,5%, por lejos el más modesto entre sus vecinos.

Según el Banco Mundial, Brasil fue el país sudamericano que más incrementó su PBI per cápita entre 2001 y 2014 (+263%), seguido por Ecuador (+233,3%), Perú (+232,9%), Paraguay (+232,5%), Colombia (+229,9%), Bolivia (+226%), Chile (+208,5%), Uruguay (+167,6%) y Venezuela (+159,2% hasta 2012). Estas tasas reflejan que el crecimiento argentino de todos estos años no fue excepcional, sino más bien parte de un inédito ciclo que acompañó a todos los países de la región, sin distinción de color político.

El estancamiento económico que legó Cristina

Desde la instauración del cepo cambiario, a fines de octubre de 2011, la economía argentina entró en un período de mediocridad del que aún no puede despegar. Pocos días después del resonante triunfo electoral con el 54% de los votos, la reelegida presidente Cristina Kirchner apostó gran parte de su capital político a una iniciativa que le costó cara al país, pues aplastó el crecimiento y al combinarse con una elevada inflación degradó las chances electorales del Frente para la Victoria en 2015, que siempre tuvo en el aspecto económico un importante soporte.

Con la restricción sobre el dólar se inició un camino de escasez de divisas e inversión extranjera más pérdida de reservas y atraso cambiario que afectó el nivel de exportaciones, la creación de empleo privado y obligó a continuos controles sobre las importaciones.

La manipulación estadística del INDEC de la “era K” no disimuló ese estancamiento económico durante la segunda presidencia de Cristina. El PBI argentino en la evaluación del anterior gobierno creció 0,8% en 2012, un 2,9% en 2013 y 0,5% en 2014, guarismos reproducidos en los informes del Banco Mundial. Sin información definitiva, la actividad económica en 2015 mostró hasta septiembre un crecimiento en torno al 2%, cifra que está siendo revisada por los actuales profesionales que conducen el ente estadístico.

La segunda gestión de Cristina dejó un incremento del PBI acumulado de 6,3% en cuatro años, a un promedio de 1,57% anual en el período, casi la mitad del promedio histórico del último siglo, que según el Proyecto Arklems fue de 2,7% anual, y apenas sobre el ritmo de crecimiento demográfico del país, hoy a una tasa de 1% anual.

La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), dependiente de Naciones Unidas, también estimó en 2% el crecimiento del PBI de Argentina para 2015, cuyo cálculo es inferior según otras fuentes. El FMI y el Banco Mundial presentaron en el Foro de Davos un informe que contempla un crecimiento para Argentina de 1,5% en todo 2015. Además, el FMI estimó para 2016 una contracción de 1 por ciento.

El Índice General de Actividad de la consultora Ferreres & Asociados registró un incremento acumulado de 1,7% el año pasado. “Más allá de algunas oscilaciones de corto plazo, la tendencia de largo plazo de la economía se muestra claramente estancada desde hace cuatro años. En este sentido, la economía prácticamente no ha crecido desde el primer trimestre de 2012, hecho que contrasta marcadamente con los registros de las principales economías de la región”, indicó el reporte de Ferreres & Asociados.

Dispar crecimiento de los vecinos

La desaceleración de la actividad local también sufrió por la debilidad de las condiciones externas. En los últimos años Argentina alcanzó mejores indicadores de crecimiento que Venezuela y Brasil, pero sus resultados fueron pobres frente al resto de la región, que logró superar las limitaciones del cambio de ciclo internacional con tasas que duplicaron o triplicaron a las argentinas.

El PBI de Brasil, el principal socio comercial de la Argentina, transitó un lapso de bajo crecimiento en 2012 (+1,8%), 2013, (+2,7%) y 2014 (+0,1%), para caer un 3% en 2015. En los últimos cuatro años Brasil acumuló un alza marginal de 1,5 por ciento. El FMI calcula para el gigante sudamericano una recesión de 3,5% en 2016, en un drástico proceso de ajuste fiscal a cargo de un gobierno cuestionado por los escándalos de corrupción.

Todos los países emergentes acusaron recibo del descenso de los precios de las materias primas. En el caso argentino, basta recordar que hoy el valor de la soja es 40% menor al promedio de 2012, mientras que las pérdidas para el maíz y el trigo fueron de 45 y 37 por ciento, respectivamente.

Pero otros vecinos con limitaciones similares sostuvieron un crecimiento consistente que dejó expuesta la mediocridad de la política económica aplicada en Argentina. Según datos del Banco Mundial para 2012, 2013 y 2014, y proyecciones del FMI para 2015, Ecuador acumuló en cuatro años un crecimiento de 13,9%; Chile, de 14,6%; Uruguay, de 15,2%, y Colombia, del 17 por ciento. El PBI de Perú se expandió 17,6% en el mismo período, y destacaron Paraguay y Bolivia, con incrementos de 21,5 y 23,3 por ciento, respectivamente.

En el otro extremo asoma el ejemplo dramático de Venezuela, cuyo principal ingreso son las exportaciones de petróleo crudo. El país bolivariano, meca del intervencionismo estatal, pasó de crecer en 2012 (+5,6%) y 2013 (+1,3%) a una profunda recesión en 2014 (-4,0%) y 2015 (-10%, según cifras del FMI). En los últimos cuatro años la economía venezolana se contrajo en 7,6% acumulado y en 2016 podría caer otro 6 por ciento.

