El gran debate nacional

Festejo que estemos inmersos en variados debates democráticos. El Gobierno fue exitoso en algunos de sus proyectos. Claro que llama la atención que demasiados legisladores que lo apoyaron, sellando el fin del kirchnerismo hoy vuelvan a ocupar su espacio opositor. Algunos miembros del Gobierno se refieren a la falta de un rumbo claro como lo nuevo de la política; uno, con Zygmunt Bauman, llegó hasta la noción de realidad líquida. Es muy ocurrente que la ausencia de discurso político se convierta en la marca de la modernidad.

Nuestra sociedad no está dividida entre peronismo o antiperonismo, como pretenden demasiados; a veces pienso que la división principal es entre política y otras especies variadas pero nunca dedicadas a lo esencial. Es cierto que arrastramos graves problemas económicos, tan cierto como que hemos probado todas las teorías y siempre terminamos en una crisis. El gran debate nacional es quién es el culpable del fracaso, lo que no se discute y nos une a todos es asumir que hemos fracasado. La concepción peronista o nacional tuvo vigencia hasta el año 1975, digamos hasta Celestino Rodrigo; el golpe de 1955 no dañó la integración social. Continuar leyendo

Apuntes sobre un debate pendiente

Lo malo de los Gobiernos fracasados es que suelen arrastrar sus ideas o las que dijeron que los guiaban al fango de su propia derrota. El Gobierno de Cristina Kirchner, que por suerte nos dejó, expresaba como pocos esta mezcla absurda de ideales dignos con ejecuciones desastrosas. La dictadura de los setenta fue tan genocida con la guerrilla que terminó destruyendo para siempre el lugar de las Fuerzas Armadas y devolviéndole a la guerrilla un prestigio de víctima respetable que era discutible su merecimiento. En eso el kirchnerismo ocupó un espacio desde ya menos nefasto, pero también lastimó con dureza aquellos principios que decía defender.

Si la desmesura de Domingo Cavallo y Roberto Dromi por destruir el Estado les dejó a los Kirchner un enorme espacio para ocuparlo, la manera agresiva y corrupta con la que el matrimonio degradó la función pública le deja al PRO un enorme margen para recuperar el lugar del mismo Estado expulsando a los negociantes que lo usurparon. Ahora vuelven los fanáticos del liberalismo como religión de los ricos, fe donde los gerentes ofician como sus sacerdotes. Esta caterva de personajes menores no llega a comprender que el Estado y lo privado son instrumentos de la política y no dogmas salvadores de ninguna sociedad. Continuar leyendo

Kirchnerismo, la versión progresista del atraso

El kirchnerismo necesitó presentarse en su versión diluida y edulcorada para tener posibilidades de sobrevivir. El Scioli menos querido terminó siendo el candidato más necesitado. Algunos encuestadores alquilados por el poder aseguraban que la Presidente se despedía plena de afecto, pero en todo caso no dejaba bien parado al “proyecto”. La línea dura, la que iba por todo, debió retroceder y ablandar posiciones. El supuesto radicalismo de la Ley de Medios finaliza su epopeya con todos los candidatos en TN. Nadie intentó llevar el debate a 6-7-8 o al recinto oficial de Carta Abierta. Los fanáticos no son las imágenes que sirven para convocar votos de clase media, y hoy los que expresaron hasta el aburrimiento su rechazo a Scioli hacen silencio o aplauden su propio olvido. El poder tiene razones que las presuntas ideologías no tienen. Los cargos y los negociados, los acomodos y los beneficios que permite el oficialismo lo convierten en el partido mayoritario, aunque ya el sciolismo le va absorbiendo aplaudidores al Gobierno. El kirchnerismo es la versión progresista del atraso; se refugia en las provincias donde la necesidad limita el ejercicio de la libertad. En Córdoba, por poner un ejemplo, gobierna el peronismo y el kirchnerismo ocupa un espacio secundario. Esto demuestra dos cosas: cuán lejos están del peronismo y cómo a mayor desarrollo y cultura política le corresponde menor vigencia.

