La deuda crece y vuelve al nivel anterior al canje

La deuda soberana es la suma de pasivos contraídos por el Estado, que habitualmente se divide en externa (con acreedores del exterior) e interna (acreedores domésticos) y que a su vez puede estar emitida en moneda local o extranjera. La mayor carga para un Estado es la deuda en moneda extranjera, que condiciona los pagos en escenarios de escasez de divisas comerciales o dificultad para acceder al mercado financiero global. Como este es el caso de la Argentina, es pertinente un análisis de la deuda pública en dólares para tener una idea aproximada del grado de solvencia de la economía local.

En los once años de gobierno del kirchnerismo, el PBI creció en forma considerable, por encima de lo que lo hizo la deuda pública en moneda extranjera (dólares, euros, yenes, libras y otras), aunque los cambios metodológicos en el INDEC dificultan establecer el crecimiento argentino en dólares. La solidez financiera mejoró, pero desde 2011 el egreso neto de divisas, manifestado en la caída de reservas, sumado a la imposibilidad de acceder a crédito externo a tasas bajas como los vecinos de la región, empezó a deteriorar esta relación deuda-PBI, es decir la reducción del endeudamiento relativo.

El aumento de la deuda en moneda dura pulverizó en varios aspectos los beneficios obtenidos con la reestructuración encarada en 2005: hoy es superior en monto, con mayor proporción de pasivos en dólares respecto de los asumidos entonces en moneda local, y la deuda en dólares ahora es seis veces mayor que las reservas internacionales, cuando hace nueve años atrás era tres veces superior. No obstante, la deuda en dólares post canje representaba el 38% del PBI (diciembre de 2005), mientras que este aspecto mejoró y es nueve puntos menor en 2014.

* DEUDA RECORD EN MONEDA EXTRANJERA. El último informe del Ministerio de Economía, actualizado al cierre del tercer trimestre 2013, estableció en u$s124.189 millones la deuda pública en moneda extranjera, sobre un total de 201.009 millones. Al sumarle los pasivos asumidos tras los acuerdos en el CIADI (u$s500 millones), con el Club de París (u$s9.700 millones), con Repsol (u$s5.300 millones) y otros u$ss11.600 millones que según el Palacio de Hacienda están en manos de los holdouts, la deuda pública en moneda extranjera ronda los u$s151 mil millones, por encima de los u$s140 mil millones del default de diciembre de 2001, que representaba el 97% del total (u$s144.500 millones).

* DEUDA BRUTA EN MÁXIMO HISTÓRICO. La deuda pública total o “bruta”, que incluye pasivos en pesos, superó en septiembre los u$s200 mil millones y alcanzó un techo histórico, por encima de los u$s191.300 millones de diciembre de 2004, antes del primer canje, y de los u$s197.500 millones de diciembre de 2012. Al adicionarle unos u$s27 mil millones (CIADI, Club de París, Repsol y holdouts), hoy se aproxima a 230 mil millones de dólares.

Según el Ministerio de Economía, la deuda pública total se situaba en el tercer trimestre del año pasado en un 45,6% del PBI, un nivel más bajo que en 2009 (48,8%), 2001 (53,1%) y 2005 (73,9%), aunque en proceso de aumento relativo respecto de 2010 (45,3%), 2011 (41,8%), 2012 (44,9%) y el primer trimestre de 2013 (44,2%).

* CRECE LA DEUDA EN DÓLARES FRENTE AL PBI. A favor del discurso oficial de “desendeudamiento” hay que apuntar que la deuda del Estado en dólares alcanza un muy bajo 29% del PBI (en torno a u$s520 mil millones tras la devaluación de enero), aunque significó en diciembre de 2013 un 20,3% de los u$s611 mil millones de PBI, previos a la devaluación y la retracción de la actividad económica del primer trimestre de 2014. Estos u$s611 mil millones resultan de dividir la producción de bienes y servicios del año pasado, $3,3 billones a precios de mercado, por el tipo de cambio oficial promedio de 2013 ($5,476).

Hay que enfatizar que estas tasas son inferiores a las que llevaron al país al default hace 12 años y medio atrás. En 2001, cuando detonó la última gran crisis argentina que sepultó la convertibilidad, el PBI argentino medido en precios de mercado ascendió a u$s263.870 millones, con una deuda pública en moneda extranjera equivalente a u$s140.119 millones, por cuanto la deuda del Estado en divisas representaba el 53,1% del PBI.

* CRECE LA DEUDA NETA. El Gobierno destaca el bajo nivel de la “deuda neta” en dólares, en la que excluye los compromisos del Tesoro con el Banco Central, la ANSeS y otros organismos del Estado, que en septiembre llegaba a u$s66.774 millones, un 15,1% del PBI a precios corrientes de 1993 (antes del cambio metodología INDEC), cifrado en 442.212 millones de dólares. Esta relación incluso mejora a favor del Gobierno con el recálculo de las tasas de crecimiento de la actividad con base 2004, que establece en septiembre de 2013 un PBI a precios de mercado de $8,7 billones y un dólar oficial promedio de $5,588 para el tercer trimestre 2013, con un PBI estimado para esa fecha por encima de los 620 mil millones de dólares.

Esta deuda pública neta en moneda extranjera, luego de los acuerdos en el exterior, asciende en 2014 a unos u$s94.000 millones, por cuanto crece en relación al PBI a un 18,1%, además de aumentar en cantidad.

* AUMENTA EL PESO DE LA DEUDA EN DÓLARES. Una estimación de la deuda pública en moneda extranjera al cierre del primer trimestre de 2014 la ubica en torno al 66,3% del total (unos u$s151.300 millones), mientras que el otro 43,7% está nominado en pesos. Este porcentaje es mayor al 61,8% de septiembre de 2013 (u$s124.189 millones), el 59% de 2012 (u$s116.504 millones) y el 62% de 2011 (u$s107.351 millones).