El frente externo, tan crucial como el interno

Absorbida por los conflictos internos, la opinión pública en la Argentina tiende a enfocarse en el panorama doméstico. Y desde el punto de vista financiero es de destacar que la transición entre las administraciones de Cristina Kirchner y Mauricio Macri transcurrió con calma, más si se tienen en cuenta sus grandes diferencias conceptuales sobre política económica.

También son sabidos los flancos débiles que presenta la economía argentina: actividad y empleo estancados, debilidad en la productividad y competitividad frente a otros mercados, un acuciante déficit fiscal cubierto con alta inflación, y un atraso cambiario recién corregido con una fuerte devaluación del peso en diciembre.

Sin embargo estos desafíos locales no son menos importantes que otros que tienen su raíz en lo que sucede en el exterior y sobre los cuales el Gobierno poco puede hacer, más que tomar medidas que permitan asimilar con el menor trauma posible ese cambio de escenario del que Argentina no queda eximida.

El declive de los indicadores de todos los mercados financieros en diciembre y el pésimo comienzo de 2016 evidencian el período de “aterrizaje forzoso” de los precios de aquellos activos que aún no habían acusado esta etapa más adversa para la economía global, con menor crecimiento, tasas de interés más elevadas y un dólar fortalecido.

En esa dinámica la devaluación de las monedas emergentes e incluso el euro frente al dólar de los EEUU puso en apuros a la Argentina, que a partir del “cepo” de 2011 había congelado la posibilidad de dejar flotar el tipo de cambio a la par de la inflación.

Devaluación global

En los últimos cinco años el dólar subió más que los precios internos en la mayoría de los países del mundo, proceso cuya conclusión todavía no puede avizorarse y al que la Argentina debió sumarse en forma intempestiva. El atraso artificial del tipo de cambio en nuestro país trajo consecuencias indeseadas, como la monumental salida de divisas promovida (seguramente de manera involuntaria) por los miles de argentinos que hicieron turismo y realizaron consumos con tarjeta en el exterior en los últimos años.

Entre el 10 de enero de 2011 y el 10 de enero de 2015 el dólar oficial en la Argentina aumentó un 249,6%, de 3,97 a 13,88 pesos, según la cotización mayorista. Según el sitio Inflación Verdadera, en el último lustro la inflación acumulada fue 240%, lo que deja una ventaja del billete verde en la Argentina de 9,6% respecto de aquella base de 2011 y equivale a una apreciación real del billete verde 2,8% respecto de cinco años atrás.

En la región se observa que la cotización del dólar en Brasil tuvo un aumento de 141,9% desde 2011, pues allí la divisa de EEUU subió desde los 1,67 reales del 10 de enero de 2011 a los actuales 4,04 reales. Con una inflación acumulada en cinco años de 40,4%, el dólar le sacó una ventaja de 101 puntos porcentuales al promedio minorista, que equivale a una apreciación real de 72,3 por ciento.

En Chile el dólar tuvo un incremento del 48,9% en cinco años, de 489 a 728 pesos chilenos. La inflación acumulada fue de 18,2% desde enero de 2011, por cuanto el billete norteamericano avanzó 30,7 puntos por encima del promedio de precios, equivalente a una mejora del poder de compra del billete verde de 26% en el último lustro.

En Europa, otro importante destino comercial argentino, el dólar se apreció en el lustro 22,7% respecto del euro (de 0,75 a 0,92 euro). Frente a una inflación acumulada de 6,6% en cinco años en el ámbito de la Unión Europea, el dólar tuvo una revalorización real frente al euro de 15,1% desde 2011.

China fue una excepción. Allí el dólar norteamericano se negocia hoy a 6,60 yuanes, el mismo valor del 10 de enero de 2011. Pero como la inflación acumulada en el gigante asiático fue 14,9% en el período, en los hechos el poder de compra del billete verde se redujo en China un 13% en cinco años.

En Rusia, otra potencia emergente de referencia con la que la Argentina afianzó lazos en el último tramo del gobierno de Cristina Kirchner, el dólar escaló con fuerza en los últimos cinco años, desde 29,94 a 74,85 rublos (+150%). Frente a una inflación acumulada de 51,9% en el lustro, el dólar subió 98,1 puntos porcentuales más que el promedio de precios en Rusia, que es una apreciación en términos reales del 57,6 ciento.

La evolución de estas monedas es vital para la Argentina. Estos países son destino de nuestras exportaciones, que se encarecen en términos relativos si el peso no acompaña la devaluación del resto. Al mismo tiempo, los productos que adquirimos en aquellos mercados se vuelven más baratos para nosotros y desplazan a la producción nacional. Pero lo más serio es que la Argentina cede mercados en el exterior, pues comparte el perfil exportador con otros países emergentes que devaluaron agresivamente y también ofrecen al mundo alimentos, materias primas o automóviles.

Suba de tasas, baja de commodities

Otra faceta de este drástico cambio de contexto internacional la exhibieron las materias primas. Hace cinco años, el barril de petróleo se pactaba a USD 88,03 en los EEUU. Este viernes, el barril de crudo ligero de Texas se negoció a USD 33,16, un 62% menos, en el nivel más bajo en 12 años.

Los granos y sus derivados industriales, como aceites, harinas y residuos, sostienen el principal complejo exportador de la Argentina. Dado el neto superávit de esta producción, son puntal del ingreso de dólares al país, aún con un notable declive de precios cuyo piso se ignora. En comparación a cinco años atrás, el poroto de soja vale 36,7% menos (de 501,55 a 317,54 por tonelada) en el mercado de Chicago. El maíz cedió 40% en el último lustro (de 234,24 a 140,62 dólares), y el trigo, un 38,3% (de 284,40 a 175,49 dólares).

