La utilidad del voto útil

La democracia actual no se ajusta demasiado a lo que imaginaron los griegos en el siglo V a. C. El ágora proyectada, moderna, no existe. Se ha transformado en la actualidad en otra cosa. Se trata de la era de la política espectáculo en donde abundan los mensajes mediáticos insistentes, repetitivos y abrumadores de las personalidades que compiten por el poder. La plaza pública se ha convertido en un spot de publicidad. La comunidad dialógica fue reemplazada por el storytelling.

Es lógico que en un mundo atravesado por la economía ese ciudadano comprometido con la res publica se haya desvanecido (si alguna vez existió) para dar lugar a otro caracterizado como un individuo aislado cuyo objetivo es maximizar sus beneficios. Esa democracia empírica fue agudamente detallada y anticipada por Joseph Schumpeter, al decir que los ciudadanos no pueden informarse debidamente por el costo del tiempo y la pérdida de descanso. Si hay un bien escaso en la actualidad, es el tiempo.

Por lo tanto, la democracia ha perdido su sustrato movilizador para transformarse en un método por el cual esa masa de individuos aislados y con poco tiempo para informarse seleccionará a los que van a gobernar. El ideal de una democracia sustancial se materializó en una democracia procedimental. Continuar leyendo

El Parlasur: sobrerrepresentación peronista

Hay dos formas de consagrar leyes electorales. Una de ellas implica la búsqueda de amplios consensos legislativos, dado que se trata de las normas que regulan la competencia por la cual se distribuyen los cargos en juego. En una democracia sana esto es de vital importancia. En cambio, la otra es la imposición de una ley. En este caso, una mayoría circunstancial sanciona una norma con la intención de limitar el marco de competencia y así sacar ventaja en una determinada elección.

La ingeniería electoral es como la energía atómica: puede servir para iluminar una ciudad o para terminar con ella. Los alquimistas de la política saben esto y lo aplican como parte de su expertise.

El Parlamento del Mercosur derrama buenas intenciones. El Protocolo Constitutivo reconoce la “representación de los ciudadanos de los Estados parte” para dar lugar “a la creación de un espacio en el que se refleje el pluralismo y las divisiones de la región”. Habla una y otra vez de democracia, participación y representatividad. Entre sus propósitos se destaca la “representación de los pueblos respetando la pluralidad ideológica y política”. Continuar leyendo