Si bien ese 66,3% está lejos del 96,7% del final de la presidencia de Fernando de la Rúa, es el porcentaje más alto desde el canje de deuda de 2005, pues en diciembre de 2004, los pasivos del Estado en dólares concentraban el 75,6% del total, para caer a 51,4% tras la reestructuración.

* MENOS RESERVAS RESPECTO DE LA DEUDA. Al comparar la relación de reservas internacionales y la deuda pública en dólares (u$s151 mil millones), esta última representó en el primer trimestre de 2014 un 559% de los activos líquidos del BCRA (u$s27.007 millones). Esta proporción es la más alta desde el canje de 2005, que la redujo de 736 a 237 por ciento, aunque mejor que el 706% previo al default de 2001.

Debilidad en dos pilares del esquema económico

Ya no es la inflación ni el dólar la principal preocupación en materia económica, si no la caída de la actividad en general, en el año que ya se perfila como el más complicado desde la traumática salida de la convertibilidad en 2002, con un agotamiento en la generación de empleo y de consumo.

Así, dos de los llamados pilares del modelo están en jaque en los últimos meses. Con un robusto crecimiento en la década que sucedió a la crisis, el empleo fue una carta fuerte de las presidencias de Néstor y Cristina Kirchner y permitió un holgado triunfo electoral en 2007. En los primeros cinco años de la gestión kirchnerista la tasa de desempleo cayó del 20,5% en el primer trimestre de 2003 al 7,3% en el cuarto de 2008. Por otro lado, el auge del consumo dio impulso a otra reelección, en 2011. En ese aspecto, la actividad industrial se destacó con las ventas récord de automóviles, electrodomésticos y artículos para el hogar.

Un estudio de la consultora Economía & Regiones (E&R) subrayó que “la tasa de crecimiento del nivel de PBI se redujo marcadamente”, mientras que “la tasa de desempleo permaneció casi estancada en los últimos cinco años y se ubica en 7,1% en el primer trimestre de 2014″. A la par, en diez años, la inflación no dejó de aumentar y se aceleró desde 3,7% anual de 2003 a más de 30% en 2013, piso que se mantendrá en el presente año. La suba de los precios es un condicionante para la evolución del mercado laboral. E&R advierte que “la elevada y sostenida inflación está matando al empleo” y estimó que “hay que bajar la inflación a un dígito para tener oportunidad de volver a crecer y generar empleo sustentable en el largo plazo”.

El pasado 19 de mayo, el INDEC difundió los resultados de la Encuesta Permanente de Hogares relativa al primer trimestre de 2014. En cuanto al mercado de trabajo, destacó que la tasa de “desocupación se mantuvo por debajo del 10% por treinta trimestres consecutivos”. Entre enero y marzo de 2014, alcanzó el 7,1%, ocho décimas menos que el 7,9% del mismo lapso de 2013.

En ese contexto alentador hubo un dato para preocuparse: la tasa de actividad cayó también ocho décimas en la misma comparación, de 45,8% en el primer trimestre de 2013 a 45% en 2014, el porcentaje más bajo de la era kirchnerista. La tasa de actividad es el porcentaje de la población con intención de trabajar, sea ocupada, subocupada o desocupada en activa búsqueda de empleo. Esto significa que la reducción en la desocupación se debió a que mucha gente decidió retirarse del mercado de trabajo, quizás desalentada por una mayor dificultad para procurarse de un puesto.

“La sociedad puede soportar niveles de inflación altos porque implica desacelerar o morigerar las implicancias de los avances logrados. Ahora bien, ¿hay algo que puede quebrar esta situación? Sin dudas, el empleo. La pérdida de empleo sería mucho más que ‘apretarse un poco’, seria romper con lo logrado, volver a un pasado algo reciente, pero vivido como una crisis”, reflexiona Pablo Knopoff, director de Isonomía Consultores. El deterioro del empleo trasciende lo político y causa un daño social de tal magnitud que puede decirse que es el termómetro real para determinar el nivel de gravedad de una crisis económica.

La actividad industrial, en tanto, registró en abril una baja del 4,2% respecto de igual mes del año pasado. El INDEC reconoció en su Estimador Mensual Industrial (EMI), que en el primer cuatrimestre del año tuvo una caída de 3,5% frente a igual período del 2013, por el arrastre del declive de la producción en las automotrices y el rubro caucho y plástico.

El ente estadístico informó que la producción automotriz fue las más afectada: se redujo 20% interanual en abril, tanto por la caída de ventas en el mercado interno como de exportaciones a Brasil. En cuanto a la totalidad del empleo fabril, la encuesta a empresarios que realiza el organismo indicó que un 3,3% anticipa una caída de sus plantillas y el 0,4% prevé un aumento. El 96,3% restante no espera cambios de personal.

Los analistas privados coinciden en este diagnóstico. La consultora Orlando Ferreres & Asociados, que realiza un seguimiento exhaustivo de la actividad fabril en la Argentina, detectó en abril una caída de 6% interanual, mientras que un relevamiento de la Unión Industrial Argentina, con datos de marzo, reconoció una baja de 6,1% en la producción manufacturera, que sin contar a las automotrices “se hubiera contraído un 1,3% interanual y con una caída acumulada de 1,5%” en el primer trimestre, porcentajes que evidencian el importante peso de las terminales.

El INDEC cambia, pero sigue el fraude estadístico

El INDEC difundió los indicadores corregidos sobre actividad económica de 2013, en los que ratifica que el PBI se expandió un 3% respecto de 2012, en pesos corrientes, aunque sólo 1,4% si se lo mide en dólares. Ambos porcentajes quedaron bien lejos del 4,9% estimado por la entidad en febrero, toda una quimera que ya forma parte de los anales del relato oficialista.

Este es el tercer reporte oficial sobre evolución del PBI de 2013. El Estimador Mensual de la Actividad Económica (EMAE), informe preliminar difundido el 21 de febrero pasado, señaló que el crecimiento fue de 4,9% interanual, contra el consenso de estudios de consultoras que reflejaban un incremento a la mitad de dicha tasa.

