La gran cortina de humo

En 1917, la Constitución se transformó fundamentalmente para sustituir la Presidencia de la República por un órgano colegiado, tema planteado al país por Batlle y Ordóñez y que abriría una larga polémica. En 1934, fue para lo contrario y para convalidar la situación política emergente del golpe de Estado del año anterior, dividiendo el Senado por mitades entre los sectores mayoritarios de los dos partidos tradicionales. En 1942, para superar lo anterior y modernizar la estructura del Estado con un sistema más parlamentarista. En 1952 retornó el colegialismo y en 1967 volvió a sustituirse por la Presidencia, con el añadido de un conjunto de disposiciones que pretendían darle al Poder Ejecutivo mayor capacidad de gestión, fundamentalmente en la disposición del gasto público. El último gran cambio fue el de 1997, en que se abandonó el doble voto simultáneo, se introdujo la doble vuelta para la elección presidencial y las elecciones internas para la postulación de candidatos presidenciales.

Podremos concordar o no con esos movimientos, pero, en el contexto político de cada momento, respondían a una necesidad, al reclamo de sectores importantes de la sociedad o la vida política. Hoy se lanza la idea de la reforma constitucional sin ton ni son, como un ejercicio gimnástico que procura arrastrar el debate hacia sus vericuetos y aliviar la presión de los hechos sobre el Gobierno. No se sabe para qué. Continuar leyendo

De los vicios en tiempos del Estado regulador

Es notorio que la juventud contemporánea vive amenazada por el riesgo de adicciones, que se han transformado en la mayor causa de frustración. El alcohol y las drogas, empezando por la marihuana, son una oferta constante que aparece en un cierto momento de confusión y se va transformando, a veces por contagio, en ocasiones por simple rutina, en una adicción inmanejable. Desde hace algunos años se ha agregado la ludopatía, el vicio del juego, que en la muchachada ha entrado por dos vías: las “maquinitas” difundidas fuera de los casinos y el juego por internet, que felizmente en Uruguay -todavía- no es muy grande, pero está ya a punto de expandirse.

El tema es gravísimo. Tan grave como las drogas -y desgraciadamente desde hace ya tiempo-, se viene insistiendo en un proyecto que pretende crear un “superente” regulador, con facultades para regular el juego y dar permisos a voluntad, incluyendo a las “maquinitas” o slots, que pululan por todo un país transformado en un peligroso casino. Se habla de que existen 15 mil máquinas y sus propietarios hasta han constituido una sociedad gremial que pretende legalizar su actividad bajo el eslogan absurdo de “democratizar” el juego. Continuar leyendo

Derechos humanos y libertad religiosa

En el Parlamento uruguayo se discute la eliminación del comisionado parlamentario, cargo que ocupara el Dr. Alvaro Garcé con reconocido equilibrio y espíritu de justicia. Sin duda, significó un efectivo avance en materia de derechos humanos, esa disciplina tan valiosa y tan tergiversada por muchos de sus presuntos cultores.

Como fue valioso, justamente, el Frente Amplio está en contra del cargo. Durante años fue su bandera, como el Defensor del Vecino en materia municipal. Pero bastó llegar al gobierno para que ya esos cargos no le sirvan, o los quieran diluir hasta el desvanecimiento. Es lo que están intentando ahora con el Comisionado. No quieren más que alguien observe, aunque sea tan ponderado como lo fue el Dr. Garcé. Así como rechazan toda comisión parlamentaria de investigación, no están dispuestos a ser controlados y ello debe decirse con toda claridad.

La propuesta frentista de eliminar el comisionado y trasladar sus competencias al Instituto de Derechos Humanos es un claro intento de barrer un cargo que, al ser provisto por una mayoría de tres quintos de la Asamblea General, no le permite al oficialismo poner un simple monigote. Un instituto con predominio oficialista, será simplemente un saludo a la bandera.

Una vez más, queda al desnudo la doble faz del Frente Amplio: los derechos humanos son buenos para unos y malos para otros. Los presos, por lo visto, son ciudadanos sin derecho a esa mínima garantía.

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El doctor Miguel A. Semino planteó en una carta al semanario “Búsqueda” la situación de los musulmanes que reclaman el derecho a enterrar directamente en la tierra, lo cual no está hoy permitido por nuestra legislación.