Ningún electorado del mundo se pronuncia a favor del “ajuste” y la Argentina no es la excepción, como reflejó el parejo resultado de las elecciones presidenciales del año pasado. Pero en este caso queda de lado el debate doméstico: es el mercado internacional el que está ajustando la valuación de las empresas, de los bonos soberanos y las materias primas, con los activos argentinos incluidos.

Es improbable que la tendencia de caída de divisas emergentes y de precios de commodities se revierta en 2016. La Reserva Federal de los EEUU contempla la suba de la tasa de referencia en cuatro oportunidades más este año, según manifestó Jeffrey Lacker, presidente de la Fed de Richmond e integrante del comité de política monetaria del banco central norteamericano.

La creación de trabajo en los Estados Unidos en diciembre superó las expectativas y el desempleo se mantuvo en 5%, su menor tasa en 7 años, a la vez que se espera en 2016 un modesto rebrote inflacionario que habilitaría un avance de los tipos de interés de referencia. De ser así, además de afrontar su compleja coyuntura interna, los países emergentes tendrán que adaptarse en lo inmediato a un dólar aún más fuerte y a precios estabilizados en un rango bajo para sus principales productos de exportación.

El rojo fiscal que hereda Macri se duplicó en 10 días

El Ministerio de Economía dio a conocer esta semana las cifras de fiscales de octubre, con un déficit que alcanza proporciones para el asombro. Además, a una semana de entregar el poder la presidente Cristina Kirchner le dejó por decreto a su sucesor, Mauricio Macri, un cúmulo de transferencias con alto impacto fiscal, a lo que se sumó la sentencia de la Corte que reconoció una cuantiosa deuda del Estado nacional con tres provincias por la distribución de fondos coparticipables entre 2006 y 2015.

Por una parte, Argentina profundizó el déficit primario (previo al pago de deuda) por cuarto año consecutivo, y extendió el déficit financiero (que contabiliza el pago de títulos) por noveno año seguido. Con datos a octubre, las cuentas públicas acumularon en diez meses de 2015 un rojo financiero de $270.00 millones y un rojo primario de $180 mil millones, si a ambos resultados se les descuentan las “Rentas de propiedad” tomadas al BCRA, la ANSES y el PAMI. Con estos datos se refuerzan las estimaciones de economistas que proyectan un déficit fiscal financiero por encima de los $350.000 millones para el cierre del año, equivalente a casi 7% del PBI, debido a que por estacionalidad el desequilibrio se profundiza en diciembre con el pago de salarios, aguinaldo y bonos de fin de año a cargo del erario público.

Con el decreto de necesidad y urgencia (DNU) 2.585 y una decisión administrativa Cristina Kirchner amplió en $141.000 millones los gastos previstos para el corriente año, a lo que añadió otro DNU, el 2635, en el que se atribuye extender a todas las provincias la reciente sentencia de la Corte Suprema de Justicia que elimina la detracción de 15% sobre fondos coparticipables que benefició la semana pasada a San Luis, Santa Fe y Córdoba. El fallo del máximo tribunal, que exige la devolución de fondos reconocidos en forma retroactiva a esas tres provincias y captados por la administración nacional durante la última década, significará un desembolso de más de 80.000 millones de pesos. Asimismo, y por efecto de dicha sentencia, los ingresos previstos de la ANSES y la AFIP para 2016 serán reducidos en unos $10.000 millones en 2016.

Pero el DNU 2635 de Cristina Kirchner va más allá de la obligación judicial, pues resolvió la devolución a partir de este mes de diciembre de los recursos detraídos a todas las provincias y a la ciudad de Buenos Aires. Así, a la deducción entre $80.000 millones y $90.000 millones que deberá liquidarse en favor de Santa Fe, Córdoba y San Luis por el período 2006-2015, se le añadirán no sólo los $10.000 millones previstos por la detracción a esas tres provincias para 2016, sino otros $40.000 millones por el reconocimiento al resto de los distritos. Durante 12 años y medio de gestión del Frente para la Victoria nunca fueron consideradas las reivindicaciones financieras de las provincias, pero a días de entregar el poder a Macri, la jefa de Estado decidió rever esta postura por otra más “federal”.

Es decir, que los cambios definidos en la coparticipación por la Corte y la propia Presidente saliente representan un recorte a los fondos nacionales por unos 140.000 millones de pesos. Si se les suman los $141.000 millones por el DNU 2.585 y la decisión administrativa rubricados por Cristina esta semana, suman una quita de recursos por un total de $280.000 millones que hasta hace 10 días estaban contabilizados en el presupuesto del próximo Gobierno y a los que ahora la próxima gestión no podrá recurrir.

Esta reducción de fondos es prácticamente el 5% del PBI y en los papeles duplicará el déficit fiscal (previsto en 7% del PBI en 2015 según el resultado financiero) hasta los 630.000 millones de pesos, que le “hereda” la mandataria a su sucesor y que le impone a éste una férrea limitación presupuestaria antes de asumir.

En consistencia con este cálculo, un informe del Instituto Argentino de Análisis Fiscal (IARAF) indicó que “el creciente déficit de las finanzas públicas, generado por un gasto poco flexible, ha llevado al gobierno nacional a poner fin a su ‘política de desendeudamiento’”. Entre enero y septiembre, el endeudamiento bruto del Estado nacional (en moneda local y extranjera) alcanzó los 470.000 millones de pesos.  Para entender esta magnitud de pasivos, IARAF detalló que en los primeros nueve meses de 2015 el Gobierno tomó deuda a razón de $1.723 millones por día, $71,8 millones por hora o 1,2 millones de pesos por minuto.