El 28 de marzo de 2014, después de un primer trimestre en el que las reservas del Banco Central perdieron casi u$s3.600 millones (un 11,7% del total), el INDEC recortó el indicador de crecimiento al 3% anual para 2013, con lo cual dio por tierra con las previsiones de un pago del cupón atado al PBI en diciembre de este año, por más de 3.000 millones de dólares. La volatilidad con la que variaron los porcentajes de PBI se multiplicó con rumores y especulaciones entre los operadores de Bolsa: los precios de estos instrumentos financieros oscilaron como un electrocardiograma.

La semana pasada, el INDEC difundió la medición definitiva del PBI, según el recalculo a precios corrientes con base 2004. Este cambio metodológico es normal en todos los países con estadísticas fiables, que cada diez años, aproximadamente, corrigen entre otros puntos el año base, para dar más precisión a sus análisis y definir políticas públicas eficaces. En el caso de la Argentina, todavía se utilizaba la referencia de 1993, desactualizada por todos los sobresaltos que atravesó la economía nacional en las últimas dos décadas. La pregunta que aún no tiene respuesta es si el Gobierno intentó decir la verdad esta vez o simplemente mintió dos veces, la primera, para sobreestimar la expansión de la actividad, y la segunda para evitar un desembolso de dólares demasiado pesado para las debilitadas reservas del BCRA.

En la revisión del desempeño del Producto Interno Bruto de los últimos 10 años aparecen varias inconsistencias, las más llamativas, a partir de la intervención del ente estadístico a manos de Guillermo Moreno. Con la medición renovada, el crecimiento acumulado entre 2006 y 2013 fue del 37% y no el 49% como respaldaron lo anteriores números oficiales. Confesión de parte acerca de cuánto se apeló a la manipulación.

El organismo oficial precisó que a fines de 2013, el producto total de la economía alcanzó un valor de u$s611.732 millones, luego de dividir $3.349,8 millones (el PBI a precios de mercado) por un tipo de cambio oficial promedio de $5,476 el año pasado. El mismo cálculo hecho con los nuevos datos de 2012, refleja que en dólares el PBI fue de u$s603.126 millones ($2.744,8 millones dividió un tipo de cambio promedio de $4,551), por cuanto la actividad año a año, medida en moneda estadounidense, creció 1,4%, la mitad que el 3% de la medición en pesos constantes.

Estas cifras permiten acercarse a algunas certezas. Una es el atraso cambiario, que “infla” el PBI en dólares. Otra es que seguramente el alza de 1,4% en el PBI el año pasado (en dólares) es más real que el 3% (en pesos constantes), pues la distorsión del promedio de 2013 es comparada con otra base de cálculo distorsionada en similar proporción, de 2012. Ahora bien, esos u$s611 mil millones de 2013 más que duplican los u$s299 mil millones de 1998, el año de más elevado PBI de la década de la convertibilidad ¿Produce Argentina el doble que 15 años atrás?

Debe señalarse que antes del cambio metodológico, el PBI de 2013 promedió u$s498.200 millones, según lo publicado por el Ministerio de Economía en los tres primeros trimestres, hasta que el INDEC discontinuó el cálculo con el año base 1993 . Los actuales u$s611.732 millones reflejan, por lo tanto, una diferencia de 18,6% entre ambas estimaciones, que puede atribuirse a una inflación no reconocida: con un mismo monto de referencia, a menor precio, mayor cantidad de bienes y servicios producidos. Los servicios se miden principalmente en pesos y no en cantidades: la adulteración de precios potencia en forma artificial el resultado.

Una duda mayúscula es si se pagó lo que correspondía por el cupón PBI en los ejercicios de años anteriores. Por ejemplo, el nuevo cálculo refleja un crecimiento de 3,1% en 2008 contra el anterior de 6,8%, error que llevó a pagar indebidamente unos u$s2.000 millones a los tenedores de esta opción, ideada como incentivo para el canje de deuda de 2005.

Los nuevos números también traslucen que hoy el país se asoma a una recesión que tiene sus raíces en 2013, con una retracción de las industrias manufactureras y la explotación minera el año pasado de 0,3 y 1,6 por ciento, respectivamente. El nivel de inversión disminuyó del 21,2% del PBI en 2012 al 20,9% al año siguiente. Mientras que las importaciones en 2013 subieron 1,6%, las exportaciones cayeron 5,3 por ciento. Sólo cabe esperar que la ansiada cosecha récord y los precios firmes en el exterior para las commodities argentinas permitan aferrarse, aunque sea, a un frustrante estancamiento, acompañado de la inflación más elevada en 12 años.

Recesión sí, pero no crisis

El recorte en las estimaciones de la tasa de actividad que confirmó el ministro Axel Kicillof al anunciar que el PBI aumentó sólo 3% en 2013, debajo del 4,9% anual que el INDEC había calculado en febrero, transparenta un enfriamiento de la economía que los analistas privados ya habían advertido meses atrás y que se constata con más claridad en 2014.

La tendencia se profundiza en varias áreas de la producción de bienes y servicios. Aunque es prematuro prever que la economía local atravesará un año de retracción o bien aventurar un crecimiento débil, una serie de cifras conocidas en los últimos días muestran un nítido declive de actividad. Técnicamente, los economistas precisan contabilizar al menos dos trimestres de caída interanual del PBI o una expansión menor a la tasa de crecimiento vegetativo de la población para establecer que hay recesión.

La Asociación de Fabricas de Automotores (ADEFA) informó sobre una contracción de la producción del 26% en marzo frente al mismo mes de 2013, con un desplome del 30% en las exportaciones, en este caso justificadas por las menores compras de Brasil, que absorbe el 90% de las ventas externas de vehículos argentinos.

Entre enero y marzo se produjeron un total de 147.416 vehículos, un 16,2% menos respecto de los 176.003 que se alcanzaron en el mismo período del año pasado. Hay que retrotraerse a 2010, cuando en el primer trimestre se fabricaron 124.377 unidades, para encontrar un volumen de producción inferior al actual. Entre enero y marzo de 2012 se fabricaron 163.837 unidades, y en 2011, unos 159.486 vehículos.