Son los primeros casos que nos aparecen de colisión entre la libertad religiosa de nuestra Constitución y un mundo musulmán que se basa en valores muy distintos a los nuestros. A nuestro juicio, la situación es clara: si hay una norma de orden público, basada en razones de higiene, ella predomina sobre el derecho particular de un grupo religioso. Antiguamente, se inhumaba en las iglesias, y Carlos III, a fines del siglo XVIII, prohibió esa práctica y ordenó que los cementerios estuvieran en lugares “ventilados”. Así se hizo y así deberá seguir haciéndose.

Desgraciadamente, el tema musulmán va a dar mucho que hablar. El único problema que no teníamos, ya nos llegó también.

Los paros y los alumnos

Una vez más, esta semana se ha detenido la enseñanza. En un sistema cuya prestación en horas está por debajo del mundo entero, se siguen perdiendo días de trabajo educativo, como si estuviéramos viviendo en el mejor de los mundos.

Gremiales poco atentas a su deber de educar, indiferentes ante los malos resultados que registran nuestros jóvenes, siguen parando sus actividades. Desde ya que hay un reclamo salarial explicable, que no requeriría de paros y podría hacerse sentir públicamente por mil y un modos. Pero no es así, el paro es una gimnasia ya asumida y se aplica sin pudor. En el caso, la enseñanza se detiene todo el día, colgada a un paro parcial del PIT-CNT, con lo que su propia plataforma queda desdibujada en un mar de escarceos preparatorios del presupuesto nacional.

Al reclamo salarial se le agregan consignas que denotan una mentalidad retrógrada y son testimonio inocultable de la dificultad para renovar. Se cuestiona la actuación de la Ministro de Educación, que ha osado hablar —justamente— de educación; se condena que se tomen decisiones programáticas sin consultar a las gremiales (como si existiera esa obligación) y, para colmo, se proclama el rechazo al TISA, el “acuerdo sobre el comercio internacional de servicios”, que naturalmente no tiene nada que ver con la educación y solo es un viejo reflejo de la izquierda obsoleta.

En ese entorno, se insiste en que hay una especie de plan diabólico para “privatizar” la educación. Se ponen como pruebas el “contrasentido” de la aspiración del sindicalista Richard Read de fundar un liceo para hijos de trabajadores del sector de la bebida y que al propio Presidente  se “le escapó” la idea de usar “vouchers educativos” como en Chile.

Naturalmente, el tal plan es claro que no existe y el gobierno no ha manifestado nada en esa dirección. El problema es que reclamos como el del sindicato de la bebida revelan un estado de opinión generalizado sobre la caída en la calidad de la educación pública. Es notorio que gente modesta está haciendo un esfuerzo enorme para enviar a sus hijos a la educación privada. Según cifras oficiales, entre el 2004 y 2013 la matrícula de primaria ha caído un 16% en el sector publico y ha aumentado un 20% en el privado. No se trata de ninguna siniestra conjura sino sencillamente de que la familia uruguaya siente la necesidad de volcarse a los establecimientos privados, así como tradicionalmente era un orgullo pertenecer a los oficiales.

Personalmente, hice primaria en el “Elbio Fernández”, matriz de la escuela laica, los cuatro años de liceo en el N° 1 José Enrique Rodó y los dos de “preparatorio” en el Instituto Alfredo Vázquez Acevedo. Mucho le debo a todos ellos y para mi generación eran un orgullo. Es verdad que la enseñanza de entonces no tenía la masificación de hoy. Había solo siete liceos públicos en Montevideo, cuando hoy son 72. Ya no es posible una pequeña Sorbona como era “el Vázquez” de la época, pero no por ello el nivel promedio tiene que bajar tanto, al punto de que a la enseñanza pública se va cada día más por resignación que por opción. Y esto empieza justamente en el orden, en la regularidad de las clases, en el clima interno, en la seguridad… Parece mentira, pero hasta la seguridad hoy es un valor en ese ámbito.