Las PASO dejaron muchas enseñanzas y definieron una nueva sociedad. En la anterior elección presidencial, la oposición estaba dividida y con una imagen tan debilitada que sus candidatos ni siquiera sobrevivieron a la derrota. Se impuso una mayoría absoluta decidida a convertirse en monarquía hereditaria. Ahora -por suerte- no avanzan, retroceden. Siguen usando el Gobierno para intentar ganar elecciones; ese objetivo sólo se impone en las regiones donde la necesidad convirtió al ciudadano en clientela. El resultado dejó al oficialismo sin soberbia y sin seguridad de ganar en primera vuelta; al PRO lo dejó consciente de estar pagando caro no haber buscado más una política de alianzas que un desarrollo propio y a Massa lo terminó salvando De la Sota: recuperó protagonismo, pero en una situación complicada. La sociedad se compromete y vota con más responsabilidad, no regala su apoyo; se cuida mucho de la soberbia y del fracaso.

Esta elección será diferente, hay razones para ser optimistas. Es tan poco lo que depositamos en los candidatos que ni siquiera nos van a lastimar sus fracasos. Claro que vuelve la democracia. Perdida la mayoría absoluta, habrá leyes a debatir porque el kirchnerismo destruyó la Justicia pero también el Congreso. Nunca ser diputado o senador estuvo tan devaluado, tuvo tan poca presencia y respeto de la sociedad. Ni hablemos de ser juez: este joven Julián Alvarez -secretario de Justicia- intentó instalar como juez a un mecánico amigo. Para estos limitados personajes la obsecuencia es la virtud que sustituye al talento y a la formación; para todo alcahuete que se precie su indignidad es un principio de la virtud.

El mero hecho del debate entre los candidatos ya nos ofrece una nueva sociedad. Que los candidatos abandonen la teoría del enemigo para ocupar la idea del adversario, ése sólo paso ya implica un cambio profundo. Hay un avance: para la Presidenta, los que pensábamos distinto éramos sus enemigos, representábamos al imperialismo y las corporaciones. Yo me considero amigo de Daniel Scioli. No es mi candidato, pero no puedo negar que su mera candidatura ya implica un avance. El oficialismo tenía palomas y halcones, estos últimos no pudieron imponer un candidato propio. La idea de que le tocaba a uno de esos que imaginaban que ser bruto pero leal merecía premio electoral; confundieron la política palaciega con la política en la sociedad. La secta no suele funcionar en las épocas difíciles. En la bonanza, los alcahuetes y los obsecuentes parecen talentosos; en las malas esos decadentes seguidores se convierten en un lastre que es necesario ocultar. La democracia no es tierra para fanáticos y los inteligentes no suelen sobrevivir en la obsecuencia.

Si los tres candidatos con posibilidades toman conciencia de que cada uno de ellos expresa a un sector de la sociedad, y que todos son necesarios para construir un país que les devuelva la esperanza a nuestros hijos, si ellos asumen esa responsabilidad, volveremos a encontrar un camino en la convivencia. El kirchnerismo implicó el odio y la necesidad de inventar un enemigo para definir la identidad propia. Superar esa limitación es una obligación de todos. La dirigencia puede intentar ese rumbo, pero la sociedad debe comprometerse para imponerlo. Es un buen momento. Estamos saliendo de lo peor, superando la decadencia que impuso el sectarismo. Sin negar que lo que falta es demasiado, eso ya es bastante.

Oportunidad única para desterrar al autoritarismo corrupto

Llegamos a un principio de final feliz. La monarquía de Santa Cruz va a dejar de ser una cruz que debamos cargar entre todos. La Presidenta se despide con un humor agresivo e impune y todos los demás imaginamos un futuro sin ella. Estuvieron cerca de llevarse puesta a la democracia, de imponer esa absurda mezcla de negocios y autoritarismo, de corrupción con justificación ideológica, de derecha con pretensiones  de izquierda. Manchados, acusados, descubiertos en su enriquecimiento desmesurado, en el lugar de las ideas que proclaman instalaron la complicidad que los une. Y todos los que no pensamos como ellos, en lugar de opositores, venimos a ocupar el lugar del imperialismo y las corporaciones. Impunidad y caradurismo no les falta. En rigor, les sobra como a nadie nunca antes.

Hoy votamos y, primero, el candidato oficial es el menos oficialista de los candidatos. No es kirchnerista ni de La Cámpora, lo que queda claro al animarse a visitar Clarín. En realidad, ya todos se dieron una vuelta por el grupo de medios liderado por Héctor Magnetto; crearon tantos medios aburridos de oficialismo hiperbólico para terminar visitando al que no lograron comprar ni acallar. Y Scioli también  viajó a Cuba, no sabemos si para adherir al sistema o para averiguar cómo acercarse al imperialismo.