Este rubro fabril es el de mayor importancia, aunque hay que recalcar que es una muestra parcial de una vasta realidad. No obstante, hace varios meses que las terminales evidencian una tendencia de producción declinante. Desde el fuerte repunte del 9,1% interanual de julio de 2013, agosto (-12,2% interanual), octubre (-4,8%), noviembre (-20,2%), diciembre (-26,4%), enero de 2014 (-18%) y marzo (-26%) tuvieron recorte de producción. Del lado positivo quedaron sólo septiembre de 2013, con un incremento de 4,7% contra septiembre de 2012, y febrero de 2014, con una mejora interanual de 0,1 por ciento.

En el caso de las automotrices, el aumento de impuestos, la devaluación y la caída de demanda brasileña golpearon con inusual fuerza este año. El atraso salarial en un marco de aceleración de la inflación también definió la suerte de las ventas en el mercado interno. Por eso, los envíos de las automotrices a las concesionarias en el primer trimestre se redujeron 25,4% frente a los tres primeros meses de 2013.

Según la Asociación de Concesionarios (ACARA), en el primer trimestre del año se comercializaron 218.173 vehículos, un 13% menos que en el mismo período de 2013 (247.804 unidades), un 13,7% menos que en 2012 (252.887 unidades) y un 5,2% menos que en 2011 (230.185). Hay que regresar al período enero-marzo de 2010, cuando se registraron 180.513 ventas, para encontrar una cantidad inferior a la actual. En términos porcentuales, la baja interanual del 13% en el primer trimestre de 2014 es la mayor desde 2002.

El INDEC reveló que la actividad de la construcción cayó en febrero 5,2% en relación a igual mes de 2013, la contracción más fuerte desde diciembre de 2012, con lo que acumuló en el primer bimestre un retroceso de 1,7%, aún con el efecto multiplicador del Plan Procrear, que ofrece créditos a tasas subsidiadas. La construcción había aumentado un 4,6% interanual en 2013 –según datos oficiales-, frente a una merma interanual de 3,2% en 2012. De mantenerse el ritmo presente, la actividad tendrá este año un desempeño similar al que alcanzó en 2011.

En cuanto al comercio de bienes y servicios de mayor rotación, la Cámara Argentina de la Mediana Empresa (CAME), indicó que las ventas minoristas cayeron 7,2% en marzo respecto al mismo período del año anterior. “Marzo es el tercer mes consecutivo en que las ventas se desploman, ante una demanda que muestra algunos síntomas de debilitamiento”, reconoció la entidad que preside Osvaldo Cornide, una de las más representativas del comercio de proximidad.

Estos son sólo algunos indicadores en rojo del presente económico argentino, que no son concluyentes si se analiza la mejora de la valuación las empresas argentinas y de los títulos públicos en la Bolsa porteña y en mercados del exterior, así como los sostenidos precios internacionales para el agro, acompañados de una abundante cosecha. Aunque es probable que el PBI disminuya en 2014, la Argentina aún se mantiene lejos de atravesar una crisis como las experimentadas en las últimas cuatro décadas.

La arbitrariedad tiene costo

Es un rasgo de la personalidad del Gobierno forzar la agenda de las instituciones políticas y económicas. Siempre trata de mantener la iniciativa, desplazar el eje de discusión a conveniencia y, de ser necesario, cambiar las reglas de juego en su provecho. Después de haber anunciado durante meses que el PBI crecía en torno al 5% anual, y haber rubricado en febrero pasado que el Estimador Mensual Actividad Económica (EMAE) mostraba un alza acumulada de 4,9% en 2013, el INDEC recortó su medición a un 3 por ciento.

Por debajo del 3,2% de crecimiento anual no se pagan los cupones atados al PBI, opciones que en el canje de deuda de 2005 oficiaron como incentivo para los acreedores, tentados con altas rentabilidades ante la falta de credibilidad que pesaba sobre un país que tres años antes había declarado el default de sus obligaciones soberanas. Es cierto que la cancelación de este vencimiento sólo justificado por la sobreestimación de crecimiento del INDEC hubiera sido un despropósito, pero el ajuste de datos sobre la hora obedeció a una necesidad de caja del Gobierno y no al reconocimiento de un grave error.

La excusa fue la aplicación de una nueva metodología en los cálculos del cuestionado ente estadístico – ya explicitada con el nuevo IPC Nacional que sinceró la inflación de enero y febrero-, pero en forma retroactiva sobre las planillas del año pasado. Los datos de crecimiento de 2013, que daban prácticamente por seguro el pago de cupón, incidieron en la firme demanda por estos títulos, así como las restricciones cambiarias, que los transformaron –en el caso de las emisiones en dólares y euros- en un recurso para hacerse de divisas en efectivo y en forma legal.

Conocido el sorpresivo informe oficial, el desplome de precios que habían acusado los cupones atados al PBI el jueves, entre el 10 y el 14 por ciento, recrudeció el viernes con una oleada de ventas que arrasó con estas emisiones. El Cupón PBI en pesos se hundió 53,4 por ciento. Este “warrant” fue el más castigado: el jueves 27 había arrancado la rueda de negocios a $13,17; al cierre del viernes 28 su precio fue de 5,24 pesos. Las pérdidas por “creerle” al INDEC fueron generalizadas: el Cupón en euros se derrumbó 30,6%; el nominado en dólares bajo ley de Argentina, 29,1%, y en dólares bajo ley de Nueva York, 32,4 por ciento. Fue un duro golpe a las expectativas.

El cambio de metodología estadística contagió con una renovada dosis de desconfianza al mercado financiero, que siempre sufrió la actitud despectiva de la administración kirchnerista. Varios analistas diagnosticaron que los u$s3.500 millones liberados del pago de cupones iban a consolidar los precios de los bonos en dólares, ahora con la garantía de ese refuerzo de solvencia. Sin embargo, el daño estaba hecho: el Boden 2015 perdió 1,3%, el Discount en dólares (ley argentina) cayó 2,2% y el Global 17 restó 1,9 por ciento.