El ex Presidente Mujica dijo que a los gremios de la enseñanza  hay que “reventarlos”. Es una expresión muy propia de él. Más allá del exabrupto, revela que desde todos los ángulos de la opinión se observan a estas gremiales como un factor de atraso. Como entidades corporativas que, más allá del reclamo salarial, solo repiten consignas tan desencaminadas como este maldecido TISA, que —una y otra vez— se ha aclarado que no es más que un intento de acuerdo de liberalización en el sector servicios, fundamental en nuestro país.

Todas las alertas que se hagan sobre la educación son pocas. En nuestro país y en la región. Pero no parecen llegarle para nada a las gremiales docentes que, encerradas en sí mismas, siguen en su mundo de eslóganes. El Presidente Vázquez les reclamó resultados en el Consejo de Ministros que se desarrolló en Dolores. Ojalá sea así. Pero la realidad no nos alienta a pensar que estamos en el buen camino. Todo lo contrario.

Con esta educación no hay futuro posible

Una y otra vez hemos dicho y escrito que, en el mundo globalizado de la sociedad de conocimiento, no había espacio para progresar sin una juventud formada y educada para competir en ese contexto. Pensábamos en una perspectiva de futuro, pero éste —como decía Einstein— llega demasiado rápido y ya estamos enfrentados al tema. Nuestro desarrollo económico hoy empieza a estar lastrado por la falta de capacitación de los postulantes de trabajo y hay numerosas empresas internacionales que han desistido de instalarse en Uruguay por no encontrar, precisamente, el personal formado que procuraban.

Estamos ante un dramático cuello de botella, revelador de una sociedad en que el trabajo ha dejado de ser un valor. El 96% de 366 empresarios consultados en una reciente encuesta de la Cámara Nacional de Comercio y Servicios señaló que la mayor carencia del personal joven es la falta de responsabilidad, su actitud carente de compromiso ante su labor y su falta de iniciativa. A ello se añadió que el 52% de los empresarios consultados afirmaron que los jóvenes mostraban una preparación insuficiente.  Continuar leyendo

El relato kirchnerista también en Uruguay

Es consustancial a los regímenes autoritarios o populistas en general, instalar una versión del mundo en que viven (la conspiración universal en su contra) y un “relato” de la historia que explicita cómo los “malos” llegaron a ser tan malos y cómo ellos, “los buenos”, son herederos de los sacrificados de ayer.

La Argentina kirchnerista es un modelo de ese estilo. Nuestro gobierno frenteamplista, que no tendría porqué sucumbir a las fantasías de ciertos grupos radicales de revolucionarios frustrados, se deja, sin embargo, arrastrar a ese territorio de la mitología que le hace un enorme daño al país.

En el pedregoso territorio de nuestra historia reciente, nos encontramos en estos días con una atrocidad histórica, que alienta una desorbitada campaña que —bajo el manto del esclarecimiento de las agresiones a derechos humanos en tiempos de la dictadura— se embiste contra valores democráticos que debieran estar más allá de pasiones.

El decreto de 19 de mayo de 2015 sobre la base de que “están presentes aun las consecuencias de la acción de la acción ilegitima y terrorismo de Estado sufrido por nuestro país”, retrotrae la investigación hasta el 13 de junio de 1968, cuando el gobierno legítimo de Jorge Pacheco Areco adoptó, dentro de la Constitución, unas medidas prontas de seguridad que comunicó al Poder Legislativo, “dueño de las medidas”.

Como es notorio, aquel gobierno tuvo que actuar en condiciones muy particulares de agitación pública. Eran los tiempos en que la revolución cubana inspiraba a vastos sectores de la población y mientras unos tomaban las armas para derribar la Constitución e instalar un régimen de esa índole, otros, desde el ámbito de la educación, el sindicalismo o el debate intelectual, preconizaban que el país marchara por ese camino. Había un país democrático y un país revolucionario, en parte armado y en parte no, pero revolucionario. El gobierno de entonces, con los aciertos y los errores propios de una conducción en tiempos de tormenta, trató de preservar las instituciones y felizmente lo logró, llegando a unas elecciones en que, además, obtuvo la mayoría.

En ese momento de prueba, la democracia mostró su capacidad de resistencia y así lo dijo el General Seregni, líder y fundador del Frente Amplio, refiriéndose al Presidente Pacheco Areco: “Aprendió rápido, aprendió lo que era el poder, y lo usó. Y hay que reconocer su inteligencia: es cierto, contó con la complacencia del sector político, pero nunca transgredió la Constitución y la ley”.

