Ayer comenzó el nuevo mundial de fútbol tan esperado y ansiado por todos los argentinos. Muy seguramente gritaremos, festejaremos, nos abrazaremos y hasta lloraremos con cada gol celeste y blanco. Palpitaremos cada partido compartido con la familia y los amigos, en bares, restaurantes o en la calidez de nuestros hogares. Soñaremos con llegar a la final y ver a nuestro equipo alzarse con la Copa del mundo. Mientras tanto nuestros gobernantes aprovecharán seguramente para hacer de las suyas ya que el pueblo estará más que entretenido durante un mes. Para ellos, es un tiempo con valor estratégico, ya que todo lo que se haga durante este periodo pasará inadvertido. Este domingo, coincidente con el Día del Padre, nos pondremos la camiseta celeste y blanca, y con gran ilusión y esperanza saldremos todos a la cancha.
Pero ganar un Mundial si bien es gratificante ganar, es efímero. La alegría dura algunos pocos días, quizás tan sólo horas, y luego todo se esfuma y volvemos a la realidad. Inflación, corrupción, inseguridad, aumento de la pobreza, inequidad, falta de inversión, tanto interna como externa, caída de las reservas, déficit presupuestario, falta de previsibilidad, leyes que no se cumplen porque sí o porque no están reglamentadas…..y podríamos seguir con la lista de fracasos.