O sea que se va el apellido Kirchner, no lo hereda un fanático de esa enfermedad y luego pierden la mayoría absoluta, hasta es posible que no logren ganar en primera vuelta y sean derrotados.

Que quede claro: no es una elección más, no votamos candidatos sino sistema político, votamos entre democracia o autoritarismo. No llegaron a dictadura, no por falta de voluntad sino de puro incapaces y, además, hubo resistencia. Resistencia, virtud escasa en nuestra sociedad, vocación de servicio, presente en muchos lados menos en la política. Necesitamos cambiar, el Gobierno actual es malo y está gastado, son todos personajes unidos y amontonados  por la complicidad.

Massa venía primero lejos, tenía sus merecimientos, al jugarse había impedido la reelección. No quiero ni imaginar que hubiera sido La Presidente si la reelegían. Sin necesidad de ser perseguidos, se hubieran ido millares a vivir a otros lugares. Massa los derrotó y convirtió sus sueños en pesadillas. Igual,  con el dinero oficial contrataron miles de obsecuentes, como  José Pablo Feimann, que explica el imperialismo en el Canal Gourmet en el de cocina que denominan Encuentro, donde estos personajes anquilosados despliegan su recetario ya vencido por la realidad.

Macri organizó un centro-derecha transformador, apoyado en la eficiencia administrativa. Eso está en la Capital, el distrito más progresista y complicado, pero les fue bien, tienen un cincuenta por ciento de adhesión. Ese sector, el centro-derecha, es hoy el mejor organizado como partido: tuvo una interna en serio, ganó Macri y convocó e integró a los vencidos. Eso no se hubiera podido imaginar en otras fuerzas; en el kirchnerismo un disidente es un traidor que debe ser perseguido, primero por los servicios de información que tanto admiran y luego por los grupos de militantes rentados, o sea, alcahuetes oficiales que tanto abundan.

Macri va a internas con radicales y la señora Carrio; Massa compite con De la Sota; Scioli no compite con nadie. Ya lo eligieron, no por ser el mejor, no tenían otro, los leales a pleno eran todos piantavotos.

Margarita Stolbizer es una candidata de UNEN, grupo que tenía tantos candidatos que casi se queda sin ninguno. Pero merece el respeto de todos, ella expresa el progresismo, el centro-izquierda y la honestidad; ésa es la nueva política, la que necesitamos.

Digamos que el oficialismo retrocede con el desarrollo social; en Capital, Córdoba y Santa Fe sale tercero cómodo. Ya perdió Mendoza.  Sueña con ser la expresión mayoritaria de los necesitados de la Provincia de Buenos Aires. Ese es su sueño, su esperanza, que las clientelas les sigan siendo leales.

Los candidatos oficialistas de la Provincia se salieron de cauce, se dijeron cosas que nada tienen que ver con las ideas que no expresan y demasiado con los intereses que sí comparten y a veces compiten. Scioli había decidido tomar distancia del conflicto, la Presidenta tomó conciencia de que era una guerra posterior a su poder, ya sin ella gobernando.  Y salió a otra cadena, discursos donde intenta amenazar a la Justicia. Lo mira a Zannini y le dice “¿Te acordás cuando nos allanaron por el Banco?”. Les propone a todos no tenerle miedo a la Justicia, ya vendrán los empleaditos de “la legitima” y avisarán a los jueces que con el poder no se puede, que los fueros son eso, blindaje para que el delito escape del espacio de la ley. Brasil tiene corrupción, pero también empresarios y políticos presos. En eso, seguimos siendo los peores.

El discurso Presidencial podría sintetizarse en una sola frase: “Mantengámonos unidos que mi Gobierno nos da impunidad y  nos protege”.  Votamos un sistema, democracia con instituciones. Votamos contra una decadencia, autoritarismo con corrupción. Insisto, no elegimos tan sólo un candidato, sino mucho más, una forma de vida. Hagámonos cargo de semejante responsabilidad.