A estos precios, los cupones, que vencen en 2035, ofrecen excelentes rendimientos. Incluso el Presupuesto 2014 prevé una expansión del PBI del 6,2%, para aquellos inversores que aspiran a una renta inmediata. Pero, ¿quién en su buena fe puede confiar su dinero a una colocación sujeta a la arbitrariedad del Gobierno?

Para Alfonso Prat Gay, ex presidente del Banco Central, “la asociación ilícita dentro del INDEC, que nos quería hacer creer a los argentinos que crecíamos tanto, finalmente comprendió lo cara que nos costaba esa mentira“. El ex secretario de Finanzas Guillermo Nielsen fue más allá: “Esto puede ser causal de default. ¿Cómo probás, estadísticamente y en función de técnicas de cálculo de Producto Bruto, para pasar justo al 3%, cuando venías hasta 24 horas antes estimando el crecimiento del PBI en 4,9%? El escenario de mayor riesgo es que se presenten a la Justicia norteamericana bonos de jurisdicción Nueva York”, como en el caso de los cupones en dólares emitidos bajo legislación norteamericana (TVPY) durante la gestión de Néstor Kirchner.

Si llegara a realizarse este desembolso en diciembre representaría una caída de 13% de las reservas internacionales del BCRA, según su nivel presente. Pero el golpe de timón que implica frustrar el pago no significará el final de la estrechez de divisas que atraviesa la economía argentina y que erosiona el activo de la entidad monetaria; probablemente contribuirá a ahuyentarlas.

La energía consume el superávit comercial en el inicio de 2014

La semana pasada el INDEC informó el resultado del Intercambio Comercial de febrero, con un saldo favorable de apenas u$s44 millones, un 91,6% menos que el mismo mes de 2013, con exportaciones por u$s5.393 millones e importaciones por 5.349 millones. En el primer bimestre el saldo positivo acumuló tan solo u$s79 millones, con una baja interanual del 90% frente al mismo lapso del año pasado, en su nivel más bajo en 14 años.

En enero y febrero prácticamente desapareció el superávit en el comercio de bienes, uno de los llamados “pilares” del modelo, aunque los analistas económicos confían en un balance positivo para el recorrido anual similar al de 2013 y por encima de los 9 mil millones de dólares. El aporte de una cosecha récord y precios internacionales aún elevados permite margen para que haya estabilidad en el ingreso de divisas, en particular en el segundo trimestre.

Sin embargo, el Gobierno se aseguró, a través de mayores controles sobre las importaciones, que los dólares destinados a adquirir productos del exterior sean prioritarios para las crecientes compras de hidrocarburos. Las importaciones subieron en febrero 2% por el incremento de los precios internacionales, aunque no crecieron en volumen. Por eso, el alza de 43% en las compras de energía (u$s852 millones) demandaron u$s250 millones más que en febrero de 2013 y desplazaron a otros rubros productivos necesitados de importaciones.

El ex presidente del Banco Central, Martín Redrado, dijo a InfobaeTV que “sigue habiendo pocos dólares. La política económica es incapaz de generar los dólares que la Argentina necesita (…) Hay una demanda reprimida por dólares apretando las importaciones, incluso esenciales, por algo está cayendo también la producción. Se está logrando un equilibrio bastante parcial y artificial, con la anestesia en el mercado cambiario por provisión de dólares de la soja, pero con eso no alcanza, porque después viene la ‘sequía’ (de divisas) del segundo semestre”.

Agentes del mercado de cambios mayorista, a través del cual se cursan las compras de divisas para comercio exterior, señalan que el volumen negociado se redujo a la mitad en dos meses, de los u$s150 millones diarios de enero, antes de la devaluación, a los actuales u$s70 millones en promedio. Como muchos pagos son diferidos a 60 ó 90 días, cuando deberá ingresar la mercadería por Aduana, se estima que el efecto recesivo para industrias necesitadas de insumos del exterior se advertirá a partir de abril y mayo de este año.

Prueba de esta tendencia es que la producción industrial se contrajo 0,6% en febrero en relación a igual mes de 2013, para acumular una baja de 1,8% en el primer bimestre. La actividad fabril acumuló así cinco meses de retracción, con caídas en octubre pasado (-1,1% interanual), noviembre (-4,9%), diciembre (-5,6%) y enero (-3%). La industria automotriz tuvo una baja de 5,7% en el acumulado del primer bimestre frente a igual lapso de 2013. Las terminales son las principales demandantes de importaciones de la economía nacional, tanto para abastecer al mercado local como para fabricar unidades que serán exportadas. Por lo tanto, reducir importaciones significará menos exportaciones en meses subsiguientes.

Aporte del agro

En cuanto a las exportaciones, el INDEC detalló que el principal descenso interanual en valores absolutos correspondió al rubro Productos Primarios, que bajó el 34% interanual en febrero, debido a una caída conjunta de cantidades y precios (-29% y -7%, respectivamente), en particular por trigo y maíz. De todos modos, el agro cumplió con su cuota, pues se incrementaron 10% las exportaciones de Manufacturas de Origen Agropecuario, como harinas y aceites de soja, para alcanzar el 38,6% del total vendido al exterior. Las liquidaciones de los industriales oleaginosos y exportadores de cereales acumularon en el primer bimestre del año unos u$s2.960 millones, por encima de los u$s2.300 millones del mismo lapso de 2012 y un monto cercano al récord de 2012 para dicho período.

El primer bimestre del año tuvo el saldo comercial más bajo desde 2000, cuando se registró un déficit de 208 millones de dólares. En divisas el intercambio comercial muestra un estancamiento en los últimos cuatro años, signo de un crecimiento de la actividad económica que se fue moderando desde 2011. El acumulado de importaciones y exportaciones de enero y febrero ascendió a u$s21.169 millones, debajo de 2013 (u$s22.016 millones) y 2012 (u$s21.744 millones), y apenas encima de 2011 (u$s20.431 millones).