Es por lo tanto una aberración histórica hablar de “terrorismo de Estado” bajo un gobierno democrático, con libertad de prensa y separación de poderes. El presidente, por otra parte, obtuvo 439 mil votos para su eventual reelección, lo que hizo de él el candidato más votado en una elección en que el Partido Colorado resultó triunfador. O sea que poseía, además de la legitimidad jurídica, un apoyo popular que le robustecía.

Jurídicamente, estamos ante otra aberración. Se pretende considerar ilegítima la adopción de medidas prontas de seguridad que decretó el Poder Ejecutivo y mantuvo el Poder Legislativo. El único encargado de juzgar esas medidas fue el Poder Legislativo. No se puede hoy, medio siglo después, intentar un juicio totalmente fuera de la ley. Se suele decir que el gobierno de Pacheco hizo un uso excesivo de esas medidas. Puede ser o no, pero —en todo caso— el Poder Legislativo fue quien —por acción u omisión— resolvió. Y como algunos pensaron que eso le hacía pasible del juicio político, también se intentó y fracasó.

Estamos, entonces, ante un intento de construcción autoritaria de un relato histórico falso. Es realmente preocupante querer imponer una historia por decreto y hacer de ella bandera de lucha de una causa cuya legitimidad se degrada. Que los familiares de los desaparecidos procuren saber la verdad de lo ocurrido con sus seres queridos, es un derecho sagrado, que nadie ha negado (y que todos los gobiernos y la Justicia han tratado de atender). Desgraciadamente, los resultados han sido escasos, pero aún así permanece intacto el derecho a seguir procurando esa verdad. Sin embargo, es degradante transformar ese derecho legítimo en una bandera política de revancha contra la institución militar, en una proclama divisoria de la sociedad uruguaya donde todo aquel que discrepe será apostrofado y descalificado, en una peligrosa fantasía que insufla en las nuevas generaciones la idea de que hay un ocultamiento conspirativo de verdades escondidas y —lo peor de todo— en la pretensión de legitimar aquellos movimientos que en los años 60, en plena democracia, le declararon la guerra a las instituciones.

Sin reproches ni rencores

La elección municipal no ha sido un éxito para los líderes nacionales de los partidos. Cada uno ha tenido que sufrir una pérdida, desde Mujica, con su esposa, en Montevideo, hasta Larrañaga con Paysandú. A nivel de partidos, sin embargo, quien ha sufrido un peor resultado es el Partido Colorado. De haber obtenido la Intendencia de Salto hubiera preservado su actual representación; la perdió con su mayor votación histórica, pero así fue y nos retrotraemos al solitario bastión de Rivera, al igual que en el 2005.

La Concertación ha demostrado su valor táctico. Si la hubiéramos hecho en todo el país, como se pretendió, la oposición habría triunfado en todo el litoral. En Montevideo, el éxito fue el del señor Novick, a quien acompañaron muchos dirigentes colorados. Es más, los ediles electos han militado hasta hoy en nuestro partido.

El líder de la mayoría partidaria y candidato a la presidencia en la última elección, el Sr. Pedro Bordaberry, se siente responsable y cree que es la hora de “dar un paso al costado”. No compartimos esa idea. Respetamos su gesto como una honesta asunción de responsabilidades políticas, que son inocultables, pero cuando el viento sopla en contra es el momento, precisamente, en que todo el mundo está obligado a poner el pecho. La elección interna lo puso al frente de la colectividad y mientras no haya otro pronunciamiento democrático, nadie puede sustituirlo en su posición ni relevarlo en sus deberes.

Toda la dirigencia colorada, a su vez, cada uno en su plano, tiene una enorme responsabilidad. Nadie puede rehuirla. No se trata de salir hoy a hacer leña del árbol caído. Sobre esa base, nadie crecerá y el que no lo entienda apenas demostrará estrechez de espíritu. Con rencores y soberbia no se construye; solo con ideas, debate y esfuerzo se agrandan las colectividades y a eso debe abocarse cada en su medio. En el Partido Colorado hay un caudal de dirigentes con capacidad para crecer.