Todo el poder a los conspiradores y a los más leales

Se me ocurre que a Scioli le pegaron duro, le impusieron a uno de los peores personajes del kirchnerismo, un intrigante, un encargado de impedir que la Justicia ilumine los negocios del poder.  Nunca tuve el disgusto de hablar con él, pertenece a esa estirpe de los oscuros que no nos quieren, les parece que los que decimos lo que pensamos no merecemos respeto. No le interesa ni la política ni mucho menos el peronismo, el poder es otra cosa, la ideología, solo un instrumento al servicio de la ambición. Un jefe de la especie de los conspiradores, de los que viven del poder sin decir jamás lo que piensan ni  opinan. Eso es para nosotros, los jetones según ellos, ellos son el poder real, que es oscuro siempre, mucho más en una sociedad como la nuestra.

En el retorno de la democracia volví a ser diputado, y pude observar la aparición de un nuevo personaje de la política, “el operador”, ser oscuro que maneja desde atrás, que no se muestra, que considera que lo importante es imponerse  a los que si salen a la luz, a los miembros del poder formal. Ese personaje menor fue el responsable de sacarse de encima al Procurador en Santa Cruz, ese que la Suprema Corte ordenó  reponer dos veces sin que ellos se dieran por enterados.

El kirchnerismo llevó adelante su capacidad de destrucción de las instituciones a partir del triunfo que les entregó una mayoría absoluta. Con ese número le impusieron su ley al resto de la sociedad. Esas leyes donde se intentaba instalar instituciones al servicio del autoritarismo, esa absurda imitación de Venezuela, esa idea de que toda limitación a la libertad podía ser justificada desde la revolución, ese grotesco fue fruto, entre otros,  de la mente oscura de Zannini.

En Santa Fe, más allá del papelón de festejar triunfos dudosos como si al festejarlo los convirtieran en definitivos, hubo tres fuerzas y ellas pueden ser la muestra del futuro político. Un centro-izquierda socialista, un centro-derecha con el Pro, y un peronismo de centro. Un peronismo que se recupera sin recibir la visita presidencial, al revés de Rio Negro, donde mucho apoyo y cadena oficial llevaron a la derrota hasta a un par de encuestadores. Pichetto pagó  su obsecuencia con un triste final.

Nunca un gobierno había llevado a los senadores y diputados a este punto de degradación, nunca tantos se habían dejado arrastrar por las órdenes de un poder sin límites, nunca sus miembros habían dejado al Parlamento tan al borde de no poder ni siquiera justificar la razón de su misma existencia.

Se va Pichetto y viene Zannini, se me ocurre que el peronismo comenzará a tomar distancia del kirchnerismo, al menos los que tienen ideas y algunos votos, o al menos los pocos que todavía guardan alguna noción de aquello que llamamos dignidad.

Zannini es el articulador de todo lo que se maneja al borde de lo institucional, por afuera de las normas y de las reglas, ese manejo oscuro que se impone desde el poder cuando este engendra su propia impunidad.  No hay partidos, tampoco interesa, los sustituyen por grupos, por sectas, como La Cámpora o Carta Abierta, espacios donde el poder del Estado sirve como continente y la obsecuencia que aplaude al poder de turno se disfraza de pretendida ideología.

La Presidenta acomoda todo para asegurar su continuidad en el poder, y la vigencia permanente de la impunidad. Siembran el miedo a los que sentimos que no soportamos que sigan gobernando, miedo a que se imponga este autoritarismo mediocre y enfermizo, que dice ser de izquierda o progresista, e insiste con  el cuento de “los grupos monopólicos”.

Scioli aparentaba distinto, estando solo era o parecía ser otra cosa, pero pareciera que esto de jugar al obediente le fue limando sus diferencias con la desmesura de los kirchneristas. Los duros sirven para parasitar el poder de los dialoguistas. 

La Presidenta sacó en el pasado muchos votos con su cara al lado de la de Boudou, ahora no tiene ese margen, necesita que el segundo, el Vice, le aporte las seguridades que necesita. Y Macri se inclina por Michetti, que hace poco lo enfrentó acompañado de otros ministros.

Muchos hablaron del final de la relación, ahora deben callar. Nos guste o no, el Pro se organiza con un respeto interno que les permite no caer en el autoritarismo. Para algunos, los autoritarios, esto sería un gesto de debilidad. Pienso que es muy distinto, esa supuesta derecha se muestra capaz de contener la diferencia, la otra versión, la autoritaria, termino repudiada en todo el mundo.

