El dólar sondea los 10 pesos

Tal como ocurrió en mayo último, el dólar libre vuelve a posicionarse en torno a los 10 pesos, un valor monitoreado minuciosamente desde los despachos oficiales, para impedir un avance sobre esa barrera psicológica a cinco días de las elecciones legislativas. Aun cuando está lejos del precio máximo de cierre de $10,45 del 8 de mayo, los $9,89 que alcanzó la divisa en la plaza informal este lunes constituyen la sexta marca histórica, detrás de aquel récord, los $10,08 del 7 de mayo y los $10,03 de los días 9, 10 y 13 de ese mismo mes.

Entonces, la brecha entre el dólar blue y el oficial tocó el 100 por ciento. Las ventas de títulos públicos nominados en dólares en poder de la ANSeS y, en menor medida, del Banco Nación, diluyeron esa suba, al presionar a la baja al dólar “contado con liquidación”, aquel que surge de las operaciones financieras con bonos y acciones, que permiten a los inversores y ahorristas de mayor porte hacerse de dólares en el exterior a un precio más ventajoso que el del dólar libre, desinflando este mercado informal.

Esta herramienta “ortodoxa” implementada por el Gobierno para intervenir indirectamente en el mercado paralelo permitió que la divisa llegara a negociarse debajo de los 8 pesos en junio y julio, aunque con el elevado costo de desprenderse de bonos en dólares a una cotización inferior a la que podría obtenerse al retenerlos hasta su vencimiento, además de resignar la rentabilidad en moneda dura.

Fue un recurso de corto plazo: luego de las vacaciones de invierno, la divisa comenzó una escalada lenta pero incesante hacia los 10 pesos. Si bien la brecha entre el blue y el oficial (a $5,86) se redujo a un 68,8%, el dólar libre se acomodó en el tramo final del año en valores más razonables, sin perder de vista que se trata de un mercado volátil y especulativo al extremo. Si se intenta establecer una cotización “teórica” o de “convertibilidad”, al dividir la base monetaria por las reservas se obtiene un dólar de $7,66 al 8 de mayo, cuando la divisa informal pasó los $10 ($301.029 millones de base monetaria ampliada contra u$s39.280 millones de reservas), y un dólar de $9,82 al 11 de octubre ($337.941 millones contra u$s34.402 millones). Los activos líquidos del Banco Central suman hoy u$s34.102 millones, su monto más bajo desde el 13 de febrero de 2007.

Ricardo Delgado, director de la consultora Analytica, dice que “el cepo en la Argentina, cuando se cerró del todo, estaba pensado, justamente, para evitar el drenaje, la pérdida de reservas que había sido violenta, con una fuga de capitales de casi u$s80 mil millones en los cuatro años anteriores”. El economista subrayó el contrasentido de la medida, que no solo no frenó la salida de divisas, sino que podría ampliarla a u$s11 mil millones hacia fin de año, según estimó en una entrevista con InfobaeTV.

Germán Fermo, analista de MacroFinance y director de la Maestría en Finanzas de la Universidad Di Tella, advierte que “el país quedó atrapado en un cepo cambiario cuya liberación sin recomposición previa de reservas probablemente haría más mal que bien”. El experto asegura que no se podrá salir de la restricción cambiaria sin crédito externo: “Resultaría útil para Argentina recurrir a una prudente interacción con los mercados internacionales de deuda, en especial cuando los mismos virtualmente regalan financiación en dólares”, con tasas de interés en su piso histórico.

En ese marco, un dato positivo que aporta la política monetaria es que la emisión de pesos del Banco Central desaceleró su ritmo desde el 40% anual de 2012 a un 26% en el transcurso del corriente año, un porcentaje equiparable al de la inflación real. Una menor abundancia de pesos quita presión a la demanda de dólares. Además, la entidad salió con decisión a “secar” la plaza de pesos excedentes, a través de la emisión de Lebac y Nobac. En los primeros nueve meses de este año las licitaciones de letras y notas crecieron casi 22% interanual, hasta los 100.000 millones de pesos.

Otro fenómeno que restringe la emisión pesos es que el BCRA está impedido de sumar reservas a través de compras en el mercado mayorista, donde se transan divisas para el comercio exterior, debido a que la demanda de los importadores acapara todos los dólares que ingresan por exportaciones. Así, continúa la “fuga por turismo, préstamos financieros netos del sector privado, saldo energético y pago de deuda del gobierno nacional”, según consigna Soledad Pérez Duhalde, de Abeceb.com. Este flujo resulta en una caída de reservas superior a los u$s9 mil millones en el año, el declive más importante desde los u$s19.002 millones que salieron de las arcas del BCRA durante todo 2001.