El superávit comercial se obtendrá este año por la desaceleración brusca del crecimiento, obligada por la pérdida de reservas que no deja al Gobierno más alternativa que preservar en lo posible estos activos del Banco Central. En 2013 ya se había perdido el superávit en el frente externo. Al analizar el balance de cuenta corriente, que además del intercambio de bienes contempla servicios –como el turismo- y los flujos de inversión, el año pasado dejó un fuerte déficit de u$s4.330 millones, contra un superávit de u$s48 millones en el 2012.

Decepciona la inflación oficial de febrero

Axel Kicillof necesitó algo más de media hora para explicar que la inflación de febrero fue de 3,4%, lo que significó una “leve desaceleración” en el indicador oficial respecto de enero, en el 3,7%, con un acumulado en 2014 del 7,2 por ciento. Con su elocuencia habitual, el ministro defendió el último número del INDEC y dejó pasar la oportunidad de dar otra señal contundente que contribuya a recuperar la credibilidad en los datos oficiales, como había sucedido el pasado 13 de febrero.

La abundante explicación de Kicillof se distinguió por preocupantes omisiones. A la devaluación la denominó “variación de tipo de cambio”, y a la inflación, “movimiento de precios”. Describió cómo la “variación cambiaria” fue trasladada por muchos comerciantes a remarcaciones, que llamó “corrimientos de precios excesivos e injustificados”. El “rubro por las dudas” –dijo- generó aumentos que “resienten la demanda, porque la gente no va a comprar cualquier cosa a cualquier precio”.

Por ese motivo, Kicillof expresó que “en marzo se ha observado una desaceleración de los precios”, pues la inflación de febrero “generó muchas distorsiones” que por exageradas, obligaron a “un reordenamiento, un reacomodamiento” de esos valores. Probablemente sea cierto lo que dice el ministro y que la inflación de marzo se reduzca, aunque inquieta que sea la propia dinámica inflacionaria la que –recesión y caída de consumo de por medio- frene estos incrementos y no un plan definido por el Palacio de Hacienda el que ponga en caja los números fiscales y la sobreemisión monetaria que son promotores de estas alzas.

Desde que comenzó con la difusión del nuevo IPC Nacional, el INDEC dejó de publicar la canasta básica de alimentos y la canasta básica total. La primera es la que delimita la línea indigencia, mientras que la segunda determina la línea pobreza. Reconocer un fuerte aumento en estos ítems significaría dar a la luz pública el incremento de la población cuyos ingresos no alcanzan para cubrir sus necesidades básicas.

Aún cuando la ponderación de los “Precios Cuidados” dentro del cálculo del ente estadístico tenga mayor peso que en las encuestas privadas, el 3,4% final dio la sensación de número escaso que empieza a despertar dudas. El efecto de la devaluación, que se aplicó los días 22 y 23 de enero, no pudo influir en los precios de enero más que en los de febrero. Así como es parcial el efecto de una suba del dólar en el promedio de los precios minoristas –como argumenta con razón el Gobierno-, también su influencia es extendida en el tiempo y no puede agotarse en los días próximos al salto cambiario.

Que los números del organismo ratifiquen que el alza de precios minoristas trepa al ritmo más alto en 23 años preocupa tanto como las claras divergencias con las cifras relevadas por las consultoras, que a pocas semanas de lanzado el nuevo IPC alcanzan hasta un 2% en el cálculo del primer bimestre.

El índice Congreso mostró un incremento de 4,3% en febrero, nueve décimas más que el INDEC, con un acumulado 9,1% en los dos primeros meses del año. Para FIEL, los precios al consumidor registraron durante febrero -en la ciudad de Buenos Aires- un alza de 5,2% y acumularon en el bimestre un 10,6 por ciento. La medición de la Dirección General de Estadística y Censos porteña indicó que en la ciudad de Buenos Aires la inflación ascendió a 4,4% en febrero (debajo del 4,8% de enero), para acumular en dos meses 9,4 por ciento. Para la consultora Elypsis, la inflación minorista fue 5,3% en febrero a nivel nacional, mientras que en enero había alcanzado el 3,94 por ciento. Así, el acumulado bimestral en este caso llega también a un 9,4 por ciento.

La capacidad del INDEC para realizar sondeos en comercios de todo el país y procesar ese gran volumen de datos no puede ser reemplazada por otras instituciones, pero todavía se muestran más creíbles esas estimaciones que ubican el incremento interanual de precios minoristas entre el 34 y el 35 por ciento, un rango bastante cercano al que perciben los argentinos en sus gastos cotidianos.

El mercado inmobiliario se adapta al rigor del dólar

El sector inmobiliario fue el más afectado por las restricciones cambiarias impuestas a fines de 2011. La imposibilidad de acceso a las divisas redujo las operaciones a su nivel mínimo y la presión del Gobierno para la pesificación de las transacciones fue infructuosa. En este marco de depresión de la actividad, el comportamiento del mercado de viviendas en la ciudad de Buenos Aires -que acumula más de dos años retroceso- comenzó a evidenciar una mayor adaptación a un dólar oficial más caro y escaso, con una nítida caída en los precios.

Un informe de la consultora Reporte Inmobiliario detectó que en la Capital Federal la baja de precios acumuló en el último año un 10,6 por ciento. En términos trimestrales, el valor promedio de las unidades cedió 1,2% en mayo de 2013 respecto de febrero de ese año. Entre mayo y agosto, la caída fue de 3,2%, y entre agosto y noviembre, de 2,4 por ciento. Asimismo, de diciembre de 2013 a febrero de 2014 la baja de cotizaciones se profundizó a 4,1 por ciento.

Circunscriptos al circuito porteño, un departamento valuado en u$s100 mil hace un año, hoy cotiza a 89.400 dólares. “Los barrios en los que se verifica una retracción de precios interanual más marcada son Palermo (-22%), Barracas (-19%), Belgrano (-18,7%) y Almagro (-17,6%)”, indica Reporte Inmobiliario. Estas zonas son algunas de las que mostraron con más énfasis el “boom” inmobiliario y constructivo entre 2003 y 2011, acompañado con un repunte de las tasaciones.

