Por: Juan Gasalla
Tal como ocurrió en mayo último, el dólar libre vuelve a posicionarse en torno a los 10 pesos, un valor monitoreado minuciosamente desde los despachos oficiales, para impedir un avance sobre esa barrera psicológica a cinco días de las elecciones legislativas. Aun cuando está lejos del precio máximo de cierre de $10,45 del 8 de mayo, los $9,89 que alcanzó la divisa en la plaza informal este lunes constituyen la sexta marca histórica, detrás de aquel récord, los $10,08 del 7 de mayo y los $10,03 de los días 9, 10 y 13 de ese mismo mes.
Entonces, la brecha entre el dólar blue y el oficial tocó el 100 por ciento. Las ventas de títulos públicos nominados en dólares en poder de la ANSeS y, en menor medida, del Banco Nación, diluyeron esa suba, al presionar a la baja al dólar “contado con liquidación”, aquel que surge de las operaciones financieras con bonos y acciones, que permiten a los inversores y ahorristas de mayor porte hacerse de dólares en el exterior a un precio más ventajoso que el del dólar libre, desinflando este mercado informal.
Esta herramienta “ortodoxa” implementada por el Gobierno para intervenir indirectamente en el mercado paralelo permitió que la divisa llegara a negociarse debajo de los 8 pesos en junio y julio, aunque con el elevado costo de desprenderse de bonos en dólares a una cotización inferior a la que podría obtenerse al retenerlos hasta su vencimiento, además de resignar la rentabilidad en moneda dura.
Fue un recurso de corto plazo: luego de las vacaciones de invierno, la divisa comenzó una escalada lenta pero incesante hacia los 10 pesos. Si bien la brecha entre el blue y el oficial (a $5,86) se redujo a un 68,8%, el dólar libre se acomodó en el tramo final del año en valores más razonables, sin perder de vista que se trata de un mercado volátil y especulativo al extremo. Si se intenta establecer una cotización “teórica” o de “convertibilidad”, al dividir la base monetaria por las reservas se obtiene un dólar de $7,66 al 8 de mayo, cuando la divisa informal pasó los $10 ($301.029 millones de base monetaria ampliada contra u$s39.280 millones de reservas), y un dólar de $9,82 al 11 de octubre ($337.941 millones contra u$s34.402 millones). Los activos líquidos del Banco Central suman hoy u$s34.102 millones, su monto más bajo desde el 13 de febrero de 2007.
Ricardo Delgado, director de la consultora Analytica, dice que “el cepo en la Argentina, cuando se cerró del todo, estaba pensado, justamente, para evitar el drenaje, la pérdida de reservas que había sido violenta, con una fuga de capitales de casi u$s80 mil millones en los cuatro años anteriores”. El economista subrayó el contrasentido de la medida, que no solo no frenó la salida de divisas, sino que podría ampliarla a u$s11 mil millones hacia fin de año, según estimó en una entrevista con InfobaeTV.
Germán Fermo, analista de MacroFinance y director de la Maestría en Finanzas de la Universidad Di Tella, advierte que “el país quedó atrapado en un cepo cambiario cuya liberación sin recomposición previa de reservas probablemente haría más mal que bien”. El experto asegura que no se podrá salir de la restricción cambiaria sin crédito externo: “Resultaría útil para Argentina recurrir a una prudente interacción con los mercados internacionales de deuda, en especial cuando los mismos virtualmente regalan financiación en dólares”, con tasas de interés en su piso histórico.
En ese marco, un dato positivo que aporta la política monetaria es que la emisión de pesos del Banco Central desaceleró su ritmo desde el 40% anual de 2012 a un 26% en el transcurso del corriente año, un porcentaje equiparable al de la inflación real. Una menor abundancia de pesos quita presión a la demanda de dólares. Además, la entidad salió con decisión a “secar” la plaza de pesos excedentes, a través de la emisión de Lebac y Nobac. En los primeros nueve meses de este año las licitaciones de letras y notas crecieron casi 22% interanual, hasta los 100.000 millones de pesos.
Otro fenómeno que restringe la emisión pesos es que el BCRA está impedido de sumar reservas a través de compras en el mercado mayorista, donde se transan divisas para el comercio exterior, debido a que la demanda de los importadores acapara todos los dólares que ingresan por exportaciones. Así, continúa la “fuga por turismo, préstamos financieros netos del sector privado, saldo energético y pago de deuda del gobierno nacional”, según consigna Soledad Pérez Duhalde, de Abeceb.com. Este flujo resulta en una caída de reservas superior a los u$s9 mil millones en el año, el declive más importante desde los u$s19.002 millones que salieron de las arcas del BCRA durante todo 2001.