Quienes ya hace años no participamos en la conducción partidaria, pero seguimos participando del debate nacional desde nuestra firme convicción colorada y batllista, debemos ayudar a restañar heridas, así como lo hemos hecho todo este tiempo, colaborando con quienes asumían nuestra representación política.

Cada cual hará su aporte desde el lugar que elija. Nunca habrá unanimidades, pero es muy claro que los liderazgos no se inventan sino que surgen de la expresión de ideas y conductas que convocan. Ojalá florezcan en este momento de dificultad, para que esa formidable herramienta histórica que es el Batllismo vuelva a ser la conductora.

En este momento difícil, más que nunca hay que agradecer y felicitar a los dignos correligionarios que, en todo el país, casi sin medios, han luchado con honor. Simplemente por principismo y convicción. ¡Cómo no agradecerle a Ricardo Rachetti su esfuerzo romántico! ¡Cómo no felicitar a los compañeros de Rivera, Tabaré Viera y Marne Osorio, que son ejemplo de lo que debe hacerse! ¡Cómo no felicitar también a los amigos de Salto, a Coutinho y a Malaquina, que recogieron más votos que nunca, aunque no alcanzaran!

No es la hora de los ajusticiamientos o las venganzas. Aquellos que no actuaron dentro de la línea del partido, deben ser procurados para el esfuerzo de reconstrucción. No se trata de hacer reproches sino de preguntarnos si aún tenemos causas para seguir luchando. Ese es el fondo de la cuestión. Y no dudo que esas causas siguen intactas en la histórica colectividad, la que más tiempo gobernó, la que —guste o no guste— más aportó a la construcción nacional, imprimiéndole su sello. No se trata de repetir historias sino de afirmarse en ellas para mirar al porvenir.

Creemos en la república laica y tolerante, sin confesionalismo ni jacobinismo. En un Estado siempre reformado para orientar y equilibrar a la sociedad, sin la asfixia de los intervencionismos ni la deserción de un liberalismo insolidario. En la libertad política, en el respeto al adversario y, por encima de todo, en una sociedad que procura igualar superando, mirando siempre hacia arriba, a través de una educación moderna y un economía competitiva. Si Batlle creó hace cien años los liceos departamentales nuestra generación pudo crear los CAIF, abrir los bachilleratos tecnológicos y las escuelas de tiempo completo. Si Luis Batlle abrió el sendero de la industria, nuestra generación pudo cambiar la matriz productiva del país a través de la forestación, la lechería, la agricultura y la logística. Esa ha sido y es el Batllismo. Esa será siempre nuestra línea. Pensando siempre en un Uruguay insertado en el mundo, como lo hicieron en su tiempo Don Pepe, Baltasar Brum y Don Luis Batlle Berres.

La discriminación

Una investigación del grupo Radar, difundida por el diario “El País” el domingo 3, da cuenta de las inclinaciones discriminatorias de la sociedad uruguaya frente a las minorías. Según ese estudio el segmento que rechaza a los judíos es del orden del 20% aproximadamente; le siguen los peruanos, luego los chinos, los armenios y felizmente los que registran muy poco rechazo son los negros y los españoles (que ya han dejado de ser las víctimas propiciatorias de los llamados “cuentos de gallegos”).

Se comprobó que es mayor el antisemitismo en los más viejos que en los más jóvenes, no hay diferencia entre hombres y mujeres y el mayor porcentaje de rechazo se encuentra en el nivel socioeconómico bajo, donde prende con más facilidad la novelesca historia de los judíos dueños del poder económico y aspirante a dominar el mundo.

En Uruguay existe una ley, propuesta por el diputado batllista doctor Nahum Bergstein, fallecido hace cuatro años, que consagra el delito de discriminación, el que fuera ampliado unos años después. Se tipifica como la acción de difundir la incitación al odio, al desprecio o a cualquier forma de violencia moral o física contra personas, en función del color de su piel, su raza, religión u origen nacional o étnico. Fue un largo peregrinar de este distinguido jurista, que con persistencia logró ese avance en nuestra legislación humanitaria.

