El transcurso de un mes y medio fue desgastador para la gestión de Juan Carlos Fábrega al frente del Banco Central. Los diversos esfuerzos que el directivo dispuso detrás del objetivo de rectificar en forma paulatina las variables del mercado de cambios tropezaron con la dura realidad de problemas macroeconómicos que sobrepasaron su rol de fijar las políticas cambiaria y monetaria, con un déficit público sostenido con emisión y una inflación creciente. Así, la contención del precio del dólar paralelo, la reducción de la brecha entre cotizaciones y la recuperación de reservas esbozadas en diciembre fueron apenas un breve espejismo.
En primer término, el dólar blue se desbocó y alcanzó un nuevo récord, al filo de los 11 pesos, con una demanda reducida, pero suficiente para dar impulso alcista a una plaza escasa de billetes. Se potenció además el movimiento especulativo de los vendedores de las “cuevas”, que aprovecharon la necesidad de efectivo de aquellos que planificaron sus vacaciones en el exterior y la abundancia de pesos por el cobro del salario de enero, el medio aguinaldo de diciembre y los “bonus” de fin de año, cuyo excedente se volcó a la cobertura en dólares. Con estas condiciones ya es difícil concebir un piso inferior a los 10 pesos para el dólar marginal.
Otro problema que esmeriló la estrategia del Central es el aumento de la brecha entre las cotizaciones oficial y libre, que se extendió a un preocupante 65 por ciento. En el pico de precios de mayo pasado ($10,45), este diferencial tocó el 100 por ciento. Luego, la fuerte iniciativa oficial, con presiones del entonces secretario de Comercio Guillermo Moreno a cambistas, ventas de bonos en dólares para deprimir el “contado con liquidación” y una aceleración en la apreciación del dólar oficial, lograron recortar este rango a 48% a mediados de junio último ($7,90 del blue contra $5,35 del oficial) y conjurar un escenario financiero de alta tensión.
A la par de los cambios en el equipo económico se concretó la salida de Mercedes Marcó del Pont del BCRA y el arribo de Fábrega. El ex presidente del Banco Nación asumió con una brecha del 64% entre el dólar formal y el paralelo ($9,92 del libre frente a $6,05 del oficial). La intensiva venta de bonos en dólares en cartera de organismos públicos y la liberación de la operatoria llamada “dólar Bolsa”, para hacerse de divisas legales a través de una transacción bursátil, descomprimieron la demanda de la plaza marginal y la brecha se redujo al 47% el 3 de diciembre último ($9,13 del blue contra $6,18 del oficial). Sin embargo, esa estabilidad se diluyó un mes después, con el brutal salto de 8,9% u 89 centavos del dólar libre en apenas cuatro jornadas financieras de 2014.
Una evolución similar pudo observarse con las reservas del Banco Central, que alcanzaron un piso de siete años de u$s30.383 millones el 5 de diciembre pasado, para recuperarse hasta los u$s30.828 millones el 27 de diciembre. Fuentes del mercado de cambios atribuyeron a los buenos oficios de Fábrega, con su extensa trayectoria en el sistema bancario, esta recuperación de activos, en la que se capitalizaron los dólares ingresados a través de las Letras ofrecidas a las cerealeras, las inversiones de Chevron en Vaca Muerta y la colocación de bonos de YPF. Ese avance también se desvaneció en pocos días: hoy, las reservas líquidas del Banco Central se sitúan en u$s30.447 millones y cuantifican una caída de u$s1.339 millones desde que se modificó la cúpula de la entidad monetaria.
La dinámica cada vez más veloz de los precios de bienes y servicios –que incluyen al dólar- erosiona la eficacia de la intervención del Banco Central en la plaza mayorista para apurar la apreciación del dólar oficial. Desde el 20 de noviembre, con Fábrega al frente del ente emisor, la divisa oficial avanza 9,1% (desde $6,05 a $6,60), pero la competitividad cambiaria poco recupera con una tasa de inflación real estimada en 4% en diciembre y otro tanto para enero. Por eso, no es extraño que el dólar blue haya trepado un 10,1% en esas seis semanas.