En las reservas ya hay más yuanes que dólares

Hace casi un año, el 29 de octubre de 2014, las reservas internacionales del Banco Central se situaban en un nivel parecido al de hoy, en 27.346 millones de dólares. El 1° de octubre del año pasado Alejandro Vanoli asumió la presidencia de la entidad en reemplazo de Juan Carlos Fábrega con el firme objetivo de sostener el nivel de activos a través de un recurso que se había usado escasamente en el pasado, la firma de acuerdos de “swap” o intercambio de monedas con otros bancos centrales del mundo.

Así, el 30 de octubre de 2014 se activó el primer tramo del “swap” rubricado con el Banco Central de China, por el equivalente en yuanes a 11.000 millones de dólares. Entonces, el 80% de las reservas del BCRA, o poco menos de USD 22.000 millones, estaban nominados en dólares estadounidenses, que incluían fondos netos, depósitos bancarios como encajes o títulos realizables en dólares, como bonos del Tesoro de los EEUU.

Con el transcurso de los meses dicha relación fue retrocediendo a menos de la mitad, pues se utilizaron los dólares para pagar deuda pública o surtir de billetes a los minoristas para ahorro y turismo. Mientras tanto, esa salida de dólares del sistema financiero local se compensó con el ingreso de yuanes prestados, divisas que en el mundo no son consideradas como reserva de valor o moneda “dura”.

El pago final del BODEN 2015 este lunes, por unos USD 5.900 millones, asestó un golpe a los cimientos del activo del BCRA, que pasó el último año reemplazando dólares genuinos, ganados a fuerza de exportaciones -es decir, trabajo argentino-, por yuanes ingresados a través de asientos contables.

“La Argentina ha cerrado el último capítulo del gran endeudamiento argentino. Argentina ha pagado íntegramente el BODEN 2015”, ponderó la presidente Cristina Kirchner por cadena nacional. Aquella emisión la llevó adelante el gobierno de Néstor Kirchner en 2005 para cubrir los préstamos de dólares que hizo Venezuela a la Argentina, cuando el país aún lidiaba con los bonistas luego del default más grande de la historia. Por ello, la mandataria destacó que “es la primera vez que un gobierno que emite una serie de bonos de endeudamiento es el mismo que los paga y no se los deja a otro”. Sin embargo, queda pendiente otra deuda: la que se oculta en el deteriorado balance del BCRA.

A la fecha, ya activado el total de los tramos del “swap” chino, esos yuanes por USD 11.000 millones significan el 39,7% del total de los activos internacionales del BCRA, en USD 27.713 millones, según datos provisorios, tras el pago del BODEN 2015. Las tenencias de oro en reservas, por unos U$S 2.250 millones, representan ahora un 8,1% del total, mientras que los Derechos Especiales de Giro (DEG) del FMI (alcanzaban unos USD 2.880 millones al cierre de agosto) son un 10,4 por ciento.

Si a los activos en moneda extranjera (en divisas convertibles) declaradas por el BCRA descontamos los yuanes, los euros equivalentes a unos USD 1.600 millones (un 6,3% del total) y omitimos las posiciones marginales en otras divisas como la libra esterlina, las tenencias de dólares (en divisas y bonos) ascienden a unos USD 10.000 millones (35,4% del total) por debajo del monto del “swap” chino, lo cual sitúa a los yuanes como el activo de mayor peso dentro de las reservas internacionales de la Argentina.

2016: devaluación gradual con shock de deuda

En los últimos meses se profundizó el debate sobre cuál política económica deberá aplicar el próximo gobierno para retomar la senda de crecimiento sostenido.

Están quienes pregonan la necesidad de un “shock” que se sintetiza en una fuerte devaluación del peso, con el elevado costo de deprimir los salarios medidos en dólares y soportar en lo inmediato una inflación aún mayor a la actual, a cambio de mejorar la performance exportadora en el corto plazo, liberar el mercado de cambios y facilitar un rápido ingreso de divisas. A su vez, se presume que la devaluación permitiría un atajo fiscal, al licuar el déficit público y la deuda en pesos contraída por el Tesoro con el BCRA, y por éste con los bancos a través de la colocación de Letras y Notas.

Del lado del “gradualismo” apuntan que las condiciones macroeconómicas no son tan frágiles como en crisis de décadas pasadas y que podría optarse por una salida menos traumática, al buscar financiamiento en dólares -previo acuerdo con los holdouts- para amortiguar los efectos de un ajuste fiscal sin provocar un deterioro desmesurado en los salarios y en el valor de la moneda. A diferencia de un “shock”, cuya suerte se juega en el corto plazo, el “gradualismo” se inclina por equilibrar las distorsiones acumulados en la economía en un mediano plazo.

La discusión subyacente de 2016 es de dónde se obtendrán los recursos para volver a crecer. Con alto costo social, la devaluación apela al ingreso de dólares comerciales, en menor grado a deuda externa y, eventualmente, a un rápido ingreso de divisas por inversiones y de los propios ahorristas que atesoran fuera del sistema. Por el contrario, el mayor endeudamiento externo permitirá suavizar el costo social, pero a la vez lo diferirá en los años venideros, con un rebote de actividad probablemente más modesto y a una tasa de interés cara en dólares en comparación a la de bonos de países vecinos.