Mayor debilidad para las cuentas del BCRA

Conocidos los detalles del proyecto de Presupuesto 2014, distintos analistas económicos advirtieron sobre la pérdida de patrimonio del Banco Central, debido a la función que le asignó el Gobierno a la entidad como principal sostén de las deficitarias cuentas del Tesoro nacional. La tensión a la que está sometido el activo del BCRA se debe, por un lado, a la caída de reservas en divisas por el pago de deuda pública en dólares; por el otro, a la inyección de pesos al Tesoro por transferencias y giro de utilidades.

Un estudio de la consultora Empiria, que dirige ex gerente general del Banco Central Hernán Lacunza, refirió que el proyecto de Presupuesto 2014 prevé que el Tesoro dispondrá de casi u$s9.900 millones para el pago de deuda y al menos $76.000 millones “entre adelantos y transferencias de utilidades devengadas para financiarse a través del Central”. Añade que “el Gobierno no toma nota del estrés patrimonial de la entidad monetaria, tras casi cuatro años de proveerle fondos por el equivalente a 4,5% del PBI, frente al 1,5% del PBI facilitado entre 2004 y 2009”.

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2013 con varios récords y muchos interrogantes

El 2013 es un año de grandes variaciones en los indicadores económicos, algunas en términos reales y otras en términos nominales por las distorsiones que generan el desdoblamiento virtual del mercado cambiario y el de la inflación, según sea medida por el Gobierno o por consultoras privadas. Hay signos nítidos de tensión macroeconómica por estas inconsistencias, que explican por qué el Gobierno empezó a avanzar en una dirección distinta a la de años anteriores, giro que ya se planteó incluso antes del decepcionante resultado obtenido por las listas del oficialismo en las elecciones primarias.

La actitud responsable de iniciar cuanto antes una corrección de variables puede evitar un ajuste con políticas de shock, que la Presidente rechazó de plano las veces que tuvo oportunidad. Por eso el año en curso se presenta como una encrucijada dentro del ciclo económico de la “década ganada”, con cifras “récord” que delatan la necesidad de cambios.

- Caída de reservas. Consistente con el pago de deuda con reservas líquidas del Banco Central definida por la reforma de la Carta Orgánica de la entidad, éstas pierden participación dentro de los activos, en su mayoría títulos intransferibles del Tesoro. Las reservas cayeron este martes a u$s36.752 millones, su piso desde el 13 de abril de 2007, unos u$6.538 millones desde enero, una pérdida sin precedentes desde 2001.

- Devaluación del peso. La apreciación del tipo de cambio oficial, en $5,69 por dólar, es la mayor en 10 años. En poco más de ocho meses de 2013 ya alcanzó el 15,6%, por encima de los 14,4% de todo 2012, aceleración que si bien contribuye a la suba de la inflación, sincera parcialmente el atraso en el precio del dólar respecto de otros bienes. Esto significa una devaluación del peso argentino del 13,6% desde enero (cayó de u$s0,2033 a u$s0,1757).

- Ascenso del dólar libre. La divisa norteamericana avanza en el año 35,4% (a $9,25) y en el mismo sentido amplió la brecha con el oficial a 62,6%, mucho mayor que en los diez años anteriores, aunque debajo del rango máximo de 100 por ciento que tocó el último 8 de mayo. El billete verde por fuera de los controles oficiales mantiene la presión para recuperar precios en función de la inflación real.

- Emisión de pesos. Las transferencias de utilidades y los adelantos transitorios a través de los cuales el Banco Central es una columna fundamental para el sostenimiento de las cuentas públicas acumularon en doce meses $62 mil millones, a $249 mil millones –datos actualizados al 23 de agosto último-, cifra que superó incluso el aumento de la circulación monetaria, de $53 mil millones en el último año.

La base monetaria (circulación más encajes) creció al 23 de agosto un 24% interanual, por debajo del 39% de crecimiento en 2011 (+$62.500 millones) y del 38% de 2012 (+$84.400 millones). Si en el último cuatrimestre del año se apura la emisión, al calor del clima electoral, estos montos podrían superarse holgadamente en cifras nominales, aunque es probable que no lo hagan en cuanto a porcentaje.