Poco se ha aplicado la norma, pero es preciso recordarla cuando las variantes del antijudaísmo asoman con la frecuencia que ahora aparece cuantificada. Últimamente, se ha empleado el eufemismo del “antisionismo” o “ la oposición al gobierno de Israel” para encubrir un real sentimiento antijudío. Lo hemos visto claramente en los conflictos: cuando terroristas palestinos matan indiscriminadamente, se les considera luchadores por su libertad, a lo sumo equivocados; cuando Israel se ve obligado a defenderse y mueren civiles, muchos de ellos usados como escudos por los terroristas, se lanzan clamores al cielo acusándolo de genocidio.

La empresa Radar registra que ha aparecido muy claramente una nueva modalidad de antisemitismo en los llamados “intelectuales de izquierda”. Ella se ha visto estimulada con las desgraciadas declaraciones de Mujica y Almagro, cuando el conflicto de Gaza , tiempo en que ocupaban, respectivamente, la Presidencia y la Cancillería. Este nuevo frente de ataque se añade al viejo antisemitismo emanado de la Iglesia Católica, de las derechas pro-nazis o del mundo islámico. Es evidente que el prejuicio católico del deicidio (“los judíos mataron a Cristo”) deberá seguir amainando porque todos los últimos Papas han sido, felizmente, muy rotundos en la materia. El Papa Francisco se ha referido a los judíos llamándolos “nuestros hermanos mayores” y, dada su popularidad, se espera una mejoría en la lucha contra esos prejuicios.

El director de Radar, señor Alain Mizrahi, ha aclarado que él no cree que ese porcentaje de personas que dice que le molestaría que “un integrante de su familia sea judío” resulte necesariamente antisemita. Nos permitimos discrepar. Si alguien dice que le molestaría tener un negro en su familia, es racista; quien dice lo propio de un judío, también. Lo que ocurre en nuestro país es que la conciencia liberal es muy fuerte y por eso hay una condenación social a expresar un sentimiento de esa naturaleza, pero que existe no podemos —ni debemos— ignorarlo.

En la actualidad, el factor más dañino es el que viene de los grupos de izquierda, porque ha crecido y, como muchos de ellos están en el gobierno en América Latina, se observan actitudes penosas. En el fondo, como Israel es aliado de los EE.UU., merece toda condenación para estas mentalidades que se dicen antiimperialistas pero se formaron abrevando en las fuentes del feroz imperialismo soviético (que aún les permite adorar a los regímenes cubano y venezolano). Obama puede entrevistarse con Castro, pero a estos efectos nada cambia.

El señor Mizrahi dice que lo que ha cambiado es que ahora hay menos condenación social a expresarse públicamente de modo discriminatorio. Probablemente esté vinculado al factor anterior (legitimación de izquierda), pero tampoco es así: lo que ocurre es que las redes son el anonimato por definición y ahí se da toda clase de desahogos inferiores en la mayor impunidad..

El planteado es un tema muy importante de derechos humanos. Hace a los valores esenciales de nuestra República. En él, no hay margen para distraerse, especialmente en la educación, que es el escenario primero y fundamental donde debe erradicarse la maligna raíz de los prejuicios. No está nada claro que estemos haciendo, como sociedad, lo necesario. Por eso celebramos la encuesta y que se hable de ella. Para tener conciencia de un mal no hay como una radiografía.

Raíces y frutos

La semana pasada, una sala repleta del Hotel Radisson asistió a la presentación del libro de Luis Hierro López, “Las Raíces Coloradas”, en el que tuvimos la alegría de participar. Lo decimos con la perspectiva de unos días, que nos valorizan la dimensión del acto, al evocar el sentimiento fervoroso de los asistentes.

En la platea había algunos nobles blancos, amigos de Luis, pero la inmensa mayoría —como es natural en un libro de esa índole— eran colorados. Que se sintieron reconfortados con las sobrias palabras de un historiador no colorado, como el Profesor José Rilla; la explicación sustanciosa de porqué escribió el libro que hizo el autor y mi propia declaración, que —más allá de su mérito— fue acogida generosamente por el público, al encontrar en ella una exposición de las esencias de nuestro partido vistas a través de la historia que narra la magnífica obra que convocaba.