Por efecto de la inflación, en los últimos cinco años el costo de la construcción subió más que el dólar y, por lo tanto, los mayores precios en moneda norteamericana de las unidades a estrenar empujaron al mercado en general. Así se dio el particular fenómeno de un aumento del valor de las propiedades aún con “cepo” cambiario: en noviembre de 2011, cuando comenzaron los controles sobre la divisa, el valor del metro cuadrado para un departamento usado de 2/3 ambientes se situaba en 1.632 dólares. En febrero de 2013 tocó el nivel de u$s1.919, un 12,3% más que en el mismo mes de 2011 y un 17,6% más que en noviembre de 2011.

Sin embargo, la persistencia de un mercado atrofiado y la actualización del precio del dólar empezaron a aportarle racionalidad a las valuaciones. En febrero de este año, el metro cuadrado promedio en Capital se ubicó en u$s1.702, con una baja de 11,3% respecto del mismo mes de 2013 y casi al mismo valor de febrero de 2012. Para esta comparación, Reporte Inmobiliario analizó unidades en buen estado en 36 barrios porteños “con fuerte actividad inmobiliaria, ubicados en piso promedio”.

Esta reversión de los precios siguió la relación entre el aumento del costo de la construcción del INDEC y el incremento del dólar oficial. Mientras que a lo largo de 2012 el primero aumentó un 20%, el segundo lo hizo sólo 13,6 por ciento. En 2013 se dio la tendencia inversa: los materiales, mano de obra y gastos generales promediaron un aumento anual del 22,4%, cuando la cotización oficial de la divisa subió 33,1 por ciento. En el acumulado de dos años, el costo de la construcción trepó 46,9% y el dólar oficial, un 51,2%; este equilibrio se observa en los precios en dólares de las propiedades, que hoy se asemejan a los de 24 meses atrás.

Esta misma perspectiva permite inferir que el aumento de los costos le pone, a su vez, un piso a eventuales rebajas en las cotizaciones. Por eso abundan los propietarios que prefieren retirar sus unidades de la venta antes que aceptar contraofertas agresivas, achicando aún más a un mercado atorado por la dificultad para adquirir divisas. El Colegio de Escribanos porteño informó que en enero las escrituraciones registraron su vigesimosexto mes consecutivo de retroceso. En 2013, la cantidad de registros de compraventa en Capital fue de 35.956 operaciones, un 22,9% menos que en todo 2012 (46.627 escrituras) y también debajo de las magras cifras de años recesivos como 2009 (51.666), 2002 (56.293) y 2001 (54.493).

Si el Gobierno se propone evitar una nueva etapa de atraso cambiario y habilita en 2014 un aumento del dólar oficial a un ritmo mayor que la inflación –y por añadidura, que el costo de la construcción-, el descenso de precios en dólares de las propiedades continuará profundizándose.

El discurso, último refugio del modelo

El llamado modelo económico oficial caducó en el arranque de 2014. Solo le queda una modesta mención en los discursos de la Presidente y sus funcionarios, pero dista de la realidad de aquel esquema que nació de la crisis 2001-2002, traumático como un parto prematuro, cuando el dólar saltó hasta los 4 pesos durante la breve gestión de Eduardo Duhalde. A mediados de 2002 el país debió atravesar un período de desempleo y pobreza extremas luego de cuatro años de recesión, escenario afortunadamente muy distinto del actual. A la rastra de la mejora de los precios internacionales de las materias primas exportables, el PBI nacional también tuvo un despegue inédito a lo largo de una década.

Hoy los economistas definen como ajuste ortodoxo a esta transición entre aquel “modelo de desarrollo productivo con inclusión social”, postulado desde los atriles oficiales, a otro en el que la austeridad y el celoso cuidado de los dólares se imponen por su propio peso y no por convicción de la dirigencia. El Gobierno impulsó en unas pocas semanas una devaluación de la moneda, la suba de tasas de interés y un sinceramiento de la inflación. En forma proporcional rechazó con el relato estas medidas ingratas. Cristina Kirchner citó al economista Miguel Bein –hoy asesor de Daniel Scioli- para exponer que hubo “un intento de desestabilización financiera” para “hacer volar al Gobierno por los aires”.

Sin embargo, no fueron los desestabilizadores quienes evaporaron más de u$s12.000 millones de reservas en 2013. Más bien hay que apuntar a la responsabilidad del Gobierno que en un año electoral decidió incentivar el crecimiento de la actividad económica con divisas del Banco Central, a falta de recursos en el Tesoro como “fondo anticíclico”. Con un tipo de cambio atrasado, los dólares se fueron a través de las importaciones de energía, insumos industriales y productos terminados, y también por la explosión del turismo de argentinos en el exterior.

En su versión, la mandataria optó por buscar responsables fuera del círculo que toma las decisiones económicas en su gabinete: “Quiero que los argentinos entiendan cómo juegan con sus ilusiones, les envenenan la vida, cómo les llenan la cabeza, los amargan y les hacen tomar decisiones equivocadas acerca de su propio dinero”. Pero otra vez las frases para la tribuna chocan con la realidad. No fue Cristina la que mejores consejos financieros pudo dar los últimos años: así como su patrimonio padeció en julio de 2012 la ola pesificadora después del “cepo” cambiario, cuando pasó a moneda nacional un plazo fijo de u$s3 millones, también negó hasta la ironía la aceleración de la inflación, al punto de asegurar ante estudiantes de la Universidad de Georgetown en septiembre de 2012 que “si realmente fuera del 25%, el país estallaría por los aires“.

El 18 de julio de 2011, en el acto por el 157º aniversario de la Bolsa de Comercio de Buenos Aires, la Presidente dijo que “hay que hacerle ver a los argentinos que es una muy buena opción la de comprar acciones de empresas en vez de ir a comprar dólares”. Entonces, el índice Merval medido en pesos se situaba en torno a 3.300 puntos. Con la estatización del 51% de acciones de YPF de por medio (en abril de 2012), el panel líder de la Bolsa tardó dos años en recuperar aquel nivel de precios.