- Inflación en alza. La abundancia de pesos fue un obstáculo para que los acuerdos de precios obtuvieran un resultado contundente. El sitio Inflación Verdadera estimó una desaceleración del avance inflacionario a 20,5% anual al 21 de agosto último, contra el 26% del acumulado en 2012, máximo en la etapa kirchnerista. Sin embargo, ese 26% podría replicarse hacia el cierre de 2013 por el incremento de las jubilaciones, los aumentos salariales por paritarias y la inyección de pesos por la suba del mínimo no imponible de Ganancias que serán un incentivo a la demanda con impacto en los precios.

- Déficit fiscal. El Ministerio de Economía informó que en el primer semestre de 2013 acumuló un resultado primario positivo de $4.727,1 millones, apenas inferior a los $ 4.893,3 millones de enero-junio de 2012. Si la tendencia del gasto público repite el recorrido del año pasado, éste podría ser el segundo año consecutivo con déficit primario, como no ocurría hace 16 años. Además, al incluir los pagos de deuda, el déficit financiero sumó un récord de $13.789,2 millones en seis meses, un 31% más frente al mismo período de 2012, moderado por el auxilio financiero del Banco Central, la ANSeS y otros organismos.

- Déficit del balance cambiario. En el primer semestre de 2013, la salida de divisas por el déficit turístico marcó un récord de u$s4.504 millones, rubro secundado por el rojo comercial automotor (u$s3.258 millones entre enero y junio) y el déficit energético (u$s2.151 millones). El intercambio negativo de estos bienes y servicios fue otro factor de pérdida de reservas.

Afortunadamente, otros indicadores récord se mantuvieron del lado positivo de la balanza, para atenuar en alguna medida la debilidad de los ítems anteriores.

-Cosecha récord. Más allá de las disputas económicas y políticas entre el Gobierno y las entidades del agro, este sector es el que más aporta al crecimiento económico de 2013 y el que sostiene el superávit comercial, con una participación en las exportaciones que supera el 30% del total. Cristina Kirchner anunció este año una cosecha histórica de granos de 105,4 millones de toneladas, útil para mantener alejada a la Argentina de un escenario de crisis.

- Sector automotriz. Las terminales apuntalan el crecimiento fabril y aspiran a una producción récord. Las ventas de vehículos 0 kilómetro son el máximo exponente del “boom” de consumo que se sostiene en un techo desde la salida de la Convertibilidad. En los primeros ocho meses del 2013 se registraron 669.606 nuevos vehículos y los concesionarios prevén alcanzar un récord anual de 900 mil unidades. Como contraparte, el atraso cambiario es un aliciente al ingreso de vehículos y autopartes importados: el 63% de los coches comercializados en Argentina se fabricó en el exterior, y de los nacionales, el 70% de sus componentes es importado.

- Menos peso de la deuda. Con datos del cierre de 2012, el Gobierno destaca la reducción de la deuda externa bruta al 30% del PBI, un nivel excepcionalmente bajo en la muestra histórica y también en una comparación con otros países, y de 45% del PBI cuando se le suman los acreedores dentro del territorio nacional (deuda pública bruta). De todos modos, esta comparación se realiza sobre un cálculo de PBI récord de u$s475 mil millones, sobreestimado por el tipo de cambio oficial. La medición no cuenta acreencias como las pendientes con los holdouts, el Club de París y las demandas ante el CIADI, entre otras, que habrán de regularizarse en algún momento e incrementarán en forma significativa la deuda.

En cuanto al stock, la deuda pública ascendió a un máximo histórico de u$s197.464 millones al 31 de diciembre de 2012, por encima del nivel del default de 2001 y del número previo al canje de 2005, a pesar de haberse cancelado vencimientos por u$s173.733 millones en los últimos diez años. Ahora casi el 60% de los pasivos quedaron en cartera de organismos públicos.

Este puñado de cifras marca una dinámica de la economía que se sucede con más velocidad que la que marcan los tiempos de la política. Es de esperar que el Gobierno ceda más lugar a las decisiones que se tomen con la mirada puesta en 2015 antes que en 2013, una vez que los comicios legislativos de octubre despejen las incógnitas sobre un eventual recambio presidencial dentro de dos años.

Turismo en el exterior, un “éxito” del modelo

En su informe sobre Evolución del Mercado Único y Libre de Cambios y Balance Cambiario, el Banco Central indicó que en el primer semestre del año el rubro Turismo registró un déficit de 4.500 millones de dólares, una salida de dólares equivalente a más del 70% del total de pérdida de reservas en el período.