Todos quienes allí estuvimos salimos alegres, contentos, con un claro sentido de pertenencia y la expresión inequívoca del deseo fervoroso de que el futuro vea a la colectividad forjadora del país nuevamente en el ejercicio responsable de su conducción. Esa gente expresaba el anhelo de que algo ocurra para encender nuevamente el optimismo en un partido que continúa siendo una garantía fundamental para la ciudadanía democrática y liberal.

En el Frente Amplio, que a veces invoca al Batllismo, está claro que una mitad no es demócrata, no cree en las libertades y por esa razón sigue soñando con Cuba y abrazada al esperpento autoritario y rústico del Maduro venezolano. Nos separa esa enorme distancia de principios.

En el Partido Nacional por cierto que hay una sustancia democrática que nos hermana, pero también hay diferencias que nos distinguen: concebimos la república laica desde concepciones distintas y miramos al Estado desde veredas opuestas, ellos con mucho recelo para con el mismo, nosotros —desde dentro de él— con un espíritu reformista basado en la convicción de que no hay otra herramienta para sustentar los equilibrios de la sociedad. Eso ha sido siempre el Batllismo, desde los liceos de hace cien años hasta las escuelas de tiempo completo de hace veinte.

Estas son convicciones profundas, sustantivas, que confían aun en que vuelvan a reverdecer. Por eso pensamos que en esta hora debemos estimular a los que luchan, pedirles paciencia a los impacientes, fraternidad a quienes se enojan, los brazos en alto a los desalentados, y convocarnos todos para el esfuerzo de mañana. Quienes no aspiramos a posiciones públicas desde hace años, y hemos dado cumplida muestra de estar todo el tiempo ayudando, en todos los terrenos a nuestro alcance, nos sentimos con derecho a decirlo.

La última elección fue un mal momento, pero no debe hacer desfallecer a quienes se sienten responsables, por haber estado al frente de las candidaturas principales al Ejecutivo y al Parlamento. Justamente, el sentido de responsabilidad impone, más que nunca, salir a reconquistar lo perdido y a tratar de escalar. Quienes hoy les cuestionan, muchas veces con alguna razón, han de saber que protestando y descalificando nadie ha construido nada y que si se sienten firmes en sus razones, más que nunca deben ofrecer propuestas de valores, que colmen los vacíos a llenar. No se trata de hacer zancadillas sino, a la inversa, saltar por encima hacia lo alto; convocar, alentar, crear esperanza y no enojo.

Nuestra treintena de candidatos a Intendentes en todo el país son hoy un gran ejemplo. He estado con algunos de ellos, aún en departamentos donde saben que no ganarán, pero sienten que es fundamental mantener en alto la bandera partidaria, agrupar a los fieles, estimular a los muchos jóvenes que hoy son candidatos a alcaldes o ediles y prepararse para el porvenir.

Después de este mayo, que esperemos sea mucho mejor que lo que los encuestadores dicen, tendremos todos que vernos las caras, darnos la mano y reemprender la marcha. Habrá muchos grupos, seguramente, con sus identidades; aparecerán novedades; a las agrupaciones hasta hoy representativas, se les sumarán otras. Se tratará de abrir puertas y no cerrar ventanas. Para que ese día llegue pronto, empecemos por votar a los candidatos colorados y batllistas, y —una vez más— arriba los corazones, como dijera el gran Baltasar.

El libro de Luis Hierro nos ha refrescado los raíces; sobre ellas hemos de regar para que vuelvan frutos.

Sobre el fracaso de la reforma de la UTU

El Presidente Mujica hizo de autonomizar a la Universidad del Trabajo de Uruguay (UTU) y alejarla del Codicen un caballito de batalla que terminó, como él mismo lo ha reconocido, en un fracaso.

Con su insistencia había generado una enorme expectativa adentro de la UTU, que hoy se ve frustrada, como lo expresan jerarcas y sindicalistas.

Desde mi punto de vista, una vez más se hace un reduccionismo del enfoque temático, de la complejidad y unidad del proceso educativo, deteniéndose en el tema institucional y presupuestal. Se construyó el espejismo de imaginarse que la separación del resto del sistema educativo suponía una mejora por sí misma, cuando de ningún modo es así.