Hoy la estrategia oficial parece más nítida: llegar a las elecciones con un despliegue de controles que permitan mantener el atraso cambiario sin “corrida” ni fuga de capitales. Una tasa de cambio baja sirve para poner un dique de contención a los precios, al volver más accesibles lo productos importados, y mantener los salarios en un nivel aceptable medidos en dólares, como comprobaron muchos argentinos que en los últimos tiempos viajaron al exterior.

Aún en default “selectivo” por los fallos de Thomas Griesa, se tomó deuda en moneda extranjera a través del “swap” con China y bonos emitidos por el Tesoro Nacional, la ciudad de Buenos Aires y la provincia de Buenos Aires, así como por la estatal YPF. Esas divisas permiten pagos de vencimientos sin resignar reservas. Con deuda en pesos (emisión de Bonac del Tesoro, y Lebac y Nobac del BCRA) se financia el déficit fiscal sin recurrir a recortes de presupuesto.

En este esquema, la economía no crece, pero tampoco el desempleo, gracias a las contrataciones del sector público y planes de asistencia social. A cambio, el Estado se compromete a pagar tasas de interés del 27% anual en pesos y del 9% en dólares. El estancamiento económico es también producto del riguroso equilibrio entre exportaciones e importaciones, pues las divisas obtenidas de las ventas se destinan a las compras y se atrofia el superávit comercial.

El Gobierno “marca la cancha”

A su modo, el gobierno de Cristina Kirchner deja la cancha marcada a la próxima administración, pues el riesgo de impulsar correcciones abruptas o con insuficiente consenso podría generar un efecto contrario si hay rechazo de amplios sectores de la ciudadanía. Dentro de este razonamiento, el humor social podría condicionar al próximo Presidente a definirse por profundizar aún más el endeudamiento en dólares, algo así como un “shock” de deuda, y una devaluación “gradualista” que no implique un salto del tipo de cambio como el de 2002, con el fin de la convertibilidad, pero que necesariamente tendrá que superar a la inflación para hacer converger la cotización del dólar con el resto de los precios de bienes y servicios.

A la par, quedan interrogantes clave para no incurrir en nuevos fracasos, pues, entre otros desafíos, el BCRA tendrá la enorme exigencia de calibrar una política monetaria contractiva para que la inflación no se dispare y, a la vez, no hunda más la actividad, mientras que el Ministerio de Economía tendrá que desatar el nudo de los subsidios cruzados y la pesada carga tributaria que afronta en particular el sector privado. La deuda en default es otro obstáculo que no se puede esquivar y sobre el que los candidatos aún no se pronuncian.

El ministro Axel Kicillof ya experimentó con el “shock” cuando en 2014 apostó por una devaluación en torno al 20%, entre el 21 y el 23 de enero, que fue absorbida rápido por la inflación antes del cierre de aquel año. A partir de octubre de 2014, con el aumento de la deuda en dólares, una devaluación más moderada y acuerdos salariales debajo de la inflación, la iniciativa oficial fue más bien “gradualista” para llegar a las elecciones en leve recesión, pero sin sobresaltos. En ambos casos se postergaron las medidas de fondo: con amplio déficit fiscal e inflación alta se debieron mantener las restricciones cambiarias y la actividad económica, en términos generales, no reaccionó.

Avatares económicos que unen a la Argentina y Brasil

Pasó la euforia del Mundial de fútbol, que hizo un aporte muy modesto a la economía brasileña. De hecho, la industria del país vecino utilizó el 80,1% de su capacidad instalada en junio y redujo su facturación un 5,7% respecto de mayo por los feriados y la disminución de ventas durante la Copa, según la Confederación Nacional de la Industria. El oficial Instituto Brasileño de Geografía y Estadística indicó que la producción fabril cayó un 6,9% en junio respecto al mismo mes de 2013, el peor resultado mensual desde 2009. El organismo también atribuyó la caída al certamen celebrado entre el 12 de junio y el 13 de julio, cuando se establecieron varios feriados para facilitar la movilidad de los hinchas, vacaciones colectivas y se redujeron turnos de trabajo las fábricas.

Durante la presentación del Plan ProEmplear, Cristina Kirchner recordó que “el crecimiento previsto que tenía Brasil para 2014 de 1,9% bajó al 1,3 por ciento. En octubre, esa proyección era del 2,5%”. El país vecino genera un menor volumen de comercio exterior que impacta particularmente en la economía argentina y así como el gigante sudamericano reviste -según explicó Cristina- “una reversión de los flujos de capitales, que retornan a las economías desarrolladas”, muchos de esos dólares también dejaron de ingresar a nuestro país, por la menor demanda de productos industrializados. Aunque es una simplificación que omite relevantes factores internos que estancan nuestra economía, tiene razón la Presidente en destacar la necesidad de medidas de estímulo para paliar las consecuencias de la desaceleración de las naciones emergentes, especialmente en Brasil, nuestro principal socio comercial.

En algún punto, “no nos une el amor, sino el espanto”: la economía brasileña se expandió en torno a cero en el primer semestre y el presidente del Banco Central de Brasil, Alexandre Tombini, admitió que la actividad crecerá menos en el 2014 que en el 2013. La sintonía entre los socios del Mercosur se traduce en que la actividad económica en Argentina descendió un 0,2% en mayo pasado con relación al mismo mes de 2013 y el PBI argentino bajó en el primer trimestre de este año un 0,2% interanual, cifras que ridiculizan las previsiones del Presupuesto 2014, que anticipó una expansión del PBI del 6,2 por ciento.