En el segundo trimestre de 2013, el concepto turismo y viajes y pasajes representó egresos netos por unos u$s2.594 millones, con un aumento de 61% respecto del segundo trimestre del año anterior. Seis de cada 10 dólares de la cuenta de servicios fueron demandados para viajar al exterior, proporción que se incrementa en forma exponencial desde que se instauró el “cepo” al dólar. Los ingresos por gastos de turistas no residentes en el país ascendieron a u$s370 millones, lo que arroja un desbalance entre abril y junio por 2.224 millones de dólares.

Ya en el primer trimestre del año, el período de “temporada alta” argentino, el déficit por turismo y viajes y pasajes había ascendido a u$s2.280 millones, lo que totaliza una salida de dólares del país por u$s4.504 millones en sólo seis meses. En comparación a los u$s1.743 millones de déficit turístico que registró el semestre enero-junio de 2012, la salida de divisas casi se triplicó, con un alza de 158 por ciento.

Cabe aclarar que en el estudio de 2012 el Banco Central no incluye las compras de billetes en moneda extranjera que efectuaron los viajeros, las cuales fueron incluidas en el ítem “demanda de activos externos de residentes”, cuando entonces estaba autorizada por la AFIP la adquisición de “libre disponibilidad” o atesoramiento (vigente hasta el 5 de julio del año pasado). Esta diferencia probablemente exagera la brecha entre los montos anotados este año contra los del año pasado, pero no revierte una tendencia creciente que es indudable.

El informe del Balance Cambiario también mostró que el déficit comercial automotriz acumuló importantes u$s3.258 millones en el primer semestre, mientras que el rubro energético mostró un rojo de u$s2.151 millones, producto del pago de importaciones por u$s5.293 millones y exportaciones por 3.142 millones. La salida de dólares por turismo superó así en forma holgada a la de estos dos rubros, que le siguen en el análisis de la balanza de intercambio de bienes y servicios.

Sin cuestionar el derecho de los argentinos a demandar moneda extranjera y darle el uso que parezca más apropiado, incluso el esparcimiento, a esta altura es obligado discutir si la permeabilidad que ofrece el Gobierno para realizar pagos en el exterior con tarjeta al tipo de cambio oficial, con un recargo del 20% cada vez más insignificante (la brecha entre el dólar libre y el formal es de 62%), es pertinente, e incluso equitativa respecto de aquellos ciudadanos que no salieron del país.

Sucede que en un escenario de marcada pérdida de reservas, la distorsión cambiaria que impacta de lleno en el rubro turístico pronuncia más este declive, incentiva y prácticamente subsidia los viajes al extranjero, a la vez que penaliza al turista que llega a la Argentina y cambia sus dólares en un banco. Y, por qué no, también al argentino que decide veranear en su país, con costos crecientes por la inflación. Al desprenderse de esos dólares a una tasa de cambio de $6,74, el Banco Central orada el stock de activos con los que respalda los pesos que emite, cada día más devaluados, y que perciben todos los asalariados.

La soja resiste al cambio de escenario

El debate público de las últimas semanas fue acaparado por los discursos de los políticos que disputan las elecciones primarias este domingo y, como es lógico, las cuestiones económicas quedaron postergadas, pero no implica que pierdan vigencia. Al contrario, en las últimas jornadas hubo indicadores que mostraron señales de un cambio de escenario internacional, como las caídas de precios de las materias primas, que aún dejan sin respuesta el interrogante sobre cómo condicionarán la realidad económica y financiera del año próximo.

La Argentina mantiene su “sequía” de dólares, no porque falten, sino porque los que ingresan salen del sistema financiero con el mismo ritmo. Por ejemplo, la Cámara de la Industria Aceitera de la República Argentina (CIARA) y el Centro de Exportadores de Cereales (CEC), entidades que concentran la exportación de granos, oleaginosas y derivados, informaron que en los primeros siete meses de 2013 liquidaron unos u$s15.136 millones por ventas al exterior, contra u$s14.575 millones del año anterior, un 3,7% más.