El poder quedó solo en manos de los operadores, las ideas ocupan tan solo el lugar de justificadoras de la ambición. La política agoniza a la par de la sociedad, los más sensibles sienten miedo, los otros imaginan que todo sigue igual. Daniel Scioli está entre ellos. Me parece que se equivoca.

El largo adiós del kirchnerismo

El acto del 25 de Mayo estuvo al borde del absurdo. Bien pensado por sus gestores, sin limitar sus gastos, una mezcla de atracciones de todo tipo que terminan en multitudes que simulan lealtades y pertenencias. La secuela de oficialistas emocionados y oportunistas asustados fue enorme. Los que gobiernan venían de duras derrotas en Santa Fe, Mendoza y Capital, y de un triunfo en Salta que pertenecía más al peronismo que al kirchnerismo. Ese es el rumbo que toma el proceso electoral, la supuesta izquierda kirchnerista debe retroceder y volver a juntar votos con figuras del viejo peronismo. El kirchnerismo no era la superación de nada, solo un atraso de pragmatismo impune con veleidades de izquierdas y progresismos. Y ahora el peronismo se tomara su revancha.

En Salta, Santa Fe, Córdoba, se nota el retorno al peronismo dentro del hecho concreto de que solo salgan terceros sin chances de ganar. Con los kirchneristas no lograrían ni eso. La Campora se presentó en Capital con el fracaso que se pudo visualizar. Y la Presidenta toma consciencia de que su tiempo agoniza, se despide con demasiada soberbia como para que la recuerden después. Los humildes permanecen en el corazón, los soberbios, sin poder son solo olvidados o maltratados. La Presidenta vive imponiendo el miedo y ejecutando el castigo, sin el cargo y la lapicera pasará a ser parte de un partidito de izquierda con agonía previsible. Los que imponen poder desde el cargo cuando deben elegir sucesor saben, a veces inconscientemente que están eligiendo su verdugo.

Asusta la cantidad de individuos propensos a comerse el amague, a imaginar que el Gobierno es invencible porque junta una multitud que soporta un largo discurso que confunde a la patria con el más crudo y decadente nepotismo. Como si el oportunismo invadiera mentes propensas al oficialismo permanente, veletas que debilitan a la misma democracia.

Ellos son impunes. La imagen de Boudou es una muestra gratis de una manera de enfrentar la vida, de una concepción de la impunidad del poder. Y del otro lado, pocos valientes, demasiados asustados. Demasiados de esos que caen en la trampa de los caraduras que te imponen “no va a votar a la derecha” como si Scioli y la Presidenta ocuparan el espacio del progresismo y la revolución.

Hoy el progresismo es la democracia, es una justicia independiente que no caiga en las oscuras manos de la procuradora de turno, un parlamento donde se vote con dignidad. El kirchnerismo es impunidad, tragamonedas y odio a los sectores productivos, es moneda sin valor ya que nada que ellos hagan tiene sentido ni seriedad. Los discursos presidenciales son sin límites ni ideas en juego, nos acercan más a la Venezuela del odio que al resto del continente. Vivimos un fracaso con pretensiones fundacionales, una usurpación del estado en manos de personajes sin otra motivación que la más pura ambición.

El radicalismo jugó con lucidez y se acercó al Pro, el otro camino implicaba el seguro triunfo de Scioli. Ahora todos quieren que Macri acuerde con Massa y se asegure el triunfo. Es posible que sin acuerdo entre ambos sea más difícil ganarle al oficialismo, a un oficialismo que sin duda dejará de ser kirchnerista en el mismo momento en que Cristina se baje del poder. Dime de que alardeas y te diré de qué careces, muchos leales prometen la más dura de las traiciones. La Presidenta no tuvo piedad con sus seguidores, no la van a tener ellos cuando se baje del poder. Ya lo expresó el gobernador de Salta, ella se ira a su casa.

Y el eterno conflicto de la pretenciosa izquierda ilustrada con los humildes, los votos son de Scioli, Carta Abierta pretende candidatos más jugados, justo ellos, que nunca se enteraron de la existencia de Boudou ni Lázaro Báez. Ellos, duros con los opositores mientras acarician la más obscena corrupción oficialista. Somos una sociedad donde una parte de la derecha compite con restos de viejas izquierdas para ver quién de los dos es más pusilánime.

Es el fin de ciclo. Con derrota o sin ella, el kirchnerismo desaparecerá. Y por ahora, lo más seguro es la derrota. Se están acercando a su propio final.

