Como una declaración de principios, Cristina Kirchner dijo el 6 de mayo: “Mientras yo sea Presidenta los que quieren ganar plata a costa de una devaluación que tenga que pagar el pueblo van a tener que esperar a otro Gobierno”. Al día siguiente y en forma sorpresiva la plana mayor del equipo económico anunciaba un blanqueo de dólares, a través de un bono para financiar obras energéticas y un certificado para dinamizar el deprimido sector inmobiliario y de la construcción.
La controvertida propuesta del CEDIN y el BAADE traslucía la preocupación por la falta de divisas y el aumento de la brecha entre el dólar oficial y el paralelo, con una convocatoria para capitales de origen dudoso, justificada por la sequía de inversiones, como ocurre en el rubro petrolero. Atrás quedaba la presión para pesificar la economía, incorporaba la emisión de nueva deuda y reconocía la tensión generada por el tipo de cambio atrasado, discusión vigente en medios independientes, palpable en una economía de crecimiento anémico, pero ausente en la agenda del Gobierno.