Aunque por la cosecha récord este año se hubiera justificado un volumen de liquidación mayor al del año pasado, queda claro que no están ingresando menos divisas. Pero son los precios, a diferencia de 2012, los que acompañan menos. El miércoles, la soja tocó su piso más bajo desde enero de 2012, nítidamente debajo de los u$s500 por tonelada, y finalizó la semana en u$s434,40 (contrato a noviembre) y u$s492,81 (entrega inmediata), aún lejos de sus precios de u$s581,01 y u$s598,92, respectivamente, del 8 de agosto de 2012. Es un declive entre 18 y 25 por ciento.

Al ser la soja –porotos, aceites y harinas- el principal producto de exportación argentino, la evolución de su precio en el mercado internacional gravita en el ingreso de divisas al país, en las reservas que dispone el Banco Central y en la recaudación en concepto de retenciones. Un informe de Empiria Consultores calculó que con una cosecha 2013/14 de 52,5 millones de toneladas de soja, las cotizaciones actuales restarían u$s1.670 millones al balance cambiario y $4.230 millones a la recaudación. Es decir que se pierden u$s1.000 millones de divisas y u$s325 millones de recaudación por cada u$s25 que cae la cotización de la tonelada o por cada 2,5 millones de toneladas menos que se produzcan.

Estos montos son relevantes, sin embargo hay que reconocer que las exportaciones agrícolas, que representan un tercio del total, mantienen el flujo de dólares aún con la fuerte volatilidad que sobrelleva este mercado, pues al crecer los stocks globales –como en 2013-, cae el precio internacional en proporción similar. El año pasado ocurrió al revés: disminuyó la producción mundial –incluida la Argentina- y la respuesta del mercado fue un incremento de precios, ante una demanda que se mantuvo constante.

Así, las ventas cursadas por CIARA y CEC totalizaron u$s23.069 millones en 2012 (un año de esmerilada cosecha por la sequía: 90,4 millones de toneladas), frente a exportaciones totales por u$s81.205 millones (28,4% del total). En 2011 (entonces con cosecha de 104,3 millones) rindieron u$s25.033 millones contra exportaciones totales por u$s84.269 millones (29,7% del total). En 2010, el agro liquidó u$s22.234 millones (cosecha de 92,2 millones de toneladas), de los u$s68.500 millones que exportó el país (32,5%). En el primer semestre de 2013, CIARA y CEC liquidaron u$s12.799 millones, un 31,3% de las exportaciones totales de la Argentina en ese período, por 40.921 millones de dólares.

Estos números reflejan por qué no prosperó la propuesta de retenciones móviles a las ventas del agro, como sí funcionaron en el rubro petrolero desde 2007. La alícuota marginal que fijaba la resolución 125 de marzo de 2008 determinaba que el Estado captaría la mayor parte de los aumentos de cotización de la oleaginosa cuando ésta superase los u$s400 por tonelada en el mercado de Chicago, sin tener en cuenta ese natural equilibrio entre stock y precio. En su libro Yo no me quiero ir, el economista Federico Sturzenegger explica que el esquema tenía una “inconsistencia inquietante”, porque “aumentaba considerablemente los ingresos del fisco en épocas de ‘vacas gordas’ (cuando la cosecha y/o los precios no eran buenos) y los disminuía en épocas de ‘vacas flacas’, pero no incorporaba la creación de un fondo anticíclico para ahorrar los recursos extraordinarios de los momentos de bonanza y gastarlos luego en tiempos de debilidad económica”.

Todo indica que el sector agrícola cumplirá con su aporte de dólares como cada año a pesar de los fluctuantes precios y cantidades. Por lo tanto, hay que buscar la respuesta al drenaje de divisas en otros rubros altamente deficitarios en términos comerciales, como turismo, energía y automotrices (incluidas las autopartes), que a la vez profundizan la caída de reservas del Banco Central, ya disminuidas por los vencimientos de deuda, en torno a u$s7.300 millones este año y u$s8.700 en 2014, si se concreta el pago del cupón atado al PBI.

El Gobierno devalúa, pero no le alcanza

Durante julio, el Banco Central subió un 2,24% el dólar mayorista, referencia del mercado de cambios oficial, desde los $5,395 del 28 de julio, hasta los 5,515 pesos. De esta forma, el tipo de cambio aumentó un 12,2% en los primeros siete meses del año. Al anualizar esta apreciación entre enero y julio, refleja una tasa de casi 21%, que resulta un dólar oficial de $5,95 a fin de año.