Derrotas y mentiras

El Gobierno ganó en Salta, salió tercero en Santa Fe y en Capital, segundo en Mendoza y en Neuquén, y sigue alquilando mediciones que los dan en alza, en imagen, simpatía y otras virtudes de poca incidencia electoral. En Capital lo más llamativo fue el festejo, como si alguno de los encuestadores hubiera chocado contra la realidad. Y las explicaciones, todas del tenor de “no supimos comunicar”, alguien tendría que avisarles que comunican en demasía, que aburren con sus relatos, que el espejo de la realidad está los medios que ellos llaman “opositores” y “hegemónicos” y decidieron odiar. En contraposición, los medios oficialistas van engendrando una realidad demasiado parecida a la ficción. Si las democracias sobrevivieron a las dictaduras fue esencialmente por su capacidad de autocrítica. Por esa virtud que el kirchnerismo les prohibió hace rato a sus dependientes.

La noche de Capital fue jugosa, el joven Recalde contando que se puede, la hilera de candidatos con cara de “yo no fui” apilados para aparecer como iguales, la ausencia de la Presidenta, los de 678 bajando del dogma para visitar por un rato el asombro. Y salieron cuartos como candidatos y terceros como partido. Después de Mendoza, Santa Fe y Neuquén, no parece fácil seguir con la idea de que ganan en primera vuelta.

Todo parece reducirse a la Provincia de Buenos Aires, como si en ella, por contener casi el cuarenta por ciento de los votos se encontrará la ventaja vencedora del oficialismo. Si hacemos memoria, fue en esa provincia donde De Narváez derrotó al propio oficialismo yMassa se impuso a Scioli, donde primero aprendieron a morder el polvo de la derrota. Ahora la sueñan como la niña mimada que conserva los votos para terminar de hacer la revolución. El PRO todavía no tiene candidato con fuerza en esa provincia, pero cómo olvidar a Ítalo Luder esperando que lleguen los votos de La Matanza, terminó ya tarde por dirigirse a mi persona y pedirme, “puede bajar usted a aceptar la derrota”, y yo bajé con esa triste tarea en la Calle Reconquista al mil. Los esperados votos de la Matanza no cambiaban el asombro por la aparición de un desconocido de nombre Alejandro Armendáriz.

En el 2011 el oficialismo metía miedo. En la Provincia solo Jesús Cariglino se decidió a enfrentarlos, y logró ganarles. Para eso hay que tener gestión y el consecuente apoyo de los votantes. Ahora son muchos los que actúan con la dignidad de Cariglino, son tantos como para repetir la derrota que al oficialismo le impuso primero De Narváez y luego Sergio Massa. La provincia de Buenos Aires no es ya el seguro de vida del gobierno, es una expresión más del deterioro que sufren en todos los órdenes.

El acercamiento entre Massa y De la Sota puede ser importante tanto como resultar tardío. Es una digna tarea tratar de rescatar al peronismo de este kirchnerismo que imagina modernizarlo a partir de un tratamiento de rejuvenecimiento con pastillas de marxismo que están vencidas desde la caída del muro de Berlín. Una idea de avanzar retrocediendo donde nunca estuvimos, a un error de la historia que supimos superar en tiempos donde deslumbraba y asustaba al mundo, lo abrazan ahora cuando ya ni sus inventores lo consideran vigente. Marxistas aburridos y de pura explicación expulsiva de votantes, esos a los que el General llamaba “piantavotos”, esos son convocados por la Presidenta para explicar lo que ella imagina como una revolución, y termina apestando a “involución”.

Somos una sociedad con una democracia amañada y con riesgos de caer en manos de un autoritarismo de negocios con disfraz de progresismo. Una democracia cruzada por el miedo, miedo del Gobierno a perder el poder y tener que responderle a la justicia, miedo de la oposición a que el kirchnerismo no pierda y entonces ingresemos a una etapa final de disolución. No tenemos moneda ni índices para medir nuestras propias debilidades, caímos en un mundo donde por pensar distinto uno pertenece a “las corporaciones” o le dicen gorila. Un mundo donde los funcionarios se dedican a perseguir y denostar a los ciudadanos. Un mundo donde el oficialismo imagina que pierde elecciones solo porque no llega a la perfección de mostrar sus virtudes, sus logros, sus aciertos.