La consultora Abeceb.com señala que para la Argentina “la caída del comercio total registrada durante el mes de junio tiene un gran impacto a nivel regional dado que los países del Mercosur explican prácticamente la mitad de la caída”. Las ventas a Brasil se retrajeron 16% interanual, y a Chile, un 21 por ciento. En términos acumulados al primer semestre, las exportaciones se posicionan en los u$s36.778 millones, un 10% por debajo de los registros de igual período en 2013. Las importaciones acumularon entre enero y junio los u$s33.094 millones, con una contracción del 8 por ciento. El saldo comercial total de la Argentina hasta el mes de junio es de u$s3.684 millones, un 28% inferior que el valor del primer semestre de 2013.

Y la preocupación es recíproca: según Mario Marconini, directivo de la Federación de Industrias de San Pablo, las exportaciones brasileñas hacia Argentina disminuyeron un 20% durante el primer semestre respecto al mismo periodo de 2013, arrastradas, en parte, por las medidas restrictivas adoptadas por el Gobierno argentino. El sector automotriz, considerado uno de los pilares de la industria en ambos países, atraviesa momentos difíciles por la caída de las ventas bilaterales. “Si disminuye la demanda por parte de Argentina, Brasil va a tener mucho automóvil que no va a vender a Argentina y que no va a vender a otros mercados por cuestión de precio y de competitividad“, dijo Marconini.

Los cortocircuitos comerciales que genera el estancamiento en ambos países son concretos: la producción brasileña de vehículos cayó un 20,5% en julio y se redujo un 17,4% en los siete primeros meses del año en la comparación con 2013. Del lado argentino, la Asociación de Fábricas de Automotores (ADEFA) refirió que “el comportamiento a la baja en materia de exportaciones estuvo marcado principalmente por la caída de la demanda por parte de Brasil, principal mercado de exportación, el cual había registrado en junio el volumen mensual más alto de este 2014. En el acumulado enero-julio, las terminales automotrices exportaron un total de 195.460 vehículos lo que representa una caída de 25,6% respecto de los 262.800 vehículos del mismo período del año pasado”. En tanto, la producción de autos se desplomó 23,3% entre enero y julio respecto del año pasado.

Distinto abordaje a problemas comunes

Aunque nos hermana el bajo crecimiento económico, en los últimos años Brasil decidió tomar un camino distinto al de la Argentina en cuanto a sus políticas, al fijarse metas de inflación y tasas de interés elevadas, por encima de los índices de precios. El gobierno de Dilma Rousseff apeló a moderar el crecimiento a cambio de hacerlo sostenible en el mediano plazo y priorizó el enfriamiento económico a cambio de no recaer en inflación elevada. Los precios minoristas en Brasil ascendieron un 0,01% en promedio durante julio. Fue el menor incremento desde junio de 2010, con lo que acumuló en los últimos doce meses un 6,5%, dentro del rango de las previsiones oficiales. Asimismo, la inflación brasileña sumó en los siete primeros meses del año un 3,76%, una cifra envidiable para la Argentina, aunque aún por encima de 3,18% registrado en el país vecino en el mismo periodo del año anterior.

La economía brasileña defiende algunos buenos fundamentos: una cosecha récord prevista en 193,2 millones de toneladas para la actual campaña; récord en la producción de hidrocarburos y la aplicación de políticas procíclicas, como el llamado Simple Nacional, un régimen tributario que reduce en hasta 40% la carga fiscal para unas 9 millones de micro y pequeñas empresas.

En cuanto a la energía, un rubro crítico para la Argentina por su dependencia de las importaciones, la brasileña Petrobras, bajo control estatal pero con participación privada, concentró el 90% de la producción, que marcó en junio un récord de 2,79 millones de barriles equivalentes por día. Brasil tiene en la plataforma submarina su propia Vaca Muerta, que en pleno desarrollo puede convertir al país vecino en uno de los mayores exportadores mundiales de hidrocarburos: el 92% del petróleo y el 74% del gas natural se extrae de las áreas marítimas.

También Brasil apela a abrirse a los mercados para salir del pozo económico, antes que aplicar restricciones al ingreso de productos. El ministro brasileño de Desarrollo, Industria y Comercio Exterior, Mauro Borges, aseguró que Brasil pretende adelantar a 2016 el acuerdo de libre comercio con Colombia, Chile y Perú previsto para 2019.

Un análisis de la consultora Finsoport explica que “las exportaciones de la principal economía sudamericana se redujeron 3% durante el primer semestre de 2014, en tanto que las ventas externas argentinas acumularon una contracción de 10% en los primeros seis meses, según el INDEC”. Pero, a diferencia de Brasil, nuestro “Gobierno asigna la responsabilidad del ajuste del comercio exterior a factores exógenos, limitándose a intentar morigerar el impacto negativo sobre el balance comercial mediante el refuerzo de las barreras a las importaciones”. Mientras el país vecino procura incrementar su salida comercial a los EEUU y Asia para compensar el declive regional, la Argentina disminuye su presencia en todos los mercados en los que participa.

En un duro diagnóstico, el presidente de la Asociación de Comercio Exterior de Brasil, José Augusto de Castro, atribuyó el bajo nivel de las exportaciones industriales brasileñas a los altos costos de producción, la elevada carga tributaria, el peso de los salarios, las falencias logísticas y una inversión desintegrada. Otro de los factores que el directivo de la patronal de exportadores puso en debate fue el de la tasa de cambio de la moneda brasileña, la cual considera que debe ser “neutra” y no favorecer ni la importación ni la exportación, y “mucho menos” servir para controlar la inflación.