Este dólar está de acuerdo con la “estimación” de un dólar oficial a seis pesos atribuida al secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno, a comienzos del año, pero aún muestra que es imparcial o falaz interpretar que la devaluación oficial acompaña el ritmo de la inflación. En realidad “corrió desde atrás” al subir menos que la inflación real algunos meses, mientras que lo hizo más en otros. En enero, la inflación difundida por legisladores de la oposición en el Congreso fue de 2,58%, contra un incremento del dólar oficial 1,20%; 1,23% contra 1,33% en febrero; 1,54% contra 1,51% en marzo, y 1,52% contra 1,31% en abril.

El atraso cambiario presionó para que el dólar recuperara la tendencia ganadora en mayo y junio. En el quinto mes del año, la inflación detectada fue de 1,57% contra 1,84% que ganó el dólar, y en junio fue 1,93% contra 2,08 por ciento. En julio, la divisa mayorista ganó 2,2%, cuando algunas consultoras privadas ya calculan una aceleración de los precios en un rango de 2,4 a 3 por ciento. Así, una aproximación más realista muestra en el primer semestre un incremento de precios minoristas de 10,82% contra una suba del dólar de 9,65%: el billete siguió rezagado contra el promedio de los precios.

Por eso, el Banco Central decidió acelerar el ritmo de apreciación de la divisa. Si se tomara en cuenta la progresión alcista del bimestre junio-julio (subió 23 centavos, desde los 5,285 a 5,515 pesos) el incremento sería 4,35% bimestral, un 26,1% anual. Si se anualizara el 2,24% que avanzó el billete verde en julio, esta suba del dólar aceleraría un 26,9 por ciento. Es decir, la autoridad monetaria está apretando el acelerador.

En estrictos términos de devaluación, hay que decir que el peso argentino se devaluó 10,84% en el transcurso del año (frente a 12,2% que ganó el dólar), desde los u$s0,203 por peso ($4,925 por dólar en enero) a u$s0,181 por peso el 31 de julio. Anualizada, esta devaluación asciende a 18,58%, un porcentaje significativo que contraría la expresión de Cristina Kirchner, quien dijo en mayo que “para devaluar tendrán que esperar a otro Gobierno”.

Brasil y Venezuela

Probablemente haya sido el ajuste del dólar en Brasil el factor que más empujo al BCRA a apurar la escalada local de la divisa. En el trimestre mayo-julio el país vecino apreció el dólar un 14 por ciento. Respecto de enero, la divisa norteamericana en Brasil avanzó 12,2%, lo mismo que ganó el dólar oficial en Argentina. Esta relación es crucial en materia de exportaciones, debido a que Brasil es el principal socio comercial de la Argentina. Sin embargo, la diferencia de inflación entre ambos (3,15% contra 10,82% en el primer semestre) es otro dolor de cabeza para los funcionarios argentinos y factor de pérdida de competitividad para los productos nacionales.

El combate de la inflación que el Gobierno decidió hacer manifiesto en este 2013 es un fracaso concreto y subyace a las medidas para ajustar la tasa de cambio. Cuanto más ajustes, controles y acuerdos de precios se intentaron aplicar, menos efecto se consiguió en las góndolas. Por el contrario, la inflación parece estabilizarse en un 2% mensual.

Argentina está muy lejos de la realidad de Venezuela, pero simula seguir sus pasos. La administración chavista intentó a su modo fijar precios en época preelectoral y luego de los comicios la inflación se le fue de control: acumuló 25% durante el primer semestre del año, por encima del 7,5% del mismo período de 2012.

El país caribeño mantiene un férreo control de cambios con una cotización oficial de 6,30 bolívares por dólar, aunque la moneda de los EEUU es prácticamente inaccesible de no ser por el mercado paralelo, en el que su valor se quintuplica. Por ejemplo, el codiciado dólar “turista” al que acceden pocos venezolanos, con montos de u$s1.000 en promedio y un límite de u$s2.500, vale cerca de 11,7 bolívares, casi el doble que el oficial. En la Argentina, la tasa de recargo es apenas 20 por ciento.

Asimismo, en febrero, el gobierno de Nicolás Maduro decidió devaluar casi el 32% el bolívar respecto del dólar, que pasó de costar 4,3 bolívares a los actuales 6,3. Argentina todavía está lejos de un ajuste tan brutal, con su devaluación estimada en 18,8% anual. Más que un espejo Venezuela es en este sentido una caricatura que exagera el presente argentino, pero obliga a pensar sobre las consecuencias de las políticas económicas erráticas, descoordinadas y tolerantes de una inflación que carcome los ingresos.