Imaginan que el pueblo es limitado de entendederas y necesita de la “vanguardia iluminada” para conocer los logros obtenidos. Sueñan que si hubieran eliminado a todos los medios libres solo serían ellos los narradores, y convencerían a las mayorías de las virtudes de esta sabia minoría. Olvidan un detalle, los logros son los que disfrutan ellos, al pueblo no hay que contarle como vive, saben de sobra lo duro que la están pasando. Las críticas de las supuestas corporaciones son el espejo de la realidad. Hace demasiado tiempo que gobiernan, ya nos llevaron de vuelta a la falta de moneda y al crecimiento de la deuda, ya necesitan cambiar la justicia para no correr el riesgo de tener que pagar por sus corrupciones, ya estamos iguales o peor que cuando empezaron.

Hay miedo de que intenten inventar un INDEC electoral. En lo demás, me parece que ya están sabiendo que les llegó el tiempo de la derrota. El tiempo que merecían ellos, y mucho más lo merecíamos y esperábamos nosotros.

El tercer paso

Salta no dijo demasiado, gobierna y se impuso un peronismo no excesivamente degradado por el poder de turno. Luego, en Mendoza quedó claro que el oficialismo pierde la provincia, y en Santa Fe, con su mejor candidato, mucho más peronista que kirchnerista, quedaron terceros y fuera del debate del futuro. En Mendoza, además, el peronismo derroto al kirchnerismo.

En Capital, el PRO salió primero y segundo, Eco quedó tercero, y en el Frente para la Victoria, cuarto, todo era festejo. Lo mismo que en Santa Fe, la competencia por el ganador era entre dos que no pertenecían a la soberbia gobernante.  Y en Córdoba, los radicales y el PRO se enfrentan a un peronismo que no obedece al autoritarismo imperante. Menem había alquilado el peronismo a lo más retrogrado de la derecha, la Presidenta convocó a defender a su Gobierno a lo más retrogrado de la izquierda, a los restos del marxismo fracasado tanto en nuestro país como en el  mundo.

Las elecciones marcan que el PRO, que nació en Capital, logro consolidarse en su lugar de origen y expandirse en el resto del país.  La alianza con los radicales muestra que era la única posible para ambas fuerzas, la única que los dejaba en condiciones de desalojar al oficialismo. Los que más recurren a la supuesta ideología para cuestionar este acuerdo son sin duda los que menos entienden del tema. Primero necesitamos recuperar la democracia, luego debatir los rumbos.

La interna entre Rodríguez Larreta y Michetti se comió al resto del debate político. Algunos idiotas de turno imaginaron que la libertad de que una línea interna lo enfrente a Macri expresaba debilidad, como si la autoridad política se asimilara a la militar. No sé si los del PRO  planearon el éxito de este enfrentamiento o les salió de casualidad, en todo caso el resultado es el mismo: el Pro expresó en su seno el principal  debate por el cual valía la pena concurrir a votar, o al menos el más convocante.

Y los que imaginaban un golpe en contra de Macri se quedaron con las ganas, ganó su candidato y permitió elecciones libres. Además, se acercó al cincuenta por ciento de los votos. El Gobierno terminó festejando con bombos y platillos el tercer puesto tercero -cuarto si asumimos que el macrismo ocupa el primer y segundo resultado en votos.  Los discursos del PRO festejaban un éxito indiscutible, el de Recalde parecía el de un opositor que no le avisaron que gobernaban hace rato. El oficialismo promete obediencia y luego imagina adversarios, como si no tomaran conciencia de que no nos dejan en otro lugar que en el de enemigos.

Hace unos meses acompañé al gobernador de Córdoba a un acto político en Paraná, Entre Ríos. Al otro día me asombró el hecho absurdo de encontrar  que De la Sota no figuraba en ninguno de los dos diarios de esa capital. Pudimos comprobar que para Uribarri la presencia del gobernador De  la Sota no merecía aparecer en los diarios y se reservaba el derecho a impedirlo. Hace unos días hablé en un acto en Chajarí, el mismo clima de persecución al disidente amenazaba a medios y empleados públicos. En Entre Ríos, la dictadura del proletariado imponía sus efluvios de persecución autoritaria. Como en los medios oficiales y oficialistas que avanzan invadiendo la libertad. Pero no logran demasiado, al menos si lo medimos en votos. Hubieran tenido mejor resultado si hicieran obras en lugar de propaganda.