Esta semana, el Merval superó los 6.100 puntos, un 84% más que entonces, pero casi lo mismo que el 82% que el sitio Inflación Verdadera estima como incremento de precios minoristas en los últimos dos años y medio. Calculados en dólares en dólares, los 3.300 puntos de julio de 2011 (a $4,15 por dólar) representaban unos 795 enteros, mientras que los actuales 6.151 puntos (con un dólar financiero o “contado con liquidación” a $10,69) suman unas 575 unidades en dólares, una pérdida de valor del 27 por ciento.

Con el mismo énfasis, el ministro de Economía Axel Kicillof optó ignorar el efecto inflacionario de la emisión de pesos sin respaldo de dólares y justificó la escalada de precios minoristas en una campaña, con supuesto eco en los medios de comunicación y que se intentó imponer a través de la suba del dólar marginal. “Hemos sido testigos que hemos sido víctimas de una campaña furiosa que azotó a la sociedad argentina durante los últimos meses, que pretendió generar una idea de tragedia, de apocalipsis cercano sobre lo que ocurría con la economía nacional”, argumentó el 13 de febrero, al anunciar el nuevo IPC nacional.

El ministro evitó aludir a la devaluación de enero y su efecto en las góndolas: “Esa campaña que estuvo fogoneada por los medios, que tuvo algún impacto -hemos descubierto- en precios, tenía que ver con algunos elementos como ese dólar ilegal. Con la poca representatividad que tiene, fue convertido en una especie de referencia para la fijación de precios, pero no fue convertido por la gente, por los comerciantes, si no por esta misma campaña que lo elevó a ese lugar”.

Frente a esa retórica, mejor es leer entre líneas los mensajes del oficialismo. La inflación de 3,7% en el primer mes del año, la más alta desde mayo de 2002, es el reconocimiento de un problema grave después de siete años de intervención del INDEC. Anualizada asciende a 54,5%, incluso superior al 40% acumulado en el año de la salida de la convertibilidad. Si en las próximas semanas el Gobierno instrumenta un plan consistente, que contemple metas fiscales y que no se limite un acuerdo de precios, será un paso certero para empezar a superar con gestión el absurdo de los discursos de barricada.

Cerrar la brecha, una tarea titánica para el BCRA

Desde que asumió Juan Carlos Fábrega en la presidencia del Banco Central, las intervenciones de la entidad impulsaron una aceleración en la apreciación del dólar oficial, complementadas con la venta de bonos en dólares en cartera de organismos descentralizados como la ANSeS para bajar el precio del “contado con liquidación”, el dólar de referencia para operaciones financieras con acciones y bonos, que influye en la cotización del dólar informal.

Por esta mecánica, la brecha entre el dólar oficial y el libre, que había alcanzado un nivel máximo del 100 por ciento cuando el “blue” llegó a $10,45 en mayo, se redujo hoy al 52,6%, un rango aún amplio, difícil de achicar y no exento de costos. Subir el dólar oficial apuntala un mayor avance de la inflación y la expectativa de una devaluación mayor, que retrasa la liquidación de exportaciones -a la espera de un tipo de cambio más ventajoso- y apura importaciones -ante un horizonte de dólar más caro-. Vender bonos o acciones para que bajen sus precios en pesos recorta al “contado con liqui”, pero es una práctica que no se puede sostener por mucho tiempo y que  sólo deprime al dólar libre en forma artificial y en el corto plazo.

Este proceso de “achique de brecha”, imprescindible para desactivar el “cepo” cambiario en algún futuro, tropieza con una inflación que se acerca al 27% anual, el porcentaje más alto de la administración kirchnerista, y con un ingreso modesto de dólares por un recorte en el saldo de comercio exterior. A su vez, la intervención oficial es todavía insuficiente para “poner al día” el precio del dólar oficial en la carrera inflacionaria y deja al “blue” rezagado, debajo de los 10 pesos.

Si bien este año se observa una moderación en la emisión monetaria –un dato positivo para atenuar la escalada de precios de bienes y servicios-, pues desde enero el incremento asciende al 15,1% contra un 39% durante todo 2012, ésta se debe a que el Banco Central giró menos pesos para la adquisición de dólares en el mercado mayorista, con la consecuente pérdida de reservas advertida en los últimos meses.

Al 6 de diciembre –último dato disponible del Banco Central- la base monetaria se situaba en $353.762 millones, contra reservas por u$s30.467 millones, lo que resulta un dólar “implícito” o de convertibilidad de 11,61 pesos. En diálogo con Pablo Wende por radio El Mundo, el economista Rodolfo Santangelo, de la consultora M&S, resumió: “El principal instrumento antiinflacionario que tiene este Gobierno es la pérdida de reservas. El dólar paralelo pinta como una muy buena inversión para el 2014. Si no cambia la política económica, el dólar paralelo seguirá siendo el refugio de la gente”.

Por otra parte, la aceleración de la devaluación apenas le empata a la inflación creciente. Desde que se impuso el “cepo cambiario” el 31 de octubre de 2011, la apreciación del dólar oficial (un 44,95%, desde los $4,236 a los $6,14 del 29 de noviembre último) duplicó la inflación del INDEC (21,79% acumulado entre noviembre de 2011 y noviembre de 2013), pero sigue rezagada respecto del 60,68% acumulado por el índice Congreso (promedio de estimaciones privadas) en el mismo período. En tanto, el dólar paralelo duplicó el registro de los privados y ganó un contundente 125,9% (desde $4,236 a $9,57), en esos 25 meses.

En el arranque de 2014 será de esperar una suba en conjunto del dólar oficial, el “blue” y la inflación, pues desde los despachos de Hacienda y el Banco Central se está trazando un rumbo en el que se priorizan la defensa de las reservas y el intento de convergencia de los valores del dólar y se posterga el combate a la inflación para un futuro en el que el desempeño del sector externo no imponga medidas de urgencia.