Por eso, la divergencia de políticas también se muestra en la evolución del tipo de cambio. El dólar en Brasil cae 3% desde que comenzó el año (desde 2,36 reales a 2,29), aunque después de tocar un piso durante el Mundial –para aprovechar el ingreso de dólares- recuperó un 2,2 por ciento. En la Argentina, la presión inflacionaria hizo subir a la divisa un 27% desde el cierre de 2013 (de 6,52 a 8,27 pesos en el mercado mayorista), mientras que en los últimos dos meses ganó apenas 1,7% (desde los $8,135 del 9 de junio), justamente, como “ancla inflacionaria”.

La Bolsa argentina es la que más sube en el mundo

Llama la atención que el Merval de la Bolsa porteña sostenga una progresión alcista tan pronunciada cuando en el corto plazo amenaza el irresuelto conflicto judicial con los holdouts en los EEUU. Dentro de dos semanas, el próximo 30 de julio, la Argentina reincidirá en un default si no consigue cumplir con los vencimientos de deuda de bonos Discount, cuyo plazo de gracia concluye en esa fecha.

El Gobierno confía en que el juez Thomas Giresa acceda a restituir el “stay”, es decir, la medida cautelar que posibilite depositar los fondos a los acreedores que sí aceptaron reestructurar sus tenencias de bonos en 2005 y 2010, mientras continúa la negociación con los fondos especulativos que litigaron contra la Argentina. La incertidumbre es alta y las posibilidades de un acuerdo, dificultosas ante la vigencia de la cláusula RUFO (Rights Upon Future Offers o Derechos Sobre Futuras Ofertas) que puede abrir un nuevo frente judicial con quienes aceptaron el canje.

“El Gobierno hizo en los últimos seis meses todo lo que no hizo en cinco años: resolvió todos los temas pendientes, demostró voluntad de pago, se acercó a los organismos internacionales, mejoró la relación con el FMI, le paga al Club de París. La única solución para esta decisión de la Justicia norteamericana es sentarse a tratar de acordar un poco menos de monto y pagar con bonos en los términos de la sentencia”, definió el economista Dante Sica, de Abeceb.com.

¿Qué entusiasma entonces a los operadores del mercado de acciones local? Probablemente la convicción de que se cerrará un acuerdo con los acreedores este mes, lo que despejaría el último obstáculo que tiene la Argentina para acceder a financiamiento externo a tasas razonables –en torno al 8% anual- y la tentación de observar precios para las empresas locales todavía retrasados cuando se los convierte de pesos a dólares.

La Bolsa viene con envión alcista desde las elecciones legislativas de octubre último, pues anticipa un cambio de ciclo político a partir de 2016, con una futura administración nacional más “amigable” para el sector financiero, aún sin saber quién la representará en los cargos públicos. Además, los agentes de la plaza, ávidos de indicios que permitan prever la evolución futura de los activos, tomaron muy en serio las palabras de Cristina Kirchner durante el acto por el Día de la Bandera en Rosario, el pasado 20 de junio, en especial porque reforzaron ese consenso de “bull market”.

“Que nadie se equivoque, nosotros queremos cumplir con el 100% de los acreedores. Sólo pedimos que nos generen condiciones de negociación justas”, remarcó la jefa de Estado. Y expresó: “Los argentinos queremos negociar. ¿Y saben por qué tengo la obligación de negociar? Porque soy una Presidente responsable y voy hacerlo en el marco de la Constitución y de las leyes”. Pasó menos de un mes desde entonces: el Merval de acciones líderes progresó 20,3% (desde 7.347 a 8.840 puntos), un rendimiento sin equivalencia en otros mercados.

En el transcurso del año, el principal indicador de la Bolsa porteña gana en pesos un 65%, más de tres veces la inflación real. Y aún descontándole el 25% que tuvo como apreciación el dólar, la ganancia del promedio líder en moneda dura multiplica los rendimientos de cualquier mercado del mundo. Para tener una idea, el Dow Jones de Wall Street avanza en 2014 un 2,9%; el S&P500, un 7%; el Bovespa brasileño, un 8,2%, y el Ibex español, un 8 por ciento. El Merval también duplica a otras plazas financieras emergentes como Turquía (+17,1%), India (+18,1%) o Egipto (+25,3%).

El analista técnico Jorge Fedio, de Clave Bursátil, estima que se aproxima para las acciones “una suba vibrante y espectacular con precio y volumen, que hoy descuenta que no hay default, y que tiene la mira en el 2015 como prioridad. La foto del 2014 ya le importa poco, sí son los cambios a lo que apuesta. Vale decir, es caja de resonancia de lo que está por venir, no de lo que está pasando”.

Por ese motivo es comprensible que los actores del mercado ignoren, no sin audacia, un presente macroeconómico recesivo, escasez en los ingresos fiscales por una sorpresiva caída de 10% en el precio de la soja, y una probable devaluación extra para el peso argentino antes de diciembre, mientras que la Argentina se consagra “subcampeona mundial” en inflación, detrás de Venezuela, como grafica el economista José Luis Espert. Sucede que en un escenario de corto plazo más negativo que el actual, que prescinda de un acuerdo con los holdouts hasta 2015, las acciones pueden ofrecer una oportunidad de refugio y sacar aún más ventaja. “Cuando se larga la carrera inflación-dólar-Bolsa, la que inexorablemente siempre la gana es la Bolsa”, sentencia Jorge Fedio.