Realmente no se advierten razones de fondo para ese planteo. El nacimiento del Codicen fue el resultado de la imperiosa necesidad de coordinar primaria y las dos ramas de la enseñanza media. Ello fue saludable y por eso hoy el ciclo básico de secundaria se cumple con igual valor tanto en la tradicional Secundaria como en la UTU. Quizás haya faltado una visión más de conjunto, pero es un hecho incuestionable que la existencia de esa autoridad es la que ha permitido armonizar mucho mejor esas ramas de la educación que antes navegaban con un autismo profundo, sin que nadie se coordinara con nadie.

Que el Codicen en ocasiones pueda resultar burocráticamente pesado, es verdad; pero eso reza para todas la ramas y no solo para la UTU. Un gobierno que sepa lo que procura debe comenzar, justamente, porque al designar al Codicen tenga en cuenta esa realidad y encargue a quienes están dispuestos a delegar y descentralizar funciones secundarias o simplemente de gestión, para concentrarse en la programación de conjunto y la estructuración de presupuestos acordes con esa idea, estableciendo prioridades claras.

Es más: quien preside el Codicen viene de ser Director General de UTU, de modo y manera que es quien mejor conoce las necesidades de ese organismo y cabe pensar que lo tendrá como su prioridad. Si la UTU hoy registra carencias y trabas administrativas, nos imaginamos que no es por desinterés del Codicen sino por la propia burocracia de UTU y las limitaciones presupuestales que naturalmente existen, especialmente en una rama que está en crecimiento.

Bueno es recordar que los Bachilleratos Tecnológicos creados en la reforma de 1995 fueron un éxito desde el primer día y se configuraron en un intento serio, acaso el más serio, por elevar el nivel de la enseñanza tecnológica, al entrar en un nivel terciario. Todo pasa justamente por seguir esa tendencia y allí el cuello de botella es la formación docente, la necesidad de procurar profesores de categoría en las especializaciones más modernas y en cambio constante.

El tema, entonces, no es simplemente “autonomizar”, porque ello suele terminar en las famosas “chacras” administrativas, que se van enquistando y formando enclaves desestructurados. El desafío está en saber realmente lo que se quiere, armar proyectos específicos y buscar —ahí sí— las financiaciones adecuadas, que es lo que normalmente no se hace, porque se discute primero el dinero y después se ve lo que hay que hacer.

En algún momento, con mucha confusión conceptual, el Prof. Netto habló de que el país tenía un sistema “neoliberal”, cuando luego lo acusó de dogmático por uniformidad. O sea lo contrario de “neoliberal”, que se supone es libertad para todo el mundo, adentro del sistema. También se opuso a seguir las tendencias del mercado, cuando parecería que es razonable hacerlo. Desde ya sin las rigideces de pensar solo en tareas específicas sino procurando, a la vez, mirar las necesidades del país y formar a los alumnos con la generalidad suficiente para ser versátiles y adaptarse a los cambios que inevitablemente se irán produciendo.

No hay duda de que el país tiene que seguir mejorando y actualizando su educación técnica, como lo viene haciendo claramente desde la restauración democrática, aunque sus jerarcas actuales —que crecieron en esos años— hoy se hagan los distraídos, afectados por esa pasión refundacional que ha contagiado el Presidente Mujica y parece que todo empezó con él. Tampoco hay dudas de que el país lo comenzó a entender desde entonces y que “m’hijo el dotor” no es ya el sueño de todas las familias uruguayas. La sobredemanda de los bachilleratos lo demostró desde 1996. Se trata, entonces, de no enredarse en debates jurídico-político-institucionales, buscar delegar lo delegable, agilizar las burocracias como se pueda, pero —sobre todo— tener claro dónde están las prioridades. Porque cuando todo es prioridad, nada es prioridad.

Desgraciadamente, el actual gobierno ha establecido el monopolio político, no acepta discutir otros criterios y por eso no ha permitido que la oposición esté presente en los Consejos Directivos. Es un gravísimo error. Esperemos que los actuales jerarcas sean lo más transparentes posibles en la información y acepten, en otros ámbitos, discutir lo que debiera procesarse adentro. Tendemos a pensar que difícilmente sea así, pero por lo menos hoy hagamos un llamado a esa reflexión.