El discurso, último refugio del modelo

El llamado modelo económico oficial caducó en el arranque de 2014. Solo le queda una modesta mención en los discursos de la Presidente y sus funcionarios, pero dista de la realidad de aquel esquema que nació de la crisis 2001-2002, traumático como un parto prematuro, cuando el dólar saltó hasta los 4 pesos durante la breve gestión de Eduardo Duhalde. A mediados de 2002 el país debió atravesar un período de desempleo y pobreza extremas luego de cuatro años de recesión, escenario afortunadamente muy distinto del actual. A la rastra de la mejora de los precios internacionales de las materias primas exportables, el PBI nacional también tuvo un despegue inédito a lo largo de una década.

Hoy los economistas definen como ajuste ortodoxo a esta transición entre aquel “modelo de desarrollo productivo con inclusión social”, postulado desde los atriles oficiales, a otro en el que la austeridad y el celoso cuidado de los dólares se imponen por su propio peso y no por convicción de la dirigencia. El Gobierno impulsó en unas pocas semanas una devaluación de la moneda, la suba de tasas de interés y un sinceramiento de la inflación. En forma proporcional rechazó con el relato estas medidas ingratas. Cristina Kirchner citó al economista Miguel Bein –hoy asesor de Daniel Scioli- para exponer que hubo “un intento de desestabilización financiera” para “hacer volar al Gobierno por los aires”.

Sin embargo, no fueron los desestabilizadores quienes evaporaron más de u$s12.000 millones de reservas en 2013. Más bien hay que apuntar a la responsabilidad del Gobierno que en un año electoral decidió incentivar el crecimiento de la actividad económica con divisas del Banco Central, a falta de recursos en el Tesoro como “fondo anticíclico”. Con un tipo de cambio atrasado, los dólares se fueron a través de las importaciones de energía, insumos industriales y productos terminados, y también por la explosión del turismo de argentinos en el exterior.

En su versión, la mandataria optó por buscar responsables fuera del círculo que toma las decisiones económicas en su gabinete: “Quiero que los argentinos entiendan cómo juegan con sus ilusiones, les envenenan la vida, cómo les llenan la cabeza, los amargan y les hacen tomar decisiones equivocadas acerca de su propio dinero”. Pero otra vez las frases para la tribuna chocan con la realidad. No fue Cristina la que mejores consejos financieros pudo dar los últimos años: así como su patrimonio padeció en julio de 2012 la ola pesificadora después del “cepo” cambiario, cuando pasó a moneda nacional un plazo fijo de u$s3 millones, también negó hasta la ironía la aceleración de la inflación, al punto de asegurar ante estudiantes de la Universidad de Georgetown en septiembre de 2012 que “si realmente fuera del 25%, el país estallaría por los aires“.

El 18 de julio de 2011, en el acto por el 157º aniversario de la Bolsa de Comercio de Buenos Aires, la Presidente dijo que “hay que hacerle ver a los argentinos que es una muy buena opción la de comprar acciones de empresas en vez de ir a comprar dólares”. Entonces, el índice Merval medido en pesos se situaba en torno a 3.300 puntos. Con la estatización del 51% de acciones de YPF de por medio (en abril de 2012), el panel líder de la Bolsa tardó dos años en recuperar aquel nivel de precios.

Esta semana, el Merval superó los 6.100 puntos, un 84% más que entonces, pero casi lo mismo que el 82% que el sitio Inflación Verdadera estima como incremento de precios minoristas en los últimos dos años y medio. Calculados en dólares en dólares, los 3.300 puntos de julio de 2011 (a $4,15 por dólar) representaban unos 795 enteros, mientras que los actuales 6.151 puntos (con un dólar financiero o “contado con liquidación” a $10,69) suman unas 575 unidades en dólares, una pérdida de valor del 27 por ciento.

Con el mismo énfasis, el ministro de Economía Axel Kicillof optó ignorar el efecto inflacionario de la emisión de pesos sin respaldo de dólares y justificó la escalada de precios minoristas en una campaña, con supuesto eco en los medios de comunicación y que se intentó imponer a través de la suba del dólar marginal. “Hemos sido testigos que hemos sido víctimas de una campaña furiosa que azotó a la sociedad argentina durante los últimos meses, que pretendió generar una idea de tragedia, de apocalipsis cercano sobre lo que ocurría con la economía nacional”, argumentó el 13 de febrero, al anunciar el nuevo IPC nacional.

El ministro evitó aludir a la devaluación de enero y su efecto en las góndolas: “Esa campaña que estuvo fogoneada por los medios, que tuvo algún impacto -hemos descubierto- en precios, tenía que ver con algunos elementos como ese dólar ilegal. Con la poca representatividad que tiene, fue convertido en una especie de referencia para la fijación de precios, pero no fue convertido por la gente, por los comerciantes, si no por esta misma campaña que lo elevó a ese lugar”.

Frente a esa retórica, mejor es leer entre líneas los mensajes del oficialismo. La inflación de 3,7% en el primer mes del año, la más alta desde mayo de 2002, es el reconocimiento de un problema grave después de siete años de intervención del INDEC. Anualizada asciende a 54,5%, incluso superior al 40% acumulado en el año de la salida de la convertibilidad. Si en las próximas semanas el Gobierno instrumenta un plan consistente, que contemple metas fiscales y que no se limite un acuerdo de precios, será un paso certero para empezar a superar con gestión el absurdo de los discursos de barricada.